El 20 de julio de 2017, el cuerpo de Salvador Dalí era exhumado de su tumba bajo la cúpula geodésica del Teatro-Museo de Figueres. Una buscadora de fama, de quien vale más olvidar el nombre, había interpuesto una demanda de paternidad e, inconprensiblemente, las autoridades judiciales, en vez de contrastar primero su ADN con el de su padre oficial, que todavía vivía, obligaron a desenterrar al pintor. Aquel acontecimiento que no merece la condición de surrealista, no cambió la historia. Dalí había muerto tal día como hoy, 23 de enero, de 1989, después de enviudar de Gala, y sin hijos. Lo que sí que ha hecho cambiar alguna cosa sobre la percepción de la vida de Salvador Dalí i Gala es El niño secreto de los Dalí (Roca Editorial), el libro del periodista cultural José Ángel Montañés (Murcia, 1962), en que el foco sobre la relación entre el matrimonio y un niño de Cadaqués, Joan Figueras, "el niño", el verdadero "hijo" de los Dalí.
El libro es el resultado de una larga investigación a partir de una evidencia ante la cual parece que nadie se había detenido: ¿quién es el niño que aparece a infinidad de fotografías de la pareja, que sirve de modelo para el pintor –aparece a La Madona de Portlligat– y que se convertía, cuando los Dalí volvían de Nueva York y se instalaban en la playa de Portlligat,en un habitante más de cas de los Dalí? Montañés se ha sumergido en la estrecha relación entre los Dalí i Joan, hijo de un pintor de paredes de Cadaqués y artista aficionado, a lo largo de casi cinco décadas. Desde el retorno a Catalunya del matrimonio el año 48 y la transformación de una barraca de pescadores de Portlligat en su residencia de verano–obras donde intervendría al padre de Joan– hasta la muerte del pintor, en 1989.
Testimonio de la vida cotidiana de una pareja singular
Desde que había servido de modelo para la Madona, Joan se convirtió en una presencia constante en la intimidad de la pareja a los veranos de Portlligat. Una vida cotidiana, bien lejos del histrionismo público del pintor, que fue inmortalizada en centenares de imágenes donde la presencia del pequeño Joan no fue nunca un fastidio. Gala, que conservaba todas estas fotografías, decoró con ellas él vestuario del castillo de Púbol. De las trescientas imágenes de este espacio íntimo y de recuerdo, once corresponden a Joan, en edades diferentes, desde el 48 hasta 1955. Una elección generosa del más de un centenar de retratos del niño que Gala conservó y que Montañés ha podido estudiar. Y es que a pesar del carácter hermético y a menudo queridamente adusto de la musa de Dalí, Gala trató a Joan –"el pequeño", "el niño", como recordaba que la nombraba la señora a la antigua cocinera de los Dalí- como un hijo. Mucho más maternal que la inexistente relación con su hija, Cécile, nacida del matrimonio con Paul Éluard. Este insólita Gala maternal también aparece en la correspondencia que enviaban al pequeño, donde la esposa y mánager del pintor mezclaba catalán, castellano o italiano.
A diferencia de tantos amigos y aduladores de la pareja, la relación entre Joan y los Dalí, que como decíamos se alargó hasta la muerte de Gala y Salvador, no reportó ninguna ganancia para el niño, más allá del descubrimiento del mundo más allá de Cadaqués y los regalos que le llevaban de América. Como los tejanos, que la madre de Joan descosía y volvía a coser para evitar que se vieran las costuras. Parece que los Dalí contemplaron la idea de adoptarlo o, cuando menos, le ofrecieron la oportunidad de estudiar a los Estados Unidos. Tampoco se realizó la película, El alma, que el pintor quería que protagonizara y ni tan sólo heredó el Enciclopedia Espasa que Dalí le había prometido. Sin dejar de mantener el contacto con la pareja, Joan Figueres se hizo cargo del negocio familiar y se casó con su chica, con la cual tuvo dos hijas. Murió el año 1999, sin haber explicado una relación que recordaba llena de afecto. Una relación como la de unos padres.