"Es una historia sobre los riesgos y los peligros que comporta que la gente se te acerque. Si dejas que te conozcan, das permiso a las personas para que te hagan daño". Johanna Hedman acaba de publicar Trío, su primera novela. Tiene sólo 28 años, pero el libro ya empieza a ser un éxito a nivel internacional y amenaza al convertirse en fenómeno literario. Ha vendido los derechos de traducción a doce lenguas entre las que hay el inglés, el danés, el alemán o el polaco. Aquí, llega de la mano de la editorial Gatopardo en castellano y de Amsterdam en catalán.
Hedmann, que estuvo en Barcelona presentando el libro, habla de forma clara. "Quería escribir sobre relaciones que tenían peso y eran significativas y, a la vez, no enajenantes y sobre la intimidad". En Trío, Thora, Hugo y Augusto, tres estudiantes suecos en la veintena, navegan por el caudal que constituye el triángulo amoroso que poco a poco los va uniendo. Lo viven con inocencia y felicidad juvenil, pero también con prudencia y temor. A caballo entre Estocolmo, Berlín y Nueva York se encuentran, se separan y se vuelven a reencontrar, mientras exploran las fronteras porosas entre el amor y la amistad. "Los quería libres", dice Hedman, y ellos huyen de cualquier etiqueta. La novela relata las vidas y se sumerge en las contradicciones de sus privilegios, de la libertad que va de la mano con la juventud y de las inquietudes de una generación huérfana.
¿Una novela millennial?
Es este movimiento entre desear y resguardarse y la vivencia temblona de los riesgos de la intimidad que hacen pensar en uno de los fenómenos editoriales recientes, el de la escritora irlandesa Sally Rooney. A Hedman y a Rooney las une la nostalgia que impregna sus narraciones, y la danza constante de los personajes que tan pronto se confiesan se exponen a las personas de su alrededor como se protegen y se separan. "No hay nada más humano que la nostalgia", dice Hedman. Como en la obra de Rooney, los protagonistas también son jóvenes europeos con experiencias formativas y cierta fragilidad en el terreno afectivo. Una fragilidad, sin embargo, que no oculta su deseo de crecer y de explorar el mundo de su alrededor.
A pesar de los puntos de contacto, Hedman defiende que no quería escribir una novela generacional: "poner la etiqueta de generacional es una cosa del marketing y la industria. Sólo se utiliza para hablar de autores jóvenes y en cambio nunca como escritores de mediana edad". Tampoco se siente del todo cómodo con la etiqueta millennial, aunque sea fácil ver la forma fluida de vivir las relaciones afectivas como un rasgo generacional. "Quería hacer un libro atemporal, capaz de superar el paso del tiempo", afirma convencida.
La angustia de escoger el futuro
Hugo, Thora y el Augusto, los protagonistas de Trío, buscan sus propias coordenadas morales, una forma propia de vivir, sin la guía de la generación anterior. Se enfrentan al umbral de una adultez incipiente con una oferta muy amplia de opciones delante: qué hacer una vez acaben la carrera, escoger empleo, ciudad para vivir, etc. Es una elección que no siempre ven de forma positiva: tener que decidirse, de construir su identidad y el futuro de forma consciente a menudo les resulta angustiante. "Es el estrés que proviene de la libertad", afirma Hedman, que también reconoce que a a los personajes los remueve la culpa de sus privilegios. Durante la historia se debaten entre las fiestas y la búsqueda intensa de la euforia juvenil y y el mandato de ser productivos, de cuidarse y encaminar sus vidas laboralmente. Se trata de dos fuerzas opuestas que la novela sabe captar bien. "Es lo que les pasa a mucha gente hoy", resume Hedman.
Aunque el retrato sea el de un triángulo amoroso, la novela sólo tiene dos narradores. Son Thora, hija de una prominente familia sueca, los Stiller, y Hugo, un estudiante de letras con un pasado reciente en Berlín. En cambio, Augusto sólo aparece visto desde la perspectiva de estos dos, sin narración propia. "Me gustan los libros en que el autor no lo sabe todo y no da toda las respuestas a los lectores. No quiero que un autor me diga exactamente como se siente un personaje", explica la escritora. "Es interesante cuando se hacen más preguntas que respuestas se dan", añade en la misma línea. Es desde esta perspectiva que la novela aborda también las cuestiones emocionales, evitando el lenguaje dramático, optando por cierta frialdad. "Si hablamos de emociones con lenguaje dramático es demasiado", dice la autora.
Nacida en 1993 en Estocolmo, Hedman es licenciada en Estudios Literarios y en Relaciones Internacionales y ha trabajado en la Asamblea de la ONU. Explica que "no se trata de un libro autobiográfico" y que lo escribió sin la intención explícita de hacer una novela, "tomando notas mientras estaba acabando la carrera". Descubrió hace poco Nada de Carmen Laforet y dice que encuentra conexiones con su obra: "una chica joven, la amistad y el caminar flaneûr por las calles de una ciudad, ya sea Barcelona o Estocolmo".