La vida es fruto del delirio. Del azar y de un destino diseñado por un humorista en una mañana de resaca. El primer disco en solitario de Jaume Sisa, Orgia (Edigsa, 1971), era (y es), muy bueno. No lo compró nadie. Y nadie se animó a publicar la siguiente colección de canciones del cantautor galáctico del barrio del Poble-sec. Qualsevol nit pot sortir el sol podría haber quedado inédito, arrinconado en un cajón, sin que nadie lo pudiera disfrutar, más allá del mismo autor, que desanimado por las negativas constantes de los sellos discográficos, decidió abandonar la música y se puso a trabajar en una compañía de seguros, y cuatro amigos más privilegiados. De estos cuatro, afortunadamente, dos de ellos fueron el productor Rafael Moll y el promotor Víctor Jou, fundadores de la sala Zeleste, que se preocuparon casi obsesivamente a encontrar una casa que se decidiera a editar aquella nómina de composiciones donde encontramos títulos esenciales de la música popular catalana del siglo XX como El fill del mestre, El setè cel, Cançó de la font del gat, Senyor botiguer o, evidentmente, Qualsevol nit pot sortir el sol; canción, en una nueva muestra de los caprichos del destino, Sisa escribió muy al final de la grabación del disco. El elepé, irónicamente, vería la luz a través de Edigsa, la discográfica que había publicado Orgia y que de salida había rechazado publicar su trabajo de Jaume Sisa. Universo cósmico habitado por personajes de trazo mágico y fantástico bailando en el compás de folk psicotrópico y rock layetano en contraposición al todavía entonces homogeneizante y politizada Nova Cançó de corte afrancesada, este año se celebra el 50 aniversario de la publicación Qualsevol nit pot saortir el sol (efeméride recordada con la reedición limitadísima en vinilo) uno de los mejores discos de la historia de la música catalana. Entrevistamos a Jaume Sisa. Benvinguts, passeu, passeu.
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¿Te resulta abrumador mirar atrás y recordar esta efeméride?
Un poco sí. Son muchos años y muchas cosas que ya no recuerdo bien. Todo queda un poco nebuloso.
¿No recuerdas porque el paso del tiempo lo ha borrado o porque no eres muy nostálgico?
Debe ser una combinación de todo. En aquella época, yo vivía dentro de las canciones. Las hacía sin esperar nada a cambio, para mí y para cuatro amigos. Cuando, de repente, mi música empezó a ser escuchada y tener repercusión, mi vida cambió mucho. Pasé de vivir dentro de las canciones a tener que poner un pie en el mundo real.
¿Hiciste realidad un sueño o perdiste la inocencia?
Siempre se pierde la inocencia. Pero desde hace tiempo me he dedicado a recuperarla. Creo que la inocencia es el estado poético natural del hombre.
La inocencia es el estado poético natural del hombre
¿Eso quiere decir que la realidad te ha resultado demasiado dura?
La realidad es muy dura, muy cruda y muy violenta. Y tienes que estar siempre luchando. La vida es lucha o contemplación. La contemplación es otro estadio, otra manera de vivir, en el que solo tienes que luchar contigo mismo, pero es una lucha que no te supone demasiado sufrimiento. La lucha exterior con el mundo, con la realidad cotidiana ordinaria normal, la encuentro mucho menos interesante.
¿Has podido combatir esta realidad haciendo música?
Yo la he podido combatir, pero siempre ha ganado la realidad. Siempre ha ganado la parte chunga de la vida. Hagas lo que hagas siempre te tendrás que enfrentar el problema del tiempo, de la existencia. En cambio, dentro de las canciones, de la poesía, de este estado de inocencia en que yo vivía cuando hice Qualsevol nit pot sortir el sol, todo se desarrolla de una manera mucho más fluida y agradable.
¿Solo podemos disfrutar de la inocencia más pura en la infancia y en la vejez?
La inocencia es el estado natural con que nacemos. Después la realidad se encarga de ir destruyéndola y de mayor te la tienes que ganar, tienes que estudiar.
¿Se tiene que estudiar para ser inocente?
Tienes que trabajarte lo que al principio tenías gratis si quieres conseguirlo.
Un hecho, cuando menos, paradójico.
La vida misma es una paradoja irresoluble que no sabemos qué sentido tiene. Nos pasamos la vida buscando sentido a la vida y la vida pasa y ya.
¿Qualsevol nit pot sortir el sol es un álbum conceptual sobre la inocencia?
Hice este disco cuando tenía poco más de veinte años y todavía no sabía qué era la realidad, solo lo intuía. Lo supe después porque choqué frontalmente con ella. Ahora, como ya estoy retirado desde hace unos añitos, estoy con esta cosa de ver dónde estoy.
¿Dónde estás?
Todavía no lo sé. Sigo buscando,
Que ya es bastante trabajo.
Es mucho trabajo. A mi edad, sin embargo, si tienes la suerte en la vida de tener las necesidades cubiertas, es el único trabajo que hay.
Querría ser un personaje de Qualsevol nit pot sortir el sol y quedarme dentro de la canción para siempre
¿Qué relación tienes con tu obra más conocida?
Al principio, cuando la creas, estás dentro de ella. Después la obra te va expulsando y se convierte en parte de quien la escucha.
Qualsevol nit pot sortir el sol ya no es tuyo (o ya no es exclusivamente tuyo).
Llegó un momento que los otros se hicieron sede, el disco. Qualsevol nit pot sortir el sol a no es un disco mío, un hecho que te permite contemplar tu propia obra desde fuera.
¿Y qué ves?
Es una situación, una visión un poco extraña, que no entiendo del todo. Supongo que llegados aquí intento interpretar el disco como hace todo el mundo, y cada uno lo interpreta a su manera, claro, y mi manera es que yo quiero volver a vivir dentro de la canción. Querría ser un personaje de Qualsevol nit pot sortir el sol y quedarme dentro de la canción para siempre.
Aquello que escribió Jaime Gil de Biedma: "Yo creía que quería ser poeta, pero en el fondo quería ser poema".
Exacto. Es uno de los objetivos, no sé si utópico, del arte: convertir el arte en vida y la vida en art. Llegar a un punto en qué el arte y los artistas no tendrían razón de ser, porque la vida sería una obra de arte o un poema en sí misma. Pero eso que en la teoría está tan bien formulada, en la práctica cuesta más.
Explicas que de tu primer disco, Orgia, vendiste poco más de 300 copias. Del siguiente, que ya fue Qualsevol nit pot sortir el sol, más de 100.000. ¿Intuías que aquellas canciones tenían alguna cosa especial, cósmica y mágica?
No tenía ni idea. Hacía lo que me salía sin saber si era bueno o malo. Durante mucho tiempo, no interesó a nadie. Y de repente, un día, interesó a todo el mundo.
Mi música no interesaba a nadie hasta que de repente interesó a todo el mundo
De hecho, viniendo de Orgia, de salida todas las discográficas rechazaron publicar Qualsevol nit pot sortir el sol.
Todas. Y dos años después, la misma discográfica que no me había hecho caso (Edigsa) lo acabó publicando.
Nuevamente, la vida es una gran paradoja.
Yo estaba convencido de que era un gran disco, claro, que era muy bueno, pero al principio solo lo veía yo y cuatro amigos. El resto del mundo no lo veía. Y de golpe, de un día para otro, lo vio todo el mundo. Todavía no me he repuesto a la sorpresa.
¿Qualsevol nit pot sortir el sol es un disco fruto de la fe, del trabajo o del azar? Porque en los cuatro años que pasan desde que publicaste Orgia a Qualsevol nit pot sortir el sol, desencantado porque nadie te quería publicar el disco, habías abandonado la música y habías empezado a trabajar en una compañía de seguros.
Me parece que debe ser la combinación de todo. El hecho concreto es que mi amigo, el productor Rafael Moll (fundador de la histórica sala Zeleste conjuntamente con Victor Jou), convenció, finalmente, Edigsa, que me tenían que publicar el disco. Y este fue el hecho concreto que hizo que todo cambiara. Pero la misma discográfica, hacía dos años que tenía un casete con estas canciones sobre la mesa y no me habían ni contestado.
¿Si estas canciones no se hubieran publicado nunca, habrían existido?
No lo sé. Quizás habrían quedado en un cajón o quizás habrían acabado saliendo por otra parte. No tengo respuesta. No sé qué habría sido de mi vida, no sé qué hubiera hecho. No lo sé.
En la compañía de seguros tenías futuro. Decían que lo hacías muy bien.
Sí, amenazaban con ascenderme, de hacerme jefe de departamento. Darme una responsabilidad y un sueldo más alto, porque se ve que lo hacía bien. A mí me extraña.
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¿Siempre has sentido que tenías una sensibilidad diferente del resto, una cosmología, una visión diferente de la gran mayoría? ¿Había una cierta sensibilidad a la hora de enfocar el mundo?
Sí, eso lo he sentido desde muy joven. Y no es fácil, se sufre mucho, porque te sientes diferente y no sabes por qué. Es con el tiempo, y poco a poco, que vas encajando con el mundo.
50 años después, CQualsevol nit pot sortir el sol sigue sonando maravillosamente bien. Hay alguna cosa allí que es mágica ya desde su portada.
Rafael Moll hizo una muy buena producción y yo, en aquel momento, estaba inspirado. El diseño de la portada es de Sílvia Gubern (artista, poeta, diseñadora, responsable también de la decoración interior de la sala Zeleste) y es una estampa perfecta del Montjuïc de mi infancia. El Poble-sec y Montjuïc eran mis escenarios habituales de correrías de juegos. Lo acertó perfectamente.
¿Añoras aquella Barcelona?
Estamos inmersos en un proceso imparable, al menos tal como va hoy día el mundo. Es un proceso de despersonificación, de pérdida de carácter y de personalidad, pero no solamente Barcelona, sino de toda Europa. Barcelona es el reflejo más próximo que tenemos, pero me parece que toda Europa acabará convertida en un parque temático para turistas, y los europeos tendremos que vivir de este negocio.
Este año también se conmemoran los 50 años del primer Canet Rock. Tú tenías que actuar, pero la censura franquista te vetó. Bien, en realidad no te vetaron a ti sino a una cantante supuestamente llamada 'Lisa'.
Sí. Hubo una confusión que todavía hoy no hemos conseguido aclarar del todo.
Todo por una entrevista en la revista Fotogramas donde te declarabas anarquista.
Supongo que fue por eso. No lo sé seguro, porque nunca nos dieron una explicación clara. La autorización para cantar en público tenía que pasar previamente por la censura, y cuando la aprobaron dijeron: "Se autoriza el acto, menos la actuación de la cantante Lisa".
Y esta Lisa debías ser tú.
¡Exacto! Eso supusimos, porque fonéticamente Lisa se parecía a Sisa. ¿Si no, quién era esa Lisa? Todavía no lo sé.
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Como pasa a menudo con estas cosas, el castigo acabó ayudando a consolidar tu figura como artista: tú tocando El setè cel a Canet, viendo salir el sol, es toda una imagen icónica de nuestra cultura popular contemporánea.
Seguramente se ha hecho más leyenda así que si hubiera actuado. En aquella época, algunos cantantes catalanes estaban prohibidos y eso, paradójicamente, les daba más popularidad. Como más te prohibían, más morbo generabas y más público venía a escucharte.
Pero a ti, excepto esta ocasión, no te censuraron.
No. De hecho, antes de Canet, prácticamente no había actuado. Solo algún bolo esporádico y sin repercusión. Así que mi primera y única "prohibición" fue aquella. Después tampoco tuve problemas, pude dar conciertos con normalidad. No me sentí perseguido por el franquismo.
El arte es un viaje, una exploración de los sueños, de la elevación espiritual. La elevación social no me ha interesado nunca
Quizás porque con un cantautor galáctico como tú les petaba la cabeza. No entendían qué hacías.
¡Exacto! Además, el régimen se acabó enseguida: aquel mismo año murió Franco y todo empezó a cambiar. Yo no viví las prohibiciones más duras de los primeros setenta.
Siempre has huido del arte y la música como altavoz de dogmas o consignas.
Creo que eso empobrece el arte. El arte es un viaje, una exploración de los sueños, de la elevación espiritual. La elevación social no me ha interesado nunca.