Disculpen que empiece desapolillando a un político ya algo retro (y siempre “retra”). Dijo Mariano Rajoy con su habitual y desacomplejada simpleza, no siempre carente de fundamento, que los catalanes “hacen cosas”. Miren si no esa foto en la que aparece un joven ejemplar de catalán apoltronado en la butaca presidencial de una compañía, à la manière de un yuppie ochentero, frente a un prohibitivo Macintosh Quadra 800, negociando al teléfono. O esa otra del mismo chaval haciendo visera con la mano, como vislumbrando su prometedor futuro con sonrisa de tiburón. Sin duda, este barretinado JASP (recuperando aquel acrónimo que popularizó en los 90 un anuncio de coches) ha hecho un montón de cosas, aunque ninguna, me atrevería a decir, del agrado del expresidente español. Porque las primeras páginas de Cutter, cola y fotocopias: Memoria gráfica de BCore 1989-2007 desvelan que ese despacho atestado de papeles es la trastienda de una precaria peluquería familiar, el ordenador Apple comprado con el finiquito del curro tras quedarse en el paro como montador gráfico y el espécimen con la mirada fija al horizonte no otea precisamente oportunidades de negocio (de hecho, no ve un pimiento, porque lleva gafas de Rompetechos y la luz del flash lo ciega). Y es que el hiperactivo catalán no es otro que Jordi Llansamà (Barcelona, 1967), capo del sello independiente BCore Disc desde finales de los 80 y hoy todo un patriarca del subsuelo nacional con más pósteres, octavillas, acreditaciones de backstage y demás memorabilia gráfica en su haber que, apostaría, millones en la cuenta corriente. Todo un antipreneur y un modelo de entusiasmo majara más que de lógica empresarial cuyo catálogo discográfico acumula 400 referencias y festeja los 35 años de supervivencia. Ahí es nada.
Todo un antipreneur y un modelo de entusiasmo majara más que de lógica empresarial cuyo catálogo discográfico acumula 400 referencias y festeja los 35 años de supervivencia
De Mortadelo y Filemón a Standstill
En 1986 Samaranch pronunciaba en Lausana la célebre frase “à la ville de… Barcelona”, dando el pistoletazo de salida a hordas de concejales, urbanistas, promotores musicales en ciernes y grafistas con ansias de modernidad que tratarían de ocultar las vergüenzas gráficas —entre otras— de la metrópoli cubriendo los carteles taurinos y los letreros tipo “Bar Sociedad Pajaril el Pardillo del Carmelo” con lonas de Barcelona posa’t guapa, en aras de transmutar la antigua ciudad industrial en aséptica capital internacional del diseño gráfico, la arquitectura avanzada y la música electrónica. Ese mismo año, el hijo de un trabajador de Bruguera amamantado semanalmente con Mortadelos, Zipi Zapes y Lilis frescos del día y conocido en la escena punk, oi! y hardcore por currarse carátulas para las casetes grabadas con collages que se fotocopiaban sus amigos y editar fanzines a base de tóner y grapas como Lo korkó de les Korts, comenzaba su precaria gesta empresarial. Cuenta Jordi Llansamà en la introducción de su libro: “Yo en esa época ya estaba metido en lo de BCore. Siempre se data el arranque de BCore Disc en 1990, que es cuando editamos el primer disco de Corn Flakes como discográfica. Pero BCore ya existía bastante antes, desde 1986. Vendíamos K7s que intercambiábamos, serigrafiábamos parches, camisetas, distribuíamos fanzines. Entonces el nombre aún era BCore Productions.”
Es lo que tiene ser un sello Punk, no hemos apuntado nunca nada, porque nunca creímos que lo que hacíamos tuviera alguna relevancia
A partir de ahí, en casi cuatro décadas de historia han tenido tiempo de traer a Barcelona a formaciones foráneas de la talla de Green Day, Fugazi, At the Drive-in, Karate, Hot Water Music, Leatherface o June of 44 (la mayoría en salas hoy extintas), a la par que han editado 400 referencias discográficas de bandas con “B” de Barcelona, muchas piedras angulares de la escena independiente catalana y española de ayer y de hoy como Corn Flakes, Fromheadtotoe, Aina, Standstill, The Unfinished Sympathy, Brighton 64, Tokyo Sex Destruction, Delorean, Nueva Vulcano, Cala Vento, Joan Colomo o Madee. Y para celebrar tan feliz efeméride, BCore acaba de publicar el mentado tomo con un escueto tiraje (500 copias) en el que compila una selección de carteles, octavillas, entradas y pases de backstage, reivindicando así la faceta de Llansamà como diseñador gráfico de referencia en la escena alternativa barcelonesa, escaneados con todo lujo de roturas, dobleces, restos de celo y agujeros de chincheta. Una obra filo-punk, elaborada en familia y completamente autoeditada, en la que, advierten, no se garantiza la fiabilidad cronológica: “Es lo que tiene ser un sello Punk, no hemos apuntado nunca nada, porque nunca creímos que lo que hacíamos tuviera alguna relevancia”.
Cada uno de estos carteles fue la puerta de entrada a un submundo al que pertenecer, un lugar donde encontrarte a ti mismo y a los que eran como tú
Pero, como bien explica Ramon Mas en el prólogo, esta obra va más allá del libro de diseño gráfico musical: “Este libro es un documental. Este libro es un yacimiento arqueológico. Este libro es la prueba física de un mundo que ya no existe, uno al que solo podías acceder si encontrabas los rastros y seguías las pistas. Cada uno de estos carteles fue la puerta de entrada a un submundo al que pertenecer, un lugar donde encontrarte a ti mismo y a los que eran como tú. Una familia de amigos con los que crecer, con los que reír, con los que bailar. […] Todo esto fue antes de que los festivales minaran el circuito de salas y los sponsors hicieran subir astronómicamente los cachés de las bandas. Antes de que Barcelona dejara de figurar en las giras que cruzaban Europa en furgoneta, y que los grupos noveles tuvieran que pagar alquileres abusivos (imposibles de cubrir con la taquilla) a las salas para poder organizar sus propios conciertos. Había una red de sellos, distris, fanzines y colectivos, entre los que siempre destacó BCore y su entorno, dispuestos a arremangarse para que la música en directo pudiera existir sin pasar por la lógica del mercado”. Y sabiamente concluye: “Así que tomémonos este libro, además de como un compendio de recuerdos y un alarde de cosas que realmente sucedieron, como un homenaje a un modo artesano y palpable de comunicar el que fue, y sigue siendo, nuestro pequeño submundo”. Fin de la cita.