Joaquim Carbó (Caldes de Malavella, 1932) es uno de los más prolíficos autores de la lengua catalana. Durante buena parte de su vida combinó su carrera literaria con su trabajo en una entidad bancaria. Ahora, ya jubilado, sigue escribiendo. En 1961 fue uno de los cofundadores de la revista Cavall Fort. En 1966 se iniciaría a la literatura juvenil con una obra que haría época, La casa bajo la arena, y que abriría toda una serie de obras juveniles, las aventuras de Pere Vidal, que aparecerían en formato libro y en formato cómic y que convertirían a Carbó en un autor muy popular. Una de sus primeras novelas para adultos fue Els orangutans, una novela donde narraba un día de la vida de un joven barcelonés de familia pobre sin muchos escrúpulos. Ahora la reedita la editorial Males Herbes, convencida de que el libro mantiene su fuerza y su vigencia. Aprovechando la reedición, El Nacional entrevista al veterano escritor.

 

¿Pensaba que tantos años después de su publicación se reeditaría Els orangutans?

En 1967 se publicó la novela, y en 1980 se hizo una segunda edición en La Llar del Llibre. Después pasó desapercibida durante casi 40 años, pero yo no la daba por liquidada, porque cuando conocía a un editor nuevo siempre le proponía reeditarla. Así como hay otros libros por los que no me preocuparía lo más mínimo para recuperarlos, tenía mucho de interés en volver a publicar esta novela. Y la gente está contenta de qué haya vuelto a salir; la crítica le está destinando atención. Es un libro que yo me he amado mucho, porque es el inicio de un tipo de literatura que más adelante he practicado en otras novelas y narraciones.

¿Cómo se recibió esta novela, en la época?

Mi familia la recibió muy mal. Una vecina, que la había leído, la explicó a mi madre, que no leía. La vecina le dijo que la hacía quedar muy mal, porque la madre del protagonista es un desastre. Mi madre se pasó una semana sin hablarme, a pesar de que la madre del protagonista no tenía nada que ver con la mía. En la crítica que hablaba del libro en catalán en la época me dejaron lo bastante bien... El libro tuvo una cierta aceptación.

Pero usted no fue muy reconocido, como autor para adultos...

A mí los autores del libro para adultos no me tenían muy en cuenta, porque había trabajado en La Caixa, y por eso me tenían por burgués. También desconfiaban de mí porque fundé Cavall Fort, con el apoyo de la Iglesia, y me tenían por conservador. Ahora estoy de acuerdo con Manuel de Pedrolo, que decía que lamentaba no haber escrito con seudónimo, porque en ciertos casos no quería dar la cara. Yo había tenido muy buena relación con Pedrolo y él siempre había querido pasar desapercibido. Incluso cuando murió.

Els orangutans vuelve en las librerías 50 años después de su primera edición. ¿Esta novela retrata una Catalunya muy diferente a la que vivimos ahora?

Mucho. La diferencia principal es la cuestión de la libertad. Estábamos mucho peor que ahora, sin ningún derecho. Ahora decimos lo que queremos... En aquel momento, los editores de Nova Terra, Comín y Verdura, tenían miedo... No era fácil publicar Els orangutanes. Era una novela difícil y podía tener problemas. Aprovecharon la ley Fraga que permitía publicar sin censura, pero había una amenaza: si en 15 días alguien denunciaba el libro lo retiraban. Ellos no pasaron por censura, pero durante 15 días estuvieron amedrentados. Al fin nadie lo denunció y el libro se pudo vender con normalidad.

¿Tuvo problemas con la censura?

El primer libro que publiqué, La sortida i l'entrada, estaba integrado por 9 narraciones. Y la censura se cargó dos cuentos, "por inmorales". Uno de ellos era el del dibujo de portada, que el editor ya había pagado. Y al fin me obligué a hacer otro cuento que encajara con el dibujo, para poder aprovecharlo. También tuve problemas con Les arrels, un libro en que la censura se cargó uno de los cuentos. Y "En el carreró contra Còssima recortaron 40 expresiones y fragmentos. El editor esperó y al cabo de unos meses lo volvió a pasar por censura y el nuevo censor lo dejó pasar sin problemas. También tuve problemas con Un altre tròpic...

Hay cosas que habría querido hacer y que nunca me atreví a hacer

El protagonista de Els orangutans trabaja en una entidad bancaria, como lo hacía usted. ¿Tiene alguna otra relación con usted, el personaje?

Más bien es una contraposición. Yo siempre he sido una persona de orden: me casé a los 25, tenía una familia que funcionaba de forma ortodoxa... Pero en mi entorno había muchos "orangutanes". Cuando era pequeño había chicos que iban a romper cristales. Yo no rompí nunca ninguno, pero me lo miraba, y pensaba que lo que hacían no debía estar nada mal. Hay cosas que habría querido hacer y que nunca me atreví a hacer. En el fondo, a veces piensas que estas cosas deben ser divertidas de hacer. Pero en verdad la vida de este orangután, el protagonista de la novela, no era muy divertida, porque las pasaba canutas.

Carbón, en la época de la publicación de Los orangutanes, en un folletó de publicidad de la obra.

Entiendo mucho mejor a un perdedor, que he conocido muchos, que a un ganador, porque los ganadores me alarman un poco...

El protagonista de Els orangutans es un antihéroe: machista, interesado, cobarde... Pero la obra rezuma una cierta simpatía por él.

Es el arquetipo de mis protagonistas. La mayoría son perdedores. Mi última obra, Va com va, también está protagonizada por un individuo con un perfil similar. Es un tipo de individuos que conozco, y que puedo manipular... Es la gente que está a punto de sufrir. Mis protagonistas nunca son triunfadores, ni héroes, ni famosos, ni capitalistas, porque a mí se me escapa su forma de vida. En cambio los que socialmente están un peldaño por debajo mío, los he podido conocer y los entiendo... Entiendo mucho mejor a un perdedor, que he conocido muchos, que a un ganador, porque los ganadores me alarman un poco...

No ha querido modificar nada de la novela para adaptarla a los tiempos presentes. ¿Por qué?

Hablé con los editores, y concluimos que el texto tenía que ser fiel a su espíritu. Manipularlo habría deshecho lo que tenía de auténtico. Tampoco se tendría que actualizar el Robinson Crusoe. Y no he querido actualizar nunca La casa bajo la arena. Como nunca me han faltado temas ni ideas, no he sentido la necesidad de reformar cosas hechas. Y nunca he tenido la vocación de hacer una obra perfecta. No soy como Joan Sales, que se pasó décadas retocando Incierta gloria. Yo he hecho unas 140 novelas.

El protagonista de Els orangutanes es un desgraciado. La pifia continuamente, pero se repone y sigue viviendo

Los orangutanes es una obra muy desesperanzada. El protagonista vuelve a casa, 24 horas después del inicio de la obra, con más deudas, con más insatisfacción y con más odio que cuando empezó...

No hay por lo tanto. El protagonista es un desgraciado. La pifia continuamente, pero se repone y sigue viviendo. Si conviene hace de payaso, y si conviene, pasa la noche en blanco. No es un desesperado. Es un hijo de su tiempo. Recuerdo un día que iba con mi padre, cuando era niño, un domingo, y vimos al jefe de contabilidad del banco donde trabajaba mi padre repartiendo pasteles para ganar un plus. Era una época terrible. Los que lo hemos vivido es un poso que llevamos encima.

Usted formó parte del colectivo Ofèlia Dracs. ¿Qué pretendía este grupo?

La idea inicial era hacer una novela entre cinco autores, en la que cada uno hiciera un capítulo. Yo no participé. No funcionó y al cabo de un tiempo decidieron hacer una compilación de narraciones con el nombre de Ofèlia Dracs, con Jaume Fuster, Pep Albanell... A mí me apuntaron porque querían llegar a diez. Y fue mi resurrección como autor para adultos, porque me había pasado 10 años sólo haciendo literatura infantil y juvenil. Fue una época muy divertida, porque cada libro lo hacíamos tras una comida donde corría el vino. Hicimos un libro erótico, Deu pometes té el pomer, uno policíaco, Negra i consentida, una novela gótica, ¡Lovecraft, Lovecraft!... Paralelamente hicimos una tarea periodística muy interesante en El Correo Catalán, en el Noticiero y más tarde en el Quadern de El País. Murieron tres de los miembros y lo dejamos...

En el mundo actual los escritores no cuentan para nada. Su trascendencia es nula

Usted ha escrito más de un centenar de libros. ¿Le molesta que le tengan en cuenta sólo como autor de literatura juvenil?

No... Al contrario. Es cierto que puede haberme perjudicado un poco, porque hay quien piensa que "es alguien que escribe para niños". Pero en realidad en el mundo actual los escritores no cuentan para nada. Su trascendencia es nula. Puede ser que de todo lo que he escrito sólo quede La casa bajo la arena. En principio eso me preocupaba, pero hablando con Maria Barbal, a la que le había pasado lo mismo con Canto rodado, decidimos que era una suerte que todavía se salvara uno. Más vale uno que ninguno.

Usted se hizo muy popular con las aventuras de Pere Vidal. ¿Cómo salió la historia? Era una novela muy rompedora con respecto a las visiones de África que se daban en las novelas juveniles de la época.

Yo, de pequeño, había visto muchas películas de Tarzán, y eso me quedó. Y un día leí un breve en el periódico que explicaba que unos arqueólogos ingleses habían ido hacia el Nilo, cuando se hacía una campaña internacional para salvar los monumentos de la zona que quedaría sumergida por la presa de Asuán. La pareja de arqueólogos hicieron un agujero al suelo y encontraron una estructura subterránea donde se tendría que haber construido un monumento funerario. Pero estaba vacía. Sólo había algunos esqueletos, de los obreros que habían iniciado las obras. La construcción había quedado abandonada: quizás el faraón se había muerto antes de poder hacerla... Como hacía poco que los nazis habían perdido la guerra, se me ocurrió que esta estructura oculta bajo tierra la podría haber descubierto un arqueólogo alemán y que se habría instalado allí usándola como base para dedicarse a todo tipo de delitos. Como personajes escogí a Pere Vidal, un catalán sin oficio ni beneficio, y su compañero, el que es realmente un héroe, Henry Balua, un negro. Eso se valoró muy positivamente en la época, porque hasta entonces los negros tenían sólo papeles de malvados o de salvajes.

Para escribir La casa bajo la arena me documenté bien e intenté no decir muchas burradas

¿Viajó al África para inspirarse para escribir las obras de Pere Vidal?

De ninguna de las maneras. Como sabía que Julio Verne no había ido a la luna y había escrito su gran libro, decidí no ir a África. Eso sí, me documenté bien e intenté no decir muchas burradas. A pesar de todo, La casa bajo la arena no deja de ser una novela tópica de aventuras.

No quiero desmoralizar y desanimar a los niños. En los libros para adultos ya digo que el mundo es una mierda

¿En la literatura infantil, como se lo hace para combinar la ficción con la educación?

Siempre he intentado que los personajes sean de carne y huesos. Pere Vidal no es un santo: si se puede aprovechar de alguna cosa también lo hace. Yo he intentado siempre no perjudicar a los niños, no corromperlos. Pero tampoco quiero estar todo el rato diciéndolos lo que está bien y lo que está mal. Intento no hacer una novela moralista y simplona. Trato de no hacer nunca adoctrinamiento, quiero dejar que ellos escojan, que ellos decidan. En mis novelas infantiles aparecen buenos y malos, pero no ganan los malos. No quiero desmoralizar y desanimar a los niños. En los libros para adultos ya digo que el mundo es una mierda.

¿Hay algún libro que para usted sea especial?

No podría decirlo. Si digo uno los otros se enfadan. Los quiero a todos. Me quito el sombrero delante de La casa bajo la arena, que es lo que más me ha dado. Se han hecho 88 ediciones en libro, más el cómic (que ahora se reedita en Cavall Fort). Y es una pena: en castellano no se había publicado hasta ahora, que ya es tarde. En su momento podría haber funcionado bien en castellano. Quizás me habría ido bien tener agente literario. Yo no he tenido nunca, porque desde el inicio estuve en contacto directo con los editores. Pero quizás me equivoqué, porque los editores a los agentes se los toman más seriamente, los tratan mejor.

Ya tengo 85 años y ya es hora de hacer testamento; La vorera. El testament lo es, en cierta medida

¿Sigue escribiendo? ¿Qué escribe ahora?

En este momento estoy acabando una historia de mi detective, Felip Marlot (inspirado en Philip Marlowe). Es la octava novela del personaje. Son historias que me divierten mucho. Es un detective que no va armado, que investiga casos de chifladura, y que lo tiene que deducir todo por sentido común... Y ahora tengo en manos de los editores un manuscrito de unas 500 páginas. La vorera. El testament. Ya tengo 85 años y ya es hora de hacer testamento; esta novela lo es, en cierta medida. La vorera explica lo que pasa en la acera de una calle, en la época actual. Uno de los vecinos es un viejo, tan viejo como yo, pero más cascado que yo. Este viejo, como yo, ha sido escritor, y explica a un chico las tres novelas que habría querido escribir y que ya nunca escribirá. La explicación de cada una de ellas ocupa un centenar de páginas. En realidad, las tres obras que explica el protagonista son las tres novelas que yo habría querido escribir pero que ya nunca escribiré.