Si hay un local que caracterizó la vida barcelonesa de principios del siglo XX fue Els 4 Gats. Un restaurante "donde se podía comer y beber a cualquier hora" y que se convirtió en lugar de encuentro de la bohemia de la ciudad. Por allí pasaron Casas, Rusiñol, Picasso, Miró... Ahora, la trayectoria del local es revivida en un elegante libro coeditado por la editorial Viena y el Ayuntamiento de Barcelona: Els 4 Gats. Les set vides d'un local emblemàtic de Barcelona. Es obra de Jordi Notó, hermano de Pere Notó, uno de los artífices de la recuperación del local, que está situado en una casa construida por Puig y Cadafalch. El mismo autor define esta obra como un libro para verlo, para regalarlo, pero también para leerlo. No se equivoca.
Seis años que han dado mucho que hablar
El local original de la calle Montsió sólo estuvo abierto 6 años, de 1897 en 1903. Pero generó una alocada vida intelectual, como alocada fue la vida de su fundador, Pere Romeu, promotor cultural, aficionado a las sombres chinescas, piloto de automóvil, animador de cabaré, difusor de la gimnasia en Catalunya... Para montar Els 4 Gats, Romeu tuvo el apoyo de tres artistas de gran talla: Miquel Utrillo, Ramon Casas y Santiago Rusiñol. En 1900 Picasso organizó allí su primera exposición (y un crítico de arte lo dejó verde). Por las paredes de Els 4 Gats pasaron dos cuadros emblemáticos de Casas: el Tándem, donde aparecen el propio Casas y Santiago Rusiñol en una bicicleta de dos plazas, y Ramon Casas y Pere Romeu en automóvil. Por las mesas del local pasaban artistas como Nonell, Mir, Manolo Hugué, Ricard Opisso... Muchos de ellos pintaron el bar en sus obras. En realidad, fue un local donde se desarrollaron todo tipo de artes. Además de exposiciones artísticas, siempre se hicieron títeres, y no faltaban las actuaciones en directo. Y Pere Romeu incluso llegó a celebrar combates de boxeo en el local.
Los tiempos del olvido
Pero el local original tuvo una corta vida (aunque perdurará durante siglos gracias al registro que quedó de él en cuadros y relatos de la época). Dicen que Romeu era un hombre con tanto empuje como inconstancia, y además, era pésimo en los negocios. Noltó explica que en Els 4 Gats las raciones de comida disminuían a medida que avanzaba la noche, porque Romeu era incapaz de calcular la cantidad de comida necesaria para todo el mundo. A partir del momento en que lo dejó de regentar Romeu, el local perdería paulatinamente su carácter. Se lo quedaría el Círculo Artístico de Sant Lluc, que tenía allí tanto las clases de dibujo como sus oficinas. El ambiente bohemio de Els 4 Gats dejaría paso al espíritu conservador, cristiano y de orden que imperaba en el Sant Lluc. Pese todo, se seguían haciendo sesiones de títeres, como en tiempos de Pere Romeu. En 1936 el local fue incautado por el PSUC para organizar un ateneo, donde también se hicieron actos culturales y políticos. Tras la guerra se recuperó el local como lugar de distracción, con títeres y otras diversiones, pero tuvieron que llamarlo "Cuatro Gatos". De vez en cuando se hicieron actuaciones de música en vivo. Pero la iniciativa no aguantó la crisis de posguerra. Els 4 Gats se convirtió en un almacén de material de costura de Confecciones Albert (una empresa de La Bisbal). Todavía queda un testigo fehaciente de ello: el altillo que hay en la sala grande y que era usado para guardar materiales textiles. Por suerte, los industriales de La Bisbal no alteraron la vieja estructura arquitectónica y hoy se puede combinar la decoración modernista con el estilo de Domènech i Montaner.
La penúltima vida de un local
En 1978 un grupo de amigos se planteó la recuperación de los viejos 4 Gats, con espíritu de bar bohemio, un local "progre" en el que se pudiera beber y organizar espectáculos. Era un sitio de encuentro, también, de militantes de organizaciones de izquierdas y catalanistas. Con los vientos de la transición y la democratización de los Ayuntamientos se abrió el primer local justo delante del antiguo espacio ocupado por Els 4 Gats, porque este era ocupado por el almacén de confección. En 1981 el negocio se pudo trasladar al local histórico, cuando lo dejaron Confecciones Albert. La reforma fue posible gracias a la ayuda de Joan Miró que cedió algunos cuadros para financiarla. El periodo 1978-1983 es el más tratado en el libro, y recupera la vertiente cultural que tuvo el local. Se mantuvieron los títeres, pero además había música, magia, teatro y exposiciones. Quico Pi de la Serra cantaba una vez por semana, pero también se hacían muchas actuaciones de jazz. Incluso se grabaron dos discos allí. La voluntad de los propietarios era recuperar el espíritu del viejo els 4 Gats, conectando el local de la transición con el del modernismo. En 1978, con motivo de las fiestas de Mercè, editaron una pequeña revista, que vista con ojos de hoy es impresionante: incluía ilustraciones de Miró, y textos de J.V. Foix, Quim Monzó, Joan Brossa, Joaquim Molas, Jaume Vallocorba Plana y Montserrat Roig. Se mantuvieron los títeres, pero también se quiso repetir (con reproducciones) la primera exposición que hizo Picasso. A pesar del éxito de su vertiente cultural, el local tuvo problemas de gestión, porque no se acabó de fijar la estructura de la empresa. Hubo intentos de implicar la editorial Columna, pero al final el proyecto no salió adelante.
La séptima vida
El Grupo Ferrer se hizo cargo del local que habían llevado adelante hasta el 1989 Pere Notó y sus socios. "Espero que esta séptima vida de Els 4 Gats, sea su vida eterna", desitja Jordi Notó. Pero los nuevos 4 Gats están muy lejos de los viejos. Ha recuperado la decoración de sus mejores tiempos (incluso incorporando reproducciones de los cuadros de Picasso que habían colgado brevemente de las paredes del local a principios de siglo XX). Los comedores constituyen la pura reencarnación del modernismo, pero de un modernismo de cartón piedra, en el que, evidentemente, no hay el mínimo espacio para la bohemia. Los 4 Gats están bien vivos, y llenos de turistas, pero ya no respiran ni cultura alternativa ni insurrección política.
Un libro desde el fondo del corazón
Jordi Notó ha hecho este libro con mucha dedicación, porque toca personalmente a su familia. En realidad, el apartado más sólido del libro, sin duda, es el dedicado al periodo 1978-1989, cuando se relanzó el local. El autor tira de su archivo familiar, y consigue aportar fotos de gran originalidad (como una de Miró en el interior del local, comiendo chocolate) y reconstruir el programa de actividades de Els 4 Gats de los años ochenta. Por otra parte, tira de los contactos familiares y consigue reconstruir la vida más íntima del local a través de la gente que trabajó en él en esa época. Por otra parte, Notó incluso investiga qué hubo en la calle Montsiò antes la inauguración de Els 4 Gats. Y recupera la fantástica historia del Monasterio de Montsió, un edificio que fue sacado del centro para ser reconstruido en la Rambla de Catalunya esquina Provença, y que más tarde sería dividido: mientras la iglesia permanecería en Rambla Catalunya, el monasterio sería trasladado a Esplugues del Llobregat. Del viejo monasterio, a Els 4 Gats le quedó un pozo que proveía de agua milagrosa que cuidaba las fiebres. Un pozo que todavía existe en el restaurante. Pero Noltó apunta que, probablemente, la historia del pozo con el agua de los milagros era una más de las múltiples estrategias de marketing de Pere Romeu. Todo un personaje.