Los héroes de Baler. La historia de los últimos de Filipinas es una exposición organizada por el Museo del Ejército que tras girar por distintas ciudades, llega al Museu Marítim de Barcelona con unos ámbitos suplementarios, producidos por el propio Museu Marítim, que explican la relación entre Catalunya y Filipinas, que es uno de los temas que el museo se ha fijado como prioridad para los próximos tiempos. El museo, que dispone de parte del archivo de la Compañía Trasatlántica, ha anunciado que muy pronto colgará a la web una exposición virtual sobre el tema. La exposición Los héroes de Baler se presenta en la sala Mirador y se podrá visitar gratuitamente hasta el 12 de abril.
El colonialismo no existe
Esta exposición se centra sobre un grupo de 57 soldados que se mantuvo asediado en la iglesia del pueblo de Baler, en la isla de Luzón, rodeados de revolucionarios filipinos, durante 337 días. Y, aunque se inicia con unos paneles dedicados a las relaciones hispano-filipinas, prácticamente no hay referencias a la colonización; se habla de unos territorios que "fueron administrados territorial y políticamente por la monarquía española". También se incluyen referencias a los "lazos culturales, políticos, económicos y emocionales" que "habrían sido cultivados a través de 300 años de convivencia". El colonialismo queda reducido a "convivencia" con una población que iría "asimilando" los "usos y costumbres de los españoles" (se sobrentiende que por su superioridad). La explotación colonial queda reducida al "intercambio permanente de productos entre ambos territorios", como si mantuvieran una relación libre donde cada uno decidiera qué quería intercambiar, cómo y con quién (cuándo la economía de las Filipinas quedó sometida a los intereses de la española). Toda la violencia colonial queda, en el texto, reducida a los capuchinos (como si el ejército no tuviera nada que ver con la sumisión de la población local). Los "nativos" (citados en la exposición así, con puro vocabulario colonial) no se sabe exactamente porqué, manifestarían "descontento" y el general Polavieja los "sofocaría" con "severidad". En uno de los paneles se comenta la organización, por parte de Víctor Balaguer, entonces ministro de Ultramar, de la Exposición General de las Filipinas, que incluía "Escenografías con indígenas traídos del archipiélago"; se puntualiza que tenían un "tono exótico y paternalista". Sería más correcto denominarlas Zoo humano, con todo lo que comportaban de deshumanización de los colonizados.
Héroes contra nadie
Toda la exposición es un homenaje ultrapatriótico a unos individuos que fueron a las Filipinas con la misión de dominar a una población que se resistía a perder su libertad. Unos soldados, en su mayoría apenas llegados de la metrópolis, que se mantuvieron encerrados en una iglesia, con un armamento muy superior al de los filipinos, en una posición sin ninguna importancia a nivel bélico. Su supuesto mérito fue negarse a rendirse frente a los enemigos. La exposición es una especie de homenaje a estos combatientes con uniformes, armas de época, objetos personales de los soldados, correspondencia, libros, los homenajes recibidos... Especialmente, se destaca la figura del oficial Saturnino Martín Cerezo, el responsable de la resistencia a ultranza de aquella guarnición. No sorprende que no haya ningún homenaje a los dos soldados que fueron fusilados como desertores.
Los "héroes" más desinformados
Lo más chocante es que los soldados de Baler se resistieron a las fuerzas filipinas a pesar de que eso era absolutamente inútil. A partir de la rendición de España ante Estados Unidos, ya no tenía ningún sentido mantener a un destacamento español en el lugar. En realidad, tanto los sitiadores como varios emisarios del gobierno español intentaron convencer a los soldados de que se rindieran y salieran del templo, porque para ellos la guerra había terminado. Incluso un teniente coronel español los visitó y les pidió que salieran de la iglesia, ofreciéndoles garantias de que no serían maltratados. Los militares españoles, convencidos de que la noticia de la rendición era una estratagema de los filipinos para hacerlos salir del templo, siguieron resistiéndose. Algunos murieron, no tanto por los ataques armados, como por las enfermedades tropicales o por dolencias relacionadas con la malnutrición. En aquellos momentos, para los filipinos, los españoles no eran el enemigo (que habían pasado a ser los americanos), sino una simple molestia, que se querían sacar de encima. Por eso tampoco concentraron muchos efectivos a luchar contra los soldados cerrados a Baler. Y por este motivo el ataque no fue tanto contundente como lo habría podido ser. Tan sólo dos españoles murieron por las balas filipinas: dos más fueron fusilados por sus compañeros y 14 murieron de enfermedades.
Una descolonización penosa
En realidad, el papel de España en las Filipinas, en los últimos momentos, no podía ser más triste. El 10 de diciembre de 1898 España firmó el Tratado de París con Estados Unidos. A cambio de veinte millones de dólares, les cedieron la soberanía de las Filipinas, Puerto Rico y Guam (así como el control de Cuba). Al fin, todos los discursos sobre la tutela de los indígenas y la misión civilizatoria de la metrópoli quedaron aniquilados con una simple venta.
El mito de Franco
Los soldados encerrados en la iglesia de Luzón fueron bautizados como "los héroes de Baler" cuando los supervivientes llegaron a Barcelona. Pero fue en 1945 cuando Antonio Román estrenó la película Los últimos de Filipinas, que acabó dando nombre al grupo de supervivientes del templo. El franquismo promovió muchísimo el filme, ya que se suponía que enaltecía las virtudes del ejército español (el régimen también se encargó de reenterrar a los muertos de Baler en un mausoleo, en el cementerio de Almudena). Pero, en realidad, la película también quería simbolizar a una España aislada rodeada por el comunismo, en un momento en que el régimen de Franco buscaba la alianza de Estados Unidos, tratando de hacer olvidar su pasada alianza con Hitler y Mussolini. En 2016 Salvador Calvo hizo una nueva película con el mismo título, pero de un cariz muy distinto, en el que cuestionaba el sentido de la resistencia de estos militares. La cinta fue muy criticada por los sectores ultras, que la consideraron un ataque a los héroes y al ejército españoles.
Recolonizar o descolonizar
El Museu Marítim ha acogido esta exposición argumentando que era necesario reivindicar la historia de las relaciones entre Catalunya y Filipinas y, sobre todo, entre el puerto de Barcelona y el archipiélago asiático. Sin duda, es necesario levantar el velo que oculta el pasado colonial de la capital catalana. Pero es obvio que el análisis del papel colonial de Barcelona tiene que pasar por una revisión de lo que significó el colonialismo para los colonizados y no por una aceptación acrítica del discurso colonialista de hace cien años (que ya entonces era discutido por los sectores más democráticos de las sociedades metropolitanas). El Museu Marítim ha completado la exposición del Museo del Ejército con algunos paneles y unos pocos objetos que enfatizan la relación entre Catalunya y las Filipinas (entre ellos, una barca vinta, el único elemento de las sociedades filipinas presente en la exposición). Pero estos materiales son insuficientes para contraponer el relato militarista y colonialista del resto de la exposición. Cuándo los expertos de todo el mundo llegan a la conclusión de que es la hora de descolonizar la museología, y se empiezan a plantear acciones en este sentido en muchos museos, parece que hay los que se apresuran a recolonizar los centros museísticos. El boom de nostalgia colonial hispana vinculado a la reacción en contra del procés soberanista catalán llega ahora, incluso, a las Drassanes.