La cábala medieval tuvo en Catalunya dos grandes centros, el de Girona y el de Barcelona. Y los dos tuvieron una importancia que se extendió por Europa e incluso el Oriente Próximo. Coinciden con una etapa de oro de la Catalunya medieval.
Una descripción fácil de la cábala es decir que es la mística hebrea, pero no aclara mucho las cosas. La cábala no es religión, y tiene aspectos que la acercan a la filosofía, pero sí está imbricada totalmente en la cosmovisión judía, una de las antiguas que ha llegado hasta la actualidad. Resumiendo, la cábala responde a dos grandes preguntas: cómo se formó el mundo, y cómo funciona el alma (a menudo entendida como la psique). Todo eso lo explica a través del árbol de la vida y las 10 sefirot, y con los conceptos de Ein Sof (Infinito, que es lo que hay cuando se acaba el universo, Dios) y el Tsim-Tsum (la contracción inicial que tuvo que hacer el infinito para crear el cosmos, que algunos identifican con el Big Bang). Y alerta que eso permitió a Albert Einstein imaginar la teoría de la relatividad. También se ha dicho que el Eixample de Barcelona tiene la forma del árbol de la vida emplazado en horizontal.
Bonastruc ça Porta, el médico de Jaime I
Girona fue el centro de lo que se llama la cábala teosófica, es decir que mezcla ciencia y misticismo para intentar resolver las dos preguntas. Utilizaban para ello una cábala teórica. En Girona, que estaba en aquella época ligada a la cábala provenzal, aparecen personajes del nivel de Bonastruc ça Porta (1194-1270) -conocido también como Najmánides o con el acrónimo Ramban-, y de Isaac el Cec (1160-1235).
Bonastruc ça Porta (no confundirlo con Rambam, que sería el cordobés Maimónides), era médico del rey Jaime I, y tiene incluso una calle en Jerusalén. Además de cabalista y médico era también poeta y filósofo, como corresponde a una época en que las disciplinas no estaban compartimentadas. Ramban representa precisamente la tradición de pensamiento judío opuesta a Maimónides, que tenía una fuerte influencia de la filosofía de Aristóteles, y en cambio el catalán se oponía a las influencias griegas. Estas cuestiones polarizaban en el siglo XII los debates entre los sabios judíos.
Bonastruc ça Porta evitó siempre hacer una exposición pública de la cábala, y la reservaba a sus discípulos. Pero intentaremos profundizar. Se inscribe plenamente en la tradición teosófica, e introdujo conceptos como la necesidad de incluir la materialidad en la condición humana, y por lo tanto no mitificar solo la condición espiritual. En lenguaje cabalístico dirían no desequilibrar la sefirah Maljut.
Otra de las aportaciones de Bonastruc ça Porta fue una de las primeras descripciones del alma, uno de los temas claves de la cábala. Dijo que existe un alma animal que tienen todas las criaturas (y que las hace respirar o comer) y un alma humana emanación directa de Dios. Siglos después los cabalistas fijarían más niveles del alma, y al primero le llamarían Nefesh (alma animal), al segundo Ruaj (el espíritu, que reclama zona de confort), y al tercero Neshamah (el alma propiamente dicha, que reclama cumplir el sentido de la vida). Lo que llamamos popularmente la voz de la conciencia sería la Neshamah, y el miedo de tirarse en puenting sería el Ruaj. En total fijaron hasta 5 niveles del alma, cada uno más elevado que el otro hasta llegar a la espiritualidad máxima, que explicarían la psique humana. Ramban también definió la importancia de la sefirah Keter, que sería una entidad infinita, la gloria, de dónde saldrían las otras 9 sefirah. Esta visión todavía está presente en la cábala.
Najmánides fue importante también porque al rey Jaime I lo convocó a participar en la famosa disputa de Barcelona de 1263 para dirimir quien tenía la verdad: el cristianismo o el judaísmo. El debate acabó con una discusión fuerte entre los judíos y los dominicos, si bien Jaime I quedó admirado de Bonastruc ça Porta. "Nunca había visto a un hombre defender tan bien una causa equivocada", dijo. Pusieron una multa en Ramban, que Jaime I pagó, pero la tensión fue a más y se tuvo que exiliar a Galilea. Bonastruc ça Porta murió en Acre, apenas acabadas las Cruzadas en Tierra Santa y en un territorio que había quedado desolado por la violencia.
Isaac el Cec es el segundo cabalista más importante de Girona, y es famoso por la interpretación del Sefer Yetsirah (Libro de la Creación), un pequeño volumen sobre las 22 letras hebreas y el funcionamiento del árbol de la vida, que es uno de los puntales de la cábala. Algunos creen que fue escrito en Girona, pero no se sabe a ciencia cierta. En todo caso el Sefer Yetsirah influyó en el ars combinatoria de Ramon Llull, como también en las dignitates, donde se ha visto la influencia de la idea de las 10 sefirot. Algunas fuentes apuntan que Llull influyó también por su parte en los cabalistas, en la interpretación de las sefirot más elevadas. Isaac el Cec se dedicó a estudiar también el Ein Sof, lo que hay cuando se acaba el universo, y qué sería el infinito divino. Habló de las 10 sefirot como herramientas de este poder divino.
El carismático Abraham Abulafia
El call de Barcelona despertó a la cábala más tarde que el de Girona, pero ya había un gran poso cultural. Un caso excepcional era Abraham Bar Hiyya (1070-1136 (o 1145), que pertenecía a la estirpe de David como Jesús, era traductor del árabe al catalán, y sobre todo era un excepcional matemático, hasta el punto que fue el primero a hablar de las ecuaciones de segundo grado.
En este caldo cultural apareció en la capital catalana el principal discípulo de Bonastruc ça Porta, Salomó ben Adret (1235-1310), conocido también con el acrónimo Rashba, que se convirtió en el maestro de la ley hebrea más importante de la Catalunya medieval. Era prestamista de Jaime I (el rey se relacionaba de forma estrecha con los judíos de Girona y Barcelona, que tuvieron un gran papel en la fundación de los Països Catalans) y fue rabino de la sinagoga mayor de la capital catalana. Hizo grandes aportaciones en jurisprudencia judía, pero también estaba formado en la cábala teosófica gerundense.
Y aquí se incubó el conflicto, cuando apareció en Barcelona uno de los grandes de la cábala medieval, si no el mayor, por la revolución que comportó y la influencia carismática que tuvo en los grandes renovadores del movimiento en el siglo XVI en Safed (Galilea), empezando en primer lugar por Isaac Luria. Hablamos de Abraham Abulafia (1240-1291).
Nacido en una Zaragoza que hablaba aragonés, cuando tenía dos años su familia se marchó a Tudela (Navarra), y finalmente a Barcelona. Hacia 1270 se inicia en el call en la denominada cábala lingüística. ¿Qué es? Pues la que responde a la pregunta de cómo se creó el mundo diciendo que Dios lo hizo con las letras del alefato hebreo. Parte de la base que las letras hebreas contienen energía del Ein Sof, y como en hebreo cada letra tiene un número diferente, se pueden trenzar, permutar o combinar, con lo que se mueven energías. Abulafia utiliza permutaciones de letras y repetición de combinaciones para llegar a una especie de éxtasis y buscar la conexión con la divinidad. Utilizaba para ello la guematría, la guía para combinar las energías de las 22 letras. Es una tradición asquenazí que proviene de la región del Rin, y no se sabe cómo la conoció. El caso es que rápidamente Abulafia cogió en el call de Barcelona la fama de que podía profetizar el futuro. Se decía que podía enviar el alma al Ein Sof y que después volvía con información no revelada al resto de mortales, con experiencias mentales muy arriesgadas.
Abulafia y su guematria práctica escandalizaban a los seguidores de la cábala teosófica, que estaban más próximos a la filosofía y centrados en el árbol de la vida. Abulafia hacía profecías, meditaba hasta el éxtasis, y se basaba en el mapa de los 72 nombres de Dios y sus energías codificadas. Y eso no gustó nada a Ben Adret, que acabó descalificando la cábala profética de Abulafia, y a partir de entonces se lo consideró un loco. Tuvo que marcharse así finalmente de Barcelona.
La vida de Abulafia está repleta de leyendas espectaculares. El episodio más sorprendente es cuando en 1280 intentó reunirse con el papa Nicolás III para mirar de convertirlo al judaísmo, lo que había visualizado en una revelación profética al estilo de José en Egipto. El cabalista viajó a Roma, pero el Papa no lo quiso recibir, y lo advirtieron que si insistía iría a la hoguera. Nicolás III se trasladó entonces a la residencia de verano de Soriano, y Abulafia fue detrás de él. Pero cuando llegó, el Papa había muerto de un ictus. Sucedió el 22 de agosto de 1280.
La leyenda dice que Abulafia predijo la muerte de Nicolás III con antelación. Y el caso es que, a pesar de su peripecia insistente, no lo enviaron a la hoguera pero sí lo cerraron en una cárcel romana. Hasta que una noche dos franciscanos fueron a su celda y lo liberaron. "Te soltamos, pero no vuelvas nunca más a Roma", le dijeron. Y él lo cumplió. El papa Nicolás III, que pertenecía a la famosa familia Orsini, aparece a la Divina Comedia de Dante Alighieri, y en las profecías de San Malaquías.
Abulafia, que de joven ya fue a Judea pero se encontró con una batalla sangrienta entre los mamelucos y los tártaros y tuvo que volver, viajó finalmente a Sicilia, donde parece que murió. Algunos también sitúan la muerte en la vecina Malta. Se desconoce dónde está enterrado, pero dejó libros escritos.
Bibliografía consultada:
Anónimo Llibre de la creació- Sefer Yetsirah (Edició català-hebreu) (Editorial Fragmenta)
Moshe Idel Estudios sobre la cábala en Catalunya (Alpha Decay)
Gershom Scholem Les grands courants de la mystique juive (Petite Biblio Payot)
Aryeh Kaplan Sefer Yetzirah El libro de la creación Teoría y práctica (Edl)