¿En qué mundo alumnos de 3° de la ESO y Whoopi Goldberg pueden hablar de una misma cosa? En este. Concretamente del viral del momento, del momento más momentáneo de la historia, el de los millones de clicks y los segundos de olvido, el de José Carlos Montoya y su tronada reacción en La isla de las tentaciones (2020) que ha traspasado fronteras. Una dosis de teleficción majestuosa para un programa tremendamente circular y cansino.
Los clips habituales del espacio se han visto sobrepasados, y por mucho, por la escena tragicómica de hace unos días: “¡Me has destrozaooo!”. Y a correr por la playa, camisa abierta, con su torso de Ken al viento
De la telerrealidad a la teleficción
La octava versión del formato, recuerden, parejas que van a un paraje espectacular (isla en República Domicana) a ponerse a prueba, ha traspasado públicos. Los clips habituales del espacio se han visto sobrepasados, y por mucho, por la escena tragicómica de hace unos días: “¡Me has destrozaooo!”. Y a correr por la playa, camisa abierta, con su torso de Ken al viento. Y Sandra Barneda, la presentadora, coach, moderadora, instigadora: “¡Montoya, por favor!”. Desde entonces el programa ha estirado el chicle –claro– y el mundo, desde La revuelta, pasando por la protagonista de Sister Act (1992), sí, sí, la NBA se pregunta por qué esa reacción, quién es ese tal Montoya.
@sensacine ¡MONTOYA POR FAVOR! Que hasta la mismísima #WhoopiGoldberg ha estado hablando del 'montoyazo' en su programa de #TheView #teleentiktok #quever #humorentiktok #sabiasquetiktok #montoyaporfavor #laisladelastentaciones #temptetionisland #montoya ♬ sonido original - sensacine
La respuesta es la misma que hace casi tres décadas, cuando nació la telerrealidad. Nos gusta mucho la tele, y poco la realidad. Por eso queremos historias que vistan verdad, pero que se extremen. Alguien de quien reír. La pregunta no es tanto por qué, sino para qué o para quién. Todos sabemos el truco, hasta mis alumnos del instituto. Si la telerrealidad pasa a ser teleficción, queda muy lejos aquello de la inocencia en los primeros Gran Hermano (2000) u OT (2001), Montoya sabe perfectamente su rol y sus votos, entonces qué sentido tiene alimentar el llanto exacerbado de un pobre diablo y además las arcas del imperio que fundó Silvio Berlusconi. El de los jajas.
Ya nadie cae en la trampa de pensar que ahí quepa algo de espontaneidad. Todo está más programado que la IA. No porque haya un guión, sino porque la verdad se construye con los mismos mimbres que la mentira
Cuando vemos a los tentadores, en un programa por cierto que se hace eterno, pese a no dejar ni medio segundo sin músicas del momento de fondo y pese a usar golosas cámaras nocturnas a destajo, que da vueltas y vueltas sobre lo mismo siempre, lo romántico y lo cortés (fidelidad, hombría, cuánta tontería), ya nadie cae en la trampa de pensar que ahí quepa algo de espontaneidad. Todo está más programado que la IA. No porque haya un guión, sino porque la verdad se construye con los mismos mimbres que la mentira. Y a nadie le importa qué es cada cosa. Por mucho que nos digan que lo de Montoya es un arranque sin precedentes. Por mucho que hasta Whoopi Goldberg se lleve las manos a la cabeza.
La Montoya-dependencia del formato, ayer noche lloró algo el chaval, pero no fue un espectáculo como el de días atrás, hace que los no afamados que se acerquen a La isla de las tentaciones no puedan aguantar más de cinco minutos ante la pantalla. Son dos horas y media de “calentones, sexo y más sexo”. Y canciones pop en bucle. Un videoclip largo. La realidad es que las “hogueras de confrontación”, así llaman al matadero al que se someten los concursantes, son un fondo de expiación. Pero, ciertamente, lo de Montoya fue mucho más. Un meme redondo.