Jordi Oriol es inclasificable. Dramaturgo, director, actor, músico y más. Los últimos años ha podido mostrar lo bueno y mejor de sus textos, y los ha encarnado. De la mano de su equipo, turno en el teatro, esta vez con un texto que ha escrito y dirige, que lleva por nombre Sísif fa no fa y que estrenará en el Teatre Lliure de Gràcia. Lo protagoniza un fiel compañero y amigo, Carles Pedragosa. En el equipo artístico lo acompañan: Joan Galí (escenografía), Pau Matas (sonido), Helena Font (producción), David Bofarull (luces) y Rita Molina (ayudante de dirección). Para Jordi Oriol, todas estas disciplinas son importantes: Indigest nació como la unión de todas las disciplinas que integran el teatro, que las concibe por iguales y les otorga el mismo valor. Hablamos con el artista del mito, de su poética, de sus maestros y del arte de transgredir.

Foto: Carlos Baglietto

Has pasado de Shakespeare a un mito.
Todas las obras que he hecho son Sísifo, porque tienen la idea de bucle, de volver a empezar cuando acaban. Un inicio sin fin. Y sobre todo, resaltar esta idea de querer conseguir alguna cosa que no se consigue nunca. En La caiguda d'Amlet, que es un bucle con respecto al conocimiento. L'empestat, igual. Quieren encontrar la solución para huir de la isla donde están Ivan y Gabriel. E intentando escribir un libro que ha perdido la tinta, retornan al libro.

Hablas de crisis en tu escritura.
No quería escribir otra obra siguiendo estas premisas. Y mientras se me pasaba eso, el mito de Sísifo me devolvía al lugar: "El mito de Sísifo es exactamente eso que me pasa". Quise eludir mi poética. Eludiendo eso me he encontrado en nuevos mecanismos y formas. Bueno, he trabajado sin formas ni poética. No buscaba ninguna elocuencia sino hablar tal cual. Sin pretensiones. Aquí está donde ha nacido la necesidad de hacer hablar un ser, que ya tenía muy claro que tenía que ser Carles Pedragosa. Casi, con este ser podría decir perfectamente "yo".

Quiero aterrizar en un terreno desconocido

¿Cómo ha sido el proceso?
Empezamos haciendo unas sesiones de trabajo, y el primer día llevé muchos textos diferentes y también una carta. Como si fuera un restaurante. Lo expuse abiertamente a todo el equipo, y todos nos conocemos. Y estas primeras sesiones fueron muy bien. Sobre todo, trasladé al equipo que no quería hacer nada que piense que de alguna manera ya he hecho, quiero aterrizar en un terreno desconocido. Y le dije a Carles [Pedragosa] que le pediría cosas que no le harían lucir como actor, que justamente le harían sufrir.

Una obra a dedo para un actor extraordinario y poco reconocido, Carles Pedragosa.
Carles no ha tenido una formación de interpretación. Ha ejercido desde hace dieciocho años de actor, y ha hecho muchas obras y muy diversas. Y este tipo de interpretación que hacemos en este montaje no lo había practicado. No se lo he puesto fácil, pero porque quería pisar este terreno. Es una explosión de talentos, sí, pero contenidos. Toca música en directo, pero vamos a lugares muy precisos. El escenario está lleno de objetos aparentemente desconectados entre ellos. No se dice en ningún sitio, pero es un vertedero, o un taller en el cual él se predispone a agruparlos para crear un gran engranaje. El espectador por lo tanto participa de un camino, es la roca de Sísifo, pero aquí no queda tan claro el camino, el final.

Foto: Carlos Baglietto

¿Qué esperas a nivel de recepción?
El público que nos sigue, que ha visto la trilogía y Europa Bull, muy probablemente vendrá buscando unas cosas y espero que encuentre otras. O quizás encuentra aquello que espera y soy yo el que, intentando huir, he acabado haciendo lo que hago siempre. En todo caso sería la reafirmación de Sísifo.

Albert Camus vuelve a tener mucho peso en tus obras.
La absurdidad camusiana está muy presente. Jugamos la dicotomía entre Heráclito, que defiende que todo tiene una explicación y una funcionalidad (todo existe por algún motivo, y el camino es inevitable, hay un destino), y Demócrito que defendería que todo es fortuito, no hay nada pensado. Ahora nos pasa muy a menudo con el resurgimiento de los horóscopos y las lecturas que buscan otorgar un sentido a todo lo que nos pasa. Me interesa el momento al que no le encontramos sentido, cuando la vida pierde el sentido y es justamente cuándo vemos solución a la existencia.

Si las artes no son poéticas, como lo es en tus obras, es una reflexión sobre la vida.
El sentido de la felicidad y la existencia está en todo el arte. Y la última conclusión podría mostrarse como la yuxtaposición de todos los temas que el arte puede plantear. Todo tema apunta o contiene estos dos temas. Eso se puede resolver de forma cónica: "el sentido de la vida es", y lo completas con lo que le quieras dar, o también se puede resolver con la absurdidad de Camus. El sin sentido es el sentido y a la inversa. El bucle es la resolución en sí misma.

El público cuizás encuentra aquello que espera y soy yo el que, intentando huir, he acabado haciendo lo que hago siempre

¿Te has cansado de actuar?
Para nada. Me apetecía mucho actuar, no lo sufro nada. Sufro mucho más la responsabilidad del autor. Como director me lo paso muy bien. Y me rodeo de un equipo muy talentoso y muy humano. La relación con el público es obsesiva, porque me gusta ver todo lo que veo desde el punto de vista del actor. Es un sentido dramático, que también me hace pensar mucho en el sentido del mito de la obra. Que haré cosas sisíficas, estoy seguro.

Europa Bull es uno de los grandes montajes que hemos visto en Catalunya.
Para mí Europa Bull son muchas obras. T-ERROR lo fue, dentro del T6, una obra diferente, porque venía de sitios que apuntaban a Europa Bull. No es un hecho aislado, es la acumulación de muchos años de trabajo. También Safari Pitarra, que desgraciadamente tuvimos la mala suerte de hacer solo diez funciones, y pasó muy desapercibido. Un montaje con Aina Sánchez, Paula Màlia, Lluís Soler, Nao y Marcel... Me gustaría reescribirla y hacer la continuación Europa Cau/Europa Cow. Y partir de la misma escenografía. Un spin-off. Pero por una cuestión económica parece que tendremos que tirar la escenografía porque no podemos guardarla.

Foto: Carlos Baglietto

Indigest es una marca. Una escuela.
Todos construimos en Indigest. El nombre del grupo es de Artaud, de no hacer un teatro digerido, masticado. Por eso creamos una compañía en la que nada prevalece por encima del resto. Todo va unido y todo es parte de la dramaturgia. Los derechos de autor no se los queda el autor del texto, o de la música. La interpretación también forma parte de la dramaturgia. Nos hemos confrontado desde el inicio con la idea que defiende la SGAE que ha hecho percibir la cultura de una manera. La Ley Linde y las posteriores leyes han hecho mucho daño. Si no se valoran las diversas perspectivas, el teatro no tiene sentido. Para nosotros, no es más importante un autor que quien hace la música, o el espacio, o el diseño de sonido, o el vestuario, o los audiovisuales, etc. Hace falta que todo tenga su valor y plantee una visión común. El teatro de texto son muchas otras cosas. Mientras no hagamos un teatro sonoro, a oscuras, el teatro será una disciplina de disciplinas.

Acabamos con Carles Santos.
Dirigí Se’ns ha anat el SANTos al cel. He pensado mucho en este proceso, en Carles Santos. Fue un maestro antes de conocerlo. Me ayuda en cómo nos ponemos a crear, desde donde creamos. La mirada externa que tenemos los que hacemos arte respecto del mundo. También cuando entramos dentro de una rueda que nos obliga a crear y crear para sobrevivir. Es un maestro para pensar la comodidad y aquello transgresor. Incluso, me ha ayudado a ver cómo la dimensión transgresora del arte solo puede nacer del compromiso con aquello que quieres hacer en su totalidad. Carles Santos era honesto, no tenía ningún prejuicio para intentar gustar, y si estaba transgrediendo lo hacía desde una profundidad y de un convencimiento total. Él creaba, en todo momento. Cuando uno se pone a ello en todo momento, uno se puede encontrar. Pienso ahora en Sísifo, no diría nada de la obra. Pero sí que hablo mucho del proceso, y Carles lo hacía, también mucho.