"Es complicado aceptar alguna cosa que no te gusta, pero mirándote al espejo, fotografiando y observando tu propio cuerpo, acabas viéndolo bonito. Creo que en la naturaleza hay mil formas diferentes y unas personas encontrarán bonito lo que otros no. Todo es bonito en este mundo". David Gutiérrez tiene 28 años y la valentía de poner color a un tema que hace daño. Supongo que nadie debe sonreír cuando recuerda las miraditas arcaicas de peña desconocida o el rechazo llorado durante años. Pero David enseña los dientes cuando sale con el torso desnudo, mostrando las pieles, luciendo las estrías de un cuerpo que se siente huérfano de masa después de la reducción de estómago a la que se sometió hace 3 años y medio.

El día que dejó de pesar 155 kg, el volumen dejó paso a una piel en caída libre. Una piel más maleable, menos lisa, con más movimiento. Una piel que colgaba. Ya no estaba gordo pero su cuerpo seguía sin encajar. Y fue allí, justo en aquel momento de metamorfosis, donde tomó una decisión. "La gente ya no me comentaba por si era gordo, sino que hablaban de estética y de cómo se veía mi cuerpo fuera de unos estereotipos". Y publicó una foto en Instagram.

A favor de las corporalidades disidentes

La gordofobia es una lacra social que desprecia los cuerpos no normativos - sobre todo aquellos que muestran un peso o volumen superiores a la estética del vientre plano. Quizás os suena un reportaje de hace unos meses, en el que hablé de mujeres que enseñaban a sus cuerpos desnudos en las redes sociales para reivindicar corporalidades disidentes - ya no sólo voluptuosas, sino de cualquier forma, color o tamaño - con la diversidad siempre en la boca. David ha pasado por los dos estigmas; primero, como persona gorda; ahora, como hombre que no entra dentro del canon de belleza clásico, del David de Miguel Ángel y de los torsos de tableta que vemos en anuncios, carteles, películas románticas y pasarelas de moda. Pero él no se siente presionado, "aunque escucho comentarios de personas o anuncios que de manera directo o indirecta juzgan o dicen explícitamente cómo tendrían que ser los cuerpos". Si no tuviera el trabajo personal que ha hecho, dice, sí que le harían sentirse mal.

Hay una persona que marca un punto de inflexión en esta historia de superación. Aparece aquí Mai Oltra, amiga íntima, fotógrafa y conocida en Instagram como @entretallas: una persona que también lucha en las redes sociales para erradicar el estigma que hay en torno al cuerpo, centrándose en el interior y no en el envoltorio. Ella lo inspiró y lo ayudó a despojarse de vergüenzas y a verse como mucho más que sólo un cuerpo. "Me ha costado llegar hasta aquí, pero considero que la imagen de un cuerpo no te hace menos capaz de nada, simplemente es como la sociedad quiere que lo veas; al deporte me ha ayudado mucho a ver que un cuerpo es capaz de dar mucho sin la necesidad de ser normativo", dice en David, para quien mostrarse en público ha sido una liberación, dejar de sentir vergüenza, pasar de los comentarios negativos que recibe. "Después del bullying que sufrí de los 8 a los 16 años, ya no me afectan nada".

David visto con la cámara de su amiga, quien lo ha inspirado en este proceso de auto aceptación. / Mai Oltra

Todo es culpa del patriarcado

Cuando meses atrás hablé sobre la gordofobia, la dictadura de las tallas y la presión estética que reciben a las mujeres, el dedo acusador señaló de forma unánime: el patriarcado. Que las mujeres estamos constantemente y absolutamente cuestionadas en cualquier ámbito ya lo sabemos, y es precisamente esta certeza absoluta lo que muchas han esgrimido a la hora de usar las redes sociales para naturalizar sus cuerpos. Para difundir inmediatamente el mensaje y decir basta. Casos como el de David muestran que los tentáculos podridos de la sociedad patriarcal llegan a todas partes, también para morder las manos que le han dado de comer. No es cosa de mujeres, no es asunto histérico. Es un drama sistémico.

Los parámetros de la superioridad moral masculina: tenerla más grande, estar más musculoso para supurar hombría o tener la voz grave, más varonil

"En una sociedad patriarcal como la nuestra, un hombre no puede mostrar su cuerpo no normativo naturalmente; tampoco puede hablar de sentimientos y, por lo tanto, no puede expresar las emociones que le generan su cuerpo porque, si lo hace, pierde su masculinidad", opina. Porque quien tiene un cuerpo que entra dentro del modelo bien visto, siempre juzgará a otro hombre que tenga un cuerpo diferente. Él lo sabe porque, como tío, ha mamado esta superioridad moral masculina de ser más hombre que el del lado, tenerla mayor, estar más musculoso para supurar hombría, tener la voz grave, grave sin grietas, de las que te hacen ser a un hombre muy masculino, muy varonil. También el patrón de los hombres se basa en un estereotipo perfectamente definido que no admite modificaciones. El sistema montado por neandertales y sostenido por homo sapiens también pone una cruz a las figuras masculinas que salen de los estándares de belleza socialmente impuestos. Algunos se rebelan. La auto aceptación no es fácil, nunca lo es bajo estos parámetros de mierda.

Personas como David rompen el molde para hacer uno nuevo, uno más inclusivo y transversal. Uno más real, al fin y al cabo. Aunque no se considera activista como tal, cree que puede ayudar a personas que no se sienten seguras de mostrar su cuerpo a través de las fotografías o los textos que publica, donde habla y enseña partes de él sin ningún tipo de problema. La reivindicación de los hombres todavía no se equipara al #bodypositive que visualmente lideran las mujeres, pero cada vez es menos extraño ver la diversidad corporal en fotografías masculinas: hombres que se enfrentan a las proporciones marcadas para quererse más y querer mejor. "Creo que si normalizamos la diversidad de cuerpos a través de las redes sociales, podríamos conseguir cambiar estos cánones y que las personas dejemos de tener inseguridades a la hora de mostrarnos tal como somos".