Ahora hace un año, con la declaración del estado de alarma el 14 de marzo, el coronavirus nos cerró en casa. Con los hospitales y las Ucis desbordadas, la covid19 hacía estragos en las residencias y los servicios funerarios no daban abasto. Confinados, nos vimos obligados a teletrabajar, a ver familia y amigos a través de plataformas como zoom y a agotar las series de Netflix. Fuera de las salidas para ir a comprar, sólo nos vemos con los vecinos a las ocho de la noche, cuándo aplaudíamos en recuerdo del personal sanitario que estaba sacrificándose de una manera heroica y también, porque no, como una forma de afirmar que seguíamos vivos y de tener contacto los unos con los otros.

Todos estábamos en casa. ¿Todo el mundo? No, un fotoperiodista se pasó de marzo a junio de 2020, arriba y abajo de Catalunya documentando los primeros meses de la pandemia en pueblos y ciudades. Jordi Borràs fue testigo de una Catalunya vacía, sin personas, sin coches, donde la vida se ha cerrado en casa y el virus campa libre, y, al mismo tiempo, de la realidad de una Catalunya llena, donde los profesionales de la salud –médicos, enfermeras, auxiliares, personal de limpieza, etc.–, bomberos, periodistas, mantienen vivo el latido de un país que combate un desafío inédito, mientras la vida se abre paso con embarazos y nacimientos que miran el futuro. Una dicotomía entre el vacío y el lleno, entre la vida y la muerte de que articula la muestra Catalunya any 0. Veure el virus, que se puede ver en el Palau Robert desde esta semana y hasta el 25 de abril.

"Ahora hace un año que nos cerramos, pero en La Mira nos decidimos a abrirnos para documentar lo que estaba pasando de cara al futuro", aseguraba este miércoles Francesc Canosa, comisario de la exposición que repasa la vida durante la pandemia a través de las imágenes de Borràs, jefe de fotografía del magazín. Un proyecto transmedia que, aparte de las galerías que publicó el fotógrafo durante los meses álgidos del confinamiento, se complementa con un Podcast, disponible en Catalunya Radio.

Lloret de Mar, 3 de abril/Jordi Borràs

15.000 Km y 30.000 fotografías para retratar el virus

¿Cómo se fotografía un virus? ¿Cómo se capta una situación increíble? ¿Cómo se documenta un hecho insólito que sólo tiene resonancias en la epidemia de gripe de 1918? Borràs lo tuvo claro: Cámara, carretera e ir haciendo. Yendo arriba y abajo, Borràs se encontró literalmente solo. Quince mil kilómetros con el coche sin encontrar casi a nadie más, acumulando 30.000 imágenes que no tenía ni tiempo de procesar.

Una soledad que no le impidió tropezarse consigo con la sorpresa de los vecinos y de algún "policía de balcón" que lo increpó, a pesar de estar haciendo su trabajo. En Callús, por ejemplo, donde fue a retratar un concierto de caramelles en los balcones de la población, fue parado por la Guardia Civil, que tuvo que comprobar con los superiores que podía hacer fotografías. En general, confiesa haber encontrado menos hostilidad en los pueblos que en la ciudad.

Residencia de l'Hospitalet de Llobregat, 10 de abril/Jordi Borràs

No lugares  y censura

El confinamiento convirtió lugares habitualmente llenos de gente, especialmente turistas, como la población costera de Lloret de Mar, el monasterio de Montserrat, la basílica de la Sagrada Familia o el Paseo de Gracia, en no lugares. Espacios sin gente como no los habíamos visto nunca. Esta es una de las imágenes de la pandemia. "Una imagen que, quizás, no volveremos a ver nunca más", avisa al fotógrafo.

Sin embargo, mientras retratar la ciudad vacía era fácil, como han denunciado varios foto-periodistas, intentar adentrarse en los hospitales, en las residencias, en los tanatorios y en los cementerios y retratar los efectos del virus de bien cerca fue una odisea. Por eso Borràs también denuncia el cierre, el veto mediático en que se convirtieron los centros sanitarios. Una decisión, que el fotógrafo puede entender ante una situación nunca vista, que se convirtió en una censura contraproducente, porque ha provocado un agujero mediático, terreno abonado para el teoría de la conspiración, la desinformación y la demagogia.

Un año después, todavía nos faltan fotos y nos faltan historias. Acercarse al Palau Robert puede ser una oportunidad de empezar en digerir una realidad que nos ha cambiado la vida. Haced la prueba: sólo hay que comparar cualquier fotografía de antes de la pandemia con las de este año. Una mascarilla las delata.

Tanatorio de Collserola, Barcelona, 11 de mayo/Jordi Borràs