El 11 de octubre de 1968, entre algunas lágrimas de los guardias civiles formados, la bandera española del sub-gobierno de Bata, en la Guinea Española, era arriada por última vez. El día siguiente, el 12 de octubre, en una ceremonia presidida por Manuel Fraga, entonces ministro de Información y Turismo, Francisco Macías tomaba posesión de la presidencia de Guinea Ecuatorial y se proclamaba la independencia de este país africano. La fecha de acceso a la soberanía no fue casual. Aunque algunos líderes independentistas se habían negado a que fuera un 12 de octubre, el régimen franquista insistió al otorgar la independencia en esta fecha, a fin de que el Día de la Hispanidad (o Día de la Raza) coincidiera con el Día de la Independencia. De esta forma, decían, cuando los guineanas celebraran el aniversario de su soberanía, también recordarían a España, "madre de tantos pueblos".

Representantes del MONALIGE, un movimiento independentista guineano, delante del Comité de los 24, el responsable de las descolonizaciones de la ONU. Foto: ONU.

Descolonización franquista

El proceso de descolonización de la Guinea Española, la única colonia española en el África Negra, fue una muestra del autoritarismo franquista. Cuando todo el continente se empezaba a preparar para la descolonización, a finales de los años cincuenta, España intentó reforzar su colonialismo. Siguió llevando a colonos, aumentó sus inversiones en el territorio, aseguró que todavía mantendría su presencia en la zona durante décadas, y para evitar interferencias de la ONU, proclamó que la isla de Fernando Poo (la actual Bioko) y Río Muni (la actual Región Continental de Guinea Ecuatorial) eran "provincias españolas". De esta forma se intentaba neutralizar la tarea de Naciones Unidas. Tal y como lo había hecho el Portugal salazarista, los franquistas alegaban que España era un Estado repartido entre varios continentes y que no tenía colonias, sino "provincias africanas", y que por lo tanto, toda intervención de la comunidad internacional en este asunto era una injerencia intolerable. Las legislaciones racistas, en Guinea, se suavizaron (habían sido muy duras), pero el colonialismo no desapareció.

La Autonomía de la España franquista

Pero mientras los portugueses fueron capaces de meterse en tres largas guerras coloniales simultáneas con el fin de preservar la esencia imperial de Portugal, Franco era un dictador más interesado en su supervivencia que en el mantenimiento de las colonias (en 1956, con muchas lágrimas, ya había renunciado a la posesión del protectorado marroquí, un territorio al que él se sentía especialmente próximo). Por eso no se opuso nunca frontalmente a la ONU y prometió una futura descolonización del territorio africano, aunque intentó retrasarla al máximo. En 1964 entró en funcionamiento la Autonomía de la llamada "Región Ecuatorial Española". Mientras se negaba cualquier descentralización en la metrópolis, se aceptaba un régimen autonómico en la colonia. Ahora bien, siempre fue una autonomía de mentirijillas. Aunque había un presidente negro, quien realmente tenía la última palabra en el territorio era el comisario general (nuevo nombre del gobernador colonial). Había un gobierno con consejeros negros, pero la mayoría de las políticas eran decididas por los "asesores" blancos. Y el plan de desarrollo del territorio fue elaborado en Madrid, con la participación de un único guineano. Eso sí, se redujo el racismo y la metrópoli empezó a financiar el presupuesto colonial. Ahora bien, en una de las contradicciones propias del franquismo, durante los últimos tiempos de presencia española en Guinea se permitieron los partidos de oposición, e incluso se dejó que estos emitieran sus discursos críticos por el canal de TVE de la colonia. Los colonizados tenían más derechos que los colonizadores.

El intento neocolonial

Pero las presiones de la ONU no se detenían. Y, por otra parte, la política de Autonomía estaba resultando cara para una España que quería centrar todos sus esfuerzos económicos en los planes de desarrollo. Los sectores menos nostálgicos del régimen empezaron a apostar por la descolonización. El ministro de Exteriores, Fernando María Castiella, confiaba en que, si España otorgaba la independencia a la colònia en un proceso modélico, la ONU acabaría apoyándola en su litigio con Gran Bretaña por la posesión de Gibraltar (el Estado español figuraba, al mismo tiempo, como reclamado y como reclamante en el Comité de los 24 de la ONU, responsable de las descolonizaciones). Pero no todo el mundo, en el entorno del franquismo, estaba dispuesto a la descolonización. Carrero Blanco, y algunos grandes plantadores y altos cargos coloniales, querían dar la independencia a la parte continental de Guinea (más poblada y más pobre) y mantener a Fernando Poo vinculado a España mediante su conversión en un Estado Libre Asociado como Puerto Rico. Así pues, dieron apoyo a los independentistas bubis y criollos, que apostaban por una independencia separada. En cambio, Castiella y los suyos decidieron apostar por el MONALIGE, el mayor partido independentista, que había reclamado hasta pocos meses antes la independencia en la ONU. Al fin, en Madrid, el sector partidario de la independencia unitaria se impuso.

En noviembre de 1969 la bandera de Guinea Ecuatorial se incorporó a la entrada de la ONU, en presencia de Saturnino Ibongo. Unos meses más tarde sería asesinado por Macías. Foto: ONU.

Una Conferencia Constitucional dictatorial

En 1967, por sorpresa, el gobierno español anunció que concedería la independencia a la Guinea Española de forma inminente. Para preparar la independencia el gobierno español convocó una Conferencia Constitucional, que reflejaba la esencia autoritaria del régimen. En primer lugar, la Conferencia Constitucional no estaba compuesta sólo por guineanos, sino que era integrada por una delegación española y una guineana. Los representantes de la delegación guineana fueron escogidos arbitrariamente por el gobierno español: no hubo ninguna votación para designar a los candidatos de los guineanos. La primera fase de la Conferencia, celebrada en 1967, se bloqueó, porque bubis y criollos se negaban a la independencia unitaria. Al fin, la delegación española impuso, cuando convocó la segunda fase de la Conferencia Constitucional, que se aprobara una constitución unitaria, pero que garantizara ciertos derechos a las minorías. En realidad, buena parte de la redacción del texto constitucional fue a cargo de los técnicos de la delegación española, entre los cuales había Herrero de Miñón, futuro redactor, también, de la Constitución española de 1978. Pero en las elecciones para escoger el futuro presidente del país, a los españoles no les fue tan fácil imponer su criterio: ganó, en las urnas, Francisco Macías, un candidato abiertamente antiblanco, que acusaba a sus adversarios de complicidad con los españoles.

Marcharse dejando a la Guardia Civil

No era fácil descolonizar Guinea, porque durante el periodo colonial no se había preparado esta eventualidad. No había técnicos preparados para gestionar un Estado, porque muy pocos guineanos habían accedido a estudios superiores. Por eso cuando llegó la independencia muchos funcionarios se quedaron en  Guinea, formalmente al servicio del gobierno del nuevo país, pero en realidad supeditados a las autoridades españolas. Incluso se quedaron en el territorio dos compañías de la Guardia Civil, en teoría destinadas a garantizar la seguridad de todos y a las órdenes de Macías. El nuevo Estado tampoco podía funcionar como estaba previsto sin las aportaciones de Madrid, porque toda la economía dependía de las subvenciones al cacao que otorgaba la metrópolis. Las tensiones no tardaron en estallar. A finales de 1968 Macías empezó a pronunciar discursos profundamente antiespañoles. En marzo, tras un intento de golpe de estado del ministro de Exteriores, Atanasio Ndongo, la situación se deterioró. Los partidarios de Macías empezaron a agredir a españoles y guineanos proespañoles. Los residentes españoles se tuvieron que refugiar en los cuarteles de la Guardia Civil y el gobierno de Madrid recomendó a los españoles residentes en Guinea que abandonaran el país. Mediante la operación militar Ecuador y un puente aéreo de Iberia, miles de españoles se marcharon de Guinea. Tan sólo se quedaron unos centenares. Se había acabado el sueño neocolonial.

Las últimas no descolonizaciones

Guinea sería la última colonia en ser descolonizada. La pequeña "provincia" de Ifni, al sur de Marruecos, aunque enviaba procuradores a las Cortes franquistas (como Guinea o el Sáhara), fue "retrocedida" a Marruecos en enero de 1969, 11 años después de una guerra que podría haber provocado la muerte de unas 300 personas en esta zona. No hubo ningún tipo de consulta de autodeterminación; España reconocía, en el fondo, que Ifni era territorio marroquí, y que tendría que haber sido independizada en 1969. Aunque el Sahara español también había participado en la guerra de 1957, España se resistió a permitir su autodeterminación, pese a las presiones de la ONU. Se continuaron explotando los ricos yacimientos de fosfatos de la zona hasta que Marruecos organizó la Marcha Verde y España empezó a plantearse que sería necesario hacer ya un referéndum de autodeterminación. El 2 de noviembre de 1975 el príncipe Juan Carlos visitaba El Aaiún y aseguraba que "deseamos proteger los legítimos derechos de la población civil saharaui, ya que nuestra misión en el mundo y nuestra historia nos lo exigen." Doce días después se firmaba el Acuerdo Tripartito de Madrid. España cedía la administración del Sáhara a Marruecos y Mauritania. Los españoles abandonaron a los saharauis sin aplicar el derecho a autodeterminación como reclamaba la ONU. Empezaba una larga guerra, y una todavía más larga reivindicación de la independencia de este territorio.

 

Foto de portada: Manuel Fraga y Francisco Macías pasan revista a la Guardia Colonial guineana. Efe.