La suya es una trayectoria poco usual. Irrumpió con una magnífica inmersión a la psique de un asesino en serie, que bordaba Alex Brendemühl, en Las horas del día (2003). Convirtió una película tan insólita como La soledad (2007) en la sorprendente ganadora de los Goya. Y siguió experimentando con títulos tan polémicos como Tiro en la cabeza (2008), sobre un terrorista etarra, o con la minimalista Sueño y silencio (2012), el filme que, nos explica Jaime Rosales (Barcelona, 1971), marcó un punto de inflexión bien doloroso: "Casi fue mi muerte para la industria. Era una película relativamente cara, pero muy difícil para el espectador, e hizo unas recaudaciones ínfimas. Eso me provocó una crisis, y me di cuenta de que para sobrevivir en este mundo tenía que cambiar algunas cosas", reconoce.

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Fruto de la reflexión y de la voluntad para sobrevivir en un mundo sin reglas, Rosales trató de rebajar sus inquietudes artísticas y estéticas, para acercarse al público con Hermosa juventud (2014), Petra (2018) y, ahora más que nunca, con estos Girasoles silvestres que estrena mañana viernes: con Anna Castillo como milagrosa cómplice (¡qué talento tan descomunal el de esta actriz!), el cineasta explica el periplo emocional y sentimental de una chica de clase baja, madre de dos criaturas, a partir de tres vínculos con tres hombres muy diferentes. De alguna manera, la película habla de relaciones tóxicas, de dependencia y de machismo, también de precarización laboral y vital que está partiendo las alas de toda una generación (o dos).

Esta es tu película más luminosa. ¿Era un objetivo?
Lo pretendía, sí. Por un lado, es la más luminosa desde la dramaturgia, desde lo que se explica. Pero también es la más asequible formalmente. Las formas están al servicio de la historia y de los personajes. Y hay recursos estilísticos, como el uso del color y de la luz, incluso el tratamiento de la música, con temas de Triana y de Pavarotti, que ayudan a la trama y a la emoción. Todo eso son decisiones de dirección para explicar los temas que me interesaban de una manera más amable para el espectador. Así que sí, quería hacer una película luminosa, y las primeras reacciones de la gente que la ha visto van en este sentido. Pero también me dicen, y me ha sorprendido bastante, que hay unas elipsis muy marcadas.

Quería hacer una película luminosa, y las primeras reacciones de la gente que la ha visto van en este sentido

Es empíricamente cierto. Las pinceladas vitales de la protagonista con cada una de sus tres parejas se estructura así.
Sí, sí, pero para mí, esta narrativa es tan natural que no pensé en la elipsis como tal: lo que mostramos son fragmentos, momentos, del camino de la protagonista. Y hay elipsis dentro de cada línea temporal, pero así estaba concebida. Lo que no me han dicho, y también me sorprende, es que la cámara está muy enganchada a los personajes. Generalmente en mis anteriores películas, la cámara nunca entra en el radio de acción de los personajes. Y en Tiro a la cabeza ni te explico (ríe). Eso de entrar en el círculo de los personajes es un elemento muy notorio en la película. Y cuando lo haces, la intensidad dramática aumenta.

Jaime Rosales - Girasoles Silvestres / Foto: Ana Escobar / EFE
Jaime Rosales estrena este viernes Girasoles Silvestres / Foto: Ana Escobar / EFE

Después de estrenar tu anterior película, Petra, ya apuntabas una voluntad de aproximarte a los espectadores después de varias películas formalmente más arriesgadas.
Empecé este camino con Hermosa juventud. Pensaba que siempre tenía tiempo, más adelante, para volver a unos lenguajes más experimentales, pero lo que necesitaba era ir en la misma dirección que el espectador. Y con cada peli he ido dando un paso más en esta línea.

Hablabas de supervivencia en la industria. ¿Ha habido también una evolución, un cambio más íntimo, como creador?
Mis cuatro primeras películas estarían en una misma familia estética, pero también pertenecen a una forma concreta de relacionarme con el espectador, conmigo mismo, con la gente con la cual trabajo, y con la misma industria. Esta relación era una. Y a partir de Hermosa juventud, me relaciono diferente con el espectador, la gente con la cual trabajo y con la industria.

A partir de Hermosa juventud, me relaciono diferente con el espectador, la gente con la cual trabajo y con la industria

¿Y contigo mismo?
Aquí iba: digamos que eso también ha cambiado. En la primera etapa me relacionaba conmigo mismo, como un autor que hacía lo que quería y de la manera que quería, con total libertad. El productor y el director son una misma persona. Pero en la segunda etapa, el productor y el director se escinden: mi yo productor le hace un encargo a mi yo director. Eso lo siento íntimamente, esta división mía en dos.

De alguna manera la industria te ha modulado...
Es que la industria tiene mucha fuerza. Es un mecanismo en el cual también estáis incluidos los periodistas, junto con los profesionales y el público. Y todos hacéis mucha presión al creador, que es un único individuo. No hay un solo cineasta que sea impermeable a eso. Quizás hay momentos en que te es más igual, pero también los hay en que lo que quieres es sobrevivir. Cuando empiezas, todo el mundo es más tolerante, la presión es más suave. El funcionamiento de la industria hace que primero te digan que ya les gustan las voces discordantes y con personalidad fuerte. Pero a partir de la segunda...

El funcionamiento de la industria hace que primero te digan que ya les gustan las voces discordantes y con personalidad fuerte. Pero a partir de la segunda...

... ¡ya te esperan con los cuchillos!
Sí, la presión es fuertísima. Recuerdo que cuando ya llevaba algunas películas a la espalda, alguien me dijo que era uno de los directores más libres del cine español, porque hacía lo que quería. ¡Y de ninguna manera!

Girasoles silvestres

Pero tú ganaste Goyas, máximo ejemplo que la industria te abraza, con una película como La soledad, que era formalmente arriesgada y no especialmente fácil para el espectador.
Los premios, como las competiciones de los festivales, están diseñados de manera tal que te dan un caramelo y después te lo sacan. Y cuando te sacan aquel caramelo que te habían dado para ser libre, te avisan de que si lo quieres volver a tener ya no puedes hacer lo mismo. Es entonces cuando son capaces de formatearte. Aquel caramelo era gratuito, pero el siguiente ya no lo es. Eso funciona así, y lo sabemos todos. Yo, Albert (Serra), todos... Porque no vivimos fuera del mundo. Y nos miramos de reojo, este ha hecho eso y le han dado premio, aquel no lo ha hecho y no le han dado. La industria tiene una inercia muy fuerte. Aunque todos juntos tenemos problemas de público y ha bajado su influencia, el cine sigue siendo una gran fuerza y no se puede permitir que alguien haga lo que quiera. Porque si alguien lo hace, podría llegar a tener una influencia ideológica o política que modificará las cosas, y eso no conviene. Y nosotros, como creadores, luchamos contra esta presión.

El cine sigue siendo una gran fuerza y no se puede permitir que alguien haga lo que quiera

Volviendo a Girasoles silvestres, una de las causas más evidentes de la luz de la película es la elección de Anna Castillo como protagonista.
Tanto con Petra como con Girasoles silvestres, los proyectos nacieron con un actor ancla. En ninguno de los dos casos era el protagonista. Allí era Alex Brendemühl, y aquí, el Oriol Pla. Y la idea era encontrar el resto del reparto, teniéndolos a ellos presentes en el proceso de casting. Empezamos las pruebas, y es curioso, porque Anna Castillo fue la primera persona que vi, la primera en entrar por la puerta. Y fue increíble, hizo la mejor prueba que he visto nunca. Enseñé el vídeo a mis hijas, y me decían: "Pues ya está, ya la tienes, ¿no?". Yo las decía que no, que era la primera persona que había visto, y que había más gente para ver. Y me respondían: "¿Por qué? Si es perfecta!". Tenían razón.

Hoy día, todavía no sé si Anna tiene un talento innato y una intuición gigantesca, o si tiene una técnica invisible brutal. Lo que hace no es normal

Me parece una actriz espectacular.
Hoy día, todavía no sé si Anna tiene un talento innato y una intuición gigantesca, o si tiene una técnica invisible brutal. Lo que hace no es normal. Tiene un rango inmenso, siempre está con la concentración emocional adecuada, y nunca se desconcentra. En un rodaje, como en un partido de cualquier deporte, siempre hay altibajos, momentos más o menos inspirados, pero con Anna no pasa, ella es constante. Tiene la misma capacidad en escenas intensas, o en momentos cotidianos. Está siempre perfecta. Es una maravilla trabajar con ella. Dirigir actores es muy difícil, pero con ella la gracia es que puedes ir más lejos: sin esfuerzo te da un notable, y vale la pena ir a por la matrícula de honor. Hay otros que te dan un aprobado raspado con mucho esfuerzo.

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Anna Castillo y Oriol Pla son los protagonistas de Girasoles silvestres

¿Has querido hacer un homenaje a las madres, con la peli?
A mí me interesaban mucho dos temas. Por un lado, la variación cuando tenemos parejas, cómo las escogemos, y cómo escogemos personas muy diferentes, que comportan tipo de relaciones muy diferentes, más o menos sanas. Y por otro lado, quería explicar un proceso de aprendizaje emocional, que es el que vive la protagonista. Hace un camino hacia una maduración que, en el fondo, es una forma de inteligencia. Me parecía interesante apuntar que no todo en la vida es aleatorio, que todos juntos somos bastante responsables de nuestras vidas. Y que es posible aprender de los errores. Los errores son humanos y normales, pero no aprender de ellos es una catástrofe. Con respecto a las madres, en el segundo tramo de la película vemos las diferencias entre el padre y la madre, que asume unas responsabilidades de una manera más intensa y madura. El padre dice que hace lo que puede, pero no es suficiente. Es verdad que hay esta reflexión sobre el peso materno, y me han dicho, y sé, que Girasoles silvestres toca el corazón de las madres.