El último espectáculo de la Sala Gran del Teatro Nacional es Els criminals, del autor austríaco Ferdinand Bruckner (1891-1958), desconocido del repertorio teatral pero que los estudiosos han reivindicado como de los primeros reformadores del teatro. La obra, dirigida por Jordi Prat i Coll, tiene un reparto de lujo encabezado por Joan Carreras, Maria Rodríguez y Lluís Soler, y que continúa con 13 intérpretes más. El espectáculo es una adaptación libre de la obra escrita en 1928, nos sitúa en plena República de Weimer y hace un dibujo de valor de las leyes y de lo que hace que funcionen o no. De la pervivencia del poder y de la sexualidad desenfrenada.

Es una obra muy rica en varios aspectos; se sitúa en una época de transición y se puede leer en paralelo con el contexto español. Explica la apertura moral e ideológica, como la que se vivió aquí con la Segunda República, tal como explica el director. El tema central de la obra es la aplicación del artículo 175, que castigaba con prisión tener relaciones sexuales entre homosexuales o con animales. La obra muestra también cómo, aunque cambie la forma de gobierno, si los jueces no cambian, nada cambia. Una de las cuestiones es el relevo de las familias de los jueces, las herencias y la construcción del poder en Europa. En total, son dieciséis intérpretes, tres de los cuales músicos, que interpretan piezas que ha compuesto Daniel Espasa. Para el espectáculo se han recuperado piezas de jazz y el primer himno gay de la historia: La canción violeta (Das lila Lied) de Mischa Spoliansky.

Entrevistamos al director del espectáculo, Jordi Prat i Coll, un director que se ha hecho un agujero en la Sala Gran del Teatre Nacional. Después de dirigir dos obras propias con gran éxito de espectadores y crítica, Fàtima y M'hauríeu de pagar, vuelve con un clásico europeo. Antes, sin embargo, había estrenado piezas de Caryl Churhill o Debbi Tucker Green. En el terreno catalán ha estrenado obras de Josep Maria de Sagarra y Pitarra. El próximo 22 de abril ofrecerá una charla sobre el patrimonio catalán. En la conversación contamos también con el actor Joan Carreras. Protagonista de las carteleras de Barcelona, será el primer actor en representar en catalán una obra en el festival de Avinyó, y será con La història d’un senglar de Gabriel Calderón.

Foto: Carlos Baglietto

Jordi, primero de todo, hacer una obra de Ferdinand Bruckner es una declaración de intenciones.
Jordi Prat i Coll: Lo explicamos también en la obra. He hecho una dramaturgia libre. Empecé a leer a autores alemanes porque tenía muchas ganas de hacer un autor como Brecht, Ödön von Horváth, Arthur Schnitzler, etc. Pero no conectaba, y el estudioso de teatro Enric Gallén me dijo que existía esta obra. Y a medida que la pude leer con la traducción de Kàtia Pago me enamoré. Yo he hecho de todo, he hecho obras como La Fortuna de Sílvia de Josep Maria de Sagarra que solo se había estrenado, había hecho tres funciones y no se había visto nunca más en teatro. También he hecho obras que han pedido de mi libertad. Els Jocs Florals de Canprosa no era un espectáculo para la Sala Gran y pedía de mi intervención. Para mí tenemos dos necesidades: poder leer el repertorio y después poder hacerlo. Leídos Els criminals vi lo que quería hacer yo, y la gente que la venga a ver, verá mi propuesta a partir del texto de Bruckner.

Joan, ¿cómo ha sido trabajar con Jordi?
Joan Carreras: Estoy enamorado. Sí, porque ya llevo tantas de direcciones, y tan diferentes, que hace que ya me dé cuenta de qué hace que sea una buena dirección. Ya no es un criterio objetivo, tiene que ver con el trabajo que hace cada uno. Yo no tengo ninguna intención de dirigir ni de escribir. Y sé valorar lo que quiero que me pase, sobre todo en escena. Me gusta mucho ser intérprete y también me gusta que un director haga su trabajo. Y él la hace estrepitosamente bien.

¿Y en comparación con otros directores?
JC: Jordi viene siempre con mucho trabajo hecho y te agiliza mucho el trabajo. Además, lo hace con tareas que sinceramente yo no he hecho. Lecturas, referentes. Los actores podríamos pasarnos el día leyendo y entendiendo todos los referentes. Y hay algunos que son muy leídos. A mí me ha ido muy bien porque me ha enfocado. Y también me ha hecho propietario de mi trabajo. En el audiovisual nunca acabas siendo propietario de tu trabajo. En teatro lo que me fascina del actor es que te haces propietario del alma que has creado y hace que sean personajes indestructibles. Podríamos hacer una obra diferente con el mismo personaje.

Jordi Prat i Coll: "Yo tiraría el edificio al suelo y construiría uno nuevo; un teatro nacional desde otra óptica, sabiendo que este se creó desde una óptica convergente

Jordi, en tu caso, ¿cómo ha sido trabajar la obra de un autor desconocido por el público?
JP: He hecho la mía. El primer acto tiene toques de vodevil. Se cierran y abren puertas que te obligan a mover la cabeza a un ritmo acelerado. No está al servicio de la comedia, sino al servicio del drama de los personajes. Y también estamos al servicio de la tesis del autor: todos podemos ser criminales si las circunstancias nos llevan a ello. El autor también se pregunta cómo hemos construido un sistema en el cual hay unos juicios con unas leyes que determinan el grado de culpabilidad que la sociedad delega a un tercer poder, el judicial, que es un tema principal en la obra. Hay muchas capas. Uno de los personajes dice: "estamos quietos sin intervenir". Para nosotros, en el teatro, eso es lo que hace el público.

¿Es una ruptura con las otras obras que habías dirigido?
JP: Soy muy poliédrico. Vengo de For Evita en el Teatre Grec, que es muy petardo. Y antes hice Fàtima, obra que había escrito y dirigido. Yo estoy en todos los espectáculos y eso es lo que unifica. Proponerme hacer una sala grande nace de una idea de base muy profunda. Me creo mucho mi país y mi lengua. Este teatro es innecesario, pero ya que lo tenemos, es necesario. Quiero decir, yo tiraría el edificio al suelo y construiría uno nuevo. Y construiría un teatro nacional desde otra óptica, sabiendo que este se creó desde una óptica convergente. Dicho esto, hay una sala que es un monstruo, y hacer trabajo en una obra aquí y en la sala grande quiere decir no renunciar al espectáculo, y hacer las obras que solo puede hacer por presupuesto el teatro público y que tiene que hacer un teatro público. Busco un teatro que tiene que incidir en mi sociedad. En algunas de las obras que he dirigido me permiten ser más loco, cuando te enfrentas a un teatro diferente. Los tres actos de la obra son tres obras diferentes.

Foto: Carlos Baglietto

Joan, tú has trabajado mucho en esta sala. ¿Te exige la Sala Gran?
JC: Estuve mucho tiempo rebotado con la Sala Gran. Porque la estructura no te permite hacer una serie de cosas, es decir, un teatro que a mí me gusta mucho. El que no te quiere mentir. La Sala Gran, si la tratas como una bestia y la tratas con cariño, te trata bien. Eso le pasa. Si trabajas un teatro con una teatralidad abierta y lo ensayas bien, la sala te acoge con grandeza. Llevo unos años reconciliándoseme con ella.

Jordi, ¿es tan complicado dirigir esta sala?
JP: El problema es que solo tenemos esta sala para equivocarnos. Mucho oficio es previo. De hacer de mediador con un espacio que de por si genera distancia. Por eso lo que hemos hecho es adelantar el escenario. Es decir, la fila cero se sienta a pie plano del escenario. El problema de ver el espectáculo desde la fila veinticuatro es que el espectador tiene que poder disfrutar de la misma manera. Estos últimos días trabajo cuestiones de plano general.

JC: Eso sí, la sala te exige rigor técnico. Sin embargo, por eso te pagan. El oficio te sirve en casos como este. Hace falta vocalizar, proyectar y estar atento al tono general de la obra.

Joan Carreras: "En el momento que sabes que no te enriquecerás, el criterio está en la calidad del trabajo que puedes hacer"

Joan, has trabajado con un equipo de actores muy grande y muy joven. ¿Qué puedes decir de la escuela Prat i Coll?
JC: Totalmente, yo creo que cualquier liderazgo (y hablo del teatro porque exige mucho en un terreno muy emocional) que no se note es bueno. Son liderazgos que lo primero que te quieren demostrar es la confianza. Los que llevamos ya muchas obras hechas, la confianza nos la autogestionamos un poco. Aunque sigues siendo vulnerable. Pero los jóvenes necesitan personas como Jordi, que no sean protectores ni agresivos. Es una maestría: lo sabe hacer en pequeño, a lo grande. La relación entre director y actor puede ser una relación violenta. Aquí no lo ha sido para nada, de violenta.

Me da la sensación, Joan, que el hecho que actores como tú acepten propuestas de directores como Jordi Prat i Coll, Alícia Gorina o Jordi Oriol, hace que estos directores que habían sido tildados de "posmodernos" o de "extraños" puedan disfrutar de espacios de exhibición que antes no podían.
JC: Si tienes la suerte, en este país, de trabajar continuamente, te puedes permitir hacer caso de la responsabilidad que tenemos cada uno de nosotros, de decidir qué quiero hacer. En el momento que sabes que no te enriquecerás, el criterio está en la calidad del trabajo que puedes hacer. Siempre apostaré por cosas de este tipo que por cosas que ya conozco y ya he hecho. Así también me siento útil. Estos tres que has nombrado te hacen propuestas que no te hacen al resto de directores. Es maravilloso trabajar con todo el mundo. Sin embargo, si de tanto en tanto puedo hacerlo, trabajar con estos directores me permite hacer obras que seguramente me exigirán más.

¿Habíais trabajado alguna vez juntos?
JP: No, es la primera vez que trabajamos juntos.

JC: Espero que no sea la última.

JP: Bueno, yo ahora dejaré el teatro.

¿Definitivamente?
JC: ¿Sí? ¿Lo dices de verdad?

JP: Para mí son etapas. Y ya lo hablaremos más adelante.
 

Foto: Carlos Baglietto