El filósofo Josep Maria Esquirol (Mediona, 1963), catedrático de la Universidad de Barcelona, publica un nuevo libro que sigue el camino iniciado con La resistencia íntima, Premio Ciudad de Barcelona y Nacional de Ensayo, y La penúltima bondad. Humano, más humano: una antropología de la herida (Quaderns Crema/Acantilado) vuelve al sentido más íntimo del qué nos hace humanos, en el centro más profundo del alma, la herida producida por las cuatro grandes infinitudes esenciales: vida, muerte, tú y mundo. Hablamos con el filósofo en este domingo de Pascua, en torno a un libro que invita a tener esperanza.

Josep Maria Ardilla/ACN

El título parafrasea El humano, demasiado humano, de Friedrich Nietzsche, pero con un sentido bien diferente.

Es una variación de una sola palabra, de "demasiado" a "más", pero es más que una palabra. Cuándo él dice "demasiado humano", se duele porque entiende que somos débiles y conviene superarlo. Pero cambiando una palabra, cambia el tono. Humano, más humano indica la tesis del libro: Lo importante no es superar nada, sino profundizar en lo más humano de nosotros mismos.

Para profundizar, hay que desexplicar.

Hoy hay una multitud de teorías del ámbito de las ciencias humanas y sociales que, según mi punto de vista, es excesiva. Hay mucho discurso sobre lo humano. Eso, en principio, tendría que llevar a una mayor claridad y comprensión sobre nosotros mismos, pero no es así. Eso parece indicar que esta proliferación de contenido supuestamente científico sobre la cuestión humana no es demasiado significativa y hay que ponerla entre paréntesis. Yo no digo que se tenga que desestimar, pero quizás suspender, apartar provisionalmente, aquello que puede ser un obstáculo a la comprensión de la situación humana.

Lo importante no es superar nada, sino profundizar en lo más humano de nosotros mismos

Avisa de que no explicará ninguna novedad, sino que irá a cosas esenciales y sobre las cuales la filosofía siempre ha reflexionado.

El pensamiento humano más valioso ha procurado, una vez y otra, acercarse a los núcleos más determinantes. Este movimiento es, de alguna manera, reiterativo. Los grandes pensadores han procurado acercarse al más nuclear. Eso es poco innovador, porque no se trata de proponer una teoría nueva que nadie ha escuchado nunca, sino que se trata de repetir este movimiento. A partir de aquí, el estilo es la manera de recorrer este camino. El objetivo es que si tú recorres un camino y tiene una cierta gracia, lo puedas compartir. El pensamiento no puede ser solipsista, porque pensamiento solipsista es una contradicción. Pensar es un diálogo porque el diálogo es intrínseco al pensamiento. Un diálogo que ha hecho con otros autores y un diálogo que quieres compartir acto seguido, con el lector.

Ahora que menciona la idea de camino, en el libro expresa la voluntad de ser un "peregrino atento", en vez de espejo.

Son dos imágenes que han servido para caracterizar el camino de pensar. La una es la de situarse en un lugar elevado y, desde allí, tener una panorámica y actuar como una especie de espejo que lo refleja a pesar de mujer cuenta de la realidad del momento. Literalmente se trata de especular. Yo creo que no disponemos de este privilegio de elevarnos, sino que estamos todos en la misma horizontalidad y hacemos el que podemos. En esta situación compartida en que todos somos peregrinos, uno puede intentar prestar más atención al camino y que esta atención prestada se pueda compartir con los otros. La expresión peregrino atento me gusta por lo que indica, de ir haciendo con respeto y atención. No es un ir haciendo resignado, sino más vital. Vamos haciendo y tratamos de prestar atención en el camino, que vale la pena.

¿Cómo se relaciona el libro con su obra anterior?

Lo vivo como un mismo camino, que tú vas recorriendo, y que tiene hitos distintos. Vas recorriendo tramos de este camino y, en cada tramo, puedes conseguir llegar a algún hito y vas elaborando una especie de constelación conceptual. Un tipo de reflexión que cada vez es un poco más, porque dispone de más elementos conceptuales. No de muchos, pero si de algunos que te sirven para aclarar e interpretar la situación humana.

¿Puede ser que en Humano, más humano, vaya todavía más al fondo de lo qué significa ser humano?

Procuro acercarme. En La resistencia íntima los aspectos que destaqué más eran los vinculados a la intemperie –el rasgo más relevante de la condición humana– y el gesto de amparar, que es la manera de afrontar esta intemperie. En La penúltima bondad, añadí al gesto de amparar el gesto de ofrecer y generar, que es lo que pasa cuando proteges alguna cosa, que da fruto. A Humano, más humano, intento recapitular y profundizar en la condición y posibilidad por todo eso. Que es aquello que en el fondo de nosotros mismos, es la condición del amparo y la generosidad. Esta idea del repliegue del sentido y esta vulnerabilidad más radical.

El libro parece que responde a las grandes preguntas existenciales: quién somos, es decir, cuál es nuestro nombre, de donde venimos...

El intento es decir alguna cosa significativa al respecto, pero quién leyera eso no tuviera la sensación que ya he encontrado una respuesta. La idea es explicitar alguna cosa que nosotros yo creo que pensamos. Estas preguntas, en un cierto sentido, no se pueden responder. Pero eso no quiere decir que no nos podamos aproximar a un camino hacia la respuesta. Decir que en un cierto sentido nosotros sabemos que no venimos de ningún sitio, porque somos inicio, no es arbitrario y no agota a la pregunta. Yo propongo una manera de leer estas ideas en un cierto sentido prudente, porque si yo digo que cada uno de nosotros es alguien y eso es increíble, digo mucho y no digo tanto. Realmente es inexplicable el hecho de que estemos aquí. Y el inexplicable tiene alguna cosa de sorprendente y de maravilloso. La vida singular de cada uno de nosotros, del cual el nombre es una pista.

Realmente es inexplicable el hecho de que estemos aquí. Y lo inexplicable tiene alguna cosa de sorprendente y de maravilloso

Señala que los regímenes más criminales el primero que han borrado es el nombre, como forma de eliminar a la persona.

Es una de despersonalización, donde la profundidad del humano se vaya desvaneciendo. Es una forma de asesinato: matar el humano es matar al más profundo de nosotros mismos.

En este sentido, una de las autoras que lo acompañan al camino es Hannah Arendt.

Con los años descubres autores que te son más afines y, en según qué puntos, dialogas o hablas a través de ellos. Arendt es una autora que he leído bastante y lo he explicado. Ser profesor va muy bien para ir entendiéndolas mejor. Ella, por ejemplo, destaca la idea de la promesa, que ya viene de Nietzsche, a la cual yo me añado en el sentido que nosotros somos una palabra hacia los otros.

Josep Maria Ardilla/ACN

El núcleo central del libro es esta idea de herida infinita. Habla del humano como el herido.

En el más radical de nosotros mismos está el hecho de poder quedar conmovido. Eso se puede llamar de maneras muy diferentes, pero en el más fondo del humano hay alguna cosa del tipo de una vulnerabilidad. La posibilidad de quedar conmovido, afectado o herido. Opté por este último término porque tiene riesgos, pero también hace pensar. De acuerdo con la idea de herida infinita, el humano es el conmovido infinitamente.

Conmovido por la vida, por la muerte, por el tú y por el mundo, según apunta.

Conmovido por aquello que, en un cierto sentido, es infinito. A veces hay cosas que me pueden afectar, pero hay aquello que no se puede reducir a cosa. El hecho de sentirte vivo es infinito. La muerte tampoco se puede objetivar ni delimitar. La muerte se escapa. Con respecto al tú, cuando no cosificas a la otra persona sino que te llega, ocurre una especie de infinitud. Estas, junto con el mundo, son las afecciones fundamentales por las cuales estamos traspasados y superados que ya no nos podemos sacar del encima.

La herida infinita es la gravedad humana.

En la segunda parte del libro quiero mostrar que, a menudo, la mejor manera de leer la situación no es en contraposiciones sino con junturas. Empiezo a mostrar que, si bien hay cosas que son contrapuestas, a menudo tendemos a contraponer cuando tendríamos que ver la gracia que tiene la juntura. La gravedad no necesariamente se tiene que contraponer a la ligereza y a lo que se eleva. De hecho, la gravedad es la condición del despegue. La gravedad puede ser muy valiosa y, en este sentido, gracias a la gravedad de la herida infinita, en este surco en el humano, es posible la acción. Nosotros podemos hacer cosas que valen la pena, porque estas cosas que despegan de nosotros vienen condicionadas por la gravedad que nos constituye.

Hay una importancia destacada a la cuestión del canto.

Hay un capítulo dedicado al lenguaje desde el punto de vista de la experiencia de la palabra. ¿Con el lenguaje podemos describir, podemos informar, comunicarnos y otras cosas, pero cuál sería la función más radical de entre todas las que desarrolla el lenguaje? Hay una función más radical, más esencial del lenguaje que tiene que ver con la palabra que sale de la herida, que víbora. Una palabra que vibra es el canto. Aunque muchos de nosotros no cantamos, muchos de nosotros decimos palabras que vibran, palabras que son, de verdad, cordiales. La palabra cordial es el paradigma de la palabra.

¿La vibración está relacionada con el alma?

La vibración del alma es casi redundante. La palabra cordial sale del alma o es el alma misma, que se expresa a través de ella. La palabra cordial es la que tiene alma. La palabra ya lo dice, no es que salga del corazón, es que es del fondo de nosotros mismos. Del centro más profundo del alma, como dice San Juan de la Cruz.

De hecho, en su obra hay un uso del lenguaje común, de expresiones tradicionales que son grandes portadoras de verdad.

Desde siempre he hecho una opción para un uso del lenguaje coloquial. No tiene que ver con la divulgación, de ninguna manera. Uso el lenguaje coloquial porque pienso que es el más rico de todos. Eso no significa que, de vez en cuando, no procure forjar algún concepto que puede ser valioso para articular el lenguaje. Pero no abuso del lenguaje tecnicista, sino que intento sacar todo el jugo del lenguaje coloquial.

Uso el lenguaje coloquial porque pienso que es el más rico de todos

¿Esta opción está emparentada con la filosofía franciscana que defiende en el libro?

Con el diálogo que estableces con los autores que lees, como con la gente que conoces, se establecen amistades. Amistades del pensamiento. Y tengo una admiración, una afinidad y una inspiración por la figura de Francisco de Asís. El camino franciscano revela un camino muy valioso de lo humano. Querría estar a la altura de lo que supone este tipo de aportación del franciscanismo, como me gustaría estar a la altura de la aportación socrática.

No contrapone la aparente sencillez franciscana a la complejidad intelectual.

La inspiración franciscana tiene que ver con la experiencia de la pequeñez, que comporta también un sentido del servicio y la generosidad, y también con la idea del ayuntamiento, de la fraternidad, la hermandad. Es la capacidad extraordinaria que tenía a Francisco de ver en todos los otros, hermanos. Eso es muy fácil de decir, pero cuesta mucho reflejarlo en el día a día. Francisco mostró que se puede responder adecuadamente al hecho que ya somos hermanos. Es decir, que tú puedes responder fraternalmente a una fraternidad ya dada. Y Francisco, además de la fraternidad humana, hace un canto a la fraternidad con todas las otras criaturas. Un desbordamiento total e inalcanzable. Literalmente increíble.

Dice que el franciscanismo "no es voluntarismo contra intelectualismo".

Esta fue la gran contraposición de la filosofía medieval, pero pienso de nuevo que más que una contraposición es mejor una cierta unión. No se trata de una voluntad ciega, sino de una misma raíz que tiene que ver con una inteligencia cordial o, como me gusta decir, el sentir inteligente. La claridad, el que tiene que ver con "el darse cuenta de ello", es, también una calidez. Son conceptos que no están separados.

También dice que su voluntad es convertirse en un filósofo menor en medio de los hermanos menores.

Eso es una intención, seguramente nunca alcanzada. Se necesita mucha humildad y no la tengo. Como horizonte lo encuentro totalmente adecuado. Como señala Francisco, que cada uno, haga lo que haga, se considere a uno más entre los hermanos menores.

Reinterpreta de una manera muy inspiradora la idea del Ángel de la historia de Walter Benjamin.

Desde que leí el comentario genial que hace Benjamin al Angelus Novus de Paul Klee lo tengo en el cap. Es literalmente muy creativo y, he procurado estirarlo hacia aspectos que me tienen mucho cogido. El libro, por una parte es esta profundización en el más humano de nosotros, pero también es un libro sobre la esperanza. Lo que pasa es que se presenta de una forma particular y no lo parece. Por eso este comentario sobre el comentario de Benjamin tiene que ver.

Estamos en un momento en que parece que la esperanza es más necesaria que nunca.

Cuando yo estaba escribiendo este libro la pandemia todavía no había aparecido. Hace un año y medio estos capítulos ya los tenía escritos. Por lo tanto, no es un libro de circunstancia. Sin embargo, es un libro que tiene en cuenta la dificultad humana. Y la vida humana, individual y colectiva, está rellenada de conmociones y momentos de dificultad. A lo largo de la historia ha habido desastres de todo tipo en el cual nosotros no somos ajenos, aunque haya una especie de retórica que circula por estos mundos de Dios que parece que nos evade de esta situación y nos hace pensar que la finitud, la dificultad y los obstáculos que no pueden ser superados no van con nosotros. La esperanza es necesaria, ahora y siempre y a lo largo de la historia hemos procurado cultivar una especie de esperanza.

Hemos pasado momentos muy desesperanzados, en los que anhelamos el reencuentro.

No se puede vivir sin algún tipo de esperanza, que quiere decir un horizonte. Una cosa que te permite respirar cada día y coger la vida con una cierta fuerza. El alimento de la esperanza permite abrir horizonte y no sólo es necesario, sino que es muy humano. Para resumirlo diría que vivimos esperando. No se trata de contraponerlo a vivir el presente. Tenemos que vivir el presente y tenemos que disfrutar el máximo, pero eso no significa no vivir esperando. Vivimos con un cierto anhelo, una cierta apertura que tiene que ver con la esperanza.

El alimento de la esperanza permite abrir horizonte y no sólo es necesario, sino que es muy humano

Un acontecimiento como la pandemia que, como decía, ha habido muchos a lo largo de la Historia, parece dar la razón a propuestas filosóficas como la suya, enfrente de otras excesivamente tecnológicas y científicas que hablan de un progreso esplendoroso donde ideas como la vulnerabilidad, la intemperie o la humanidad no tienen cabida.

No hace falta que venga una pandemia para dar la razón a estos planteamientos, sólo hace falta tener los ojos bien abiertos y darse cuenta de cuál es la situación. Hay que advertir que hay discursos ideológicos y evasivos. No soy detractor del progreso científico y tecnológico, pero otra cosa es el tema ideológico que vende una película de futuros prácticamente paradisiacos. Eso hace que, literalmente, no tocamos de pies en el suelo. Hace falta denunciarlo y contrarrestarlo y el título del libro hace referencia. Hay una retórica sobre el transhumanismo o el posthumanismo, que es un optimismo banal.

¿La banalidad sería el gran enemigo de nuestro tiempo?

Cualquier cosa banal de carácter ideológico-evasivo nos hace daño, porque trae más frustración que cualquier otra cosa. La banalidad es superficialidad y, eso, no nos va bien. Siguiendo con la idea del peregrino atento, Sócrates decía que una vida sin examinar no valía la pena de ser vivida. Pensar incorpora una apuesta: vale más pensar que estar instalado en la banalidad.