Quien le escucha cada mañana en El Món a Rac1 sabe qué le gusta y qué no a Jordi Basté, sus filias y sus fobias asociadas a cualquier ámbito, ya sea política, sociedad, deportes o cultura. Y entras ellas, está la música, que como él mismo reconoce, lo acompaña a cualquier hora del día. A pesar de una agenda apretadísima (aunque, según dice, de un tiempo a esta parte ha intentado reducir el número de compromisos, sobre todo comidas que a veces se eternizan), nos hace un hueco para hablar de una de sus principales derias. Inquieto en su silla, pero con ganas de conversar, el incuestionable líder de la radio catalana no mira el móvil en la media hora que estamos reunidos. Quizá sea porque le apasiona hablar de artistas y canciones. Tiene anécdotas alrededor de los discos, los conciertos y, algún que otro viaje, que explica la razón por la cual la música es, en muchos casos, el motor de nuestras vidas.
Jordi, con la agenda que tienes y lo mucho que madrugas, ¿te da tiempo a escuchar música?
Sí, ¡mucho, mucho, mucho! Cuando vengo a trabajar escucho música. Ahora, por ejemplo, camino mucho, y por lo tanto también escucho música, cuando voy al gimnasio, también escucho música… Voy todo el día con el Spotify arriba y abajo.
Y en casa, ¿cuando llegas tienes la costumbre de ponerte tranquilamente un disco?
Sí, claro. Hace un tiempo, por Navidad, mi equipo del programa de radio me regaló un tocadiscos.
El mejor regalo del mundo para un melómano.
¡Es un gran regalo! Y fue justo con la vuelta del vinilo, ahora que parece que también vuelve el casete. Y sí, utilizo el tocadiscos, pero también el altavoz convencional. Uno bueno, eso sí, pues a mí me gusta escuchar la música bien. Lo mismo con los auriculares. Recuerdo que un día fui a una tienda, cerca de aquí, y les dije: “Quiero los mejores auriculares para escuchar música”. Y me respondieron: “Valen pasta”.
¿Los compraste?
Les contesté que me daba igual: “Quiero escuchar bien la música”. Y claro, me dejé una pasta. Me hice con unos Bowers & Wilkins, que son muy buenos. Son muy pequeños, y te cogen mucho el oído. El problema es que si vas por la calle, te desconectas del mundo. Y una cosa es desconectar y otra que no escuches nada de tu entorno. Entonces, para ir por la calle llevo los AirPods de Apple, porque también me van bien, pero los buenos son los otros. En casa escucho mucho con auriculares, aunque tengo un problema con esto.
¿Por qué?
Tengo más de un 20% de sordera. ¡Y los acúfenos! Que ya forman parte de mi vida. Por ejemplo, ahora si pienso en ello, escucho el pitido. El otorrino me dijo que era por culpa de escuchar la música con auriculares. Por eso, sobre todo a los jóvenes, les recomiendo que no lo hagan. Para escuchar bien la música no hace falta hacerlo todo el tiempo con unos auriculares. En cambio, sí en un buen equipo de música.
El ritual de escoger el disco y escucharlo sin atender a otra cosa, ni al móvil, ni a la lectura, ni a nada, es un momento maravilloso
Y además, en todos los formatos, incluso el denostado CD.
Hombre, ¡es que el CD es muy bueno!
Incluso, hay ciertos estilos de música, que suenan mejor en CD que en vinilo.
Y tanto. Por ejemplo mis hijas los oyen a través de la PlayStation, con lo cual la música va sonando allí y no te afecta tanto al pabellón auditivo como el auricular. Y además, cuenta el tono en el que lo escuchamos.
Ordenando discos durante el confinamiento, me apareció mi viejo discman, y un par de veces a la semana me doy el gusto de escuchar un disco ahí con auriculares. Y aquello suena espectacular, ¡es una gozada!
El ritual de escoger el disco y escucharlo sin atender a otra cosa, ni al móvil, ni a la lectura, ni a nada, es un momento maravilloso. Qué gran placer ese… Además, de unos años para aquí, hay una gran cantidad de variables para escuchar música. Yo empecé con los discos de pizarra de mi abuelo, después pasé por el 'comediscos'…
Eso era una cosa extrañísima.
Sí, sí, mucho. Luego llegó el discman y el iPod.
El Ipod, parecía que iba a revolucionar el modo de consumir música y...
Además, era un objeto que, al principio, pesaba mucho. Me sentí un poco como el mono del 2001 cuando mira el monolito, el día que me fui a Salt Lake City con mi querido Raúl López, que entonces jugaba en los Utah Jazz de la NBA.
Es un gran melómano, muy amigo de músicos como Quique González.
Sí. Y también de Leiva. Es de las personas que más me ha enseñado de música.
El jugador de baloncesto Raúl López es de las personas que más me ha enseñado de música
Alex Mumbru también era de esa cuerda.
Sí, pero más Raúl. Me envía música y música y música. Es uno de mis grandes suministradores. Me envía listas de Spotify. Me dice escucha esta canción y esta otra. Él es muy fan de… espera, que ahora empezamos con los nombres… Bueno, ya te lo diré. Volviendo a ese día, él llevaba un iPod, y yo le dije: "¿Qué es eso?". Me contó que cabían no sé cuantos miles de canciones, y ya me compré uno allí.
Daba pereza eso de tener que bajarse los discos.
Recuerdo que la primera que me compré, fue una variación de una canción del Breakfast In America de Supertramp. Pagué un dólar. Es la primera que me bajé y luego... Espera, que me vendrá el nombre, qué desastre con esto…Vale, el Ben…
¿Bon Iver?
Bon Iver, por descontado, que lo descubrí gracias a Raúl.
¿Puede que sea Ben Harper?
Ese, ese, Ben Harper. Menos mal.
Es de las peores entrevistas que he hecho en mi vida.
Pero, ¿por culpa tuya o por culpa suya?
Yo soy muy devoto de Los Secretos
De los dos.
De Ben Harper, cuando estamos juntos con Raúl, siempre pone When She Believes. Yo, en cambio, soy muy devoto de Los Secretos.
En la redacción me han dicho expresamente que te preguntara por Los Secretos.
Es que, con los años, me he vuelto un estudioso, si se puede decir así, de la música de los 80, de La Movida. Me interesaba mucho la vida que había ahí, la época de la droga en plan bestia, del VIH, toda esa historia. Y en la de Los Secretos hay mucho de eso, es algo que con Raúl hemos hablado mucho. Una de las canciones más tristes de la música española es Déjame, un tema que te hace bailar, y moverte, pero la letra es muy triste. Además hay muchas versiones, algunas de los propios Secretos: instrumental, con una guitarra, con una coral... Es bestial. Y han envejecido muy bien, esas grandes canciones han sabido aguantar el paso del tiempo. Son una referencia importantísima para mí.
¿Qué otros grupos de La Movida te interesan más allá de Los Secretos?
Sí, claro, desde Nacha Pop a muchos otros nombres de entonces. De hecho, hay un libro que me gustó mucho. Es del marido de Alaska, que está como una cabra, el Mario Vaquerizo. Escribió una biografía sobre Fabio McNamara, que cantaba con Pedro Almodóvar.
Fabiografía.
A McNamara me lo encontré un día por la Gran Vía de Madrid, y vi que entraba en una iglesia vinculada con los ultracatólicos. Lo primero que pensé es que estaba extraordinariamente flaco y muy, muy dejado. Aquella misma noche, fui a un bar muy conocido en Madrid, que se llama La Vía Láctea.
Uno de los templos de La Movida.
Conocí al propietario del bar, que resultaba que era sobrino de Javier Krahe, un cantautor que escuchaba mi hermano mayor, de quien he aprendido mucho de música. Le comenté que había visto a McNamara entrando en una iglesia y me dijo que se había vuelto un ultraderechista tremendo. A raíz de eso, empecé a investigar sobre unos personajes que se llamaban Las Costus y formaban parte del mundo almodovariano y de La Movida.
¿Quiénes eran?
Las llamaban Las Costus porque eran dos costureros que vivían a caballo de Madrid y Sitges. De hecho, primero murió uno y al cabo de muy poco tiempo falleció el otro de la pena. Una historia de amor bestial. En los lavabos del Vía Láctea tenían pósters con sus dibujos, ya que también eran pintores. Un día, hablando con Pedro Almodóvar, le dije: “He tardado mucho en entrevistarte, y era algo que me hacía mucha ilusión”. Ahora lo entrevisto una vez al año, pero en aquella primera ocasión estuvimos media hora fuera de antena hablando de música de aquella época. De Alaska, de un grupo que se llamaban Zombis... También me contó la historia de Tino Casal, quien murió en un accidente.
Una figura de culto de La Movida.
Es un poco como el James Dean de La Movida, una leyenda que murió y quedó ahí. Es un personaje muy admirado, también gracias al éxito de Eloise.
El mundo de Taylor Swift no me interesa nada
Hablando de canciones, ¿has visto el documental sobre la Macarena de Los del Río? Es increíble todo lo que generó la canción.
Lo he visto, es extraordinario. También me gustó mucho el de los Locomía. Es como una novela. Pero sí, el de Macarena está muy bien: cómo una canción puede generar tanto, incluso llegando a triunfar en los Estados Unidos.
Hubiera sido interesante contar con el testimonio de Alaska, que perdió el juicio por los derechos del remix de la Macarena que hicieron Fangoria.
A mí ella me parece fantástica. Es una persona súper culta. Alaska no tiene una gran voz, pero en cambio es una artistaza. Lo mismo pasa con Loquillo.
O ahora con Taylor Swift, que no es la mejor en nada, pero mírala.
Es que Taylor Swift es otra cosa, a mí es que es un mundo que no me interesa nada.
Cuando voy a por un disco, me acerco a Revolver
¿Todavía visitas tiendas de discos?
Cuando voy a por uno, me acerco a Revolver. También compro algo en Amazon, aunque esto suene feo. Pero bueno, cuando busco un disco siempre lo acabo encontrando allí.
Otra fuente de descubrimiento ahora son las canciones que aparecen en las series.
Yo estoy todo el rato con el Shazam, eso también me ayuda a descubrir canciones chulas.
Y versiones, en El Món a RAC 1 ponéis una cada día, esta mañana ha sonado una muy curiosa de Peter, Bjorn and John.
Yo soy muy fan de las versiones.
¿Y de dónde te viene?
Soy de los que piensan que la versión mejora la original. Recuerdo los tres primeros discos que entraron en casa. Y los recuerdo por orden de llegada a casa. Los tres eran maxis. El primero, una versión muy conocida de Laurent Voulzy (ndr. me tiene que escribir el nombre, no le conocía), que es larguísima y va introduciendo canciones de Beatles, The Beach Boys, los Stones. Se llama Rockollection (ndr. en ese momento Basté me la canta). La segunda, de un grupo en el que cantaban unas chicas, Boys Town Gang, y la canción era Can´t Take My Eyes Off You (ndr. vuelve a tararear). Y la tercera, Rock and Roll en la plaza del pueblo, de Tequila. Esos fueron los primeros maxi-singles que tuve, y el segundo ya era una versión de Matt Monro. Y me reitero en ello, hay versiones que superan la original. Por ejemplo, y mira que no soy nada fan de él, pero Michael Bublé ha hecho una versión fantástica de Barry White.
El concierto que he más disfrutado en mi vida fue uno de The Housemartins en la sala Zeleste
Te recomiendo un disco de versiones de Tom Waits, interpretadas por mujeres, se titula Come On Up To The House: Women Sings Waits. Recuerdo verte por allí cuando actuó en el Auditori del Fórum.
También le vi en París. Fue espectacular. Yo tengo la sensación que cuando veo un artista en el extranjero, lo vivo de diferente manera. Otro que que me encanta es Rufus Wainwright. Es tan divino. Lo descubrí en la banda sonora de Moulin Rouge, una canción que él cantaba en francés, y pensé, madre mía, qué voz. Luego le he visto en Peralada, en el Liceu, le he visto fuera… Es que, cuando eres joven, haces muchas barbaridades.
Explica, explica.
La más bestia que he hecho nunca, fue con un grupo de amigos. Fuimos con mi Opel Corsa Swing de color rojo a Madrid, a ver una serie de conciertos en que actuaban Pretenders, Big Audio Dynamite, UB40 y los U2 del Joshua Tree. Cuando acabó, de ahí fuimos a Port de la Selva, pues uno de ellos tenía una casa allí, dormimos tres horas, y de ahí a Toulouse, a ver lo mismo que en Madrid.
¿Cuál ha sido el mejor concierto al que has asistido nunca?
El concierto que he más disfrutado en mi vida, o uno de ellos porque he ido a muchos, fue uno de The Housemartins en la sala Zeleste (el 27 de novimebre de 1987) que duró 3 horas y 20 minutos. Recuerdo que vi a Oasis la primera vez que vinieron y solo tocaron 45 minutos. Lo mismo que Blur. ¡Lo de The Housemartins fue excepcional!
Durante un tiempo, y quizá aún pasa, cuando llevabas al programa a un artista nuevo, emergente, se generaba el efecto Basté.
Yo eso no lo quiero, y tampoco lo busco.
Pero pasaba. Recuerdo el caso, por ejemplo, de Núria Graham.
No es por el programa. Cuando hay gente que destaca es por algo. Hay gente que sabe valorar la música mejor que yo. A mí simplemente me gusta o no me gusta, pero no entiendo. No soy crítico. Es probable que pase con algún grupo, pero por el programa también ha pasado gente que se ha quedado por el camino. Pero sí, Núria Graham es un nombre, Paula Valls es otro…
En la escena musical catalana hay voces femeninas muy interesantes y muy inteligentes
¿Cómo ves la actual escena musical catalana?
Hay gente con mucho talento.
Con muchas mujeres, hay una generación de jóvenes impresionantes, con por ejemplo, Júlia Colom…
Y Maria Arnal, Maria Jaume, o la Bad Gyal, que no todo el mundo llena el Palau Sant Jordi. Ahora hay voces femeninas muy interesantes y muy inteligentes. Todas ellas con formas y tonos diferentes, desde la Julieta a, no nos olvidemos, Silvia Pérez Cruz.
Es que Silvia, de alguna manera, es la madre de todas ellas.
Yo estoy convencido que ha tenido mucho que ver en esto y ella no lo sabe. Y Silvia tiene algo que la hace especial: hace lo que le da la gana. A ver, mucha gente puede decir, podía haber sido Rosalía. Pero no, ella nunca lo ha querido.
Ni lo ha pretendido.
Exacto. Y en catalán, es que hay muchos nombres. Un grupo que me fascina son los Stay Homas, los veo unos tíos capaces de hacer una canción cada día. Son muy listos y muy talentosos. Acaban de hacer un documental que es miel. Insisto, es miel. Retrata sus rarezas, sus tristezas y su final. Y ya está. Y sobre todo, tienen mucho talento, como todas esas mujeres de las que hemos hablado y a las que tenemos que invitar al programa a actuar, que se hagan grandes.
Ahora lo que también pasa es que, o entran en la rueda de los festivales o se quedan en un nicho muy pequeño.
Entre otras cosas, porque sino entras en la rueda de festivales, ahora mismo vender discos cuesta mucho.
Y vender entradas en salas pequeñas, también.
Correcto, así es. Ha cambiado todo mucho.