La escritora argentina Ariana Harwicz, autora del ensayo El ruido de una época (Gatopardo Ediciones, 2023) y la Trilogía de la pasión (Anagrama, 2022), que recoge sus tres primeras novelas, publica ahora Perder el juicio (Anagrama, 2024). La novela gira en torno a una madre que, acusada del secuestro de sus hijos tras intentar quemar la casa, está dispuesta a todo para no perderlos físicamente.
El conflicto que plantea la novela son los límites morales que tiene el ser humano cuando se ve entre la espada y la pared. Una radiografía de personas “comunes” a las que la vida no se lo ha puesto fácil. Una mujer migrante, judía, se enfrenta a un juicio por haber secuestrado a sus hijos en Francia, un relato que no es ajeno al lector, pues hay miles de casos de progenitores que “secuestran” a sus hijos. La cuestión es que, en este caso, es una madre y no un padre quien ejerce esta violencia, quizás por eso la historia nos parece poco creíble y a veces artificiosa en el lenguaje y en la forma.
El conflicto que plantea la novela son los límites morales que tiene el ser humano cuando se ve entre la espada y la pared. Una radiografía de personas “comunes” a las que la vida no se lo ha puesto fácil
Un poco raro, demasiado intenso
Recurrir al estereotipo de las madres como entes que lo pueden todo por sus hijos está un poco machacado, pero es interesante cómo centra el delirio literario y la irracionalidad en los sujetos: el amor - desamor entre la pareja (sin límites) que lleva a cometer actos ilegales. Algunas partes te enganchan en la narración, pero solo en algunos momentos; porque la forma en la que está estructurado el texto y el tono, no atrapan. Al menos, a mí. Sí que hay muchísimo ritmo, el secuestro es trepidante: muchas frases cortas, impactantes, poca descripción. Hay diálogos entre la madre y el padre que resultan bizarros e inverosímiles: hablan de la felicidad y de recuerdos y comparten intimidades mientras ella los está ocultando. De conversaciones donde el odio es el motor para hablar de recuerdos y de amor, un poco raro, demasiado intenso.
Hay diálogos entre la madre y el padre que resultan bizarros e inverosímiles, hablan de la felicidad y de recuerdos y comparten intimidades mientras ella los está ocultando
La argentina nos muestra una historia basada en su vida, ya que hay partes inspiradas en su divorcio en Francia, país donde reside actualmente. El caso es que Lisa Frejman, la protagonista, es una mujer atormentada, una madre que le mueve el odio y la venganza por sentirse humillada. Una persona (y ya no hablo de madre) un tanto psicótica, que tiene celos de que sus hijos echen de menos a su padre y reflexiona: "¿Es que yo no alcanzo?". Si conociera alguien así en la vida real, creo que estaría entre huir o mutearla. Según la misma autora, trabajó con material verídico de casos de mujeres que ejercen la violencia vicaria (yo creía que la violencia vicaria era una violencia que encaja dentro de las violencias de género).
La autora trabajó con material verídico de casos de mujeres que ejercen la violencia vicaria (yo creía que la violencia vicaria era una violencia que encaja dentro de las violencias de género)
Después de leer las entrevistas de Harwicz sobre la novela, he entendido aún menos lo que acababa de leer y aún menos a la autora, que conceptualiza sobre las identidades, mezclando la gimnasia con la magnesia: "La maternidad no te pone a salvo de la crueldad”, dijo en una de ellas. Obviamente que no, porque las madres también son personas. Y la identidad madre no te exime de tener cierta personalidad o problemas psiquiátricos. Para ir acabando… La novela que nos encontramos en Perder el juicio es intensa, en argumento y en forma. Por lo que se refiere a mis impresiones, no ha habido esa conexión fluida, esa conversación entre el lector y el texto que es tan necesaria para una buena relación.