Del Barça se han dicho muchas cosas y la mayoría positivas. Que es un gran embajador de valores. Que ha hecho historia llevando el fútbol femenino a la cúspide global. Que es uno de los pocos clubs futbolísticos mundiales que es mucho más que un club por defender otras disciplinas deportivas aparte del fútbol. Que siempre será el equipo de Cruyff, Guardiola y Messi. Pero para Joan Jordi Miralles (Huesca, 1977), no todo brilla dentro del Barça y él lo sabe de primera mano: entró en la Masia como joven promesa del baloncesto en los años noventa y fue testigo de situaciones hostiles y agresivas que nunca se han denunciado públicamente. Lo ficciona todo en Triunfador (Seix Barral / Males Herbes), una "ficción con conocimiento de causa" que le ha permitido explorar con una cierta distancia qué pasaba entonces tras las paredes de la residencia blaugrana, y que radiografía los abusos, la violencia, el acoso y la crueldad que imperaba entre los chicos mientras los adultos (y el club) miraban hacia otro lado.
¿Cómo y por qué empiezas Triunfador?
Yo viví en la Masia, pero era una cosa que siempre tenía dejado de lado. Lo abrí a partir del 2010, que empecé a jugar a baloncesto otra vez. Yo no tengo ningún trauma sobre este tema, pero recuperar ciertos gestos me ayudó a recuperar ciertas memorias; a medida que iba jugando, venían escenas y cuestiones que iba transcribiendo cuando llegaba a casa. Y enseguida me di cuenta de que aquello tenía que ser una ficción, porque yo no sé escribir otra cosa. Tenía interés cuando yo podía seleccionar y ordenar los hechos y, sobre todo, dotarlos de una intención.
He leído que has estado 13 años para escribir el libro.
Se ha dicho que llevaba 13 años escribiéndolo pero no es real. El grosor ha sido de 7 años, y el resto ha sido esta depuración que hace que la gente se lo pueda leer de esta manera. Mi intención era que se leyera muy rápido pero que dejara poso, que no fuera de estos libros interminables que estás 3 o 4 meses leyendo y cuando los cierras has olvidado completamente. Quería que fuera una bala. He trabajado muchos recursos que tienen que ver con este tipo de escritura: ausencia de metáforas, proliferación de elipsis y sobre todo la confianza en que los lectores pueden seguir este ritmo y saben completar los espacios. Para mí, los lectores y lectoras son copartícipes y son coautores.
¿Cómo llegaste a la Masia?
Es la historia de todo el mundo. En aquella época llegabas más o menos con 13 o 14 años. Prácticamente todos habíamos jugado primero en el colegio, después en un club de la ciudad o del pueblo donde pertenecíamos, y de sopetón, un buscador de jugadores te captaba y te invitaba a ir a un entrenamiento. Mi particularidad es que mi llegada a Can Barça fue entrenando solo una vez, que es lo mismo que le pasa a Ulisses, el protagonista. Y es bastante destacable, porque normalmente había gente que entrenaba diferentes veranos y se lo quedaban en el último, o que les decían que no después de muchos entrenamientos. Yo creo que fue porque era zurdo y en aquel momento buscaban un jugador exterior y zurdo.
Siempre había una tensión constante, pero mi recuerdo no es algo negativo; no puedo decir lo mismo de otros compañeros
¿Y cómo recuerdas aquellos años?
Mi historia no es la de Ulisses, yo tengo bastante buen recuerdo de Can Barça, excepto tres o cuatro momentos que realmente fueron difíciles de digerir. Siempre había una tensión constante, pero mi recuerdo después de todos estos años no es algo negativo. No puedo decir lo mismo de otros compañeros con los cuales he hablado de esto, que es todo lo contrario: que todavía tienen malos recuerdos, que no volverían, o que volverían pero si hubiera muchos cambios. Desbloquearlo ha sido progresivo. Hay muchas cosas que yo no recordaba y otros compañeros me han ayudado a refrescar. No me las he apropiado, pero muchas cosas de estas me han servido desde la ficción. También te tengo que decir que yo tuve bastante suerte porque mis abuelos eran de Gavà y en épocas de exámenes podía ir a dormir a su casa, y también tuve buenos compañeros en el equipo.
Uno de los temas centrales de la novela es el bullying y el silencio que lo envuelve en los entornos del deporte de élite. Lo que tú explicas hace referencia a los años noventa. ¿Han cambiado las dinámicas?
Por la experiencia de testimonios que me han contactado a raíz de las presentaciones del libro, me doy cuenta de que ya sucedía mucho antes y que también ha pasado los últimos años. Es decir, me ha venido gente de 60 o 70 años y me han explicado experiencias en los colegios mayores o en colegios militares donde ya había este tipo de situaciones, y también padres que han tenido hijos o hijas en residencias deportivas que han sufrido bullying. Es muy difícil desarticular todo eso. Sí que existen protocolos, y en las escuelas cada vez hay más, pero precisamente los protocolos existen porque existen estos casos. Aunque se está aprendiendo a desactivarlo, el bullying existe.
De hecho, en 2022 se multiplicaron por 7 los casos de acoso escolar en el estado español. ¿Has podido sacar conclusiones de por qué proliferan este tipo de prácticas entre los adolescentes?
Se me hace difícil responder, porque yo no soy un experto en la materia. Y tampoco lo investigué porque no me hacía falta. No quería ni teorizar ni enviar otro mensaje que no fuera el de las situaciones concretas que yo y otros compañeros habíamos vivido en aquella promoción de la Masia. Pero sí que, por otra parte, ver que el mundo del bullying prolifera sí que me ayudó a identificar que allí estaban pasando situaciones en aquel momento que son muy relativas a la actualidad y veía que el libro todavía era vigente hoy en día. Pero no hice un trabajo de campo sobre qué es el bullying porque ya lo vi: las situaciones de abuso, de acoso... Alguien puede decir que eran bromas, pero es que el bullying no deja de concentrar estas bromas pesadas que a algunos les hacen gracia y a otros ninguna. No hace falta que se pasen líneas rojas, simplemente que las mismas bromas se vayan repitiendo. Y sobre todo que se instaure un clima de terror, que tú no estés preparado para hacer frente a una situación y te cause angustia.
En aquel momento, ¿sobre qué pilares se asentaba el acoso?
El primero es que la Masia no era un sitio adecuado para acoger a tantos niños, a tantos adolescentes. No eran las instalaciones idóneas. Era una casa solariega, simbolizaba esta catalanidad y tenía muy buena pinta, pero vivir allí no era un lugar adecuado para 25 o 30 niños. Por otra parte, estaba la falta de control por parte de los responsables; había esta Masia de día y esta Masia de noche, que a partir de las 18 h o 19 h de la tarde se marchaban y aquello era sálvese quien pueda, no había ningún tipo de control y cada uno hacía lo que le daba la gana. Y también creo que había una mentalidad muy competitiva. Era gente de toda España, los mejores de sus regiones, y tú sabías que no dejaban de ser tus enemigos porque al final aquello era un embudo y acababa saliendo uno de cada muchos. Todo originaba un cierto ambiente tenso. Evidentemente, también éramos chiquillos y teníamos buenos momentos y nos lo pasábamos bien. Pero el hecho de reírse a costa de los otros predominaba. Y también se veía en el hecho de que había jugadores que tenían un cierto estatus porque jugaban bien o metían goles, y si este rendimiento bajaba, también decaía la manera como eran tratados en la Masia, y empezaban a ser el objetivo del escarnio o de las bromas.
Estamos ante un momento histórico con la profesionalización del fútbol femenino. ¿El deporte sigue siendo el campo perfecto para cimentar las masculinidades tóxicas?
Hay mucho ruido sobre todas las cuestiones y es difícil hacerse un discurso. Pero sí que tengo la sensación de que el deporte femenino, sobre todo el fútbol, ha adquirido muchos roles masculinos a la hora de hablar con la prensa o a la hora de crear una imagen de las propias jugadoras. Sobre todo hablo de aquellas jugadoras de los grandes equipos, y eso sirve como modelo que se va perpetuando. Podía haber sido una revolución también en este sentido.
Tengo la sensación de que el deporte femenino, sobre todo el fútbol, ha adquirido muchos roles masculinos
¿A qué roles te refieres?
Cosas que tienen que ver con los gestos, la manera en como hablan, el vocabulario que utilizan, las miradas de desafío, todas estas cuestiones que las ves y, sin ser un experto en deportes, ves que ha habido una especie de asimilación de ciertos roles que ya se trabajaban antes: cruzar los brazos o mirar de perfil a la cámara, que es una actitud como de desafío, las miradas un poco reconcentradas... Es una imagen que ya hemos visto muchas veces y lo que hace es copiar este modelo. Son cosas que he observado y pienso que quizás habría estado bien, no sé de qué manera, entrar de una manera diferente. Es un desafío en el cual invitan a las aficiones, por supuesto; al final estamos hablando de un deporte que no deja de ser una guerra entre contrarios. Pero son posturas que buscan esconder tus debilidades.
Los hombres siempre han escondido sus debilidades para formar parte del grupo.
Exacto. No mostrar tus debilidades e imponerte al rival. Creo que se ha interiorizado y lo han adoptado dentro del deporte femenino. Y quizás viene una experta en deporte y me dice que no tengo ni idea de qué hablo, y realmente sería un debate interesante. Pero, a pequeña escala, digamos que en la Masia eso también pasaba: la manera como vestía, la manera como hablaba, la manera como se abría uno pero se cerraba el otro. Y, sobre todo, el hecho de hablar de las fragilidades, que era algo que solo se podía hacer en muy pequeño comité, pero era muy difícil porque enseguida podían agrupar esta debilidad y darle la vuelta.
Has dicho, al principio, que tú no crees que hayas arrastrado ningún trauma, pero sí que has hablado con gente que guarda mucho peor recuerdo de todo aquello. ¿De qué manera les ha influenciado haber vivido la competitividad, la agresividad y este callarse las cosas?
Hay de todo. Hay algunos que han arrastrado remordimientos, a otros a quienes les ha condicionado. No puedo hablar por ellos, pero sí que es verdad que no es fácil, porque, si a una cierta edad ves ciertas cosas que no estás preparado para digerir, evidentemente lo arrastras. Algunos lo han ido trabajando de diferentes maneras y al final han salido adelante. Sin embargo, quieras o no, la cicatriz todavía queda. Y yo creo que una prueba es que en el libro, cuando lo han leído y me han contactado, han quedado sorprendidos y han identificado muchas de las situaciones en que se encontraban.
¿Y tú, a nivel emocional?
Como con todos los libros, ¿no? Con la manera como escribo busco un poco este proceso emocional: ir a ciegas y encontrarme en tensión conmigo mismo y con las situaciones que dibujo. Y sí que en este libro había un trabajo de campo realizado antes que yo conocía de primera mano, y eso, evidentemente, genera un trabajo emocional a la hora de identificarse con las situaciones, o captar las sensaciones del momento e intentar recordar. Pero ha habido momentos satisfactorios en este proceso de escritura. Yo he identificado muchos paralelismos con mi propia vida. Y creo que a mucha gente leyendo el libro le ha podido pasar lo mismo. Incluso momentos en los que estás haciendo probaturas, ¿no? Es esta experiencia de aprender dónde está el límite de las cosas, y esto tiene que ver con un aprendizaje, con cuál es el límite personal y dónde está el límite de la otra persona. Es una experiencia de formación y que forma parte de la sensación humana.
Nadie del Barça te ha llamado después de la publicación. No sé si tú lo esperabas antes de publicar el libro.
La verdad es que no. Ni era la intención ni lo esperaba, no buscaba ningún tipo de llamada por parte de nadie. Ahora bien, los padres le ofrecieron la responsabilidad para que velara por sus hijos y para que estos hijos lejos de casa pudiéramos jugar en el club e intentar triunfar. Yo creo que el club tiene un poco de responsabilidad. Y me consta que desde la fundación están muy preocupados por la cuestión del bullying y que son conscientes de que el libro existe. A mí, personalmente, no creo que me tengan que decir nada, pero estaría bien hacer una revisión histórica, ser justos y decir que no se hicieron bien las cosas, porque todo lo que pasó no tendría que haber pasado. Hay gente que posiblemente se merecería unas disculpas. Mucha gente que pasó por allí lo agradecería.
De la misma manera que el club de ahora sigue contando las Copas de Europa que ha ganado desde el 92, también tendría que tener en cuenta que en la Masia del 92 pasaron cosas
¿Te habría gustado que Triunfador hubiera servido para que el Barça hiciera un poco de autocrítica?
Tenían una buena oportunidad. Y todavía la tienen, de hecho. El libro es reciente y todavía se habla de él. La gente que ahora se responsabiliza tanto de la Masia como de estas cuestiones no es la que había entonces, y así es muy fácil lavarse las manos. Pero de la misma manera que el club de ahora sigue contando las Copas de Europa que ha ganado desde el 92, y tampoco hay ningún responsable de entonces, también tendría que tener en cuenta que en la Masia del 92 pasaron cosas. El club sigue siendo el mismo. Yo no escribí el libro para aleccionar al Barça ni a nadie, sino porque una de las cosas que precisamente hacemos los escritores es dar un poco de luz a estos recuerdos que quedan en la oscuridad, o que quedan demasiado iluminados en este caso, porque el Barça es una fuerza iluminadora bestial. Y dentro de esta luz tan penetrante es muy difícil adentrarse en ciertos recuerdos escondidos porque siempre quedamos deslumbrados ante la fuerza mediática y deportiva del Barça.
¿Eres culé?
Soy una persona que no disfruta de ver al Barça ganando de paliza a los equipos con menos presupuesto. Puedo ir con el Barça con partidos más igualados o ante un Barça-Madrid, pero no tengo esta afición que por descontado sí que tenía cuando era pequeño y era supersuperculé. Pero yo creo que uno puede ser aficionado del Barça y ser autocrítico. La cuestión del amor incondicional no tiene ningún tipo de sentido. No soy un culé acérrimo y sigo poco el deporte, pero sí que me he encontrado socios del Barça que han leído el libro y lo han aplaudido. Yo creo que el socio blaugrana es lo suficientemente maduro para entender que uno puede ser aficionado y superculé y eso no anula su espíritu de entender la realidad.