Empieza 2023 y, con los premios Gaudí (22 de enero) y los Goya (11 de febrero) al horizonte, hablamos con el director de una de las mejores películas estrenadas el año pasado. Un año, una noche empezó su larga trayectoria en la Sección Oficial del Festival de Berlín, donde otra producción catalana, Alcarràs, consiguió un Oso de Oro histórico. Llegó a las carteleras a mitad de octubre, y su periplo por salas no acabó de responder a las expectativas de todo el mundo, ni a las múltiples virtudes de un largometraje tan conmovedor como luminoso, tan escalofriante como próximo: porque lo qué explica, la peor noche en las vidas de Ramón y Céline, y el año posterior en el que tratan de continuar adelante después de haber sufrido lo que han sufrido, es aplicable a cualquiera de los traumas que cualquiera de nosotros puede experimentar en cualquier momento.
Inspirada en el libro Paz, amor y death metal, escrito por Ramón González, Un año, una noche propone una mirada directa y a los ojos a una de las jornadas más trágicas que se recuerdan en lo que llevamos de siglo XXI. Fue la noche del 13 de noviembre de 2015, cuando París se convirtió en un infierno de sangre y muerte en nombre de Alá, que dejó 130 muertos y miles de personas marcadas para siempre. Una de ellas es González, que disfrutaba con su novia y otra pareja de amigos del concierto de los Eagles of Death Metal en la Sala Bataclan, cuando los terroristas empezaron a disparar. Los cuatro pudieron esquivar las balas, pero no las graves heridas del alma. El atentado marca el punto de inflexión y no retorno para los protagonistas de una película que evita cualquier sombra de sensacionalismo, deconstruyendo la cronología y proponiendo un prodigioso rompecabezas sensorial en el que se mezclan la noche del horror y muchos de los días del año siguiente, y se fija en las diferentes formas de plantar cara, o no, al trauma experimentado.
Cerrando círculos
Han pasado unos meses desde el estreno del filme, y, en plena temporada de premios, Isaki Lacuesta (Girona, 1975) ríe cuando le preguntamos por una promoción inacabable, que continuará con la llegada a las salas francesas de Un año, una noche en Francia, donde la historia toca muy de cerca. "Cuando estrenemos en París hará un año y medio que no veo la película", dice el cineasta, que lleva reflexionando sobre el film con la prensa desde febrero del año pasado. "Hablo de una cosa que cada día debe tener menos relación con lo que es en realidad. No sé si la volveré a mirar, quizás si encontrara algún festival que hiciera una buena proyección a nivel de imagen y de sonido, pero no tengo mucho ganas. La vi tantas veces... Aparte, estoy trabajando en otros proyectos, y ya tengo bastante trabajo".
Me había leído el libro por placer, y había quedado con Jordi Amat para otro proyecto, y me explicó que había vendido los derechos. Meses después, me ofrecieron la serie y fue como cerrar el círculo
Que Lacuesta está ocupadísimo es un hecho: en tres meses empezará un nuevo largometraje, del que solo nos explica que "pasa a finales del siglo XX, y que es una película rockera". Pero no es el único plan de rodaje. "También haré a El fill del xofer, a partir del libro del Jordi Amat sobre la figura de Alfons Quintà. Será una miniserie de ficción que produce Zeta para una plataforma, y la rodaremos a finales de año. Será la primera vez que me pase que empalmaré dos proyectos, estaré con la posproducción de una y empezaré la otra", dice casi soplando. "Me había leído el libro por placer, y había quedado con Jordi Amat para otro proyecto, y me explicó que había vendido los derechos. Meses después, me ofrecieron la serie y fue como cerrar el círculo. Tengo que decir que me parecía una adaptación muy difícil, que no se podía hacer, y cuando me lo ofrecieron sí que me puse caliente: finalmente, para nuestra generación, Quintà atraviesa nuestras vidas. Después de dirigir TV3, acabó en el Diari de Girona, que es donde yo empecé, casi nos cruzamos. Y yo no tenía conciencia de quien era. De repente fue descubrir alguien mucho potente que tenías delante de las narices".
Un verano demasiado largo
Isaki Lacuesta tiene marcada en el calendario la fecha de estreno de Un año, una noche en Francia: "Estoy muy pendiente, tengo muchas ganas de ver qué pasa allí. Vivimos una proyección muy emocionante en el Centro Pompidou en el mes de junio, fue muy potente, con gente que se marchaba de la sala a media película y mucha que llegaba hasta el final, muy tocada pero satisfecha. Vete a saber, ya nos lo encontraremos".
Ahora la gente va poco al cine, y es complicado que se escoja una película que habla de un trauma
Lo que sí confiesa el director es un cierto desencanto por los resultados comerciales del filme en el estado español: "Teníamos unas expectativas comerciales más altas de las que hemos acabado consiguiendo. Así como otras películas mías han llegado a las salas con una vocación más minoritaria, en este caso esperábamos que llegara a más gente, y no ha pasado. Es cierto, sin embargo, que hemos estrenado en muchos lugares, en Italia, en Alemania.... Pero la taquilla española ha sido un poco decepcionante. Nunca sabes los motivos, el verano que se ha alargado mucho, el Mundial de fútbol, y supongo que el tema de la película tampoco ayudaba. Ahora la gente va poco al cine, y es complicado que se escoja una película que habla de un trauma".
Experimentando con el cuerpo
Más allá del poso emocional, el director gerundense recuerda el rodaje de Un año, una noche como un enorme proceso de aprendizaje que conecta con su voluntad de no repetirse y encadenar proyectos que supongan retos constantes, acercándose a géneros y estilos que no se parezcan mucho a los que ya ha trabajado antes. Y destaca el trabajo con los actores: qué maravilla el trabajo de Nahuel Pérez Biscayart y Noémie Merlant. "He disfrutado muchísimo con ellos, me parecen increíbles. Y es muy curioso, ahora me parece una decisión muy obvia: yo siempre había hecho unos ensayos mucho a la italiana, con los actores dentro de los espacios... A partir de esta filmación, he experimentado lo que significa trabajar con el cuerpo, que yo creía que era una cosa importante pero muy instintiva", razona. Y continúa: "Aquí lo hemos trabajado de forma muy consciente, con una coreógrafa, replicando sus métodos en la parte más corporal. Me lo propuso la Noémie Merlant, que ya lo había puesto en práctica en escenas de sexo, y le pareció interesante aplicarlo a todo el proceso. Y estuvimos ensayando en cosas como la forma de andar cuando salían de Bataclan, por ejemplo: cómo andaban tres kilómetros más allá y cómo andaban una hora más tarde. Descubrimos que se podía hacer llevando pesos atados a las piernas. U otro ejemplo: dedicamos mucho rato a trabajar las escenas donde están en la cama, cómo dormían los personajes, en qué momento lo hacían encarados o dándose la espalda, qué distancia había entre ellos, quién buscaba a quién... De aquellas secuencias de cama salieron desde los microparpadeos del Nahuel, en aquellos momentos que enfocamos sus ojos, hasta los espasmos. O cómo reaccionaban al contacto de una persona ajena a lo largo del año... Me lo pasé teta trabajando todo eso, pensando que era muy idiota por no haberlo hecho antes. En el teatro eso es muy frecuente, en cine creo que no y me parece extraño".
Los premios y la tanda de penaltis
¿Y volviendo a la temporada de premios, como vive Isaki Lacuesta este momento en que la competitividad se mezcla con el arte? "Todos sabemos que el cine es infinitas cosas, pero si hay una que definitivamente no es... es un deporte olímpico. Las películas son incomparables por naturaleza, pero finalmente, eso de los premios es un juego que pone nuestro trabajo en el punto de mira, llama la atención y acostumbra a llevar más público a las salas, que al final es lo que todos necesitamos, buscamos y queremos. En la medida que sirve por eso, bienvenidos sean. También es importante entender que los galardones, tanto cuando los ganas como cuando los pierdes, no te cambian la vida, ni tampoco la película que has hecho, que puede seguir gustando mucho o poco", afirma. "Sí es verdad que, desde hace unos años, se nota la repercusión directa de los premios en la taquilla. El año 2009, con Los condenados, que ganó a Gaudí a mejor película, no pasó absolutamente nada, pero unos años más tarde, con La propera pell, sí que se notó muchísimo. Ya no solo son los premios, también se nota mucho con los nombramientos".
Todos sabemos que el cine es infinitas cosas, pero si hay una que definitivamente no es... es un deporte olímpico
Y acabamos, ya que ha aparecido el Mundial de Qatar a la conversación, charlando con el Isaki más futbolero sobre Messi y aquel partido histórico de Argentina contra la Francia de Mbappé, rematado por una tanda de penaltis de infarto. "Y tanto que vi la final. Fue muy emocionante. ¿Y Messi? Después de marcar cinco penaltis consecutivos, sufría para que no fallara el de la tanda la final y pasara a la historia como el pecho frío", remata entre carcajadas.