Dos libros y una caña sobre la mesa de aluminio de un bar de chinos del barrio de Gracia. Fuma tabaco de liar mientras nos espera. Habíamos quedado en otro lugar, pero el tío se ha confundido de ubicación y nos espera donde no toca. Es Joan Ferrús (Flix, 1985), humorista y escritor. Después de trabajar como guionista en programas como Ahora Caigo —redactaba las preguntas, no los los abyectos chistes de Arturo Valls, puntualiza—, actualmente dirige la versión digital de El Jueves. Un chiste sobre la violencia policial del 1-O publicado en esta revista lo llevó a juicio, pero acabó ganando.
El humor cínico y punzante que exhibe sin miedo lo ha convertido en el estandarte de la Catalunya sureña y en un habitual de la escena stand-up del país. Su última obra, firmada conjuntamente con la lingüista Míriam Martin Lloret y la ilustradora Olga Capdevila, es Curset: mètode de català per a tothom (Blackie Books), un libro humorístico que sirve para aprender nuestro idioma. En esta conversación, hablamos sobre el futuro del catalán, nuestra idiosincracia y los peligros de cultivar un sentido del humor como el suyo en Catalunya y España.
¿El catalán es una lengua difícil de aprender?
El catalán es víctima de muchas leyendas urbanas y lugares comunes a los cuales todos nos hemos acabado adaptando. Tiene ciertas complejidades y muchas veces se ha tenido que contraponer a la lengua vecina —e impuesta— con la cual casi nunca ha tenido una relación óptima. Tiene cosas complicadas como todas las lenguas, pero es románica, así que no hay ningún gran obstáculo que se tenga que superar para aprenderlo. Los pronombres débiles, por ejemplo, son complejos pero no inalcanzables.
En el libro queda demostrado que los catalanes somos unos maestros de los insultos y la escatología.
Estoy muy en contra de la idea de que el catalán no sirve para insultar. Los 'imbécil', 'idiota', 'fill de puta', 'subnormal' o 'cabronàs' tienen sonoridad y suenan graves. Es un idioma con un registro de insultos potentes que son la hostia, pero el problema es que a veces han quedado eclipsados por insultos como ‘tros de quòniam' o 'baliga-balaga'. Los insultos de Vegeta, de Bola de Dragón. El catalán sirve perfectamente para insultar.
Decís que es un libro dirigido a todo el mundo.
El libro es para gente que tiene ciertas nociones de catalán y de cultura catalana. Yo mismo tengo un buen nivel —aunque quien escuche mi acento se pensará que soy de Cáceres— y he aprendido muchas cosas con el libro. Lo disfrutará mucho la gente que conoce el catalán y nuestra sociedad, pero como está ilustrado y se explica de manera desenfadada, quien no lo hable también podrá entrar en él.
¿También está dirigido a los españoles?
Yo no pongo la mano en el fuego por nadie, hay españoles que lo disfrutarán y otros que rezarán un Ave María cuando oigan la palabra 'catalán'.
¿Nos tenemos que seguir creyendo que en las españas interesa el plurilingüismo o lo dejamos ya?
El estado español es bastante heredero del francés, de manera que la idea del centralismo siempre ha existido. Lo qué pasa es que a los españoles, a diferencia de los gabachos, que son bastante eficientes con el tema de erradicar lenguas, les ha salido regular la estrategia de acabar con el catalán, el vasco y el gallego. Evidentemente, a partidos como PP o Vox estos idiomas les dan igual, pero ellos son los mismos que dicen que el catalán y el valenciano son lenguas diferentes. Es una complejidad difícil de gestionar y nos tendríamos que preguntar por qué. En el mundo hay muchos estados plurinacionales donde la situación se vive con mucha más naturalidad.
A los españoles, a diferencia de los gabachos, les ha salido regular la estrategia de acabar con el catalán
En Barcelona, sólo el 15% de los habitantes hablan catalán habitualmente. ¿Qué te dice, este dato?
Es un dato poco halagador sobre el futuro del catalán, pero yo tiendo a ser optimista. Creo que el catalán se ha vendido de forma positiva como una herramienta de enriquecimiento de la persona. El modelo de inmersión lingüística que tenemos se adapta a la realidad social, pero tendría que permitir que todas las personas salgan de las aulas con competencias de los dos idiomas. Y la realidad es que con competencias de catalán no sale todo el mundo.
Pero eres optimista.
Ahora hay formas de ocio como YouTube que se escapan de la administración pública. Ni dando pasta a youtubers para que hablen catalán se podrían igualar las cifras que ganarían haciéndolo en castellano. Por otra parte, la cantidad de gente que se comunica en catalán por Twitter, Facebook o WhatsApp es acojonante. La comunidad lingüística está hiperviva, la gente se comunica y crea conflicto con la norma.
El libro no sólo habla del catalán, sino también de los catalanes. ¿Cómo somos, nosotros?
A lo largo de nuestra historia, los catalanes nos hemos cuestionado mucho quién somos, qué implica ser y hablar catalán, si somos una lengua sometida y qué actitud tenemos que adoptar —llorica, censores o paladines— para defenderlo; pero yo creo que somos esquizofrénicos. Veo con buenos ojos que haya un cierto punto de indeterminación, de esquizofrenia, porque las identidades nacionales muy marcadas a veces te traen a ideas con las que no congregaría.
Quizás a veces somos demasiado ingenuos y benevolentes.
El catalán lleva mal la victoria. Cuando alguien tiene que mandar en cuestiones de política o lengua, por ejemplo, las cosas se nos van de las manos. La parte idealista y retórica está, pero a veces, quizás porque durante muchos años no nos han dejado hacer nada, gestionamos mal los lugares de mando. Mira Guardiola. Siempre me ha parecido que allí había algo muy espartano, muy duro, de decir las cosas en la cara y trinchar a quien no entraba dentro de sus esquemas, pero todo vestido con un ideario de heredero de Catalunya, de cuñado perfecto.
A veces, los catalanes gestionamos mal los lugares de mando
En el Curset no pasa por alto la guerra norte-sur de Catalunya. ¿Qué os hemos hecho, los del norte?
Hay un agravio comparativo bastante grande, tenemos unas conexiones por carretera y ferroviarias que son una puta mierda. El verano pasado fui a Flix y había un incendio a ambos lados del tren. Pasan cosas así. Es evidente que la imagen de Catalunya que se ha potenciado va de Barcelona hacia arriba. Nosotros nos hemos comido mucha industria contaminante y mucha mierda, en general. Además, este sentimiento de agravio se acentúa con el hecho de que en TV3 ha habido una marginación absoluta de los acentos en pos de un estándar unificador que entiendo, en el contexto de una lengua que no puede estar por hostias, pero que ha sido contraproducente. Por suerte, esta situación se empieza a revertir, hay mucho más interés por la riqueza dialectal del catalán. Es muy positivo porque se empiezan a destruir mitos como en Girona se habla un catalán más puro. Filológicamente, hablar de pureza es una aberración.
En TV3 ha habido una marginación absoluta de los acentos que ha sido contraproducente
Te has encargado de dar el toque humorístico al libro y, de hecho, te dedicas a la comedia. Mi tesis es esta, corrígeme si me equivoco: a los catalanes nos gusta el humor cañero y, en cambio, en los medios mainstream del país sólo encontramos contenido family-friendly.
Haría una puntualización: a los catalanes queremos que nos guste el humor cañero. Pero sí, a una buena parte de los catalanes sí que nos gusta, es algo que viene del barroco. Siempre ha habido un humor catalán muy escatológico, sangrante y sobre todo autocrítico. Ahora haría una comparación muy chunga.
Hazla, hombre.
Es que me estoy leyendo un libro sobre los cómicos judíos que seguían actuando dentro de los campos nazis (La risa nos hará libres, Antonella Ottai). El pueblo judío siempre ha hecho humor cáustico sobre su situación, ha trabajado el fatalismo como una forma de humorismo y ha hecho del autodesprecio una forma de supervivencia. El humor te ayuda a establecer una distancia entre el hecho terrorífico y el chiste. Los catalanes, en cierta manera, hemos cultivado este tipo de humor.
Pero hay otras realidades.
Hay otra Catalunya, la del "no nos pasemos", "no hagamos daño", "vigilemos con todo el mundo". El pueblo catalán son las personas que piden chistes ultrasangrantes pero también los tíos y las tías ofendidas. De hecho, el catalán seguramente fue uno de los primeros pueblos preconizadores de la figura del ofendido.
El catalán fue uno de los primeros pueblos preconizadores de la figura del ofendido
¿Por qué no puede existir un Jueves o una Sotana en TV3?
Es complicado que una televisión pública pueda asumir ciertos discursos humorísticos. No lo defiendo, pero TV3, con sus aciertos y no aciertos, intenta hacer cohesión, no disrupción. TVE, por ejemplo, tampoco tiene apuestas arriesgadas en este sentido. La disrupción es muy positiva y necesaria, pero las televisiones públicas tienen una idea de la nación demasiado romántica —del romanticismo—, con cierto idealismo apolillado. Las propuestas de humor salvajes no las promocionan.
En los últimos años ha florecido una nueva escena de stand-up en catalán. ¿Es el último reducto de la Catalunya punk en clave humorística?
Catalunya tiene un mercado muy pequeño para hacer humor en catalán, sólo puedes hacerlo en TV3 o en algunos periódicos digitales. Y si te pasas, es probable que no te vuelvan a llamar. Además, en Catalunya tenemos una tendencia que admiro y que me da miedo a la vez: ponemos a las personas en la cima en un momento y después las dejamos caer de forma miserable. Devorar compulsivamente a los ídolos me gusta, pero es un poco jodido para las personas que forman parte del circo.
En Catalunya ponemos a las personas en la cima en un momento y después las dejamos caer de forma miserable
A ti te pudimos ver en El Soterrani.
Vas a El Soterrani y los chistes que haces allí se quedan allí. Aun así, la gente se piensa que aquello es un festival de chistes sobre paralíticos o retardados, y no. Es un humor que ha bebido mucho de los blogs, de Twitter, de cómicos norteamericanos. Es un sentir que conecta mucho con el de la gente joven. El otro hecho de que provoca que tenga tantos fans es que te permite tener una especie de encuentro con la gente de Internet que admiras. Es una especie de concierto de rock del humor catalán.
Y sino, siempre nos quedará Twitter.
El hecho de que la gente pueda responder los chistes que pones en Twitter es una mierda, pero también es positivo. Es como un concierto de punk, te enfrentas a tu público y a su rechazo. Se tiene que estar preparado, pero es muy guay. A veces, sin embargo, hay un humor negro tontísimo —muy fácil de hacer— que es falsamente polémico. Si haces una broma polémica y sólo provocas un jiji-jaja, has fracasado. Una broma polémica tiene consecuencias.
Si haces una broma polémica y sólo provocas un jiji-jaja, has fracasado. Una broma polémica tiene consecuencias
"La continua presencia de antidisturbios acaba con las reservas de cocaína en Catalunya". ¿Como se lleva, eso de tener que ir a declarar por un chiste sobre los antidisturbios y la cocaína?
Soy bastante inconsciente, normalmente tengo ansiedad clínica y siempre estoy preocupado por mierdas. Por eso, cuando sale una cosa seria que sí que me tiene que preocupar, se me van las otras neuras y lo vivo como un proceso de catarsis y de aligeramiento. Tengo que decir que RBA (la empresa propietaria de El Jueves) me dijo que me pagaría la multa en caso de que fuera necesario, de manera que yo estaba muy tranquilo.
Sin embargo, la bola se hizo mucho más grande.
El problema es que la policía iba embalada —como si hubieran tomado un poco de cocaína— y se pasaron tres pueblos. Nos acusaron de injurias pero también de delitos de odio, que se pagan con pena de prisión. La ley de delitos de odio la crearon los socialistas con toda la buena intención del mundo, pero es una medida creada por gente supuestamente de izquierdas que la derecha ha acabado aprovechando. En teoría tenía que servir para proteger colectivos en riesgo de exclusión como discapacidades, homosexuales, mujeres o disminuidos psíquicos —aquí la policía quizás sí que se podría acoger—, pero en mi caso la utilizaron como estrategia de intimidación.
Y no fuiste el único que pilló.
La mayoría de denuncias que hubo cuando Fernández Díaz era Ministro de Interior tenían este objetivo: durante dos años no sabes qué pasará. Yo tenía a RBA, pero gente como Casandra Vera (una chica transexual que hizo un chiste sobre Carrero Blanco) no tienen a nadie. Vivir dos años con esta incertidumbre es muy jodido. Para los policías, en cambio, no hay ningún tipo de represalia, aunque hayan interpuesto una denuncia pasada de vueltas.