Régis Debray es uno de los emblemas de mayo del 68, pero no lo es porque en aquellos fechas se enfrentara con los CRS, los antidisturbios de la policía francesa en el Quartier Latin, sino porque en aquellas fechas estaba preso en Bolivia, por haber estado con el Che en la guerrilla. De esta forma, Debray se convirtió en un mito. Para unos era el modelo de intelectual comprometido, para otros un agitador de familia bien que no sabía nada de las miserias de los pueblos del Tercer Mundo. Algunos incluso lo acusaron, a él y al argentino Ciro Bustos, de haber traicionado al Che al informar de su presencia al ejército boliviano y a la CIA, y de ser responsables de su muerte. Ahora, la figura de Debray y la de su esposa, la venezolana Elisabeth Burgos, son deconstruidas con gran dureza por su propia hija, Lawrence Debray, que en Hija de revolucionarios (editorial Anagrama) saca a la luz las miserias de su familia.
La gauche divine que se moja
Debray formaba parte de un entorno que sin duda tenía paralelismos con la gauche divine catalana. Venía de un ambiente acomodado, pero se había radicalizado y acabó simpatizando con las causas más izquierdistas. Debray, como otros intelectuales de su generación, buscó un mito en el exterior. Pero mientras otros disertaban en un café parisino él se fue a la aventura solidaria, a América Latina. Debray fue un intelectual de confianza de Fidel Castro, y fue él quien plasmó sobre papel la teoría de Castro sobre el "foquismo", que aseguraba que un foco guerrillero podía acelerar la revolución sin necesitar de un partido de clase potente. Debray, tras instalarse en Cuba durante una temporada, quiso meterse físicamente a la guerrilla. Y decidió seguir la aventura boliviana del Che; aunque no luchó con las armas, hizo tareas de propaganda para los guerrilleros. Fue capturado por el ejército boliviano, torturado y acusado de participar en acciones guerrilleras. Mientras se le juzgaba se supo que el ejército había matado el Che. Fue condenado a 30 años de prisión, y pasó 4 años encarcelado en condiciones muy duras.
El predicador de la revolución
Finalmente, Régis Debray fue liberado por las presiones de algunos intelectuales que simpatizaban con la izquierda latinoamericana, pero también por las buenas conexiones de sus padres con el gaullismo. Gracias también a los contactos familiares, Debray consiguió retornar a París y tener trabajo fijo, pero a la pareja le costó mucho adaptarse a la vida rutinaria, y sobre todo a la vida familiar. Con el tiempo los dos revolucionarios fueron convertidos en intelectuales orgánicos de la izquierda francesa. Régis Debray fue un estrecho colaborador de Mitterrand y durante algún tiempo disfrutó de ciertos privilegios. Y Elisabeth Burgos fue directora del Instituto Francés de la América Latina y del Instituto Francés de Sevilla. Laurence nació en esta fase de sus vidas.
Una generación que ajusta las cuentas
Laurence Debray empezó a investigar la historia de su familia cuando, ya siendo mayor, un periodista le preguntó si era hija del francés que había traicionado el Che, y entonces se dio cuenta de que no sabía nada de la historia de sus padres. Hija de revolucionarios es la búsqueda de su pasado, pero también un ajuste de cuentas. El suyo, y también el de los hijos de los militantes de la generación del 68, que descuidaron a su familia con su obsesión por la libertad individual, que les llevó a rehuir cualquier compromiso duradero. La autora afirma que esta es un grito contra "unos padres que se ocupaban más de salvar el mundo que de cuidar a su hija". Debray se siente dolida por las carencias afectivas de su padre, pero también le reprocha sus incoherencias: el hecho de irse a la guerrilla, pero ni siquiera molestarse al aprender español, su aburguesamiento posterior, su necesidad de nuevas mujeres para reafirmar su virilidad... Laurence explica que les mostró el libro a sus padres, con la esperanza de establecer un diálogo con ellos, pero afirma que no fue posible. Laurence Debray argumenta que "no es un libro contra mi padre", sino un balance de una generación sobre el anterior (obviamente, negativo). Afirma, que en cambio, había tenido muy buena sintonía con sus abuelos y que admira la vieja burguesía ilustrada francesa.
Una francesa monárquica
Laurence Debray hizo un estudio histórico sobre Juan Carlos I, que dio lugar a un libro extraordinariamente benévolo con su figura y con su régimen. Afirma que admira "su destino, bastante excepcional" y su papel en la transición "una obra superpositiva". Contrapone la distancia del Debray intelectual, con un monarca que según ella, "está muy lejos de la arrogancia". Alega sin embargo, que no ha seguido los debates actuales sobre la monarquia. Hija de revolucionarios acaba con una comparación implícita entre Juan Carlos y Debray, en la que este sale más bien desfavorecido. Preguntada sobre si el rey de España es mejor que el intelectual francés, no ha querido pronunciarse tajantemente, aunque ha afirmado que "yo me he construido en contra de mis padres".
Contra la izquierda
Regios Debray había publicado un libro de conversaciones con Carrillo. Su hija, en su libro, afirma que es muy amiga de Alfonso Guerra, quien le hizo "de padre" durante el tiempo que vivió, de adolescente, en Sevilla. El resto de referentes son absolutamente conservadores. Afirma que en la actualidad "Salimos del tiempo de las grandes ideologías" y que ya no hay "diferencia entre izquierda y derecha". Debray, que ha trabajado en el mundo de las altas finanzas en Estados Unidos, afirma que es hermética a todas las ideologías y que "no cree en los partidos clásicos", pero reconoce que votó a Macron "una propuesta interesante" y renovadora, según ella. Se muestra radicalmente contraria al "exceso de política" y afirma que uno puede estar muy politizado yendo en bicicleta o comiendo sano: para ella no hace falta la lucha armada, pero en el fondo, tampoco "hace falta tener un partido ni votar a un líder" para estar politizado. Su proyecto de futuro es hacer un libro sobre Venezuela, desde una crítica radical al chavismo. Laurence Debray, sin ningún sentido de lealtad filial, renuncia por completo a su herencia paterna. Pero, paradójicamente, este libro no tendría ningún sentido si la autora no fuera hija de quien es.