El escritor Jordi Puntí (Manlleu,1967) vincula su fascinación por Xavier Cugat a su infancia. Tiene que ver, de una manera muy abstracta, con bajar a Barcelona con sus padres y pasar por delante del Hotel Ritz a ver el Rollo Royce de aquel músico ampurdanés que, con cinco años, emigró a Cuba y acabó convertido en una de las más rutilantes figuras del showbusiness yanqui de la primera mitad del siglo XX: en el Paseo de la Fama de Hollywood brillan cuatro estrellas, CUATRO!, con su nombre. "Yo era un niño de 10 años que alucinaba con aquel cochazo dorado con una matrícula que ponía Cugat", dice desde la cafetería de aquel mismo lujoso hotel barcelonés ahora menos glamurosamente renombrado como Palace. "Una primera imagen que, además, yo la vinculaba mucho a Nueva York, y yo siempre he tenido una gran fascinación por Nueva York. En mis libretas del colegio dibujaba rascacielos y King Kong subiéndose al Empire State. Y entonces veía este señor que tenía el Rolls Royce en la puerta del Hotel Ritz y salía por la tele hablando de Frank Sinatra y de Rita Hayworth y de Al Capone...". Y el pequeño Jordi Puntí quedaba fascinado.
Cinco décadas más tarde, ya reconocido como uno de los mejores escritores contemporáneos de nuestro país, y 14 años después de su última (y primera) novela, Maletes perdudes, Puntí ha narrado la increíble vida de Cugat en Confeti. Una biografía, con la que fue reconocido con el último premio Sant Jordi de Novel·la, que, en palabras del mismo autor de recopilaciones de cuentos como Pell d'armadillo, Animals tristos, Això no és Amèrica, es una antibiografía. Un juego de espejos entre el protagonista, aquel 'Cugui' que se casó cinco veces y departía con iconos de Hollywood, jefes de la mafia y presidentes de los Estados Unidos; y el narrador, un crítico musical que lo sigue a lo largo de su trayectoria. Vida que, habiendo nacido Xavier Cugat el 1 de enero de 1900 (hecho que lo hizo creer que era inmortal: y de alguna manera lo acabó siendo), al mismo tiempo es una muy valiosa historiografía del siglo XX. Un relato con aquel estilo adictivo tan propio de Puntí que, desde la sencillez formal, tiene alguna cosa de magia, en la que nada es mentira, pero quizás no todo es verdad.
Porque así fue el devenir de un Cugat, un extraordinario arquitecto de memorias construidas, que a lo largo de toda su existencia, con el violín en una mano y un chihuahua en la otra, utilizó la fabulación para modelar una vida de ensueño. "La música es la única cosa que no es mentira en la vida de Xavier Cugat. Es una de las pocas cosas que es real. Todo aquello que hizo, lo ves en los discos y puedes hacer un contorneo muy claro de su evolución. Hay un momento clave, que es cuando deja atrás los violines y el tipo de música que proviene de la música clásica y coge la música cubana, la introduce en la orquesta y, hostia, todo suena diferente. Es como viajar al lugar más exótico del mundo".
La música es la única cosa que no es mentira en la vida de Xavier Cugat
Tu último libro fue Tot Messi (2018), particular ensayo sobre aquel homenot que hacía cosas maravillosas con la pelota en los pies. Así que lo siento, pero tengo que empezar hablando del Barça. ¡Como lo añoramos!
El Barça, ahora mismo, es un dolor de muelas nacional que tenemos todos los que somos barcelonistas. Creo que el problema del Barça es que no hemos hecho el luto del Messi. Tampoco ha habido una transición. La transición ha sido demasiado abrupta, porque eso de irse a jugar a Montjuïc, entrenador nuevo, jugadores que se lesionan... Todo es una tormenta perfecta. Hay un desfase muy bestia entre las aspiraciones y la realidad. Y es curioso, porque al principio todo el mundo lo dijo: "Ei, esto es una fase de transición, tenemos que ir viendo". Y aquí estamos exigiendo que ganen. Pero el Barça es así, no hay término medio.
¿Cugat tuvo alguna vinculación con el Barça?
No lo sé. Es muy posible. Nace en 1900, un año después de la fundación del Barça y en 1905, con solo 5 años, se va a Cuba y ya no vuelve hasta 1978. Lo que pasa es que, cuando vuelve, se introduce absolutamente en la vida social catalana. Su manera de estar vivo es participar en l'apleg del cargol, a la calçotada de Valls... A todo aquello que lo invitan, él va. He encontrado fotos alucinantes de un kitsch máximo. Por lo tanto, en algún momento seguro que tuvo vinculación con el Barça. Cuando menos, con Joan Gaspart a través del Hotel Ritz. Además, en los años 60 hizo una película donde hace de futbolista. Es una cosa demencial. Una de sus muchas películas que hoy día no las puedes mirar. Hacía como de futbolista, pero que ya era un señor mayor con barriga. Era un personaje imprevisible.
Cugat se arraiga en Catalunya sus últimos años, pero él siempre lució su catalanidad, muy especialmente, y como explicas en el libro, después de la primera vez que vuelve, en los años 20.
Sí, a La Bisbal d'Empordà. Lo que me maravilla es que es un hombre que se fue a los 5 años y vuelve cuando tiene 78, pero habla catalán con acento del Empordà. En realidad, hablaba catalán con acento americano-cubano, igual que el castellano lo hablaba con acento inglés y el inglés con acento catalán o castellano. Este primer retorno, fue un periodo muy corto. Sus padres no se habían adaptado a Nueva York y volvieron a Catalunya el año 1929. En aquella época, Cugat fue una temporada a Berlín a estudiar violín, y aquel verano lo pasó en casa de sus padres, en La Bisbal. En aquellos meses descubre las sardanas, que él no sabía qué eran. Le habían hablado, pero no había escuchado nunca a una cobla y quedó maravillado por las sardanas. Eran fases, porque Cugat era un hombre que necesitaba actualizarse constantemente. Xavier Cugat era el presente y el futuro al mismo tiempo.
Xavier Cugat era el presente y el futuro al mismo tiempo
¿Todo este envoltorio kitsch de que hablabas crees que eclipsó su indudable genialidad artística?
Sobre todo los últimos años, y sobre todo aquí. En los Estados Unidos es una figura que se ha integrado mucho más en el imaginario popular, en la cultura popular. Todo el mundo lo conoce. Todo el mundo que tiene más de 40 años en los Estados Unidos sabe perfectamente quién es Xavier Cugat. Fue una figura internacional y su huella ha quedado exenta de la caricatura kitsch que és aquí. Cuando vuelve a Catalunya ya no lo vemos actuar, tenemos que recuperar las películas antiguas para entender qué era aquel hombre. En cambio, allí, la huella está en la música también.
En tu anterior novela, Maletes perdudes ya salía Xavier Cugat.
Como he dicho antes, mi fascinación por Cugat la vinculo a la infancia. Pero una vez crezco y empiezo a escribir, hay un día en que leo su autobiografía por curiosidad y pienso: "Hostia, este tio tuvo una vida muy literaria. Eso se tendría que poder escribir". Y eso ya está antes de Maletes perdudes. En aquella novela lo que hice es que aparecen unos camioneros que roban una cinta de caset de Xavier Cugat, que era un músico también popular aquí en los años ochenta, del cual podías encontrar cintas de caset en todas las gasolineras. Confeti es una novela literaria muy biográfica. La vida de alguien que se marcha y se abre camino cambiando contantemente. Hay una anécdota que esto lo explica perfectamente.
Por favor.
Cuando los Cugat emigran, su destino no era Cuba sino México, pero el barco en que viajan hace escala en la Habana. El padre, que era un señor de estos muy del XIX, de voz gruesa y carácter difícil, baja a estirar las piernas y en el puerto de la Habana se encuentra con unos catalanes que le dicen que no se marche a México, que en Cuba vivirán mejor. Y el tio sube al barco, coge la familia y allí se quedan. Es alucinante. Has hecho un viaje de un mes para irte a México y resulta que te quedas en Cuba. Es una pequeña anécdota de su vida, pero que ya te indica un poco esta facilidad para cambiar de escenarios y no atarse a ningún sitio. A partir de esta anécdota me doy cuenta de que escribir la vida de Cugat no puede ser una biografía literaria, sino una novela.
Escribir la vida de Cugat no puede ser una biografía literaria, sino una novela
Pero escribir una novela sobre una novela es muy extraño.
Tenía que encontrar un artificio. De ninguna de las maneras quería abandonar el proyecto, menos habiéndome dado una beca para estar un año en Nueva York investigando. Y en el momento que empiezo a rascar, descubro que muchas cosas de su vida se las ha inventado. No todo en su vida era mentira, pero muchas cosas sí. Por eso tenía que encontrar una manera de poder explicar la parte literaria que ya es él, y al mismo tiempo poder introducir este elemento de reflexión sobre la presencia que tiene la ficción en nuestras vidas.
Lo hizo Xaver Cugar y lo hicieron muchos otros, como Jean Leon (que en realidad se llamaba Ceferino Carrión), el propietario de La Scala, el restaurante al que iban todas las estrellas de Hollywood: en aquella época te podías marchar a la otra punta del mundo e iniciar una nueva vida a partir de memorias construidas y triunfar.
Xavier Cugat jugaba mucho con la muerte de los otros, porque cuando alguien se ha muerto, no te puede contradecir. Si muere Enric Granados, dice que había sido con él antes de zarpar en el barco en que murió torpedeado por los alemanes. Y si muere Caruso, dice que había estado con él en Cuba y que lo había invitado a viajar Nueva York para unirse a su orquesta. Y cuando viaja, como Caruso no estaba en Nueva York, dice que tiene que dormir tres noches en un banco de Central Park. Todo eso no es verdad, porque cuando Xavier Cugat llega a Nueva York con toda su familia, tiene dos hermanos que ya están allí y les han buscado alojamiento. Ni siquiera tienen que pasar por Ellis Island, que era el infierno por el que tenían que pasar la gran mayoría de los emigrantes para poder entrar en los Estados Unidos.
Hablando de los hermanos, el mayor, Francis Cugat, que era pintor, también tuvo una vida de novela.
El Cugat ya lo tiene esto: estiras un hilo y siempre acabas encontrando una historia fenomenal, como la de Francis, que cuando llegó a los Estados Unidos se dedicó a hacer los decorados de la Ópera de Chicago. Después fue a Los Ángeles donde hace de artista, de pintor. Fue entonces que el escritor Scott Fitzgerald escogió una de sus pinturas como cubierta original de su novela El Gran Gatsby.
Como dices, una historia fenomenal.
Más tarde lo contrató Douglas Fairbanks (uno de los productores más destacados en los primeros años de Hollywood) y empieza a trabajar haciendo el technicolor. En las películas hechas con este sistema, muy a menudo al final de los créditos aparece el nombre de Francis Cugat. Y los otros hermanos también tienen historias increíbles. Como la hermana pequeña, que apareció en las costas de Miami con los balseros.
¿Cómo!?
Esta mujer siguió viviendo en la Habana con una familia de acogida, hasta que ya no pueden más de Fidel Castro, y cogen y se van. Emigran a los Estados Unidos en una de aquellas oleadas de balseros. Cuando llega a las costas de Miami y dice que es la hermana de Xavier Cugat, toda la prensa se le echó encima.
Para mí la historia y los hechos son un trampolín para la imaginación
Como casi todas las novelas, Confeti también es un retrato de su tiempo. En este caso, más habiendo nacido Xavier Cugat el 1 de enero del 1900, es una historiografía del siglo XX.
Por un lado ves cómo siempre está cerca de los conflictos, ves cómo él, de alguna manera, refleja los cambios sociales y también los cambios musicales. Y a través del punto de vista del periodista, podía hablar de este contraste entre la vida frívola de los artistas en momentos de gran trascendencia histórica: ¿Cómo puedes estar escribiendo sobre Fred Astaire comiendo en un gran restaurante de Broadway mientras Alemania está bombardeando Polonia? Cómo puedes hacerlo siendo plenamente consciente de qué está pasando en el mundo.
Ya que lo citas, ¿cuándo aparece la figura del periodista como narrador de Confeti?
Aparece cuando me doy cuenta, y eso pasó muy al principio, que esta historia no la podía explicar desde el punto de vista de Cugat, porque sería hacer lo que ya hizo él: fabular. Tampoco me convencía explicar la historia desde el punto de vista de sus mujeres, porque no me sentía lo bastante cómodo. Haciendo investigación, leí muchos artículos de los grandes periodistas de los años 30: Dorothy Parker, Dalton Trumbo... Y me doy cuenta al instante de que el narrador de Confeti tenía que ser uno de ellos . Intuyo que la única manera de escribir una novela de la vida de Xavier Cugat es inventando una figura paralela y crear un juego de espejos entre los dos. Si hubiera hecho de Cugat el narrador de su vida, muy probablemente habría legalizado sus mentiras, pero de esta manera tengo un notario que dice tenemos que ir con cuidado con todo lo que Cugat explica. Aunque también me gusta la idea de sembrar la semilla de la duda, pero haciéndolo desde la ficción, porque la intención siempre fue escribir una novela y no una biografía. Me gusta que esta esencia de la vida del Cugat, que es mezclar realidad y ficción, se transmita de esta manera, a través de un narrador que es ficción... o quizás no.
El mismo narrador lo dice bastante al principio: explicaré cosas que son verdad y os pensaréis que me las invento, y explicaré cosas que me las invento y os pensaréis que son verdad.
Para mí la historia y los hechos son un trampolín para la imaginación. Me va muy bien para poder saltar y echarme a la piscina.
Todos mentimos para embellecer nuestras vidas.
Todos lo hacemos y no lo pensamos. Incluso a veces es tan fuerte que la ficción se apodera de nosotros y no sabemos que en el fondo somos víctimas de estas mentiras. La vida no tiene sentido. La vida, el día a día, el minuto a minuto, despojada de una narrativa no tiene sentido. El sentido se lo damos nosotros cuando pensamos sobre lo que hemos hecho o cuando nos imaginamos lo que haremos. Y eso es la narración. El concepto de biografía pasa por ordenar la vida, escribir la vida. Porque escribir siempre es ordenar y, por lo tanto, inevitablemente, cuando pensemos en qué hemos hecho hoy tú y yo, lo ordenaremos. Y las cosas que han aparecido de una manera más caóticas, más inverosímiles, las evitaremos o las cogeremos para poder dar una lógica y un sentido a lo que hemos hecho. Cugat eso no solo lo entiende sino que lo utiliza para potenciar su vida. Cuando la realidad no se comportaba como él quería, la transformaba y la explicaba de otra manera, porque además tenía un privilegio, que era que la gente lo escuchaba.
La vida, el día a día, el minuto a minuto, despojada de una narrativa no tiene sentido
Era una persona con magnetismo. Un seductor, a pesar de no ser atractivo.
No, pero se creía que era atractivo y si tú te lo crees, tienes mucho de ganado. Hay un momento en la vida que de Cugat que encuentro que es muy importante y que en la novela intento remarcarlo: el día en que decide ponerse tupé o peluca. Allí pasa de ser persona a ser personaje. Y esta transformación, en una época donde no hay tele todavía, tiene un poder de atracción y de seducción brutal. Y él lo hace porque lo tenía claro.
Buena parte de esta novela la gestaste justamente en Nueva York.
Fue gracias a obtener una beca de la Dorothy and Lewis B. Cullman Center for Scholars and Writers de la Biblioteca de Nueva York. Esta beca te permite estar desde las 8 de la mañana a las 10 o 11 de la noche en la biblioteca. Tú tienes tu despacho, que es un despacho bastante grande. También tienes una cocina compartida con los otros becados, y una sala con sofás para leer, para echar la siesta. Mi día a día allí, de puertas para fuera era bastante rutinario. Llegaba sobre las ocho y media de la mañana, me ponía a trabajar, a leer, a veces leía en el despacho, a veces leía en las butacas. De golpe descubría alguna cosa que me interesaba e inventigava en los archivos. A veces me trasladaba a la sala de diarios, otros días me trasladaba a otra ala que es la de Performing Arts, donde tienen toda la música.
Como un niño en una juguetería.
En la biblioteca vi los papeles del FBI desclasificados sobre Xavier Cugat.
¿El FBI vigilaba a Xavier Cugat?
Es una documentación bastante fácil de consultar. Básicamente son informes relacionados con el asesinato del mafioso Bugsy Siegel, con quien él había tenido tratos. Pero Cugat era una figura respetada. De hecho, tiene fotos con casi todos los presidentes que él conoció. Hay una foto de él regalándole un chihuahua al presidente Truman. Otro día encontré el testamento del hermano de Cugat, de Francis, que está depositado allí. Otro día descubrí que el archivo de la agencia de noticias Associated Press está todo allí y busqué las fichas sobre Cugat. En este archivo encontré cosas increíbles, como una pelea a puñetazos con Oleg Cassini.
Perdona la ignorancia, ¿pero quién es el Oleg Cassini?
Un diseñador de moda que hacía trajes por gente como Jackie Kennedy o Grace Kelly. También encontré una noticia relacionada con Enric Madriguera, otro violinista catalán que vivía en los Estados Unidos. Mi día a día consistía en eso, hasta que paraba para comer con los otros becados y cada uno hablaba de sus proyectos. También había días que me iba a caminar, a visitar los lugares de Nueva York donde había estado Xavier Cugat, como el Waldorf o el Rainbow Room, que es donde él actuó muchas noches. Eran momentos únicos, porque entraba sin que nadie se me dijera nada, y de repente me encontraba allí en medio de aquella sala gigante, a solas, imaginándome cómo debieron ser aquellas actuaciones.
Dejándote llevar por los espíritus.
Sí, tenía un punto de médium. La presencia de Xavier Cugat estaba por todo Nueva York.
¿Cómo es que has tardado 14 años en publicar Confeti?
Estaba en Nueva York y mi madre enfermó de cáncer, y en el momento que se puso peor tuve que volver. También me rompí una vértebra y tuve que pasar por el quirófano y pasar una larga temporada en la cama. No quiero hacer una virtud del hecho de haber estado nueve años trabajando en el libro, porque en realidad, en otras circunstancias, en tres años lo habría acabado.
Cada historia tiene su manera ideal de ser explicada y la tienes que encontrar
A veces también es bueno que las historias tengan su ritmo.
Si lo hubiera acabado en tres años, la mitad de las cosas no las habría descubierto. Cada historia tiene su manera ideal de ser explicada y la tienes que encontrar.
¿Qué sentiste cuando la acabaste?
Un gran alivio, un gran alivio. Tenía una botella de Moët Chandon en la nevera que me habían regalado unos amigos, la abrimos y nos la metimos a palo seco mientars sonaba una canción de Xavier Cugat. Han sido muchos años y he pasado por fases de enamoramiento, fases de rechazo, fases de distanciamiento, de cansancio. Pensaba: "Qué coño hago todavía con este tio?".. Recuerdo hablar con Vicenç Pagès i Jordà y que me advirtiera que esta novela no fuera mi Truman Capote, aquella A sangre fría que no hay manera de acabar.