Este viernes Jaume Plensa ha presentado, en la basílica de Montserrat, su escultura Anna, de gran formato, que se ha instalado en el atrio, en el espacio de acceso a la basílica. Es una de sus grandes cabezas femeninas, hecha con hilo de acero inoxidable, que tendrá durante algún tiempo un lugar destacado en el templo más emblemático de Catalunya. Paralelamente en el Espacio Pere Pruna del Museu de Montserrat el escultor presenta una selección de su obra gráfica reciente. En el acto han estado presentes el mismo Plensa, el padre abad de Montserrat, Josep Maria Soler, el alcalde de Monistrol, Arturo Argelaguer, y el padre Josep de C. Laplana, director del Museu de Montserrat e impulsor de la iniciativa. Anna se podrá ver, en Montserrat, hasta el 3 de noviembre.

Para sorpresa de visitantes

Desde la plaza de la basílica, ya se percibe Anna, entre los arcos de entrada en el templo. La cabeza de Plensa destaca, y no deja a nadie indiferente. Está situado directamente en el suelo, sin ningún tipo de pedestal, y por lo tanto es muy accesible. Una multitud de turistas se disputan un espacio por hacerse fotografías en su lado. En unos minutos se disparan centenares de selfies; en realidad, los fotógrafos de prensa tienen dificultades para hacer su trabajo porque está continuamente rodeada de gente. Y los vigilantes tienen que pedir una y otra vez, a los visitantes, que no toquen la pieza. Las cabezas de Plensa se convierten en iconos allí donde se instalan, y la de Montserrat en unas horas ya se ha integrado al espacio. Plensa ha agradecido a la comunidad el valor de decidirse a exponer una obra de arte contemporáneo en su templo. El abad de Montserrat ha recordado que hay un paralelismo entre la filosofía de los monjes y la de Plensa, que quiere que la persona se reencuentre con sí mismo.

Plensa para Laplana Anna y abad Montserrat ACN

Jaume Plensa con el padre Laplana y el abad Soler.

En busca del alma

La Anna de Plensa, se sitúa, pues, en un espacio de tránsito entre lo profano y lo sagrado. Y la misma escultura representa, también el tránsito entre lo profano y lo sagrado.: "Está la voluntad de reflejar la relación entre el individuo terrenal con el espiritualidad", comenta. Para Plensa, "El hombre tiene un punto de transparencia, pero también un punto de opacidad". La obra transparente pero visible, refleja, según su autor, la relación entre el cuerpo y el alma. Según desde donde se mire, la escultura puede parecer transparente u opaca. "Es como la vida misma", sentencia el escultor, y añade que "puede servir para pensar que lo más importante de la vida es invisible".

Una Anna que ya no existe

La Anna que sirvió como modelo a Plensa para esta escultura era una niña barcelonesa "de entre 8 y 16 años", como todas las 40 modelos de todo el mundo que ha usado en los últimos 13 años para hacer grandes esculturas, como explica el escultor. Escogiendo a chicas tan jóvenes, Plensa pretende, según él, "reflejar una belleza que es muy efímera", que al cabo de poco tiempo ya no existe". En realidad, ya hace muchos años que Plensa usó a Anna como modelo y afirma que ya no existe, tal como es en la escultura. De esta forma, explica Plensa, la escultura, "que tiende a la inmortalidad", entra en contacto con la fotografía "que se dedica a lo efímero".

La fascinación por Montserrat

Hace 4 años, Plensa hizo una instalación en un convento benedictino de Venecia, a San Giorgio Maggiore. Se trataba de una de sus cabezas femeninas, transparentes. El padre Laplana, director del Museu de Montserrat, cuando se enteró, se apresuró a sugerir a Plensa la posibilidad de instalar una escultura en Montserrat. Tuvo que convencer al padre abad, la comunidad, y los responsables de la restauración del pavimento del atrio (jamás se había hecho una cosa así). El escultor no lo dudó y decidió hacer una de sus cabezas, pero de una medida más pequeña que la de Venecia por problemas de espacio. Plensa no quería perder la ocasión de exponer su obra en un lugar que significaba mucho para él. Había visitado mucho este sitio de pequeño, y recuerda con nostalgia las noches pasadas en el monasterio, el silencio que había a las noches, el relucir de las estrellas y la paz que se respiraba allí. Aunque afirma no ser creyente, Plensa afirma que Montserrat es un "mundo mágico, único, extraordinario" y recuerda que forma parte esencial de nuestra tradición. Además, confiesa que aquí se percibe "una energía extraña", porque es un lugar fuera de lo común, como consecuencia de la conjunción entre una naturaleza excepcional y la presencia de la comunidad benedictina. Plensa ha cedido esta obra de forma gratuita para su exposición durante unos meses. No se descarta que pueda prolongarse su presencia a Montserrat, y ya hay quien querría que se enraizara aquí, pero Plensa apunta que le gusta que su arte sea efímero y que a la larga "lo mejor que puede pasar es que la gente eche de menos la escultura".

El arte, de cara a la sociedad

Plensa está muy contento de presentar una de sus caras en un espacio tan concurrido como el atrio de Montserrat y de que levante tanta expectación. En realidad, le encanta la interacción de su obra con el público que no está pensando en ver arte. Cree que "el arte, demasiado a menudo, se ha distanciado de la comunidad" y critica "la endogamia de la comunidad cultural y artística en que a menudo se encierra el arte. Por eso prefiere exponer sus esculturas fuera de los ámbitos artísticos. Y entre sus grandes proyectos de futuro hay una gigantesca cara de niña, que situará en Nueva York, cerca del río Hudson, de 32 metros de alto. Realmente, Plensa pasa por un buen momento artístico y pronto mostrará sus obras en San Petersburgo, La Haya, València... Su frustración: no haber podido hacer una gran escultura en Barcelona. Cree que los barceloneses "tendrían que dejar descansar un poco a Gaudí" y que ya sería hora de que los escultores de su generación dejaran un legado en la ciudad.

exposición Jaume Plensa Museu Montserrat ACN

Bajo Anna, los grabados

Plensa ha aprovechado la ocasión para inaugurar una pequeña exposición al Museu de Montserrat, situado debajo la plaza de la basílica. En este espacio que contiene auténticas joyas artísticas y arqueológicas, y por el que han desfilado destacadísimos artistas contemporáneos catalanes, se expone una pequeña muestra de los grabados que hace Plensa. En una sala pequeña, marcada por la intimidad, se exhibe una veintena de obras. El escultor afirma que son muy relevantes, porque a menudo son la base sobre la que posteriormente hará sus esculturas gigantes, el "laboratorio que da cuerpo a las obras de arte". Aquí incluso se muestran dos grabados, de la serie Núria & Irma, que anticipaban las grandes cabezas transparentes que hace últimamente. La mayoría de grabados tienen relación con el cuerpo humano: desde los de la serie Slumberland, hechos a partir de la deformación de los rostros, hasta los rostros de la serie de músicos. Frente a la grandiosidad de Anna, exhibida en un lugar con tanto movimiento como el atrio, la exposición de grabados supone un espacio recogido, de intimidad, donde el escultor espera que el visitante "encuentre la paz que no encontrará en el atrio".