¿Les ha gustado el titular? Lo que es seguro es que los ha interesado, lo suficiente como para cliquear sobre él, lo suficiente por empezar a leer esta crítica literaria. Alguien puede pensar que se trata de un ejercicio de clickbait, un concepto, con cierta mala fama, contra el cual acostumbraban a predicar los profesores de la Facultad de Periodismo. Lamento decirles que no es el caso. "Tant de bo que hi hagués feixistes que fossin bons catalans" (Ojalá que hubiera fascistas que fueran buenos catalanes) es una frase literal, escrita, con estas palabras exactas, en una carta que Joan Coromines envió el 21 de octubre de 1946 y que Joan Sales se apresuró a publicar en Quaderns de l’exili, la revista que entonces dirigía desde el barrio de Coyoacán. La afirmación, con la que Sales decía estar "plenamente de acuerdo", fue eliminada de su versión pública –cosas del contexto político de entonces–, pero sirve para entender el punto de vista que el filólogo y el escritor tenían sobre la guerra del 36, en concreto, y sobre Catalunya en general.

La virtud de hablar claro y catalán

Exiliados en las Américas (uno en Chicago y el otro en México), Coromines y Sales inician su correspondencia de forma contundente, con cuatro palabras que desmontan la épica de las luchas compartidas republicanas, todavía hoy insertada en nuestro mainstream progresista. "La República no es más que una forma cuyo valor depende del contenido que se le dé —hoy es bueno y mañana puede ser malo" dice Coromines, resumiendo, en media frase, la tesis sobre la cual Sales acabará construyendo Incierta Glòria, es decir, aquella que afirma que, en la denominada Guerra Civil, Catalunya fue víctima de los dos bandos y que, republicanos o franquistas, los castellanos son siempre castellanos y actuarán siguiendo intereses que no son los nuestros. Este tipo de comentarios, que se van repitiendo en las epístolas que los dos hombres se enviaron durante el resto de sus vidas, son, probablemente, lo más interesante de Cartes 1946-1983: A la recerca del català usual, la recopilación epistolar con la que Club Editor ha dado la bienvenida a los meses más calurosos del año.

La República no es más que una forma cuyo valor depende del contenido que se le dé —hoy es bueno y mañana puede ser malo" dice Coromines

Entre discusiones sobre la etimología de los topónimos nacionales (cuestión que obsesiona a Coromines y que lo llevará a pasarse décadas preparando el Onomasticon Cataloniæ), los autores de las cartas tratan temas como el de la inmigración de los años 30 y 40, a la cual (todavía ajenos a la retórica de Paco Candel y Jordi Pujol) llaman "invasión". "Lo que ha habido (como ya os decía) es una invasión castellana maciza", dice Sales, afirmando que esta "empezó en 'época encarnada' (...), cuando los bonifacios de la Generalitat tenían la lagrimita pronta a los tangos de los 'republicanos españoles' sobre las tragedias de los 'hermanos' que querían huir del dominio franquista". Para acabar de arreglarlo, añade que, "desde el momento que el dominio franquista llegó a Catalunya, se ve que las tragedias de estos 'hermanos' ya se acabaron, porque no huyeron más, y ahora se llevan muy bien con los 'hermanos' franquistas que han ido viniendo después".

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Cartes 1946-1983: A la recerca del català usual

Opine el lector lo que quiera opinar sobre este planteamiento, es absurdo negarle su profunda capacidad polémica. Cualquier persona con visión comercial, por limitada que sea, lo hubiera anunciado en la contraportada, o en el tipo de folletos informativos que las editoriales envían a las secciones culturales con el fin de ahorrarnos trabajo. No es el caso. Una mínima investigación les permitirá darse cuenta de que este libro, que podría llenar las más feroces columnas de nuestros diarios, es anunciado (y reseñado) en todas partes como una forma de adentrarse en debates tan efervescentes como el de si, en "catalán correcto" (o usual), es oportuno utilizar palabras como "barco", "puro" o "tonto". No seré yo quien niegue el interés que eso puede tener para aquellos que trabajamos con la lengua como materia prima, pero anunciarlo como pilar fundamental de esta correspondencia me parece algo que solo es atribuible a una falta de sentido comercial o a la clara voluntad de eludir cualquier tipo de conflicto.

Se nos dice de ellos que, por encima de todo, "amaban la lengua y el país", sin incidir mucho en los elementos más conflictivos de este amor

El tono del prólogo, firmado por Maria Bohigas, Josep Ferrer y Joan Pujadas, me lleva a inclinarme hacia la segunda opción. Todo aquello que en Sales y Coromines es convicción y firmeza, aquí se transforma en hipótesis, en sugerencia. Se nos dice de ellos que, por encima de todo, "amaban la lengua y el país", sin incidir mucho en los elementos más conflictivos de este amor, contrarios a la moral victimista de la catalanor, ya que pasan por la afirmación de valores fuertes, de Estado. "El día que se me convenciera de que para ser catalán es obligatorio ser antimilitarista, anticlerical, antiuniversitario y antiestatal me dejaría de preocupar por nuestro país, dándolo por irremisiblemente perdido", dice Sales en 1949, proponiendo un debate infinitamente más actual e infinitamente más trascendental que las cuestiones filológicas que empiezan a ganar protagonismo a partir de la carta 44 y sobre las que Enric Gomà ya ha hablado extensamente en su artículo en la revista Nube.

Las discusiones en este sentido pueden ser tan ilustrativas como se quiera, pero incidir excesivamente en su importancia nos llevaría a cometer el mismo error que impidió a Xavier Pla hacer de Un cor furtiu el gran libro que podía haber sido. Cualquier texto, incluso las recopilaciones de correspondencia, necesita un hilo que lo ligue, un relato, que en este caso sería el de dos hombres que, con un país destrozado, tratan de salvar lo que pueden con el fin de salir adelante y construir alguna cosa sólida. Que uno (Sales) quiera flexibilizar la lengua y el otro (Coromines) quiera hacerla más rígida no tiene que servir para camuflar aquello que hace, de sus cartas, un documento historiográfico de primer orden, es decir, imprescindible para indagar en la concepción del mundo de estas dos figuras. Cualquier trapicheo intelectualoide solo servirá para alejarse de la forma de hacer de gente como Joan Sales y Joan Coromines, gente que, aunque alguien pueda pensar que se equivocaban, tenían la virtud de hablar claro, claro y catalán, que ya es mucho.