En un mundo dominado por el ruido y el vómito visceral sin reflexión previa, Joan Miquel Oliver es la excepción que confirma la regla. Su voz es sutil y pausada; su tono, de quien no quiere destacar por encima de los otros. Como los buenos pensadores, habla solo cuando cree que tiene alguna cosa interesante que decir. Y es la paradoja viviente de lo que se supone que es un líder de banda: sorprende que el compositor y letrista de Antònia Font, uno de los grupos más venerados de las últimas décadas en nuestra casa, posiblemente sea el que pasa más desapercibido encima del escenario. Hace pocos días que la formación mallorquina anunció que haría una gira de conciertos por salas pequeñas después de haber vuelto a los escenarios hace poco más de un año, una noticia que coincide con la publicación de Electronic Devices, el séptimo álbum en solitario de Oliver y un espacio donde experimenta con sonidos electrónicos sin perder su esencia particular. Desde la habitación del hotel donde se aloja para hacer la promo, y acompañado de la artista Stefania Lusini —quién le hace las voces en un par de canciones del disco—, filosofeamos un rato sobre la vida, su banda, las lucha de clases, las redes sociales o el estado de la lengua catalana. Una conversación para consumir poco a poco, sin prisa, y para intentar pensar un poco.
Antònia Font es un éxito incluso para personas que antes no os escuchaban. ¿Os esperabais que volviera con tanta fuerza?
Yo me lo imaginaba, pero no me lo esperaba. Sí que sabíamos que habría gente, pero no estábamos seguros de que hubiera tanta. Lo que sí que me ha sorprendido muchísimo, y que a todos nos ha pillado muy por sorpresa, ha sido la velocidad a la que se han vendido las entradas des los conciertos de teatro que se han anunciado. Estos dos días de Palma, en un cuarto de hora, estaban ya prácticamente llenos.
Sin embargo, habéis dicho que no habrá nuevo disco. ¿Cuánto hace que podéis escoger decir que no?
Todos los discos los hemos hecho cuando los hemos querido hacer, y cuando no los hemos querido hacer, no los hemos hecho. Da igual que seas Antònia Font. Nadie viene detrás a decirte: haced un disco.
¿No os habéis sentido nunca presionados?
No. Es que si no es Antònia Font, hay otro. Grupos que tienen éxito aparte de Antònia Font, hay. No somos únicos. Los promotores de conciertos, los oficiales de management o sus discográficas tienen material de sobra para publicar. Y todavía menos haciendo discos, porque ahora tienes que vender muchos, muchos, muchos para ganar dinero. Una de las cosas que todo el mundo me pide siempre, que me han hecho muchas ofertas, es para hacer un libro con las letras de Antònia Font. Y yo digo: uf, pero si están en los discos. Aparte de que están pensadas para ser cantadas y para ir con aquella música.
¿No le encuentras el sentido?
No. Imagínate, es como publicar discos de Antònia Font con el canal de la voz en mute. No me interesa eso.
La gente no tiene una necesidad de escuchar canciones nuevas de Antònia Font
Quizás es que la industria se quiere aprovechar de una cosa que funciona para capitalizarlo todo.
No se gana dinero. Antònia Font somos un grupo normal y corriente. A nivel de venta, de escuchas en plataformas... hay muchos grupos así, ¿no? No tenemos un súper filón.
Normal y corriente...
Tú dices que somos un referente, pero eso ya está hecho. ¿Sabes? Su gente no tiene una necesidad de escuchar canciones nuevas de Antònia Font. Un minut estroboscòpica o Amants perfectes son canciones que han gustado mucho, que se tocan en los conciertos y que todo el mundo las canta igual que las antiguas. Pero no hay una súper necesidad de material nuevo. Yo no lo percibo, ¿sabes?
¿Por qué hacer ahora una gira por salas pequeñas?
Porque se nos hizo muy corto. Esto ha sido cortísimo. Yo tengo la sensación de haber hecho cuatro bolos sueltos, grandes, pero que han sido muy puntuales. Me apetece, otra vez, tener un poco de rutina con Antònia Font, que es una de las cosas que nos daba miedo como grupo. A mí no, pero a otros miembros sí. Es muy comprometido que de golpe se haga una gira, sobre todo por temas de fechas y todo eso. El batería de Antònia Font es capitán de barco y lleva catamaranes. Tiene su calendario. (risas).
¿Cómo ha sido tocar en grandes formatos?
Todo es diferente. Es tocar como si estuvieras dentro de una catedral. El público se oye muchísimo, cuando se ponen a chillar 15.000 personas, te puedo asegurar que se oyen.
¿Los grandes formatos prostituyen el disfrute de la música?
Cada cosa tiene su qué. El último concierto que dimos en Girona la semana pasada era en un pabellón. Seguramente no era el mejor sonido posible, pero las emociones que se crean allí dentro, de aquella masa de gente, 6.500 personas, que casi no cabían, absolutamente entregadas durante más de dos horas... eso es una experiencia antropológica, humana, emocional, social, generacional, que no la puedes vivir en un teatro de 500 personas. Es otra dimensión. Claro, cuando hay tanta gente, es difícil que todo el mundo lo escuche bien.
¿Y eso no es contraproducente?
Objetivamente, puramente, lo que es en la pureza del sonido, claro que va en detrimento. Pero como cuándo piensas de manera olímpica por el otro lado. Es una experiencia que se tiene que vivir.
¿A qué suena el tuyo nuevo digo?
No tengo ni idea, a lo que me ha salido. No tenía una intención de poder sonar de manera determinada.
Suena diferente a tu música anterior.
Sí, pero tampoco lo considero un riesgo. Es simplemente para variar, para no aburrirme, para intentar decir cosas diferentes.
Hay canciones, al menos yo las he interpretado así, bastante costumbristas, y algunas que hacen alguna crítica. ¿Hay denuncia social en tus letras?
¿Como en qué canción?
Robot Mayordomo, por ejemplo, me ha sonado a crítica del tiempo y a la vorágine en la que vivimos constantemente: la robótica constante aplicada a los sentimientos y la conciencia de clase.
El tema del robot yo lo identifico con el tema social y de las clases sociales. Y eso en el videoclip se ve muy bien. Hay dos señores, y están los criados —que somos el Robot Mayordomo y yo, que soy el músico contratado para amenizar la fiesta—, y los invitados. Hay esta diferencia de igualdad entre sus capas sociales, que es una cosa que siempre me ha molestado muchísimo, que haya señores que están por arriba y criados que están por debajo. Eso no lo puedo soportar.
No puedo soportar que haya señores que están por arriba y criados que están por debajo
¿Eres de clase trabajadora?
Mi padre era electricista y mi madre, costurera. Yo me he espabilado solo y a mí nadie me ha comprado una guitarra.
Hay siempre esta aura que rodea a la figura del artista, como si fuérais seres superiores alejados de la realidad.
Te tengo que decir que si alguien me considera un ser divino y superior, ya me va bien (risas). No sé en qué punto es así y si hay alguien que lo sienta así, pero no es una cosa desagradable (risas). No tengo ninguna conciencia del yo, en absoluto. Yo voy a tocar y no me siento especial. Yo vengo de una familia de músicos de hotel. Y mi padre me dijo: allá donde vayas, procura quedar bien. Y yo procuro quedar bien cuando voy al OncleJack de Hospitalet y hay 25 personas y cuando voy al Palau Sant Jordi. Y sé que lo que hago es entretener, y ya. No me gano la vida porque tenga otras habilidades que puede ser que tenga; me gano la vida porque la gente se lo pasa bien y se divierten porque tú procuras que se diviertan. Es por eso que te ganas la vida, no porque seas especial.
En la canción 50 euros experimentas con un audio de WhatsApp. Rosalía lo hizo y recientemente también Maria Hein. ¿Qué tienen los audios de WhatsApp que atraen al artista?
Un corte de WhatsApp es como una especie de microbio. Como una especie de bacteria y de organismo ultrainfectado de humanidad. Es como si coges un microscopio y encuentras miles de organismos de una riqueza increíble. El corte de Whatsapp es eso.
¿Con un audio de Whatsapp descifras a la persona que lo hace?
Entre muchas otras cosas. Al final es un disco que solo pretende que haya cosas que generen interés. Interés musical, estético, poético, interpretativo, humano o emocional, que todo lo que hay allí te interese y lo escuches. De golpe, un amigo me envía un corte de audio que está cargado de interés, que es un corte de audio que todos mis amigos habían oído antes de hacer el disco, porque es buenísimo. Y pensé: ¿hostia, qué puedo hacer? También te diré una cosa, y es que de golpe te piensas que estás con gente y estás solo. Lo único que haces es mirar Instagram, contestar mensajes, y en realidad no estás con gente.
¿Tú eres de hacer audios largos?
No. A mí me cuesta hablar. Tengo una voz que para que se me oiga siempre he tenido que hacer un pequeño esfuerzo. Y normalmente estoy callado.
¿Cuál es tu relación con las redes sociales?
Como generador de contenidos tengo que decir que he creado esta especie de red social. Mucha gente me escribe y yo procuro contestar mensajes, y tengo una relación con la gente que está metida en mi Instagram. Es muy guapo eso. Hay mucha gente que tiene la sensación que solo por haber escuchado mis discos ya me conocen. Tiene sentido. Y yo, a esta gente, en parte también la conozco solo por charlar por Instagram. Pero a nivel de consumo es horroroso. Te pones a mirar chorreadas y es súper adictivo. Pierdes mucho tiempo. Y sobre todo te cansas, te fatigas, y yo creo mucho en la imaginación y la creatividad, y eso te la saca toda.
¿Crees que son excluyentes las nuevas tecnologías de la cultura, sobre todo para las nuevas generaciones?
Yo lo que conozco de las generaciones actuales y jóvenes son mis hijos. Mi hijo mayor, que ya tiene 20 años, tiene el móvil al lado y, cuando pita, no lo mira. Yo, si no lo quiero mirar, lo tengo que tener silenciado. Y mi hijo pequeño tiene 12 años, ha empezado el instituto, y nos ha dicho que quiere volver caminando con sus amigos hasta casa. Su madre quiere que tenga móvil y él no quiere.
Déjame decirte que son excepciones.
¿Sí? (risas)
Cada vez hay más miedo al silencio y no nos escuchamos, y la sociedad nos aprieta para que estemos constantemente estimulados y consumiendo.
Eso me molesta mucho. A mí me gusta pensar. Y cuando alguien habla, no me deja pensar. Hay gente que habla sola y que piensa en voz alta. Tio, si tú piensas en voz alta, los otros no pueden pensar en sus cosas. Calla un poco. En la radio está súper prohibido quedarse callado, y a veces la tengo que apagar porque me pone nervioso; yo cuando voy a hacer una entrevista de radio, me lo tomo con calma y veo que se ponen nerviosos. Cuando charlas y alguien te interrumpe —hay artistas o periodistas muy famosos y cotizados, y no diré nombres, que lo hacen— da mucha rabia. Y he llegado a la conclusión que me da rabia porque me voy a hacer pruebas de sonido, estoy tocando la guitarra, y de golpe otro músico del grupo se pone a tocar. Y se crea una cacofonía brutal. Hay músicos que eso no les molesta, pero a mí me molesta muchísimo. Y con el hablar, creo que me pasa lo mismo. Tengo una amiga alemana que me explicó que en alemán el verbo está al final de la frase, y eso lo utilizan para escucharse más, porque hasta que no dicen el verbo, no se entiende nada de lo que dicen.
Un corte de WhatsApp es como una especie de microbio, como una especie de organismo ultrainfectado de humanidad
¿Eres el mismo con Antònia Font que tocando en solitario?
No, porque los trabajos que hago son completamente diferentes. Estar al lado tocando la guitarra no tiene nada que ver con estar cantando en medio. Son dos oficios completamente diferentes y me siento completamente diferente. Con Antònia Font, si me pongo enfermo o pierdo el avión, nadie se dará cuenta.
Eres un caso de líder bastante paradójico.
Pau Debon [cantante del grupo] me ha explicado que alguien fue y le dijo: ¿tú eres Joan Miquel Oliver? Y Pau me lo contaba así. Y le digo: la próxima vez que te digan eso, tienes que decir: es imposible que alguien capaz de haber escrito 400 canciones coincida que tenga una voz superdotada como la mía (risas).
Cambio de tema. ¿Cómo es vivir con Vox en el Parlamento del lugar donde vives?
No he notado nada de momento porque no he ido al médico. Ahora me he cambiado de consulta, voy a Palma. Me dejaron escoger médico y pedí a un médico que entienda el catalán. Todo el resto es cuestión de suerte.
¿Cómo está la situación del catalán en las Baleares?
El catalán es una cosa que está desapareciendo. En todo el mundo. Cada vez hay menos catalanes y llegará un momento que no habrá. Y si encima tienes a 150 individuos cabrones que te odian a muerte y que te quieren exterminar, y que invierten dinero, recursos y dinero en exterminarte, eso no hace más que acelerar el proceso.
Quiero ser como Lou Reed y escribir como me da la gana
¿Hay sentimiento de comunidad lingüística allí?
Sí. Eso es una cosa que nos la hemos reservado siempre mucho los mallorquines, pero en Mallorca no se dice catalán y castellano; se lo dice mallorquí y foraster, este último como sinónimo de castellano. La lengua de Mallorca, el mallorquí —que es el catalán— o la lengua de fuera, que es el foraster. Y no se dice con un tono despectivo. ¿Qué pasa? Que hoy en día ya prácticamente solo oyes hablar forastero.
¿Antònia Font os habéis sentido expropiados por el principado?
No. Yo me considero catalán, y ya está. ¿Qué diferencia hay entre un catalán y un castellano? Llevo los mismos zapatos, los mismos pantalones y la misma camisa. Somos iguales. Lo único que te diferencia entre dos personas es el idioma. Antes había una cultura completa, gastronomía, agricultura, había de todo, pero todo esto se ha ido uniformizando y lo único que te identifica como miembro de una tribu es tu idioma. Mi idioma es el mismo que se habla aquí y yo me considero de esta tribu. Y no especialmente, porque yo no tengo la necesidad de formar parte de un país. No la tengo. No soy el típico patriota, son cosas que no me interesan. Pero si me haces decir con qué te identificas a nivel cultural e histórico, es con Catalunya.
¿Creerías en la fórmula de los Països Catalans?
Tiene sentido. Claro que tiene sentido: es la comunidad de catalanohablantes. Euskal Herria significa "país de la lengua vasca": no quiere decir nada más que el sitio donde se habla vasco. No es una frontera física o una comunidad autónoma, es allí donde hay gente que habla vasco. Pues eso tiene mucho sentido: allí donde se habla catalán es el país catalán.
Y con toda esta situación de la lengua, ¿te ha supuesto un handicap utilizar trozos de canciones en castellano?
No. En absoluto. ¿Lo dices a nivel del público?
Lo digo porque hay gente purista que puede decirte algo.
Bueno, sí. Yo tengo a todo un arsenal, a todo un pelotón —a quien yo le digo la policía lingüística— de gente que ha estado toda la vida dentro de un departamento y no ha salido nunca a la calle. Bob Dylan escribe como le da la puta gana, él se inventó un idioma. Los ingleses no tienen una gramática. No hay ni una Real Academia Española ni un Instituto de Estudios Catalanes, ellos hacen lo que quieren. Y yo quiero ser así también. Yo quiero ser como Lou Reed y escribir como me da la gana. Y ya está. Es que lo encuentro absolutamente ridículo, espantoso y deprimente.
Yo me considero catalán; mi idioma es el mismo que se habla aquí y me considero de esta tribu
Se busca la vertiente pedagógica en el artista.
Yo estoy muy convencido de cómo escribo. Tengo mi criterio lingüístico, y cuando escribo un libro siempre tengo súper claro cuál es mi registro. Me ha costado mucho llegar a él y aprender a hacerlo bien, pero lo tengo claro. Enric Casasses no dice 'res', dice 're'; pues escribe 're'. Sí que hay cosas que me dan mucha rabia: el ser y estar, que la gente lo confunda, porque hay expresiones que están muy arraigadas dentro de su manera de pensar. Un idioma está enganchado con su idea. Hay una manera de ser, una manera de comunicarse y una manera de entender el mundo. Y con eso sí que soy muy escrupuloso, me da mucha rabia cuando hay faltas de esta casta. Pero a nivel de inventarme palabras...
Se te gira faena. ¿Seguirás creando?
Cuando era más joven siempre estaba con un cuaderno. Ahora ya paso. Estoy cansado. Escribir te absorbe. Cuando estoy en modo escribir, me abstraigo. Mi pareja me dice: te pondré un cartel de no molestar para que te lo vayas girando. Cuando estoy escribiendo me puedo tirar una semana sin charlar con nadie. A mi familia siempre les he dicho: vosotros me veis y me podéis tocar, pero yo no estoy aquí. Por eso me separé, porque esto no lo aguanta nadie (risas).