Cristina Fallarás es nieta de un carpintero fusilado en la tapia de un cementerio en 1939. Durante mucho tiempo no supo nada de la historia de su abuelo. Y ya mayor, después de ser madre, decidió romper el silencio de su familia para no dejarlo a sus hijos. Y escribió Honrarás a tu padre y a tu madre, un texto híbrido, que se sitúa entre la novela, el libro de investigación y el libro de memorias... En él aparecen personajes reales y historias brutales auténticas, pero también historias inventadas no desprovistas de ternura. Su editora, Silvia Sesé, de Anagrama, en su presentación a la prensa, la ha calificado de "novela muy especial", de una altura literaria notable y de gran ambición. Y argumenta que esta no sólo es una historia personal, sino que también refleja una situación colectiva, que sobrevive hasta hoy.
Contra la herida
Fallarás se define como "hija del silencio", y considera que hay millones de personas en toda España que lo son. Afirma que su abuelo fusilado no había estado nunca presente en su universo, y que en un momento determinado se dio cuenta de que había que investigar qué había pasado con él, porque sin memoria, el asesinato era doble: un asesinato físico, pero también un asesinato en la memoria. Un día, Fallarás encontró en internet el nombre de su abuelo y se"rompió": "Descubrí que había muerto cuando tenía 32 años y era carpintero", pero con sorpresa se dio cuenta de que no lo echaba de menos, "porque no existía para mí". Fallarás ha afirmado que este libro constituye "un ejercicio de abrir ventanas y ventilar lo que soy y lo que todos somos".
Reforma personal y social
Fallarás cree que hay que hacer un análisis de la realidad del propio entorno antes de pronunciar un discurso político: "Si no hay un debate íntimo sobre la memoria, todo debate político sobre ella es impostado". Y apunta que hay que tener conciencia personal para la lucha política. Si bien empezó a escribir la obra con nombres ficticios, pronto descubrió que era imprescindible usar los nombres reales para ventilar realmente el olor a encerrado. "No hemos hecho nada para avanzar porque nadie ha expresado lo que vive él mismo", apunta a Fallarás. La autora asegura que escribir este libro, y también publicarlo, ha sido un acto muy impúdico, porque pone de relieve muchos hechos que afectan a la intimidad familiar, pero que su familia, que vive "en otro universo", muy conservador, la autorizó a publicarlo. Fallarás afirma que este no es un tema pasado, sino que hay que ventilar, porque apunta que la violencia política se transmite generacionalmente. Y que nos marca en todos.
La transición
Cristina Fallarás no tiene ninguna duda que el origen de todos los problemas sobre la memoria del pasado radica en la transición y, sobre todo, en la Ley de Amnistía de 1977, que dejó vía libre "a los torturadores y a las empresas que habían construido su riqueza gracias al expoli". Afirma que en España no ha dejado de haber violencia política en ningún momento, porque hay 150.000 muertos en las cunetas, y estos tienen millones de descendientes. Su queja principal es que en 40 años ningún gobierno español haya hecho nada para arreglarlo. La pretensión de la escritora no es repartir culpas, porque no se siente capaz de juzgar a los ciudadanos, "pero sí al sistema político". Fallarás se muestra muy crítica con los que hicieron la transición, pero también con su propia generación, los que les sucedieron (ahora tiene 49 años). Asegura que lo dejaron todo para dedicarse a las drogas, la música y un trabajo. Por eso ha decidido enterrar el cinismo, para siempre, "porque sobre el cinismo se construye la infamia".
Una portada reveladora
La portada del libro evidencia la problemática. La editora y la escritora querían incluir una fotografía de familia de la autora. Sólo pudo incluir una fotografía de los abuelos maternos, ricos y franquistas radicales. Porque ellos eran los únicos que dejaron fotos: no encontró de los abuelos paternos. El porqué está claro: los pobres y los perdedores no dejan registro ni memoria. "Y siguen cargando la culpa y el miedo", asegura Fallarás, que encontró, todavía, reticencias entre los vencidos a explicar la historia de su propia familia.