"Uno de los trabajos más interesantes, el gran reto de escribir este guion, era cambiar la mirada, verlo todo desde los ojos de ella, desde el punto de vista de Julie". Una de las preguntas recurrentes que Joachim Trier (Copenhagen, 1974) tiene que responder los últimos meses tiene que ver, precisamente, con eso: como caray dos tipos blancos de 40 y tantos han escrito un tan poliédrico y complejo retrato de las pasiones e inquietudes de una mujer en las puertas de la treintena. Con La peor persona del mundo, Trier y su socio habitual, Eskil Vogt, siguen a Julie durante aquellos años en los que se busca a sí misma, tiempos de autoconocimiento basado en el ensayo-error emocional, sentimental, vital.
"Si escribiera un guion sobre un loco neonazi nadie esperaría que viviera como él para entenderlo mejor, pero es cierto que la sensibilidad hacia la representatividad es un tema de debate muy importante hoy día, y lo sigo con respeto. Ahora, como artista, te tienes que permitir intentar ver a los otros, sentirlos e integrar tu curiosidad, tu capacidad de observación, tu humanidad en las historias que explicas. Mi trabajo es construir la subjetividad del personaje. Si hubiera escrito una película que gira en torno a un hombre habría caído en muchos clichés, habría hecho una cosa que muchos hombres ya han hecho antes. Así que es fantástico poder meterse en la piel de alguien tan diferente a mí", explica al cineasta. "Con este guion he estado, al mismo tiempo, en dos lugares. Y tengo que decir que algunas mujeres de mi pasado han visto la película y les ha gustado. ¡Lo hemos hecho bien!", dice.
En todo caso, Trier y Vogt no se quedan sólo en esta mirada femenina: "Cuando la gente escribe que la película es un retrato generacional de una mujer que se acerca a la treintena, supongo que tienen razón, no puedo decir que no. Pero también es cierto, al mismo tiempo, que con el personaje de Aksel, una de las parejas de Julie, hacemos un retrato de alguien que está en la cuarentena, como nosotros mismos. Y aquí sí podemos volcar esta sensación de la negociación eterna entre la vida que te imaginabas tener y las limitaciones que te ha impuesto la realidad. Es una lucha que probablemente tendremos toda la vida. Por eso creo, y espero no sonar pretencioso, que las grandes cuestiones existenciales en realidad no son muy elevadas ni intelectuales, y tienen que ver fundamentalmente con estas cosas que tenemos en la cabeza todo el rato. Hay momentos en que tienes la sensación que te has liberado, pero esta lucha entre las expectativas y la realidad siempre acaba volviendo e imponiéndose", apunta.
Directo a Hollywood
Nominada al Oscar a Mejor Película Internacional y a Mejor Guion Original, La peor persona del mundo se estructura en 12 capítulos, más un prólogo revelador, que dibuja a una protagonista catacaldos (de novios, de estudios, de trabajos) que intenta controlar el agobio propio de la juventud, y un epílogo que cierra el círculo. Y pone el foco en dos relaciones sentimentales, en los enamoramientos, en los altibajos. La película habla del amor y de la muerte, de buscar la propia identidad, del paso del tiempo y del carpe diem, de la libertad y de las responsabilidades. Y acompaña en este descubrimiento constante a Julie, sus caprichos y sus decisiones meditadas, sus puñetazos encima de la mesa y sus volteretas emocionales, su idealización del amor y el darse cuenta de que a veces conocemos a la persona perfecta en el peor momento. Y lo hace siempre con una ligereza y con una luminosidad que juega a favor del filme.
Joachim Trier: "El contraste es la esencia del arte. Creo que los grandes temas existenciales son siempre producto de un choque entre la imaginación, el romanticismo y, por otra parte, la sombra siempre presente de la mortalidad
"Es un gran halago", afirma Trier. "Cuando escribíamos, llenábamos una pared de notas escritas, y según trabajábamos las íbamos quitando todas, pero siempre acababa quedando una, que decía: Recordemos el contraste. El contraste es la esencia del arte. Creo que los grandes temas existenciales son siempre producto de un choque entre la imaginación, las cosas que nos hacen disfrutar, el romanticismo y, por otra parte, la sombra siempre presente de la mortalidad y de las limitaciones del tiempo. Julie acaba aprendiendo algunas cosas sobre las relaciones: por ejemplo, que el amor no sólo es aquella fascinación, aquella chispa, aquella atracción inicial, que también. Hay caos, hay malos timings, es difícil que las cosas encajen. Y cuando lo hacen tiene que ir más allá, y es importantísimo aprender a mirarse, a verse en los ojos de la otra persona, a comunicarse, a entenderse".
Vertebrada a base de pinceladas vitales, con un dominio envidiable de las elipsis narrativas, La peor persona del mundo juega con algunos elementos de la comedia romántica para subvertirla, con escenas mágicas como aquella en que Julie conoce a un hombre en una fiesta en la que no ha sido invitada, y los dos, aparejados, deciden explorar los límites de la fidelidad: ¿hasta dónde podemos llegar manteniendo a raya la tensión sexual? O aquella otra donde el mundo entero queda congelado mientras los amantes pasean por la luminosa ciudad de Oslo. "Hace años que tenía escrita la escena de la seducción en la fiesta. La planteé como un experimento sobre la monogamia. ¿Qué pasaría si tuviera un momento de conexión íntima con alguien pero los dos supiéramos que no puede ir a más? Da pie a reflexionar sobre qué es sexual y qué no", reflexiona Joachim Trier.
En cualquier caso, el cineasta está de acuerdo cuando el periodista le plantea que en absoluto estamos ante una comedia romántica: "Tienes mucha razón cuando hablas de anti-romcom, porque esta ambivalencia está muy presente en la película. La belleza y el amor están siempre marcados por la pérdida de uno mismo y por el paso del tiempo. Me sabe mal ser un poco freudiano (suelta una carcajada), pero realmente creo que estamos siempre luchando entre el erotismo y la mortalidad", razona, antes de reconocer algunas inspiraciones en la construcción de La peor persona del mundo: "Te puedo decir que Annie Hall fue una gran inspiración, y algunos otros clásicos modernos en esta línea, formalmente muy juguetona pero con un sentido y un fondo dramático. También volví a las películas de los años 30 y 40, a las comedias de George Cukor, a Historias de Filadelfia, por ejemplo. Este tipo de comedia romántica con grandes actores y grandes personajes, pero llevada a mi terreno, pasadas por el filtro de alguien que vive en el rincón del mundo de Bergman", y vuelve a reír.
Joachim Trier: ¿"Qué pasaría si tuviera un momento de conexión íntima con alguien pero los dos supiéramos que no puede ir a más? Da pie a reflexionar sobre qué es sexual y qué no"
Le preguntamos a Trier por Renate Reinsve, la protagonista, una actriz que ilumina la pantalla, que regala una exhibición de matices interpretativos, un dominio de la escena y una transformación envidiable en el personaje que interpreta, con un trabajo que le supuso el Premio a Mejor Actriz en el último Festival de Cannes. "Escribimos la película pensando en ella. Trabajé con Remate hace diez años, en Oslo, 31 de agosto, donde ella hacía un pequeño papel. Me pareció que tenía mucho potencial y no entendía cómo todavía no había explotado. No me sorprende nada que a la gente le entusiasme su trabajo. Si he tenido algún acierto ha sido verla antes que el resto de la gente (ríe). Ha sido una suerte presentarla al mundo porque, estoy de acuerdo, es una estrella. Tiene un sentido del humor, de la ligereza, de la fisicidad... y al mismo tiempo también es capaz de mostrar a cámara una enorme vulnerabilidad e intimidad en las partes más dramáticas de la película".
Con títulos a las espaldas como Thelma (2017), El amor es más fuerte que las bombas (2015), Oslo, 31 de agosto (2011) o Reprise (2006), Joachim Trier vive uno de los momentos más dulces de su carrera, feliz con la práctica unanimidad que ha despertado por todas partes La peor persona del mundo. "Es mi quinta película y, en general, siempre he sido bien tratado por la crítica. He tenido algunas malas, e intento no leerlas porque las malas críticas, como creador, se te quedan en la cabeza, te rondan, y te hacen pensar que podrías haberte esforzado un poco más, podrías haberlo hecho mejor. Yo escribo mis películas desde un sitio muy vulnerable: no me gusta compartir mucho de mi vida privada en público, pero mi arte sí sale desde un lugar muy personal. No puedo decir que no me guste recibir halagos, me gusta, pero también siento un poco de vergüenza escandinava (ríe). Pero tengo un buen amigo novelista que siempre me dice que cargue la mochila de estas buenas vibraciones, porque tarde o temprano me ayudarán cuando me toque cruzar por el desierto," remata, y vuelve a reír.