Fue hace casi dos años. Y sucedió en el In-Edit, el festival de cine documental de música en que el que muchas veces se hace magia. Era un sábado a primera hora de la tarde, esa sesión para atrevidos, impacientes y dedicada a los que saben que igual no habrá otra oportunidad como esa. Y ese día el esfuerzo de no caer rendido ante el sofá a la hora de la siesta estaba justificado, el pase de Travelin' Band: Creedence Clearwater Revival at the Royal Albert Hall. Estrenado en 2022, el documental firmado por Bob Smeaton recreaba uno de los dos conciertos que la banda ofreció en la mítica sala londinense en abril de 1970. En un estado de forma envidiable, la Creedence pisaba tierras europeas. Aquella fue una actuación sólida y magnética. En esta cinta, se intercalan ciertos pasajes de la historia de la banda, desde sus inicios en California hasta llegar a Europa para esa gira. Todo esto narrado por el actor Jeff Bridges. En la sala grande del cine Aribau, había gente emocionada, algunos de los que los vivieron en la época y también, incluso, los que recordaban a sus padres que no están que les pinchaban los discos en casa. Y más curioso aún, al acabar cada canción, la gente se levantaba y aplaudía, como si el túnel del tiempo les hubiese trasladado a 1970. Insisto, la magia de In-Edit.
Tras la disolución de Creedence Clearwater Revival en 1972, John Fogerty inició una carrera en solitario con algún buen momento, pero siempre persiguiéndole la sombra del grupo. Es inevitable, el legado es demasiado grande e importante. Aunque luego no se les reconozca como a otros de su estirpe, que tienen más vuelo.
La noticia de que este año iba a actuar en Cap Roig fue recibida con alegría y con cierta sorpresa, pocos esperaban volver a verle por aquí
Tuvieron que pasar muchos años hasta que John Fogerty nos visitara por primera vez. Fue en 2009, cuando debutó en Barcelona actuando en el Sant Jordi Club. Una noche en la que sobrevolaron sus innumerables hits. No hay, seguramente, un repertorio con tantos éxitos, como el que puede presentar Fogerty. La velada es de las que se siguen recordando, aunque ya hayan pasado quince años de la cita. Por tanto, la noticia de que este año iba a actuar en Cap Roig fue recibida con alegría y con cierta sorpresa, pocos esperaban volver a verle por aquí. Esta vez con dos de sus hijos acompañándole sobre el escenario. Qué mejor que hacerlo en familia, por la confianza y la implicación: nadie va a entender al padre como ellos. Incluso le perdonarán los posibles e inevitables pecados. Un Fogerty que durante estos más de cincuenta años siempre ha ido a su aire, siempre encerrado en el estudio perpetrando discos al nivel de su leyenda; Centerfield en 1985, Blue Moon Swamp en 1997 o Revival en 2007. Los que la noche de ayer se acercaron a Calella de Palafrugell, no iban por esos discos.
La barbacoa de los Fogerty
Con el objetivo así de claro y ya de camino al espectáculo, en el puesto de merchandising hay camisas a cuadros y de franela a 85 euros la prenda. Con la grada ya bastante llena (eso sí, se ven pocas camisas a cuadros), hay un video previo explicando el porqué de la banda y el de esta gira, con esas motocicletas a lo Easy Rider en pantalla y como símbolo de una América totalmente reconocible.
Tras esta introducción, empiezan a sonar las canciones (la primera es Bad Moon Rising), que son las que mandan, pero sin mucha fuerza, van a marchas forzadas. Hay una referencia a Jimmy (Page), Jeff (Beck) y Eric (Clapton), al año 1969 y a las guitarras, a los regalos y al árbol de Navidad. Todo va al ralentí y a cámara lenta. Es como ese coche al que le pisas, pero que no tira más. Hay intención, pero falta motor. En un momento dado, aparece un saxofonista que un día soñó que tocaría en la E Street Band, con la idea de levantar a alguien de su butaca, pero aún no era el momento.
Esto se parece más a las barbacoas familiares que deben hacer en el jardín de los Fogerty, pero con menos parafernalia, que al concierto que habíamos imaginado
Un Fogerty justito de voz presenta a sus hijos y a su mujer, que por ahí anda (como él dice, en la sombra), celebrando aniversario y dedicándole canción, Joy of my life (con fotografías familiares y otras de su boda, que, a ver, no sé si son necesarias). Desde luego, habrá quien critique a las bandas tributo (no seré yo quien las defienda, pero tampoco quien se obceque en desterrarlas), pero lamentablemente, esto está más cerca de eso que de otro tipo de realidad.
No es hasta Keep on chooglin', con su esencia blues y de pantano, en plena jam, cuando aquello, ahora sí, comienza a rodar con más consistencia. No es suficiente. Ni siquiera Have you ever seen the rain? (una de las canciones con más gancho de la historia), consigue levantar el vuelo; si bien, ahí sí, el público se levanta y canta. Y ya en los bises, al aparecer otra vez el saxofonista de marras en Proud Mary, llegas a una conclusión que no deseas pronunciar: verdaderamente, esto se parece más a las barbacoas familiares que deben hacer en el jardín de los Fogerty, pero con menos parafernalia, que al concierto que habíamos imaginado.