Henriette Theodora Markovitch nació en 1907 en París, hija de un arquitecto croata y una madre francesa, aunque creció en Buenos Aires, ciudad a la que emigró la familia para hacer fortuna trazando y elevando edificios en una capital argentina que por aquel entonces no paraba de crecer. Dora Maar, pseudónimo que empezó a utilizar a finales de los conocidos como Années Folles (década de 1920), cuando regresó a París, murió en 1997 en su apartamento parisino a los 89 años, refugiada en la religión, aislada e insolada, destruida por el romance tóxico que décadas atrás había sufrido con Pablo Picasso. Nos dejaba una de las fotógrafas que siempre se acercó al objetivo con una única. Una artista sublime cuya obra siempre quedó injustamente eclipsada por su vinculación con el pintor malagueño. Un legado que ahora la sala de subastas Artcurial de París se ha propuesto reivindicar. Así, los próximos 27 y 28 de junio saldrán a licitación más de 750 clichés repartidos en 400 lotes: la gran mayoría de estas fotografías son inéditas. Retratos en los que podemos apreciar el gusto de Dora Maar por las creaciones surrealistas y de vanguardias, así como escenas de calle y carácter social de la Barcelona de los años 30.
Fotografia surrealista
Fue a través de André Lhote que Dora Maar descubrió el movimiento surrealista. La artista había regresado a París para formarse en la Union Central des arts décoratifs, la École de Photographie, la académia Julian y la escuela de Beaux-Arts. Lhote era un pintor admirado por haber aproximado las formas clásicas a las deconstrucciones cubistas. Artista, crític y profesor con un plantel de discípulos entre los que encontramos a Henri Cartier-Bresson, nombre que junto a Emmanuel Sougez y André Breton se convertirían en inseparables de una Maar que no tardaría en erigirse en uno de los máximos exponentes de la fotografía surrealista.
La fotógrafa y el pintor
Dora Maar y Pablo Picasso se conocieron por primera vez en el rodaje de Crime de Monsieur Lange de Jean Renoir. No pasó nada. Volvieron a coincidir a mediados de 1936, en el Aux Deux Magots, la famosa brasserie del centro de París, poco antes del inicio de la Guerra Civil Española. Ella estaba acompañada del artista Paul Éluard, que a su vez era amigo de Pablo Picasso, que aquella velada, como era habitual en él, también se había dejado caer por el café. Fue Éluard quien los volvió a presentar. Por aquel entonces el pintor aún estaba casado con la rusa Olga Khokhlova, madre de su hijo Paulo, y mantenía un idilio con la sueca Marie-Thérèse Walter, madre de Maya. La fotógrafa mantenía una relación intermitente y tormentosa tanto con el filósofo Georges Bataille como con el actor Louis Chavance. Fue una atracción instantánea en lo pasional y en lo intelectual. Durante un tiempo sus mundos se redujeron a ellos, retroalimentado su arte mutuamente. Unos años convulsos en lo social, pletóricos creativamente en lo particular. De aquella época es especialmente interesante la plasmación documental que Dora Maar hizo a través de sus fotografías de la creación del Guernica.
La mirada del siglo XX
Pablo Picasso abandonó Dora Maar en 1943. Él se fue con Françoise Gilot. Ella inició un descenso a los infiernos con repetidas reclusiones en hospitales psiquiátricos. Cuando la encerraban, intentaban curarle la tristeza a golpe de electroshock. Nunca consiguió unir todas las piezas de su corazón resquebrajado. Abandonada por sus viejos amigos -con la única excepción, tal vez sintiéndose culpable de haberla unido al pintor malagueño, de Paul Éluard-, Dora Maar vivió exiliada del mundo en su piso parisino. De vez en cuando expresaba sus impulsos artísticos a través de la pintura, pero no volvió a coger una cámara fotográfica jamás. Injustamente eclipsada por la figura del hombre que no la supo querer, hoy en día ya nadie puede durar que a través de su mirada vanguardista, Dora Maar retrató como pocas otras lentes consiguieron, el devenir del siglo XX.