El Museu Torre Balldovina de Santa Coloma de Gramenet acoge una exposición producida por el Museu de Badalona que está itinerando por varias localidades de la provincia de Barcelona, gracias al apoyo de la Diputació: Intimidades: la ropa interior femenina del siglo XIX en el siglo XXI. Habría podido titularse, también, Todo lo que siempre quiso saber sobre los sujetadores y las braguitas y nunca se atrevió a preguntarlo. Se debe advertir que se trata de una muestra de pequeñas dimensiones, pensada para adaptarse a cualquier centro cultural o sala y por lo tanto el número de piezas exhibidas es muy limitado. La voluntad de esta exposición es enseñar las prendas de ropa interior que se han llevado de forma cotidiana en cada época, y a través de estas piezas, reflexionar sobre la sociedad de cada momento. Núria Sadurní, co-comisaria de la exposición explica: "Cada sociedad es la que establece el límite de la intimidad en cada momento. Si en el siglo XIX era impensable que una mujer enseñara el tobillo, hoy en día todo se puede enseñar: es cada uno el que establece los límites de su intimidad".
200 años: del miriñaque al tanga
La exposición está dividida en seis ámbitos cronológicos, que reflejan los cambios sociales. De 1800 a 1880 la moral burguesa reforzó el control sobre el cuerpo de la mujer de clase alta, con la sofisticación de la ropa interior. De 1880 a 1914 hubo un periodo de difusión del modelo burgués por todas las clases sociales, gracias a la producción en cadena y a los grandes almacenes. De 1914 a 1940 muchas mujeres empezaron a trabajar y la ropa se transformó, haciéndose mucho más ligera y práctica. Además, en los felices años 20, la mujer se empezó a presentar de forma mucho más provocativa, sensual, y la ropa interior se sofisticó. De 1940 a 1960 en España hubo una clara involución, y se retornó a modelos ya superados en toda Europa. A partir de 1960, por influencia del movimiento hippy y del mayo francés, las mujeres se liberaron de buena parte de los límites que se habían impuesto anteriormente. La ropa interior perdió importancia, porque se impuso ir cómodo. A partir de los años noventa se percibe un cambio de sensibilidad. Hay una reacción frente a la simplificación de los sesenta, y se vuelve a diseñar una ropa muy diversificada: en algunos casos muy compleja, como la ropa inteligente, que puede analizar nuestras constantes vitales.
La mujer encorsetada
La exposición explica que la ropa interior, en el siglo XIX, constituía una herramienta de control social sobre la mujer burguesa. A duras penas podía sentarse, cuando llevaba un miriñaque (una estructura de aros metálicos unidos por cintas que hacía aumentar su talla). Y el corsé, la faja que le apretaba la cintura y le remarcaba las curvas, le apretaba tanto, que podía llegar a provocarle graves problemas de salud (el desplazamiento de los intestinos, fracturas de costillas, dificultados para respirar...). Pero, además, la gran cantidad de ropa que llevaba la mujer burguesa hacía que le fuera prácticamente imposible vestirse y desvestirse sola. Una garantía más de control sexual. Núria Sadurní, la comisaria de la exposición, nunca se ha probado un corsé, ni siquiera como trabajo de campo en tanto que investigadora: "No lo haría ni loca", afirma.
Del corsé en el acorazado
En los Estados Unidos el corsé cayó en desuso durante la I Guerra Mundial, cuando muchas mujeres tuvieron que trabajar para ocupar el lugar de los hombres movilizados. El corsé les impedía trabajar y adoptaron ropas más cómodas. Pero el ejército norteamericano ayudó a la liberación de las mujeres: hicieron una colecta de corsés para reciclar el metal y construir barcos de guerra. Recogieron 28.000 toneladas de acero.
Hincharse y desinflarse
El diseño de la ropa interior va asociado a los patrones de belleza femenina de cada época. En el tiempo de los corsés no era muy importante que la mujer fuera delgada, pero sí que tuviera muchas curvas. La función del corsé era, justamente, adelgazar la cintura e hinchar el pecho y las nalgas. La cuestión de la obesidad era secundaria, porque las mujeres que llevaban corsé no podían comer mucho: el corsé dificultaba la ingestión de alimentos. A principios del siglo XX, el modelo de belleza era la mujer delgada, con poco pecho, y toda la ropa interior intentaba disimular las curvas; la principal función de los primeros sujetadores, que aparecieron entonces, era esconder los pechos, allanándolos. En 1991, por el contrario, se inventó el Wonderbra, unos sujetadores diseñados para dar la impresión que se tenía más pecho del que realmente se tenía. Ahora parece que vuelve a haber una tendencia a revalorizar las curvas. La ropa interior ya ha empezado a adaptarse a los nuevos estándares de cuerpo.
La clave, el mercado
A finales del siglo XIX, los corsés se popularizaron y llegaron a las mujeres de clase baja, gracias a su abaratamiento, pero también gracias a las grandes campañas publicitarias, propiciadas por la difusión de la fotografía, y la aparición de los grandes almacenes (tal y como explica magníficamente Émile Zola en El paraíso de las damas). La gran innovación del siglo XX, las medias de nylon, se introdujeron gracias a una gran campaña publicitaria, el 15 de mayo de 1940; aquel día todas las ciudades de Estados Unidos amanecieron con larguísimas colas en sus almacenes. En la España de la posguerra, con la crisis y la autarquía, pocas medias de nylon llegaban, más allá de las que los soldados de la VI Flota entregaban a sus amantes. Cuando una media se rompía, había los costureros que se dedicaban a arreglarlas: se anunciaban con el cartel "Se cogen puntos". Muchas mujeres, que por motivos económicos no podían llevar ni siquiera medias recosidas, optaron por el Pankelin, un tinte que se ponían en las piernas para hacer ver que llevaban medias.
El hombre excluido
La exposición se centra en la ropa interior femenina porque durante mucho tiempo el hombre estuvo liberado de la tiranía de las modas en este campo. En realidad, los cambios en la ropa masculina a lo largo de este periodo fue mucho menos espectaculares que los de la femenina. Básicamente, porque la ropa masculina era esencialmente práctica, sin ornamentos... La máxima innovación a nivel de ropa interior masculina, durante 150 años, fue el Union Suit, el famoso pijama de las películas del Oeste. Más adelante, con los tejidos elásticos, se eliminaron las ligas para los calcetines. La evolución era tímida y lenta. En los años sesenta algunos hombres gays se sumaron a la fantasía, con el uso de ropa colorida y nuevos diseños. Ahora bien, el siglo XXI ha llevado a los hombres a añadirse a tendencias que hasta ahora sólo eran propias de las mujeres. Aparece una moda en ropa interior masculina, cosa que no había existido hasta ahora.
Las últimas novedades
Paradójicamente, algunas de las últimas innovaciones en corsetería recuerdan determinadas modas del siglo XIX. En los últimos tiempos se han puesto de moda braguitas con rellenos de tela con el fin de remarcar las nalgas; en el siglo XIX, había los denominados polisones, una especie de culos postizos, que probablemente eran mucho más incómodos, pero que cumplían la misma función.
El elemento local
Una de las gracias de la exposición es que combina informaciones referentes a tendencias mundiales de la moda, con elementos locales muy destacados. Una parte de los materiales expuestos hace referencias a peculiaridades catalanas. Porque hay elementos locales que vale la pena analizar pero son muy poco conocidos. Como el caso de Carme Martí, la mujer de Sant Quirze de Besora que inventó el "sistema Martí" de corte y confección, que disfrutó de gran popularidad aquí, en otros países europeos, en Japón, y en algunas colonias africanas. En Intimitats podemos contemplar las producciones de una célebre corsetera de Tona, Maria Verdaguer, que antes de la guerra civil diseñaba modelos que hoy en día podrían figurar perfectamente en un desfile de moda. Y muestra también los productos de la marca Vogue, de Badalona, que aprovechaba el nombre de la famosa revista de moda para promocionar sus productos, aunque no tenía nada que ver con esta publicación.
Sabor a poco
La exposición está muy bien organizada y combina una temática atractiva y un tratamiento ligero, con una reflexión de gran calidad. Se ha hecho un gran esfuerzo por concentrar las informaciones y adaptarlas a las limitaciones de espacio. Se han elaborado unos vídeos cortos pero extremadamente atractivos, con fragmentos de películas muy ilustrativos de cada periodo. Pero la densidad narrativa ha obligado a hacer unos paneles con mucho de texto, a disminuir el número de piezas expuestas y a limitar los documentales. Sin duda esta exposición se merecía mucho más: más espacio, más presupuesto y más piezas. Pero, pese a todo, es realmente un placer visitarla.