El escritor y diplomático Josep Carner (1884-1970) era "el senyor que anava pel camp i que, en tornant de donar un volt, deia el que havia vist, a tots portant consol", según dejó escrito Joan Ferraté cuándo murió el poeta. Uno de los paseos estivales de quién fue nombrado "Príncipe de los poetas" fue Lloret de Mar. La población marinera es hoy conocida internacionalment como una destinación turística juvenil de primer orden, pero cuando el poeta hizo estancia era todavía un pueblo de pescadores e indianos donde algunos privilegiados pasaban el verano.
El autor de Los frutos sabrosos pasó dos veranos en Lloret de Mar. Llegó habiendo presentado a los Juegos Florales de Girona el año 1917 unos Gozos a alabanza de Santa Cristina, que dan testigo de su relación con estos parajes del litoral gerundense, quizás influenciado por el conocimiento del maestro Joaquim Ruyra, estrechamente vinculado a Blanes. Dos años después, el año 1919, el poeta y su mujer, la chilena Carmen de Ossa, y sus hijos, hacen una primera estancia veraniega a Lloret.
Carner, un dandy que dinamizó el veraneo en Lloret de Mar
El carácter dinámico del poeta no pasó desapercibido. "Llevaba americana de alpaca negra, con un ancho cuello esport, calzón blanco, sombrero de paja y una flor en el ojal. Me parece verlo hablando con los pescadores, estudiándoles el lenguaje; saliendo a la montaña y a roquejar con los amigos; mirando el mar o una bandada de chicas", escribía el erudito local Esteve Fàbregas a su libro Lloret de Mar. La història marinera. El turisme. L'esperit. El que su biógrafo Albert Manent llama "el divo de la colonia de veraneantes", consiguió movilizar a las familias burguesas que formaban esta colonia para organizar un festival teatral de verano, llevando al escenario El sí de las niñas, de Moratín, y La Baldirona, de Àngel Guimerà. Para esta experiencia teatral, Carner consiguió la colaboración del dramaturgo y director teatral Adrià Gual.
El año siguiente, el veraneante Carner subió la apuesta y fue capaz de organizar y presidir unos Juegos Florales, con un jurado formado por Carles Soldevila, Ventura Gassol, Josep Roig y Reventoso, Josep Carbonell, Manuel Rodés i Rossend Llates. El joven poeta a Marià Manent ganó la Flor Natural con Cançó trista. La proverbial vena poética de Carner le sirvió para homenajear a la belleza de algunas de las jóvenes veraneantes, como Montserrat Llaverias, hija del pintor vilanovés Joan Llaverias, estrechamente vinculado a Lloret y que se encargó de la decoración, la reina de la fiesta Lutgardeta Garriga y M. Lluïsa Papiol, en un poema inédito recuperado por Fàbregas el año 1959.
"Lloret deslumbra tanto como el sol"
La pisada de Carner en Lloret no sólo se puede encontrar en las cartas con Soldevila y otros amigos, sino que en una de sus colaboraciones periodísticas, en la revista D'ací i d'allà, glosó las gracias de la población. En el artículo "Lloret, paraíso gentil", firmado con el seudónimo de Olaguer Recó, Carner se deshace en elogios hacia sus bellezas y gracias naturales, su pasado indiano y su riqueza actual: "Lloret tiene sierras y santuarios, y ermitas y bosques y huertos y viñas y calas, e incluso tiene monumentos. Viejas casitas exquisitas, y la iglesia más dernier cri del mundo, y el gran muro enzarzado del famoso Nunca cierres, que es el Lyon d'Or de Lloret; y tres coliseos; y un gran boulevard que es la calle de Sant Pere; y un paseo de mar lleno de enamorados; y una gran plaza compuesta de dos cuadriláteros (el un sombreado de acacias, el otro sin, para bailar el baile de las morratxes) siempre rebosante de criaturas".
Por sus tradiciones marineras y su vida cultural, a más de los chismorreos del mundo de los veraneantes y una rivalidad con su población vecina para la cual sentenció que "Lloret es clasico, com Blanes es romántico", Carner concluye: "Lloret deslumbra tanto como el sol, alineado delante del agua, en nuestra espalda. Lloret, Paraíso Gentil".
La persistencia de la memoria
En Lloret estando Carner supo que se abría la convocatoria de oposiciones a la carrera diplomática y el año 1921, consiguió la anhelada estabilidad económica con un primer destino como cónsul en Génova. Una profesión que lo convertiría en un diplomático errante, cuya fidelidad republicana sería castigada con el exilio. Devuelto a Catalunya de manera fugaz, aunque con sus capacidades memorísticas muy deterioradas, el año 1970, el recuerdo de Lloret afloró al reencontrarse con antiguos amigos, como el escritor Carles Sindreu. En este rincón de la Costa Brava, donde tiene una calle, la memoria de la estancia de Carner se ha mantenido viva durante estos 100 años.