Jordi Casassas Ymbert (Barcelona, 1948). Doctor en Historia Contemporánea por la Universidad de Barcelona. Especialista en la historia y la evolución de los primeros movimientos obreros en Catalunya; y su relación con el catalanismo y el republicanismo de finales del siglo XIX y principios del siglo XX. Es una de las figuras más relevantes de la intelectualidad catalana actual. Ha sido profesor en la Universidad de Barcelona (1974-2013); presidente del Ateneu Barcelonès (2014-2021); miembro numerario del Instituto de Estudios Catalanes (desde el 2012); rector de la Universitat Catalana d'Estiu (desde el 2016); y director de la revista "Círculos. Revista de Historia Cultural". Ha escrito varios libros. Recibió el premio Ramon Trias Fargas del 2004 por el libro "El tiempo de la nación. Estudios sobre el problema político de la nación" (Proa, 2004); y el premio Ferran Soldevila del 2018 por el libro "La voluntad y la quimera. El novecentismo catalán entre la quimera y el marxismo" (Enciclopedia Catalana, 2017).

¿Profesor, en qué momento podemos decir que se articula el primer movimiento obrero catalán?

No tenemos que confundir movimiento obrero con mundo del trabajo. Los obreros ya existían; y lo que pasó es que los movimientos obreros se empezaron a articular a partir del deterioro de las condiciones del trabajo.

¿Cuándo pasa eso?

Fue un proceso lento y difícil. Con anterioridad a la Revolución Industrial, es decir con anterioridad a la mecanización de las fábricas; los patrones valoraban mucho la habilidad manual de los obreros. Pero con la introducción de las máquinas a las fábricas, cambia totalmente el paradigma de trabajo. A partir de aquel momento, los patrones ya no valoran la habilidad manual del obrero; sino que lo someten a explotación. Eso, en Catalunya, pasó a partir de la década de los 30 del siglo XIX.

¿Cuando dice explotación, a qué se refiere concretamente?

La habilidad manual del obrero deja de tener importancia porque el trabajo ha sido mecanizado. Para el patrón de la fábrica, lo que pasa a ser prioritario es el rendimiento que obtiene del obrero; es decir, que trabaje más y que cobre menos. Y en este contexto, promueven la llegada de trabajadores procedentes del mundo rural catalán, sin tradición fabril ni cualificación profesional; dispuestos a trabajar por un sueldo más bajo. Los trabajadores antiguos se sienten despreciados, y se produce el conflicto que hace nacer el movimiento obrero.

¿Cómo se articula, inicialmente, este movimiento obrero primigenio?

Se producen dos reacciones. Una primera reacción es el ludismo, la destrucción de las máquinas, consideradas el enemigo del obrero; que, en Barcelona, se contextualiza en las famosas bullangas, que son protestas sociales por motivos diversos que se convierten en revueltas locales, y que tienen una tradición que viene del siglo anterior. Recordamos que el incendio y destrucción de la fábrica Bonaplata (1835), que había sido la primera fábrica, en Catalunya, que había introducido la máquina de vapor; fue la culminación de una bullanga que había surgido en la plaza de toros de "El Torín", en la Barceloneta.

¿Y después de estas reacciones violentas, qué pasa?

Llega un segundo escenario, que es fruto de la maduración de aquel conflicto. Los trabajadores más cualificados y con más capacidad adquisitiva, y que son los más perjudicados por aquel proceso de mecanización de la industria; se empiezan a organizar. Por ejemplo, crean las cajas de resistencia para hacer frente a las consecuencias de estos conflictos, principalmente las huelgas. Recordemos que, en aquel momento, los trabajadores que se declaraban en huelga dejaban de percibir su salario. Este instrumento tuvo mucha importancia. Solo hay que ver la obsesión de las autoridades (gobierno civil, gobierno militar) para localizar y confiscar estas cajas de resistencia.

Me habla de organizaciones que ya disponen de mecanismo de autodefensa. ¿En aquel momento, podemos hablar de sindicatos, o solo son asociaciones obreras?

Inicialmente, durante las décadas centrales del siglo XIX, son organismos pequeños; que, de esta manera, se pueden camuflar mejor. Este es un detalle que diferencia el obrerismo catalán del resto de movimientos del norte de Europa, donde estos movimientos, en aquel momento, ya están muy dimensionados.

¿Quién dirigía estos pequeños organismos obreros catalanes?

Líderes con mucha preparación y mucha concienciación, que no tan solo gestionaban aquellos organismos; sino que trazaban sus estrategias. Participan activamente en las bullas, aquellas explosiones de subversión urbana, con el propósito de promover el acceso al poder de los progresistas. Y eso lo hacen, principalmente, porque la represión que ejercían los gobiernos progresistas contra los movimientos obreros era menor que la que perpetraban los gobiernos liberales-conservadores.

¿Además de las reivindicaciones obreras, cuál era la ideología dominante en aquellos movimientos obreros catalanes primigenios?

En el transcurso de aquel conflicto se produce la confluencia del obrerismo y el republicanismo que causa una gran preocupación a las autoridades y a la patronal de la segunda mitad del siglo XIX. Hay un movimiento insurreccionalista que es duramente reprimido por las autoridades militares.

¿Es en aquel momento que obrerismo, republicanismo y catalanismo se dan la mano?

Durante la primera mitad del siglo XIX, hay una connivencia con el catalanismo porque la memoria de 1714 todavía está viva. El recuerdo de 1714 se ha convertido en defensa popular contra el agresor externo que quiere acabar con las costumbres y las tradiciones. En las bullangas está presente esta ideología. En estas bullangas se organizan juntas rectoras del movimiento subversivo, que cada vez son más radicales, donde están presentes elementos del republicanismo, del federalismo, del catalanismo, del progresismo y del obrerismo.

¿En qué momento, y por qué causa, obrerismo y catalanismo se distancian?

Es fruto de un proceso. Durante la primera etapa del llamado Sexenio Democrático; que se inicia con la Revolución Gloriosa y el derrocamiento de Isabel II (1868); los gobiernos del progresista general Prim y de la monarquía democrática de Amadeo I; nos encontramos con la paradoja de que el poder español desplegó una fuerte represión contra republicanos, federalistas y catalanistas; que fue especialmente dura contra los líderes de un movimiento obrero que se había radicalizado desde la década de los 50. Estos movimientos fueron decapitados, y la colaboración que habían mantenido se hizo muy difícil. A todo eso, se sumó que con la proclamación de la I República (1873), estos movimientos se codifican y se convierten en partidos políticos. Sería la confirmación de un distanciamiento que se había iniciado durante la etapa represiva.

¿El obrerismo catalán, en hechos como el asalto a la Casa de la Llotja (1873), contribuyó al fracaso de la I República española (1873-1874)?

No. En Catalunya el republicanismo era muy importante. Y la instauración de un régimen republicano era un objetivo que tenía mucho consenso. En cambio en España había muy pocos republicanos. Y eso se explica por la ausencia de una vida urbana y de una clase media de ideología democrática; y por el papel destacado que, en la vida política y social española, jugaba una clase militar claramente involucionista, que venía de ejercer una durísima represión contra los primeros movimientos independentistas en Cuba y en Puerto Rico. La I República española fracasó porque los que podían haber sido sus apoyos principales —las burguesías española y catalana— la boicotearon; con el objetivo de restaurar el régimen represor y corrupto de los Borbones que tanto beneficiaba a sus intereses de grupo; tanto los económicos como los políticos.

¿El movimiento obrero catalán se opuso a las guerras coloniales de Cuba, Puerto Rico y Filipinas de finales del siglo XIX?

Sí, y tanto. Aquellas guerras eran de una impopularidad total. También los federalistas catalanes, que en aquel momento, eran próximos al movimiento obrero catalán, se opusieron. Obreristas y federalistas catalanes eran partidarios de dar la autonomía a las colonias; o, directamente, concederles la independencia.

El atentado contra la procesión de Corpus en la calle de los Canvis Nous de Barcelona (1897), que se saldó con 12 muertos y 70 heridos; y que las autoridades gubernativas atribuyeron al movimiento anarquista y resolvieron con el fusilamiento de 7 líderes obreros; ¿fue un ataque de falsa bandera?

Durante la últimas décadas del XIX hay un paisaje de desorganización fruto de la durísima represión. En aquel momento se suma un nuevo actor: el anarcocomunismo que es la facción más radical contra la represión del estado. Emprenden la lucha armada para debilitar la burguesía y el sistema. Son gente iluminada que actúan individualmente contra grandes figuras; para crispar la conciencia burguesa que pretende vivir en un mundo tranquilo. Los estados europeos decretan las primeras leyes antiterroristas (España la importa de Francia); y se crean cuerpos policiales de alcance general. Este anarcocomunismo significa un retroceso para el movimiento obrero.

Al principio del siglo XX aparece la figura de un político populista y demagogo nombrado Lerroux que se nutre de la radicalización del movimiento obrero. ¿Lerroux era un obrerista o era un oportunista?

Lerroux fue un personaje muy inteligente que vivió pagado por el ministerio de Interior español. Supo generar un movimiento moderno en base al desengaño al movimiento obrerista y republicano fruto de estos atentados —como el de la procesión de Corpus de 1897; y creó un partido anticatalanista, antiburgués, antieclesiástico y absolutamente populista y demagogo, que en aquel contexto funcionaría muy bien.

El año 1922, Francesc Macià funda Estado Catalán, el primer partido político independentista de nuestra historia contemporánea. ¿Qué relación había entre Estado Catalán y el movimiento obrero catalán de principios del siglo XX?

Ninguna. Estado Catalán es un partido de menestrales y de pequeños burgueses que tiene unos objetivos muy alejados del movimiento obrero catalán del momento. Otra cosa eran los contactos personales.