Tal día como hoy de hace ochenta años, el 23 de febrero de 1945, cuando la Segunda Guerra Mundial ya estaba de lleno en su fase final y los aliados arrinconaban a la Alemania nazi en Europa y al imperialista Japón en el Pacífico, ya hacía cuatro días que había empezado una batalla especialmente significativa, la de Iwo Jima, una isla del océano Pacífico que tenía dos características que hacían muy importante su conquista por parte del ejército de los Estados Unidos, por una parte, su posición estratégica a medio camino entre Japón y las islas Marianas y Guam, y de la otra, su valor simbólico por el hecho de ser, a pesar de estar situado a 1.400 kilómetros del archipiélago japonés, territorio metropolitano adscrito a la prefectura de Tokio y, por lo tanto, el primer palmo del suelo japonés que pisarían los marines norteamericanos.

Iwo Jima era, además, una isla que por su orografía podía tener aeropuerto y, de hecho, las fuerzas armadas de Japón tenían dos aeródromos, más un tercero en construcción. Eso había convertido la isla en una base de defensa avanzada de la fuerza aérea japonesa ante las incursiones aéreas de los Estados Unidos para bombardear Japón, y sus estaciones de radar permitían alertar a las grandes ciudades japonesas con horas de antelación. Al mismo tiempo, los Estados Unidos sabían que dominando aquella isla podían reconvertir las bases aéreas japonesas en un gran aeropuerto de apoyo para sus bombarderos, las célebres fortalezas volantes, que tenían que hacer un largo viaje de ida y vuelta y, además, estacionar sus propios cazas.

En este contexto, el 19 de febrero empezó la batalla, con una previsión por parte del mando militar de los Estados Unidos de conseguir conquistar la isla en diez días. La realidad es que la batalla se alargó mucho más, hasta el 26 de marzo, porque la guarnición japonesa, formada por más de 21.000 soldados, tenía la misión de defenderla hasta el último hombre y con el compromiso, habitual en los códigos militares japoneses, de no rendirse bajo ninguna circunstancia. En este contexto, el cuarto día de batalla se produjo un hecho que militarmente tuvo una importancia táctica reducida, pero que iconográficamente se convirtió en el símbolo de la victoria: la célebre fotografía de Joe Rosenthal Raising the Flag on Iwo Jima (Alzando la bandera en Iwo Jima).

Iwo Jima es una isla de origen volcánico con forma de cono de siete kilómetros de punta a punta, con el monte Suribachi en el extremo inferior, un volcán extinguido de 169 metros de altura -un poco más bajo que Montjuïc, que mide 177 metros-. La estrategia defensiva japonesa, liderada por el general Tadamichi Kuribayashi, se basaba en un laberinto de túneles y fortificaciones interconectados por toda la isla, pero con un mando autónomo en el Suribachi con capacidad de resistir los ataques norteamericanos durante un largo periodo de tiempo. El caso es que el Suribachi cayó en cuatro días, muy por debajo de los planes de resistencia de Kuribayashi, y el momento de la toma de la cumbre fue lo que dio pie a la fotografía histórica.

Esta es la historia de la fotografía

Joe Rosentahl era un fotógrafo de Associated Press que formaba parte del despliegue militar norteamericano y que acabó siendo, un poco por casualidad, el autor de la imagen más icónica del conflicto bélico, asociada a la victoria de los Estados Unidos sobre Japón y, por extensión, de los aliados sobre el eje. Según explica el historiador Derrick Wright en la obra The battle for Iwo Jima 1945 (en castellano, La batalla de Iwo Jima en Inédita Editores, 2005), que recoge la explicación hecha por el mismo Rosenthal, el fotógrafo empezó a ascender el Suribachi a primera hora de la mañana del 23 de febrero, el día D+4, cuando le llegó que la cima estaba a punto de caer y ya subían soldados con la intención de izar una bandera de los Estados Unidos.

Fotografía de la primera bandera izada en el Suribachi captada por Lou Lowery mientras Joe Rosentahl todavía no había llegado a la cima. De hecho, los dos fotógrafos se cruzaron a medio camino mientras Lowery descendía y Rosnethal ascendía / Foto: Lou Lowery
A diferencia de Rosenthal, Bob Campbell, otro fotógrafo presente en la cumbre del Suribachi, sí que pudo encontrar un ángulo que le permitiera fotografiar el momento en que se intercambiaban las dos banderas / Foto: Bob Campbell

Rosenthal llegó tarde a ese primer izado, que sí que recogió otro fotógrafo, Lou Lowery, con quien se cruzó mientras uno subía y el otro bajaba de la montaña. Se trataba de una bandera de pequeñas dimensiones (131 x 71 centímetros) que, precisamente a causa de su importancia histórica, fue codiciada como importante recuerdo, y esta fue una de las causas que llevaron a izar una segunda bandera, esta mucho mayor. Hacia mediodía, Rosenthal había llegado a la cima y vio la primera bandera a la vez que coincidió con el pelotón que se preparaba para izar la segunda.

 

"Rosenthal jugó con la idea de tomar una foto de las dos banderas, una bajando y la otra subiendo, pero no pudo alinearlas", indica Wright, por lo cual prefirió fotografiar solo la foto que subía. Mientras preparaba la posición y hablaba con el cámara Bill Genaust -que filmaría también el izado, como se ve en el vídeo superior- para no estorbarse mutuamente, "por el rabillo del ojo había visto a los hombres empezando a levantar la bandera, y él osciló la cámara y capturó la escena". Según el mismo Rosenthal: "Así es como se tomó la imagen, y cuando tomas una imagen como aquella, no te vas diciendo que tienes un magnífico encuadre, no lo sabes".

Confusión sobre si fue un montaje

El fotógrafo hizo algunas fotografías más, entre las cuales se incluía una de un grupo de marines aclamando la bandera, que el mismo Rosenthal reunió para hacer una imagen que, en este caso, se podría definir como posado y que provocaría más tarde una cierta confusión. Después de eso, el fotógrafo descendió del volcán y reembarcado al barco USS Eldorado donde se dedicó a preparar las fotografías, un carrete con 18 imágenes en total que, como hacía habitualmente, envió en un avión correo que cada día hacía el trayecto entre Iwo Jima y Guam. La etiqueta de aquellas fotografías era "Sobre el Suribachi Yama de 168 metros, el volcán en la punta suroeste de Iwo Jima, marines del 2º Batallón, 28º Regimiento, 5ª División alzan las Barras y Estrellas señalando la captura de esta importante posición".

La fotografía tomada por Joe Rosentahl capta el preciso instante en que cinco marines y un sanitario izan la bandera de los Estados Unidos en la cumbre del monte Suribachi en el cuarto día de la batalla de Iwo Jima / Foto: Joe Rosentahl
Poco después del izado de la bandera, Joe Rosenthal hizo esta fotografía, para la cual primero tuvo que reunir al grupo de militares, en el que sí que fue una foto posada / Foto: Joe Rosenthal

A partir de aquí, la fotografía cobró vida propia, de Guam llegó a los Estados Unidos vía radio foto y allí empezó a correr por los medios de comunicación. De hecho, Rosenthal no llegó a ver la imagen hasta nueve días después de ser tomada, cuando volvió a Guam y un colega lo felicitó por la imagen mientras que le preguntó si era un montaje. El mismo Rosentahl admitió que sí, pensando que "se refería a la toma de grupo que había arreglado con los marines saludando y aclamando, pero entonces alguien más llegó con la foto y la vi por primera vez. «¡Guau! -dije- esta sí que es buena, pero yo no posé esta. Ojalá pudiera atribuirme el mérito de componerla, pero no puedo»".

Si hubiera trucado aquella toma, la habría arruinado. Yo habría cogido menos hombres. Habría hecho también que giraran sus cabezas para que pudieran ser identificados por miembros de AP por todo el país y no habría resultado nada parecido a la imagen existente"

"Si hubiera trucado aquella toma, la habría arruinado -aseguraba Rosenthal-. Yo habría cogido menos hombres. Habría hecho también que giraran sus cabezas para que pudieran ser identificados por miembros de AP por todo el país y no habría resultado nada parecido a la imagen existente". El malentendido sobre el posado, con todo, quedó fijado cuando otro corresponsal que había oído el inicio de la conversación publicó que la ya célebre fotografía había sido un montaje. Con todo, Rosenthal se hizo famoso, fue recibido por el presidente Harry Truman y consiguió el Pulitzer de fotografía, mientras que la imagen fue cedida por AP para utilizarla en la Campaña de Bonos de Guerra donde también participaron los tres militares que participaron en el izado de la bandera y que sobrevivieron a Iwo Jima.

Y es que, como señaló Rosentahl, "yo tomé la foto, pero los Marines tomaron Iwo Jima", porque la batalla, que estaba muy lejos de finalizar aquel 23 de febrero, todavía se alargó poco más de un mes, al alto precio de 6.766 militares de los Estados Unidos y 19.977 militares del Imperio de Japón muertos. La imagen de Rosenthal quedó fijada como el icono de la victoria de los Estados Unidos, pero no puso fin ni a la batalla, ni mucho menos a la Segunda Guerra Mundial, ya que en Europa se alargaría hasta mayo y la toma de Berlín por el Ejército Rojo y en el Pacífico no finalizaría hasta el 2 de septiembre, cuando Japón se rindió incondicionalmente tras el bombardeo atómico de Hiroshima y Nagasaki.

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