La historia que hoy te explicaré es cien por cien real, pero mantendremos a su protagonista en el más absoluto anonimato. Si te parece bien, nos referiremos a él como a El Meu Amic y empezaré a explicarte su aventura por el final. Situémonos a finales de verano del año 2011, un día de agosto como hoy. Al día siguiente de una noche loca de amor y sexo en un hotel de Londres, El Meu Amic, recién aterrizado en Barcelona, recibe el primer correo electrónico de la chica argentina con quien ha compartido la noche. El texto, empapado de aquella intensidad digna de alguien a quien mecían en la cuna con cuentos de Borges, contiene una última frase que El Meu Amic nunca ha olvidado: "Para mí, Barcelona ya no solo será un nombre asociado a Messi o Serrat, sino también a vos". La explicación de todo era sencilla: se habían conocido gracias a Messi, se habían tirado la caña hablando de Serrat y él, después del fornicio y del cigarro pertinente para sentirse más a tono en el papel de amante ocasional en un hotel de King's Cross que habla más que folla, le había estado explicando a ella que Barcelona no era España.
Todo había empezado cuando la chica, que era de Rosario, había entrado en el pub donde El Meu Amic, unos cuantos amigos más y yo mismo estábamos pasando la noche bebiendo Guiness y haciendo brindis a la memoria de Bobby Sands. De repente, uno de nosotros se fijó en que una de las chicas argentinas que estaban en la mesa del lado llevaba una chapa en el bolso con el escudo de Newell's Old Boys, el equipo donde debutó Messi, y en un ramalazo más patético que elegante, El Meu Amic se acercó, explicó que éramos de Barcelona –y del Barça-, y las invitó a jugar una partida en el billar. Fue allí, entre tacos y bolas de colores, cuando la chica de la chapa confesó a El Meu Amic que le encantaba Joan Manuel Serrat. "Yo he hecho pipí cono él al lado en el descanso de la final de París, en 2006", respondió él haciendo gala de su carisma espontáneo mientras pretendía hacer una carambola digna del maestro Valerià Parera, descanse en paz. El caso es que era verdad, ya que yo también estaba en Saint-Denis aquel 17 de mayo del 2006 -para siempre más día de San Belletti- y recuerdo como El Meu Amic volvió del lavabo excitadísimo y diciéndonos que había meado con Serrat y que "Joan Manuel dice que sufriremos, pero que ganaremos"!.
Me gusta explicar la historia de amor londinense de El Meu Amic para hablar de Joan Manuel Serrat, ya que contiene todos los elementos cotidianos, populares y sin embargo poéticos que también tienen las canciones en catalán de Serrat. Ir a Londres y conocer a alguien la noche antes de volver a casa es ya de por si poético, pero también loser, como aquellos versos irónicos de Serrat en los cuales te dibuja una sonrisa hablando de los perdedores. Un amor de verano de una sola noche es, por narices, un amor que se idealizará por los tiempos de los tiempos, y más cuando te escribes correos electrónicos con la otra persona -que vive a 15.000 kilómetros de ti- con una prosa intensita digna de quien ha recibido una transfusión de sangre del mismo Julio Cortázar. La historia de El Meu Amic es popular y poética, pero sobre todo casolana, ya que no hay nada más casolà que dos culés desconocidos diciéndose "avui patirem!" mientras mean el uno al lado del otro, pero a mí el detallito que más me gusta recordar siempre de todo es cuando El Meu Amic, después de que marcara Eto'o y todo empezara a verse un poco más claro, volvió a decir "el Joan Manuel ja ho deia!". Recuerdo que llovía y que le pregunté de qué Joan Manuel hablaba. "Del Serrat, collons, de l'únic Joan Manuel que existeix!".
Siempre he pensado que tenía razón y que nunca lo decimos lo suficiente. Que reivindicar la catalanidad telúrica del Serrat es una cosa que no está de moda y que genera controversia si se osa decir en un tuit. ¡"Es un traidor"!, "hizo el vídeo de la ceja con Zapatero", "es de los de 'Hablemos'" y tantas otras cosas más he llegado a leer cada vez que alguien, desinteresadamente, publica un enlace con Conillet de vellut o Barcelona i io de turno en Twitter. Serrat crea trincheras, sí, quien sabe si porque su obra es como la herencia política de Pasqual Maragall, de la cual ahora todo el mundo parece quererse apropiarse. La gracia de Serrat es ser un catalán universal que empezó a ser alguien queriendo ser universalmente catalán, explicando con su lengua aquello que veía a su alrededor, fuera la muerte del abuelo, su calle poeta Cabanyes o un simple cerezo en flor. Fue después, mucho después, cuando consiguió devenir aquello que todos conocemos: el único gran cantautor capaz de ser igual de bueno escribiendo en catalán que haciéndolo en castellano. Por eso para El Meu Amic es el único Joan Manuel que existe, y para la amante fugaz de mi amigo es un mito del cual conoce toda la discografía en castellano.
Llamarse Joan Manuel no es el mismo que llamarse Joan Manel o Juan Manuel, eso salta a la vista, pero es que la Catalunya contemporánea es quizás precisamente eso, ¿no? Un país hecho de aquellos que tienen un árbol genealógico con veintitrés generaciones de catalanes nacidos en Catalunya y de los que llegaron hace cien años, cincuenta años, treinta años o anteayer. Ni todos los primeros son burgueses supremacistas como tanto le gusta decir a las Paolas LoCascios que campan por el mundo, ni todos los segundos son sólo obreros txarnegos -con tx- de los cuales tanto hablan siempre las Briggittes Vassallos de turno. Que del Serrat persona que exigía cantar en catalán a Eurovisión ya no quede ni rastro podemos hablarlo en otro artículo, pero si alguna cosa denota su obra en catalán, sobre todo la de los inicios, no sólo es que en un barrio obrero como el Poble-sec de los años cincuenta donde se crio Serrat todo el mundo hablaba catalán, sino que aquel país lleno de referentes populares profundamente catalanes es parte de aquello que somos. Todos hemos tenido miedo del hombre del saco de El drapaire. Todos hemos tenido una tieta que le regala una palma al ahijado y le abre una libreta de ahorros. Todos hemos pensado en Menuda cuándo no nos ha llegado el sueldo o nos han arrambado en el metro sobre las ocho y media. Todos hemos hablado de Kubala como si fuera conocido nuestro, a pesar de no haberlo visto ni siquiera jugar nunca. Todos hemos llorado la muerte de nuestra abuela o nuestra madre escuchando Saps. Todos conocemos poemas de Joan Salvat-Papasseit y sabemos que res no és mesquí, ni cap hora és isarda. Todos, por desgracia, sabemos que aún sufrimos vivir con la lengua en el culo.
Al día siguiente de aquella noche en Londres, El Meu Amic –para quien, como en la canción, podría venderme el alma al diablo o jugarme la esperanza al 'set y mig', pero no este artículo volador y pequeño- nos explicó que su amiga argentina le había confesado, con lástima, que no conocía las canciones de Serrat en catalán porque no entendía nuestra lengua. A mi amigo aquello le hizo más daño que la titularidad de Van Bommel en aquella final contra el Arsenal, por eso se pasó la noche con el Spotify abierto, escuchando juntos entre canciones como Cremant núvols, Me'n vaig a peu o Como ho fa el vent. Sin sospecharlo, oyendo aquellas canciones que para ella eran casi como un fósil, la chica de Rosario estaba descubriendo también como era el país de El Meu Amic, que es también el país donde Messi se ha hecho persona, y el país que Serrat supo retratar tan bien, con sus miserias y sus bondades, con sus mitos y sus personajes cotidianos. Por eso sus canciones en catalán son más que canciones, ya que son un patrimonio tan valioso y lleno de polvo como aquellas fotos antiguas que tenemos escondidas en la buhardilla: salimos nosotros, de pequeños, al lado de personas que ya han muerto, y a pesar de no parecernos a aquello que muestra la imagen, somos indiscutiblemente eso.
Una historia como esta merece acabar con un final de película, pero desgraciadamente no será así. O sí. No, El Meu Amic no volvió a encamarse nunca más con aquella chica argentina, tampoco cogió nunca ningún avión con destino a Buenos Aires y tampoco es ahora un reputado empresario que hace vacaciones en la Patagonia, tiene tres chiquillos y es socio de la Peña Barcelonista de Rosario. No, nada de eso. Ciertamente se vieron más veces, después, y fue en Barcelona, pero como simples amigos. El final feliz, sin embargo, es que antes de que eso pasara, Mi Amigo y aquella chica siguieron escribiéndose durante un buen tiempo, y que al cabo de un par de meses ella le escribió un correo donde por primera vez le escribía cosas en catalán. Le decía que había empezado a escuchar las canciones en catalán de Serrat, que le encantaban y que leía webs para aprender la lengua y entenderlas mejor. "Tinc desig de venir a Barcelona i te extranyo molt", le escribió, redactado así, sin apostrofar y con un verbo que a nosotros nos extraña leer. Daba igual, sin embargo. Messi, Barcelona y sobre todo el Serrat lo habían conseguido: sin duda, eran palabras de amor, senzilles y tendres.