Las modas vienen y van, pero cuando uno sigue su propio camino, puede ganar en la partida al paso del tiempo. Si nunca has estado a la última, es imposible quedarse anticuado. Ir haciendo camino y disfrutar con quien se quiera sumar, más allá de calendarios, tendencias y grandes explosiones de fama. En un momento en el cual la música parece perder su efervescencia antes incluso de salir, y en el cual el imperativo es siempre avanzarse al futuro, en una carrera asfixiante por la novedad, siempre es un soplo de libertad cuando ves a alguien yendo a la suya. Eso mismo es lo que ha hecho durante casi 20 años a Joël Iriarte Parra, más conocido como Joe Crepúsculo entre amigos y simpatizantes. El cantautor, y maestro de fiestas atemporales, se ha convertido en una de las bandas sonoras del underground barcelonés, catalán y estatal, de los últimos tiempos. Esta noche presenta su duodécimo disco, Museo de las desilusiones, en la Paral·lel 62.

Él era la verdadera revelación

Quizás la clave de haber sobrevivido a la ola del indie slaze, la caída de las guitarras rock, la llegada del trap, la glorificación del reguetón, la reapropiación de los clásicos españoles como el flamenco, el delirio de vender al mainstream el hyperpop o la era de las grandes estrellas pop femeninas; está en lo que él proclama en la apertura|abertura de este último disco: "No tengo miedo a ser yo". Así ha cultivado una vida de escenarios entre el indie pop, el tecno pop y la música para discotecas en medio llenar, donde se sirven las copas en vaso de tubo, y las salas de fiesta donde las jubiladas y los modernos llevan las mismas camisas de estampado felino.

Ha cultivado una vida de escenarios entre el indie pop, el tecno pop y la música por discotecas en medio llenar

Cuando debutó el 2008, con su disco Escuela de zebras, intentaba encajar entre melodías ligeras y fáciles, y adaptar su tono a una dulzura propia del indie pop del momento. Pero fue cuando dejó lucir su auténtica voz, que las cosas empezaron a encajar. Con influencias de Astrud, sintetizadores retrofuturistas y una nostalgia en presente que te teletransportaba a realidades paralelas, aquel mismo año publicó Supercrepus. Un disco que incluye el clásico instantáneo La canción de tu vida. Entre teclados, y lo que parecen campanillas navideñas, Crepúsculo dice antes de entrar en el estribillo: "La música es tan frágil, que los recuerdos se quedan impregnados para siempre VAMOS A BAILAR". Creando de esta manera la banda sonora de aquellos que quisieran romantitzar su pasado, presente, o futuro en un mundo donde todo es más fácil cuando se baila. Fue tal la euforia que, mientras Manel era declarado grupo revelación de 2008, Supercrepus fue coronado como disco nacional de aquel año por la revista Rockdelux.

Mientras Manel era declarado grupo revelación del 2008, Supercrepus fue coronado como mejor disco nacional de aquel año por la revista Rockdelux

Con una voz raspada, no apta para el gozo de todas las orejas, que a veces tiende a la cosa siniestra y oscura, como si de un ser perdido entre leyendas te hablara desde el fondo de una cueva, o como tu colega que no recuerda a qué hora fue a dormir la última noche de un festival y decide articular sus primeras palabras antes de pedir el primer café, siguió conquistando escenarios. Una de las claves para entender su carrera es su obsesión por retrabajar sus propias canciones. Por eso, su tercer disco, Nuevos ritmos, presentaba autoversiones con otros talantes, pero con la misma ofuscación por celebrar las pequeñas miserias.

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Joe Crepúsculo, siempre preparado para cazar una buena melodía bailable / Foto: Alexander Gross

Bailar para olvidar los problemas

No fue hasta 2013 que lanzó su gran éxito, el himno total de la fiesta underground. Dentro de Baile de magos, un disco hecho y grabado íntegramente en Mallorca, encontramos Mi fábrica de baile, la canción que a posteriori más veces regrabaría. Con un videoclip horteramente impecable, vemos al de Sant Joan Despí con una camisa de tigre golpeando un sintetizador mientras un beat dance, de carácter castizo, nos sacude imparable. Un tema que genera lo que imagino que podía pasar con aquella fiebre de Sant Vito, imperativamente te encuentras bailando desde la primera nota.

El ascenso de Joe Crepúsculo parecía imparable, pero como a tanto otros, la pandemia diluyó muchas de sus posibilidades

Su carrera siguió con Nuevos Misterios, Disco Duro y Las Nanas. Álbumes donde se cruzaba su vertiente más sentimental con la pulsión frenética de la pista de baile. Con este consiguió, no solo reenamorar a sus fieles, sino que poco a poco amplió su base de fans. Así que, llegados a los diez años de carrera, 2018 se convirtió en una fiesta infinita de tecno pop. Llevando bajo el brazo el disco recopilatorio 10, que solo incorporaba una canción nueva, pero aun así todo consiguió la celebración de la crítica especializada y recorrió todos los escenarios posibles. Muy probablemente, aquel año, si vivías en Barcelona, viste más veces a Joe Crepúsculo que a tus padres. Acompañado por su escudero Aaron Rux, y junto con gente como Sergio Pérez, Tomasito o un barman que se dedicaba a hacer cócteles durante los conciertos, Crepúsculo hizo una de aquellas giras para los libros de historia. Ya estuviera en el sótano de la perdida Sidecar, en el Hall del CCCB, en unas tablas de dudosa estabilidad de las fiestas de Gràcia o en hora punta en el Festival Vida, cuando sonaban los primeros acordes de su fábrica, los seguratas temblaban al ver el alud de personas que se disponían a subir al escenario. No hubo ni una sola persona que fuera a uno de sus conciertos, que no disfrutara de una de las fiestas más despreocupadas a la que te invitarían jamás.

Su nuevo disco es una invitación para olvidarte de lo problemas y bailar como si nadie te mirara

En aquel momento, el ascenso de Joe Crepúsculo parecía imparable, pero como a tanto otros, la pandemia diluyó muchas de sus posibilidades. En 2020 apareció Supercrepus II y, con este, el baile se retiró en pro de la introspección. Sin embargo, no perdió la oportunidad de encapsular para siempre una realidad que ahora resulta absurdamente distópica con el tema Cuarentena sin ti o Discoteca en ruinas. Un par de años después presenta Trovador tecno, disco que poca presentación necesita más allá de su título. Pero para entender cómo un indie de camisa estampada es el más amado del cartel, hay que destacar, que igual que en álbumes anteriores podíamos encontrar la presencia de La Prohibida o Supremme De Luxe, en este PUTOCHINOMARICÓN firmaba uno de los remixes.

Ahora, a los cuarenta y cuatro años, el cantautor de discoteca más amado por aquellos a los que les gusta bailar, siempre con una copa en las manos o haciendo palmas sin ningún tipo de sincronía ni coordinación, vuelve para hacernos bailar y llorar. El suyo último trabajar, Museo de las desilusiones, es una visión más adulta de su carrera, donde los demonios, los pequeños fracasos personales y la vida mundana, a pesar de consumirnos, se pueden derrotar a golpe de cadera, giro inesperado a ritmo de beat, o moviendo la cabeza mientras apoyamos el codo en la barra. Una fórmula inconfundible e impecable que tan solo puede crear alguien que se deja llevar por sus propios tempos. Una nueva invitación para soltar los problemas y bailar como si nadie te mirara. Durante años, la gran virtud de Joe Crepusculo ha sido crear fiestas a los márgenes de los tiempos. Y esta noche de sábado de febrero de 2025, aunque podría ser 2015 o 2035, lo volverá a hacer.