Irene Zugasti (Madrid, 1988) es una periodista quirúrgica, pues lo que disecciona lo hace a conciencia y con maestría. Recientemente ha publicado #SeAcabó. La doble victoria de las campeonas del mundo de fútbol, análisis de lo que ocurrió con las campeonas del Mundial de la Selección española de fútbol, los años de maltrato que sufrieron con el anterior entrenador, la situación límite a la que llegaron el 2022, el piquito de Rubiales, el acoso de la Federación a Jennifer Hermoso, la valentía y sororidad de las jugadoras y, a grandes rasgos, el panorama alcanforado en el que se mueven estas esferas. No hablamos de las pelotas, sino de los universos circulares en los que apretones de manos se sellan con comentarios y acciones machistas que han impedido, hasta ahora, muchos de los avances sociales para las mujeres en el fútbol. Prologado por la ya ex ministra de igualdad Irene Montero, este libro pone el broche final a un año donde la victoria no solo fue de las jugadoras, sino de todas las mujeres. Durante el mes de diciembre, ,a la espera de confirmación de una fecha concreta, tendrá lugar la presentación del libro en Barcelona. 

Acabamos el año con este libro donde se repasa uno de los hitos de la lucha por la igualdad en la historia del deporte español, hasta ahora uno de los sectores más masculinizados.
Sí, y creo que no se le puede dar un mejor y más emocionante epílogo a este momento político para el feminismo. Venimos de un ciclo de movilizaciones arrancadas en lo que algunas han llamado “cuarta ola”, pero que yo diría más que ha sido un desborde, iniciado a mediados de la década pasada y con la violencia sexual en el centro de las demandas feministas. Pienso en el  Me Too, en el Cuéntalo, en las movilizaciones de la Manada, en el Ni una Menos, en el “yo sí te creo”... Un ciclo con muchísima convulsión política en lo relativo a la igualdad y los derechos de las mujeres en todo el mundo, y por supuesto en el Estado español. Por eso tiene algo como de “justicia poética” o justicia deportiva que haya sido precisamente en el deporte, que es el summum de la masculinidad, de la “fratría” de los hombres, en el negocio de los señores para señores por antonomasia, donde se haya cocinado la respuesta feminista más movilizadora y con más impacto de los últimos años. Es hermosamente irónico.

Por qué comentas en el libro que ha sido una doble victoria.
Porque, en primer lugar, han ganado un mundial de fútbol. Y lo han ganado pese a haber sufrido décadas de ninguneo, de condiciones laborales precarias y muy por debajo del rendimiento que demostraban, siendo invisibilizadas, despreciadas, maltratadas. Y pese a todo, en cuanto han tenido una oportunidad para brillar, han demostrado que pueden ganar un Mundial, nada menos, el sueño al que aspira cualquier deportista. Pero en segundo lugar, han ganado lo que para muchas es igual de importante -para mí, te diría, incluso más-: han ganado un relato y una conquista social, política y cultural que es el Se Acabó. Y esa victoria ha sido la de reconocer la violencia sexual y los abusos contra las mujeres en el ámbito laboral pero también fuera, la de demostrar que la lucha colectiva funciona, y la de la sororidad como el marco en el que se desenvuelven esas luchas.  A menudo me han afeado que muchas pusiéramos lo segundo sobre lo primero, o que incluso, empañáramos la victoria deportiva con la cuestión Rubiales. Pero creo que ahí, han sido las propias jugadoras las que han demostrado que ellas querían hablar de esto, que querían disputar la pelea, y que es perfectamente compatible celebrar una victoria mundial, ser campeonas de fútbol femenino, con ser además la voz y el rostro de una batalla por los derechos feministas y laborales de las deportistas. No era incompatible ni excluyente, lo que pasa es que muchos tenían miedo de que “politizar” el conflicto les perjudicase. ¡Cómo si no estuviera ya de antemano politizado por todos estos señores de traje y chaqueta que manejan los hilos del sector!

Es perfectamente compatible celebrar una victoria mundial, ser campeonas de fútbol femenino, con ser además la voz y el rostro de una batalla por los derechos feministas y laborales de las deportistas

Vamos a remontarnos antes del beso, antes de la final, antes del Mundial. Cómo es posible que a toda la sociedad o la mayoría se nos pasara la carta de las jugadoras denunciando la situación de acoso y discriminación que estaban viviendo.
Totalmente, a mí la primera, que cuando leía hace un año y medio sobre el “motín de las 15” y sobre la situación de las deportistas -especialmente el debate salarial, que era de lo que se ha hablado mucho en los últimos años- no era capaz de dimensionar lo que había detrás, aunque ya entonces me sorprendió, nos sorprendió a muchas, que hubiera un movimiento así en el seno del fútbol, tan acostumbrado -me refiero al masculino- a actuar en la lógica que “lo que diga el míster” y de negociar gran parte de sus condiciones desde lo privado, lo individual, no lo colectivo. Pero el hecho es que hubo una campaña de silenciamiento de estas mujeres, orquestada desde Federación, Liga y sobre todo, los medios de comunicación deportivos. Las criminalizaron, las despreciaron y las excluyeron activamente. Y si hoy repasas hemeroteca, aquello fue una campaña feroz. Resultó que en 2022 las jugadoras que reclamaron mejores derechos laborales por los cauces y canales que ellas consideraron mejores y muy legítimos, fueron tachadas de “caprichosas”, “chantajistas” o disruptivas. En las portadas de la prensa, en las tertulias de radio. Recuerdo incluso a Vilda y Rubiales celebrando meses después que ese “motín” hubiera apartado a las que “molestaban”, a las que “no aportaban” al equipo. Pero es que resulta también que esto venía de mucho más atrás, de 27 años de maltrato del anterior seleccionador, Quereda, como cuenta el documental Romper el Silencio (2021). Es decir, que el “Se Acabó” era, en realidad, una lucha en nombre de generaciones de deportistas lastradas por un maltrato sistemático, combinado con un desprecio a lo que significaba el deporte femenino. Era una estructura de poder machista operando para asegurar que el deporte femenino funcionaba bajo sus normas.

En 2022, las jugadoras que reclamaron mejores derechos laborales por los cauces y canales que ellas consideraron mejores y muy legítimos, fueron tachadas de “caprichosas”, “chantajistas” o disruptivas

El lastre, como bien explicas en el libro, no ha sido solo Rubiales. ¿Qué papel juegan figuras como Vilda o Tebas  en la Federación Española de Fútbol?
Reducir esto que ha pasado a Rubiales, hacer un “control de daños” que se limitase a él sería, injusto y, además, bastante poco efectivo, aunque se pretendiera hacer así en un principio. Pero ahí ellas fueron muy vehementes y se plantaron porque lo que querían era cambios estructurales. Cambios profundos y una renovación en el seno de la federación y de sus liderazgos. En el caso de Vilda, su papel disciplinando y controlando a las jugadoras tiene un encaje lógico con las formas de dominación desplegadas por Rubiales. Javier Tebas, como “archienemigo” de Rubiales, ha jugado el papel de mover interesadamente la maquinaria interna, la mediática y política necesaria para que cayera Rubiales. Pero eso no le convierte en un personaje mejor en esta historia… Como digo, el “sistema-fútbol” como lo llamamos en el libro, es mucho más que un directivo o un club determinado: es un duopolio de poderes en el que quienes llegan a posiciones de liderazgo acumulan una enorme capacidad para incidir no solo en el negocio del fútbol, sino mucho más allá. Y para ello hacen falta, además, muchos elementos en la sombra, que vamos contando en el libro: nombres que nos pasaban desapercibidos pero que en realidad se entroncan con otras estructuras de poder de lo que podríamos llamar “el estado profundo” o “las cloacas del estado”.

La periodista Irene Zugasti acaba de publicar #Seacabó, crónica de la doble victoria de las campeonas del mundo de fútbol / Foto: Archivo Irene Zugasti

Cuéntame algo que no sepamos o que cuentes en el libro para ver por dónde van los tiros de esta Federación deportiva... Por ejemplo, Tebas se enorgullece de haber sido militante de Fuerza Nueva.
Tebas, efectivamente, es un falangista irredento desde su juventud hasta hoy, que es parte del think tank universitario de Le Pen y Vox. Precisamente dimitió este pasado día 22, para volver a impulsar su reelección al frente de la patronal del fútbol, La Liga, porque sabe a ciencia cierta que es muy difícil que alguien le haga sombra para ser reelegido. Desde ahí despliega un poder enorme que tiene que ver con el fútbol, pero no solo: licencias audiovisuales, pelotazos urbanísticos… corrupción política a todos los niveles, por supuesto. Pero del mismo modo, por la Federación también desfilan otros nombres que están directamente vinculados, por ejemplo, con el caso Villarejo. O con la comunicación institucional del Partido Popular y del PSOE. Y con la judicatura. Y suma, y sigue. A veces me siento un poco como esos tipos de las películas que de ponerse a leer e investigar terminan un poco desquiciados frente a una pizarrita llena de papeles, recortes, hilos, fotos... És abrumador tanta mafia, tanta cloaca, tantísimo dinero moviéndose entre este tipo de personajes que son quienes manejan las grandes empresas, los grandes contratos públicos, los avales políticos… De hecho, como feminista, esa parte de la historia me era menos motivadora contarla, pero era necesario hacerlo. Porque cuando atacan con tanto ahínco a las mujeres que luchan, es porque en esa lucha contra la violencia sexual, contra el machismo laboral o por la igualdad salarial se están poniendo en peligro también los privilegios de todos estos hombres poderosos, los famosos, y los que están entre bambalinas.

¿Crees que el cambio de entrenador a Montse Tomé, una mujer, ha supuesto un cambio?
Creo que lo de Montse Tomé fue un caso típico de “acantilado de cristal”, es decir, poner a una mujer a capitanear un momento complicado y tenso de crisis de una organización para evitar quemar a otras figuras y además legitimar el discurso de que era, por fin, la primera mujer entrenando a la Selección. Por lo que se decía, no era la preferida de la plantilla, pero por una cuestión de sororidad, creo que su desempeño como entrenadora y sobre todo manejando la situación interna debería ser juzgado por ellas, las jugadoras, y por cómo está funcionando en los últimos partidos. El machaque inicial me pareció terrible, la verdad.

La Liga y la RFEF huelen a Brummel, a pisos con prostitutas en Salobreña donde se cerraban los grandes acuerdos, a capitalismo de amiguetes, a “mannerbund” o pacto de silencio entre caballeros, a opacidad, a irregularidades…

¿La Liga y la Federación a qué huelen? 
Huelen a Brummel, a pisos con prostitutas en Salobreña donde se cerraban los grandes acuerdos, a capitalismo de amiguetes, a “mannerbund” o pacto de silencio entre caballeros, a opacidad, a irregularidades… Es normal que muchas personas nos sintiéramos ajenas al fútbol que representaba todo eso.

Hay una fragmento magnífico en el libro que resume el mundo al que nos enfrentamos las mujeres deportistas y no deportistas: "Encajar en el universo del fútbol tiene la capacidad de poder definirse, de ser para no-ser (ni mujer, ni maricón, ni un flojo, básicamente"). 
Sí, en realidad la masculinidad hegemónica se ha representado en su forma más perfecta a través del fútbol masculino, pero eso se proyecta en el patriarcado en general, es decir, es su causa y consecuencia. Por ejemplo, no hace ni un mes, en una entrevista en el Partidazo de la Cope, un jugador de regional, portero, bromeaba con Juanma Castaño, el presentador, diciendo que le  habían marcado goles “como de fútbol femenino”, en referencia a que eran goles malos, sin mérito, fáciles de parar. En las gradas es habitual escuchar insultos como “maricón”, “mono” a los jugadores racializados, o el famoso “Shakira es una puta” que le cantaban a Piqué. ¿Por qué? porque entrar en la “fratría” futbolera significa ser aceptado en esa masculinidad hegemónica, da igual si es una liga profesional o la liguilla del cole. Y no ser aceptado o intentar serlo y ser excluido, todo va precisamente de eso, de no ser parte de ese privilegio de fratría. Es impresionante que a estas alturas no haya apenas un solo caso de jugadores de La Liga que haya salido del armario, por ejemplo. Habiendo gays poderosos en otros muchos ámbitos como la política o la  cultura, y en el fútbol sigue siendo impensable.  De hecho, basta con darse un paseo por la “manosfera” digital en torno al caso Rubiales para ver qué tipo de violencia se ejerce sobre las jugadoras: que son malas deportistas, que son bolleras, que son feminazis, que viven “de paguitas”, que no merecen una equiparación salarial porque no “valen” lo mismo en el mercado del fútbol.

La masculinidad hegemónica se ha representado en su forma más perfecta a través del fútbol masculino, pero eso se proyecta en el patriarcado en general, es decir, es su causa y consecuencia

¿Crees realmente que podemos cambiar el fútbol tal y como se ha concebido desde hace... 100 años?
¡Absolutamente! El feminismo puede cambiar el fútbol, como puede cambiarlo todo. No soy ingenua, el fútbol-negocio y sus estructuras neoliberales en lo económico y ultraconservadoras en lo social y cultural no van a cambiarse en dos días aunque, creo que haberle expuesto y señalado sus vergüenzas, sobre todo para quienes desconocían o eran ajenas a su funcionamiento, es el primer paso para poder desmontarlo. La transformación que puede implicar en una liguilla de barrio, en la correlación de fuerzas que opera en el patio de un cole, en una empresa donde se ejerce acoso sexual, ahí, si se pueden cambiar cosas. De hecho, las consultas a espacios sindicales sobre violencia sexual se han multiplicado desde el Se Acabó: eso quiere decir algo. Además, hay otro fútbol popular, de los barrios, de la gente, de los clubes comprometidos que siempre ha estado ahí y donde cada vez hay más mujeres y más disidencias. Y siendo como es una herramienta fundamental de identidad, de grupo, de socialización, poder cambiarlo, “intervenirlo” desde el feminismo, es profundamente poderoso.

Hay otro fútbol popular, de los barrios, de la gente, de los clubes comprometidos que siempre ha estado ahí y donde cada vez hay más mujeres y más disidencias

Siguiendo el relato del libro y de los aconteciminetos, parece que cada fallo o cada negligencia iban siendo solventadas sobre la marcha con una torpeza digna de un espectáculo de La loca academia de policía.
Sí, es acojonante la torpeza. Que en caso del discurso del “No voy a dimitir” de Rubiales es ya flagrante, porque él tuvo la oportunidad de hacer otra cosa, pudo redimir y salvar los platos, como suele decirse, pero optó por esa línea de defensa que terminó de defenestrar a él y a su equipo. Y ahí hay torpeza, claro, pero también la cerrazón de unos hombres y de unos poderes incapaces de leer el mundo fuera de sus “cámaras de eco”, de sus espacios de impunidad, y que pensaban que esta crisis no solo podían capearla, sino que de hecho podían salir airosos imponiendo su relato. De hecho, la primera noche tras el beso no consentido, Rubiales y los periodistas de COPE se reían de las críticas que muchas personas habían manifestado públicamente, incapaces de comprender la magnitud. Además, no eran conscientes de las mujeres tan valientes y tan hartas que tenían delante, y de la determinación que iban a tener ellas para llevar hasta el final sus reivindicaciones y su necesidad de justicia.

¿Cuál es el grado de impunidad con el que se saben estas corporaciones?
Pues no te diría que absoluto, pero casi: no hay nada más que ver què de casos de corrupción en sus diferentes modalidades penales se abren y archivan alrededor de ellos, cuantas situaciones se han silenciado o simplemente se han dejado “morir” mediáticamente o políticamente sin consecuencias. Por ejemplo la famosa Supercopa de Rubiales y Piqué, donde se repartían públicamente las comisiones millonarias de llevarse el torneo a una dictadura salvaje como es Arabia Saudí, un “pelotazo” que muchos incluso aplaudían. Y en el que además, encima, presumieron de llevar “la igualdad” a esa teocracia machista.

Rubiales y los periodistas de COPE se reían de las críticas que muchas personas habían manifestado públicamente, incapaces de comprender la magnitud

¿Qué papel juega el Ministerio de Deportes en todo esto? ¿Y el de Igualdad?
El ministerio de deportes tuvo una actitud muy tibia, midió mucho sus palabras y su exposición, muy PSOE. Al principio, creo yo, hubieran deseado que se “bajara” el suflé mediático y no tener que intervenir. Tampoco es que hubieran sido especialmente dispuestos a ayudar a las jugadoras en ocasiones previas, dicho sea de paso. Una vez se vieron obligados a actuar por el vuelo que tomaba el asunto, y consiguieron esa comisión de negociación tripartita con RFEF y jugadoras y sus sindicatos, fue porque, o intervenían, o aquello se les iba de las manos. Pero menos mal, porque al menos las negociaciones se establecían con unas garantías que no habían existido antes. Igualdad sin embargo, creo que fue todo lo contrario: se posicionó desde el principio, con muchísima rotundidad, llamando agresión al beso no consentido, y se puso a disposición para acompañar en lo que pudiera o necesitase cualquier víctima de esa violencia. El Instituto de las Mujeres emitió un comunicado ejemplar con los recursos disponibles para cualquier mujer víctima de algo parecido, y el Ministerio homenajeó al Se Acabó en su última campaña del 25N, antes de marcharse Irene Montero. Considero honestamente que ha sido una reacción muy sorora, sin querer capitalizar ni marcar el ritmo de lo que ocurría, pero demostrando que un gobierno y un ministerio que se dice feminista tenía que estar con ellas y arroparlas, no podía mirar para otro lado.

Te ha prologado el libro Irene Montero, la exministra. Cómo surgió esta colaboración.
He tenido la suerte enorme de formar parte del equipo de Igualdad en su última etapa, que coincidió precisamente con la aprobación de la LOGILS y con la parte más salvaje de la ofensiva por tierra, mar y aire que ha sufrido Irene Montero. He visto y vivido muy de cerca la magnitud de la violencia política y judicial que se desplegó contra ella y contra su equipo -Pam, Vicky Rosell, Isa Serra…- por ser tías jóvenes, de izquierdas, haciendo política e incomodando a muchos. Ha sido muy duro trabajar bajo esa violencia, pero no me arrepiento ni creo que ella lo haga, de haber defendido a capa y espada una ley que es una buena ley, pero sobre todo, una forma de hacer feminismo desde las instituciones que puso nerviosos a muchos poderes. Aprovecharon para golpearla como, creo, no se ha hecho con ninguna otra política en democracia. Pienso en Aído y en Pajín con Zapatero, que también fueron muy golpeadas mediáticamente, o pienso en las políticas catalanas que han tenido que exiliarse o enfrentar la represión, lógicamente. Es esa misma lógica de violencia política para silenciar mujeres y voces disidentes, pero además, en el caso de Montero, con la terrible perversión de hacerlo a través de un “lawfare” judicial con la violencia machista y sus víctimas en el centro de la ecuación. Irene ha sido una mujer fortísima, que ha llevado hasta el final lo que creía que tenía que defender, y que honestamente, ha pagado un precio que debería hacer reflexionar a todas las mujeres que hacen política, incluso discrepando, desde uno u otro espacio, porque no se lo desearía a nadie. Ante esos ataques, el tener equipo, compañeras, amigas, sororidad, el ir juntas a portería para parar el gol ha sido fundamental, y ese ha sido otro aprendizaje, que no hay que dejarse solas. Por eso no imaginaba a alguien mejor para prologar el libro, porque ella es parte de esta historia y porque creo que además, en los años venideros, su voz será importantísima para seguir pensando políticamente los derechos feministas.

Qué papel ha jugado (nunca mejor dicho), la LOGILS (la ley del Sí es Sí) en procesos como este. 
La LOGILS tiene una parte integral de la que se ha hablado muy poquito, opacada por el debate penal, que ha sido un debate interesado para dejar caer la norma y el Ministerio. Pero es una ley ejemplar, lo digo con la honestidad de alguien que lleva una década trabajando en políticas de género con administraciones de todo signo y que valora las políticas públicas por su capacidad real de respuesta a los problemas de la gente, de las personas, de las víctimas en este caso y de las supervivientes. La LOGILS reconoce la violencia sexual y pone en el centro el consentimiento como un concepto fundamental, porque no puede ser que en este Estado, todavía, hubiera que demostrar al juez que te resististe, que hubo violencia, para probar una agresión sexual. ¿Y si lo que hay es superioridad, jerarquía, parentesco, sumisión química? ¿Y si te viola tu marido? ¿Y si te acosa tu jefe? La LOGILS ha permitido que exista ese debate y cuando vimos ese beso en televisión, muchas entendimos lo del “Solo sí es sí”. Por otro lado, es una ley que reconoce la reparación de las víctimas, la responsabilidad del estado en las violencias, que era una asignatura pendiente en este tipo de políticas. Y hará obligatoria la existencia de un Centro de Crisis 24h en cada provincia del estado, un modelo de atención para cualquier mujer que esté sufriendo violencia sexual o su entorno, con profesionales comprometidas y con perspectiva de género, lo que impide procecsos durísimos de cuestionamiento, de revictimización, el “via crucis” probatorio de la violencia… y sobre todo, genera un espacio seguro al que recurrir. 

¿Consentía, Jennifer? Obviamente que no, pero muchos la acusaron de no haber sido “la víctima perfecta”

Por qué hay personas no están de acuerdo con que un beso sin consentimiento sea un delito. Aquí el problema es el consentimiento o el marco del poder desde donde se ejerce. 
Ahí entramos en el debate muy necesario sobre el punitivismo en materia de violencia sexual o sobre si el consentimiento, y no otros paradigmas, como el deseo, son lo que debe estar en la centralidad de la violencia sexual. Yo creo que nunca se ha rehuido ese debate y que es sano tenerlo en el marco de los feminismos. Ahora bien, volviendo a la ley, precisamente se fusionaban ambos delitos, agresión y abuso sexual, para hacer un marco de penas suficiente para penar pequeño lo pequeño y grande lo grande. Yo si considero que llamar violencia y agresión sexual a lo que en efecto lo es, aunque haya lógicamente grados y niveles es clave, porque creo que reconocerse víctima abre el camino a exigir reparación y responsabilidades y no te coloca necesariamente en una posición sin poder. Del mismo modo, el consentimiento, tal y como lo plantea la ley o autoras como Naredo, Barjola o Tardon, por ejemplo, es precisamente el mejor marco para analizar toda la estructura que rodea a la violencia sexual: cuestiones como las relaciones de poder existentes para cometer esa agresión, las circunstancias en que esta ocurre o quien es el victimario, el agresor, se comprenden muy bien explicadas desde el consentimiento. ¿Consentía, Jennifer? Obviamente que no, pero muchos la acusaron de no haber sido “la víctima perfecta”, de no estar en casa llorando, encerrada, de no haber reaccionado con rotundidad en aquel momento. Ese cuestionamiento que se le hizo y se le hace a tantas y tantas mujeres tiene que ver más con esa idea de consentimiento como esa manifestación libre y expresa de la voluntad y el deseo, especialmente, de las mujeres, a las que se nos ha hurtado durante tanto tiempo la capacidad de desear y de expresar nuestro deseo, pero también de rechazarlo.

Entrevistamos a Irene Zugasti, autora de #Seacabó / Foto: Archivo Irene Zugasti

Hablemos de 'Geri'. No de la Spice Girl (sino de Gerard Piqué). Hasta qué punto los jugadores contribuyen a un sistema mafioso y testosterizado en el deporte. ¿Les importa jugar o les importa el negocio?
Me gusta más la Spice (ríe). Creo que los jugadores son en muchos casos peones del juego de poder del palco, pero en casos como 'Geri', son protagonistas y agentes fundamentales del funcionamiento de todo este entramado empresarial, deportivo y cultural. Él, en concreto, es un muy buen ejemplo de ese modelo empresarial con no demasiados escrúpulos pero con una enorme inteligencia política y carisma que de hecho está transformando el sector para adaptarlo a los tiempos y generaciones más jóvenes, pero no para hacerlo mejor, ni más justo, ni más inclusivo, ni tan escandalosamente desigual en todos los sentidos. No encuentro por desgracia muchos referentes de lo contrario porque ya se encarga la estructura de poder de evitar que puedan llegar muy lejos o disciplinarlos si lo hacen. Creo que es muy legítimo querer vivir profesionalmente del fútbol y en condiciones dignas, pero esta industria de multimillonarios egoístas, ególatras, machistas, individualistas tiene muy poco que ver con eso. Reproducen lo peor del heteropatriarcado y del tardocapitalismo acelerado que vivimos y son el referente de millones de chavales en el mundo. Eso les coloca en una situación de responsabilidad sobre lo que dicen y hacen.

Creo que los jugadores son en muchos casos peones del juego de poder del palco, pero en casos como 'Geri', son protagonistas y agentes fundamentales del funcionamiento de todo este entramado empresarial, deportivo y cultural

¿Los jugadores de la sección española necesitan un curso de masculinidades?
¡Si solo fuera eso! Empezaría por uno de comunicación pública y expresión verbal y no verbal, la verdad. Es tristísimo comprobar cómo no operó ningún tipo de solidaridad, ni siquiera sectorial, ni esos “valores deportivos” tan cacareados en los discursos, a la hora de arropar a sus compañeras. La mayoría de ellos prefirieron tener un discretísimo silencio o segundo plano y solo salieron a la palestra semanas después con una cosa descafeinada y forzada en la que se veía que no había ninguna clase de deliberación colectiva ni de voluntad de apoyar activamente en nada a sus compañeras. Ellas mismas lo han dicho: ni están, ni se les espera. Pero el contraste es brutal y muy esperanzador: cuando ellas se expresan en público, lo hacen sin papeles, honestas, con mensajes interesantes, potentes, con contenido, sororas, reconociendo lo colectivo, planteando debates. Ellos no. Sus ruedas de prensa son tediosas muchas veces, y eso tiene que ver no solo con un estilo comunicativo, sino con una deliberada estrategia por parte de los clubes y del sistema fútbol de que ellos permanezcan ahí, en esa posición. Lamborghinis, tatuajes, WAGS, patrocinios millonarios, realities, sí. ¿Pero voz propia? No.

Y los medios como Marca qué necesitan. La portada que decía "chantaje inaceptable" para menospreciar las demandas de las jugadoras en 2022 fue poco cuestionada. 
Pues son otro ejemplo creo yo de como unos señores muy poderosos pensaron que podían seguir contando el mundo y sus avatares sin tener en cuenta a más de la mitad del mismo. Por eso se permitían esas portadas culpabilizadoras, como se permitieron sacar a Vilda como protagonista a toda página la misma víspera del partido final del mundial. Esto ya te dice mucho de donde colocaban a  las jugadoras en su “agenda setting”, en sus prioridades. Afortunadamente, y esto quiero decirlo porque creo que es fundamental, hay una generación de periodistas deportivas femeninas que están cambiando totalmente el paradigma. Las redactoras de Relevo, las twicheras, las pioneras en contar lo que ocurría en la selección, como Danae Boronat… son tías que también han sido muy valientes y han hecho sus propios Se Acabó, porque hacerse hueco en la información deportiva no era nada fácil. Sobre todo hacérselo desde espacios diferentes a los que les reservaban normalmente en esos espacios, solo como “caras bonitas” o “cuotas” de representación. Muchas de hecho han hecho sus propios espacios de comunicación, y se los disputan a las cabeceras tradicionales. Y me alegro.

Quién es más dañino para la lucha por la igualdad en los altavoces mediáticos, figuras como Juanma Castaño que apuntan a la víctima de refilón o Jimenez Losantos que la vapulean sin complejos.
No se entienden los unos sin los otros, porque uno ejerce el papel de radical, de irreverente incluso, de “extremo” grotesco del machismo comunicativo,  pero el otro legitima de forma cotidiana ese mismo imaginario en formas mucho más sutiles: la bromita ligera, la aparente equidistancia informativa que no es tal cosa o bien silenciando los temas que nunca entran en las escaletas, eligiendo los invitados y las no invitadas. Pero forman parte del mismo modo de ver el mundo y de vernos a nosotras. Además, y creo que esto es importante, hay patriarcado, hay machismo, hay lesbofobia y hay un cierto odio de clase también en muchos de estos discursos, pero también hay una carga nada desdeñable de catalanofobia. Ahora bien… si me preguntas, me preocupa más Castaño porque tiene un alcance mayor, es más transversal, y porque supo muy hábilmente capear el momento de crisis comunicativa despegándose de Rubiales y llorando lágrimas de cocodrilo reconociendo que se había equivocado en su cobertura riéndose de lo que había pasado a Jenni. Pero a las pocas semanas vuelven los cuestionamientos, las bromas, las risas. Las mismas televisiones que las llamaban campeonas emitían después la filtración de la declaración de Jenni en sede judicial, algo insólito tratándose de una víctima de una agresión. Los mismos opinadores que aplaudían “el talento femenino” con la boca chica son los que luego las acusaron de feminazis. Y viceversa: los que las llamaban “chantajistas”, luego las felicitaban por su victoria. 

Los mismos opinadores que aplaudían “el talento femenino” con la boca chica son los que luego las acusaron de feminazis

¿Qué les tenemos que agradecer a las jugadoras de la selección española de fútbol femenino?
Pues mucho, mucho. Explicarle al mundo en qué consiste el consentimiento. Demostrar que ninguna lucha se gana sola y que es importante tener compañeras y estructuras colectivas para conquistar derechos. Dar visibilidad al deporte femenino y a la diversidad de mujeres que lo integran. Resignificar el fútbol y hasta hurtar “la españolidad” a muchos que no se vieron representados en ellas, afortunadamente. Y probar que claro que se puede ganar a los poderosos. 

¿Crees que a partir de ahora muchas niñas se enfocarán en el deporte desde otro punto de vista?
Sí, creo que las niñas podrán vivir y disfrutar el deporte y la actividad física de otra forma. A mi, y a muchas en mi generación, se nos arrebató ese derecho: éramos las de los márgenes del patio del recreo, la gorda que nadie elegía en el equipo, a la que le botaban las tetas corriendo en gimnasia, la que se tenía que marchar de la liga del barrio porque no había más chicas con las que jugar. Ahora tienen referentes, que son muy importantes para construirnos, y que son mujeres valientes y no sumisas, compañeras y no enemigas. Eso ya es una victoria fundamental. Además, son tías racializadas, lesbianas o  de Carabanchel. Todas tenemos derecho a poder elegir nuestras heroínas, pero el catálogo, hasta ahora, era muy limitado. No en vano, para la RAE, “referente” sigue siendo un epítome masculino… Pero no solo las niñas: el otro día me escribía un profe de gimnasia de un instituto que estaba llevando todos los días la camiseta de Hermoso al colegio y eso había generado un debate super importante entre los críos “Ala profe, llevas una camiseta de una chica!”. Pienso también en una amiga que me cuenta como el Se Acabó ha impulsado la negociación colectiva de un protocolo contra el acoso sexual en su oficina, que nunca antes nadie quiso negociar. 

Por qué crees que ha sido 2023 y no hace unos años el año del #Seacabó
Porque era el “momentum” político donde se concentraron muchas circunstancias diferentes. Después de mucho pelear, estábamos por fin asentando ese legado feminista de la lucha interseccional e internacional de los feminismos contra la violencia: del caso Manada, del Me Too, del Yo si te creo, que ha ido calando en muchos espacios políticos, sociales, culturales y comunicativos. También el creciente peso y presencia de mujeres combativas para colocar estos mensajes y estas reivindicaciones en la agenda ya sea desde un Ministerio, una alcaldía, desde programas televisivos o desde una serie de Netflix o  en la asamblea de tu barrio o en tu curro o en tu sobremesa familiar. A esto se le suma además que la reacción machista a estos avances y a estas conquistas está siendo feroz, flagrante, y muchas personas feministas, no solo las mujeres, se han conjurado para responderlas. Ahora bien, nadie esperábamos que fuera en pleno mes de agosto, en la final de un mundial de fútbol, cuando todo estallara. Lo que te decía, justicia poética…y deportiva.