En 2002 se hizo pública la sentencia contra el alcalde de Ponferrada Ismael Álvarez. Era le primera vez se condenaba a un político en España por acoso sexual. El asunto había provocado no pocos debates, tanto en la calle como en programas de televisión y telediarios. Nevenka Fernández dio el paso de denunciar, algo que no era frecuente, y menos aún cuando actúa el poder. En 2004 Juan José Millás publicó Hay algo que no es como me dicen. El caso de Nevenka Fernández contra la realidad y en 2021 vio la luz en Netflix la miniserie documental Nevenka, dirigida por Maribel Sánchez-Maroto. Ahora coge ese testigo una Icíar Bollaín que se ha especializado en este tipo de ficción con tintes realistas, como hizo también en la excepcional Maixabel. Con las herramientas suficientes y, sobre todo, una historia tan potente en sus manos, la directora madrileña ganadora de dos Premios Goya por Te doy mis ojos, urde una película sincera y, aún hoy, muy necesaria. Aprovechando la coyuntura, charlamos con ella vía Zoom para desentrañar las claves de Soy Nevenka, film que este viernes la llegado a las salas de cine.
Es una película que provoca que, al salir del cine, te quedes durante un buen rato reflexionando. La historia y cómo está contada, te conmueve.
Intento hacer cosas que conmuevan, sí. Hay una intención, que te hagas preguntas al salir del cine. Que pienses en lo que has experimentado viéndola y te plantees reflexionas de lo que has visto.
Tenemos muchos titulares sobre el acoso, pero no tenemos tanta información sobre cómo lo vive la víctima
Y luego te entras ganas de investigar, de saber más. Supongo que ese es uno de los propósitos de la película, ir al hueso de la historia.
Sí, tenemos muchos titulares sobre el acoso, pero no tenemos tanta información sobre cómo lo vive la victima: “Cómo se sale de eso, cómo se encara eso”… Me interesaba arrojar un poco de luz sobre este tema.
Y además, es algo que ya hiciste en 2003 con Te doy mis ojos, subrayar y denunciar algo como el acoso sexual, que quizá en aquel momento tampoco era algo tan visible. Era interesante y necesario plantear esa problemática.
En ese momento era más el maltrato dentro de una pareja, de un matrimonio. La historia de Nevenka tenía unos elementos públicos que me interesaban mucho. Además, había el elemento de acoso laboral, que ella no pudo denunciar, porque no estaba tipificado entonces, pero que ocurría a la vista de todos. El maltrato de Te doy mis ojos sucedía a puerta cerrada, pero aquí hay cosas que ocurren a puerta cerrada y otras que no.
Y en un lugar público como un ayuntamiento.
Y en un lugar de trabajo, entre un jefe y una empleada. Eso también es maltrato social.
Además, cuando sucedió el caso de Nevenka, las redes sociales no existían. ¿Cómo crees que hubiese trascendido aquello con estas ya vigentes?
Tuvo un impacto inmenso, a pesar de que no había redes sociales. En prensa, el impacto fue brutal. Lo que ahora son las redes, antes eran las tertulias… Creo que hubiese sido parecido, pero más sobredimensionado. Y la respuesta machista y misógina que tuvimos entonces, hubiese sido parecida. El problema es que entonces no se entendía a la víctima del acoso. Peor, era algo que se decía que les pasaba a aquellas que se dejaban. Como dicen en la película, era de persona débil. Como se decía antes, cuando las mujeres iban a denunciar una violación: "¿Pero usted ha cerrado las piernas?". No se concebía a la víctima como víctima.
También me parece muy apropiado cuando haces ese collage de imágenes, cuando salta la noticia de la denuncia, con Ana Blanco, Alfredo Urdaci, Ana Rosa Quintana… Todo ese debate que se va generando y los diferentes perfiles, me parece muy interesante. Es un retrato de lo que pasaba.
Esa fue la recepción. Luego hubo gente que, por supuesto, la apoyó, pero fue la menos. Cuando Juan José Millás escribió el libro un año después del juicio, es la persona que más claramente dio voz a la víctima. Nevenka, además, al recibir esta ola de incomprensión, no ofreció entrevistas, no dio su versión. Y mejor, porque se la hubieran comido viva. Yo creo que sí, que había que contarlo, porque era parte de la historia. También creo que es interesante verlo desde el año 2000 hasta hoy, para testimoniar qué impresión teníamos entonces y cómo somos ahora, con otra percepción sobre las víctimas de acoso.
¿En qué momento tienes la sensación que tienes que hacer esta película? ¿Cuándo sientes ese clic interno?
Es una propuesta de los productores de Maixabel. Me ofrecieron rodar esta historia y otra posibilidad, y entonces recordé el caso de Nevenka, porque había leído el libro de Millás y había visto el documental de Netflix. Simplemente, fue como revisar la historia y decir, aquí hay algo muy potente. Incluso más pertinente de contar que antes, ya que seguimos hablando del tema, pero sin acabar de entenderlo desde el prisma de la víctima, y luego la distancia que este te otorga: dónde estábamos como sociedad entonces y dónde estamos ahora. Por lo tanto, me pareció una historia muy valiosa de contar. Y lo que tiene siempre la ficción, que es que puedes hacer sentir al espectador lo que siente el personaje. Eso es más difícil que lo comunique un documental o un libro. La ficción siempre tiene ese puñetazo que es hacer sentir a la gente, tanto lo bueno como lo malo.
Seguimos hablando del tema, pero sin acabar de entenderlo desde el prisma de la víctima
Algo también interesante en la película es la ambientación, aunque no os dieron la posibilidad de filmar en Ponferrada. Un lugar, para mí clave, es el karaoke. Es allí donde todos, de alguna forma, se retratan. Cada cual muestra quién es. Y luego esta esa escena en el que el alcalde sube recitar un poema de Antonio Machado dedicado indirectamente o, más bien directamente, a Nevenka.
Todo eso pasaba. Hablamos mucho con Nevenka. Fuimos a Ponferrada a corroborar esas cosas. La gente de allí nos explicaba que en el año 2000 había mucho dinero en Ponferrada. Había jóvenes de 40 años prejubilados. Se bebía mucho. Había mucha noche y luego se iba a trabajar de empalmada. Esta combinación de trabajo y fiesta era muy común. Me pareció que sintetizaba muchas cosas. Es una época, un tipo de fiesta... En el karaoke te ve todo el mundo y él recitaba poesía de Machado. Estamos asistiendo a un cortejo. Sí, es una escena que tiene mucho contenido. Se divierten en piña, cantan, y están en su casa.
Creo que es una película muy de miradas, las de los mismos personajes te explican muchas cosas a través de ella y sin necesidad de decir nada.
Lo buscábamos. Yo, incluso, lo hubiese subrayado más en el karaoke. Eran personajes muy públicos. Él hacía una política muy populista con la gente y eso era importante. Hay miradas que parece que sean en positivo, pero después se convierten en una trampa. Y es que, como dice la madre, en el momento en el que se va a saber la verdad, se intuye el escándalo. No es una concejal cualquiera, es la mano derecha del alcalde. Y es muy visible, con lo cual todo eso se convierte en una cárcel. Y luego hay esa parte de gente que lo ve y no hace nada, que no actúa. Y esa también era una parte de la historia. Y eso hace daño a la víctima, porque cuando todo el mundo ve algo que te está ocurriendo y no hay una empatía, la loca eres tú.
Y las propias mujeres, que no se la creían.
Eso forma parte de la tela de araña del acoso, que no te da salida, ya que si nadie hace acuso de recibo de que está sucediendo algo, entonces eres tú, y eso era importante contarlo. Es parte de ese acoso, de esa claustrofobia, de lo que vive ella.
Me gustaría poner el acento en el papel de los actores, que lo hacen muy bien, sobre todo en el caso de Mireia Oriol. Imagino que tuvisteis que hilar muy fino en el proceso de casting.
El casting es un trabajo fino que hay que hacer. Tengo una colaborada maravillosa que es Mireia Juárez, que hace una búsqueda exhaustiva para intentar encontrar no solamente al mejor actor, sino a alguien que no conozcamos tanto pero que quizás nos da otra realidad. Yendo un poco más allá, incluso Ponferrada misma es otro personaje. Están todos allí, constantemente presentes. Ese trabajo con los concejales, con los padres... es una película coral. Es un trabajo bonito y largo de hacer. Y luego, por supuesto, están los protagonistas. No te puedes equivocar con ellos. Por ejemplo, Mireia (Oriol) hizo unas pruebas preciosas y ya comunicaba una fragilidad enorme y, al mismo tiempo, una gran fortaleza. Es expresiva y muy conmovedora, tiene algo muy luminoso.
Mireia Oriol es expresiva y muy conmovedora, tiene algo muy luminoso
Y es muy creíble cómo se le va transformando la cara mientras transcurre la película: de esa luz inicial al vía crucis de después.
Sí, incluso de mujer empoderada, que viene de Madrid y va pisando fuerte. Y luego como se mete en ese agujero y va levantándose. Todo eso era difícil. También hay escenas muy extremas, emocionales, y las hace muy bien. Y lo mismo para Urko (Olazabal), que lo encontré para Maixabel, y me pareció un actor fabuloso. De repente, te encuentras con un actor de 40 años desconocido, con una potencia tremenda. Para este personaje tenía que hacer un ejercicio algo más expansivo. El personaje no solo es un maltratador, también es un seductor, de hombres y mujeres. Tenía mucho tirón entre su gente, y eso también lo tenía que conseguir transmitir Urko. Algo que es muy difícil de lograr: ahora estoy de broma, ahora no; ahora hago un comentario simpático, ahora te planto una mirada terrible. Ese juego que la va confundiendo y la va desubicando.
Y Nevenka, ¿cómo ha reaccionado al ver la película?
Con Nevenka hablamos muchas veces, porque fue un proceso largo. Hemos hablado con muchas personas, luego volvimos a ellas, nos volvíamos a hacer preguntas sobre cosas. A lo largo de dos años llegamos a hablar no sé cuántas veces. Luego leyó el primer guion y nos hizo algunos comentarios, pero muy poquitos. Y fue de las primeras en ver la película. Hicimos una proyección en Madrid, y fue muy bonito. Vino con su pareja, con su abogado de entonces y, claro, a ellos esto les llevó otra vez allí. La película está contada de una manera épica, pero claro, el que lo vive no lo hace con épica. Cuando le cuentas a la gente algo que has vivido, hay un ejercicio de ida y vuelta. Ella está muy contenta con la película, que para mí era lo más importante.
Me gusta ese paseo final de Nevenka en la playa. Es muy bonito y rezuma serenidad.
El final, de hecho, era a la salida del juzgado. Pero como fuimos a grabar esas pequeñas escenas al Reino Unido donde ella trabajaba, me inspiró grabar en la playa. A veces los finales no son precisamente lo que has escrito, sino que te pide otra cosa. Y mira, nos pedía serenidad.