Adivina, adivinanza: ¿Qué animal tiene una mata de pelo envidiable y una dentadura que no lo es tanto, sobre el escenario combina la retórica de un fervoroso pastor evangélico con la fiereza de una bestia emisora de alaridos y sonidos guturales, tiene la percha de un dandi postmarxista vestido en Las Vegas y la ética rigurosa de quien concibe su banda de rock and roll como un partido político de vanguardia? Pista: camina sobre el público como Jesucristo sobre las aguas del mar, y es capaz de adivinarle a uno el signo zodiacal con solo observar sus “vibraciones” durante unos segundos (los autores de esta entrevista damos fe de ello). ¿No?… La respuesta es Ian Svenonius (Chicago, 1 de junio de 1968, Géminis), el único e inimitable. El acertijo guardaba cierta dificultad, lo sabemos, dado que este cantante y ensayista forjado en la escena punk-rock de Washington DC lleva treinta y cinco años atrincherado en la brecha más orillada del underground. 

Nosotros —lo confesamos— lo descubrimos tarde, hará cosa de diez años, cuando vino al Primera Persona a presentar su lúcido y descacharrante Estrategias sobrenaturales para montar un grupo de rock. Un libro que defiende, mediante el espiritismo y la magia, ideas como que el rock fue introducido por los Estados Unidos durante la guerra fría como arma para inocular el capitalismo ante el auge del comunismo, mientras que los grupos musicales tienen su origen violento en las bandas de delincuentes. Hace unas semanas tuvimos la ocasión de rendirle homenaje personalmente entre los bastidores del Funtastic Drácula Carnival, el festival celebrado en “la Nueva York de los Països Catalans”, Benidorm. Y el día siguiente nos citamos con él para entrevistarlo en Barcelona, por donde se paseó de civil (es decir, con su sempiterno traje de color llamativo y un pañuelo anudado al cuello) antes de volver a su odiado país. Señoras y señores, les presentamos el inventor del “góspel yeah-yeah” antiautoritario y frontman de sucesivos proyectos musicales de difícil catalogación como The Nation of Ulysses, The Make-Up, Weird War, Chain & The Gang o Escape-Ism, entre otras, amén de autor de ensayos de culto como The Psychic Soviet, el maoísta Libro Rojo del pop.

Ian Svenonius, un artista multidisciplinar

Hacerle una entrevista a quien fuera el ideólogo y presentador de Soft Focus, el programa de entrevistas de culto de Vbs.tv, nos impone… Para empezar, ¿qué opinas del formato entrevista?
Creo que es importante... Las entrevistas son divertidas. Son una parte relevante del mundo del rock and roll. Están el disco, la actuación, obviamente las canciones, la imagen y la entrevista. Forma parte de la presentación de un grupo. Pero hoy la entrevista ha perdido valor, porque el tema digital está quitándole poder a la música. Sin el artefacto físico tu música tiene menos gravitas, (una de las antiguas virtudes romanas que la sociedad más apreciaba). Ahora la entrevista tiene menos importancia cultural que cuando los discos y los medios de comunicación eran físicos. Está claro que, para gente como nosotros, la entrevista es todavía significativa, pero, en general, ya no se entrevista tanto a los músicos, creo. ¿Qué pensáis vosotros?

Nosotros sufrimos esa pérdida de gravitas en nuestro bolsillo, sí. Por otro lado, las entrevistas son una oportunidad para conocer a gente que admiramos, como a ti.
El problema de la entrevista es que mucha gente pone el piloto automático. El reto de una entrevista es conseguir, no que el entrevistado se muestre vulnerable, pero sí que diga cosas que no sean parte de su maquinaria publicitaria o de su nota de prensa. Es cómo cuando toca una banda. Cuando un grupo toca una canción una y otra vez, de alguna manera pierde la chispa. El reto es hacerla excitante y fresca y que transmita vida cada vez que la interpreta. En una ocasión hablé con Damo Suzuki, del grupo de krautrock Can, que solo hacen música improvisada. Él defiende que la música grabada es como la comida procesada. No estoy de acuerdo, pero me parece interesante y tiene parte de razón. Pasa el mismo con la entrevista. Ahora las personas respetadas y entrevistadas son gente como Elon Musk. Antes, a nadie le importaba un pepino lo qué pensaba un millonario, la gente quería saber qué pensaba una estrella del rock. Los valores de la cultura se han trastornado... En cualquier caso, es magnífico que a vosotros os interese lo que yo tenga que decir, porque culturalmente sois parte de una minoría muy pequeña.

Antes, a nadie le importaba un pepino lo qué pensaba un millonario, la gente quería saber qué pensaba una estrella del rock

Sí, nos sentimos parte de una inmensa minoría de outsiders. Hace unas semanas disfrutamos de tus conciertos (con Escape-Ism y The Make Up) en el Funtastic Drácula Carnival, un festival de música minoritaria que no hace ningún tipo de promoción, y, sin embargo, cada año agota en menos de 80 segundos sus 2.000 entradas...
Es importante llegar a un tipo de sensibilidad internacional que no se siente representada, no solo en los medios, tampoco en el underground, porque la música underground también se ha corporativitzado. Me gusta el Funtastic porque no es un festival corporativo, la selección de los grupos no se basa en Spotify, ni en cifras, ni en esos ladrones corporativos que son las revistas de música. Se basa en el entusiasmo, en un nicho de una sensibilidad muy específica, y eso es muy guay, fue un honor formar parte de ello. La experiencia en los festivales en general es decepcionante, pero el Funtastic es diferente.

¿Y Benidorm? ¿Qué le pareció a un dandi marxista como tú la “Nueva York del Mediterráneo”?
La visité por primera vez para tocar en el Fuzzville con Chain & The Gang, en 2015. Me gusta porque es un lugar extraño y muy especial. Mola, tiene una buena vibra y, francamente, ayer estaba en el avión con todos aquellos hooligans ingleses y me parecieron entrañables. A primera vista daban miedo, pero eran entrañables.

El problema de Barcelona es que es un lugar tan increíble, con esta arquitectura tan genial, que el paradigma digital la ha acabado pudriendo

¿Y de Barcelona, qué opinas?
Aquí he tocado muchas veces, en el Apolo y en todas partes. El problema de Barcelona es que es un lugar tan increíble, con esta arquitectura tan genial, que el paradigma digital la ha acabado pudriendo... Es curioso, el mundo digital tiene un impacto muy específico en el sector inmobiliario. Plataformas como Airbnb, homogeneizan las ciudades a la vez que expulsan masivamente a sus habitantes. Las urbes se quedan reducidas a caparazones de sí mismas, como una especie de Disneyland. Si la ciudad es preciosa, como es el caso de Barcelona, queda totalmente aniquilada. Tienes que irte a vivir a un lugar como Benidorm para encontrar piso. Es una tragedia. Y vayas donde vayas encontrarás los mismos problemas. No quiero ser negativo, pero tenemos que identificar al enemigo. Y el enemigo son toda esta escoria digital que se está haciendo ultrarica.

Jesucristo caminando sobre las aguas del Funtastic, con The Make Up / Foto: Jeff Pitcher / Kate Hodges

¿Todavía te consideras un comunista? ¿Vives la música como una militancia política?
No hay otra opción: o eres un siervo de la clase dirigente o eres un comunista. Para mí, la política y la estética son inseparables. Tienes que preguntarte cuál es la estética de la política. Estoy muy metido en el rock and roll, pero también me gusta criticarlo, examinar sus diferentes usos... Soy Géminis y siempre veo la dualidad de las cosas, y puedo considerar una cosa emocionante y valiosa, y a la vez no estar de acuerdo con ella. No soy doctrinario o dogmático. Considero que el rock and roll es fascinante porque en el fondo no tiene definición. Se redefine constantemente. La única definición es, quizás, que es eléctrico y tiene un ritmo. Cómo es tan abierto, todo el mundo puede hacerlo, aunque no tenga experiencia ni un gran dominio técnico. Pensad en como Link Wray creó Rumble. Estaba en una sala con 10.000 chavales gritándole que tocara The Stroll, y, cuando lo intenta, le sale mal y crea esta canción instrumental fantástica y todo el mundo enloquece. Rumble fue prohibida en la radio, porque la consideraban siniestra y él, además, era nativo americano, de Washington DC, como yo. Para mí esto es mucho más interesante políticamente que un disco de punk o de Crass o cosas así. El rock and roll es político en su esencia. Y contiene esta dualidad: por un lado, es un arma imperialista que surgió en la guerra fría, pero, por otra, es una herramienta revolucionaria porque es la estética de la clase trabajadora. Todo el mundo puede hacerlo. Tiene este aspecto dual, muy esquizofrénico. Y por eso es interesante, lo continúa siendo más de 70 años después. 

No hay otra opción: o eres un siervo de la clase dirigente o eres un comunista

Todo esto lo explicaste muy bien en Estrategias sobrenaturales para montar un grupo de rock. ¿Tienes algún nuevo proyecto de escritura o sigues defendiendo el analfabetismo universal, como hiciste en Against the Written Word, tu último libro?
Me gusta esta pregunta. Against the Written Word es un libro a favor del analfabetismo, sí. En él reflexiono sobre por qué saber leer y escribir se asocia tanto a las ideas burguesas de moralidad y de bondad. Y llego a la conclusión que esa condescendencia burguesa fue una forma de control masivo sobre la clase trabajadora. Después, con la televisión, llegaron nuevas formas de control mental, hipnosis, adoctrinamiento de masas y manipulación. Pero el libro y la palabra escrita fueron la primera herramienta burguesa en hacer todo eso. Creo que mi propuesta de analfabetismo de masas es interesante. Dicho esto, aún no he encontrado ningún otro medio para reemplazar la palabra escrita, así que probablemente escriba pronto algo nuevo. (Es Géminis, no hay duda.)