Uno de los libros más exitosos de la última década ya tiene secuela. John Boyne (Dublín, 1971) ha decidido continuar la historia de El niño con el pijama de rayas, una novela que, desde su publicación en 2006, ha pasado a formar parte de la memoria colectiva del Holocausto, después de vender más de once millones de ejemplares en todo el mundo y triunfar también en los cines.

Boyne publica ahora Todas las piezas rotas (Empúries, Salamandra), un libro en que imagina la vida de la familia del pequeño Bruno después de su trágico destino cruzando el alambre de púas de Auschwitz. El resultado es una narración con una gran carga emotiva, que se centra en la vida de Gretel Fernsby, hermana de Bruno, convertida ahora en una anciana nonagenaria que vive una existencia tranquila en un piso de Londres, después de haber pasado media vida fuera de Alemania. Cuando unos nuevos inquilinos se trasladan al piso de debajo del suyo, sin embargo, el pasado que se había esforzado tanto por dejar atrás volverá con virulencia.

Una historia de madurez

Si la historia de Bruno y Schmuel en El niño con el pijama de rayas trataba la fuerza de la inocencia en medio de la crueldad del exterminio, Boyne explica que en Todas las piezas rotas ha querido borrar cualquier traza de ingenuidad. Gretel es un personaje maduro y anciano, y la narración refleja esta naturaleza: "yo también he madurado y quizás soy menos naif, y eso queda reflejado en esta historia", afirma el escritor irlandés.

De esta manera, temas como la amistad o el poder de la mirada infantil en uno de los episodios más oscuros de la historia dejan paso a una narración que explora la responsabilidad y la culpa y que trata de responder a la pregunta de qué hacer con la carga familiar de haber participado decisivamente en la gestión del campo de concentración de Auschwitz.

La narración trata de responder a la pregunta de qué hacer con la carga familiar de haber participado decisivamente en la gestión del campo de concentración de Auschwitz

Boyne intenta responder a esta cuestión a través del personaje de Gretel, que ha cargado durante décadas con el secreto de su origen familiar, sin poder resolver las tensiones que le provoca. "No estoy interesado en la gente que comete los crímenes, sino en la gente que sabe que se están cometiendo y no hacen nada para detenerlo", dice el autor. "Gretel no es responsable de las cosas que hizo su padre, pero sí que es responsable del secretismo que siguió y de no dar información para poder borrarse de la historia".

Cuando una nueva familia empieza a vivir en su edificio y se da cuenta de que su niño lo está pasando mal, el personaje siente que el destino le brinda una oportunidad de redención potencial, de demostrar que ha aprendido de su experiencia, y tendrá que decidir si lo acepta o no, con el recuerdo de Bruno, que se le vuelve a despertar. La novela se adentrará en los conflictos morales de la responsabilidad y el peso de la historia y la tragedia en mayúsculas.

La memoria del Holocausto

Boyne, que ha publicado una veintena de novelas tanto juveniles como para adultos, durante la presentación con la prensa de Todas las piezas rotas ha explicado que desde el principio sabía que en algún momento acabaría volviendo a la historia que lo había hecho saltar a la fama literaria mundial. Pero que había que esperar el momento en que se sintiera preparado. "Tenía la sensación que continuar la historia justo después de publicar El niño con el pijama de rayas sería un error", dice. "Se convirtió en un fenómeno tan grande que parecería que solo quería sacar dinero, y, por otro lado, no estaba preparado; necesitaba tiempo y distancia".

Diecisiete años después, su intuición como escritor, en la que afirma que trata de confiar siempre, le ha dicho que había llegado el momento, y ha vuelto a sumergirse en un tema que confiesa que le apasiona y sobre el cual también siente responsabilidad. "Estoy intentando poner mi granito de arena con el fin de mantener viva esta historia, por eso no entiendo que se critique que trate el tema del Holocausto en mis libros, por mucho que no sea judío", ha respondido cuando se le ha preguntado si el mundo se podía olvidar del nazismo.

Imagen de la adaptación cinematográfica de El niño con el pijama de rayas.

Ante la desaparición progresiva de los supervivientes del Holocausto, el autor se muestra preocupado y siente que eso redobla de alguna manera la importancia de mantener viva su memoria. "Tuve la suerte de conocer a supervivientes del exterminio durante la gira de presentación del libro y de tener una generación de lectores que también los habían conocido", pero recuerda que llegará un momento en que su presencia se habrá desvanecido. También ha querido mencionar el comportamiento frívolo de algunos turistas cuando visitan el campo en la actualidad y su tendencia a fotografiarlo, que en algunos casos ve como "una falta de respeto".

Las redes y la censura

Boyne también ha hablado del efecto de las redes sociales en el mundo literario. Afirma que "sería muy difícil publicar El niño con el pijama de rayas hoy", en un momento en que dice que en internet se critican los libros sin que quien lo hace se haya molestado en leerlos. "En el 2006, cuando se publicó, los lectores se acercaron sin prejuicios. Cuando el año pasado anunciamos esta nueva novela, ya había gente criticándola en las redes sin que yo ni siquiera hubiera acabado la versión final", se ha exclamado.

John Boyne: "Cuando el año pasado anunciamos esta nueva novela ya había gente criticándola a las redes sin que yo ni siquiera hubiera acabado la versión final"

El autor afirma que no lee las críticas y que prefiere mantenerse al margen de las discusiones en internet, donde dice que las redes "pueden amargar el día de alguien con solo 280 caracteres". Boyne visitará Barcelona por Sant Jordi, en un mercado, el catalán, donde ya ha vendido 120.000 ejemplares de su best seller y donde presentará un libro que vuelve a apuntar directamente hacia el éxito.