Hubo un periodista que se pasó media vida siendo confundido con otro colega y teniendo que deshacer este lio. Se llamaba Pla y no era de Palafrugell, sino de la ciudad murciana de Cartagena. Aunque se llevaban casi 20 años, las biografías de José Pla Cárceles y Josep Pla Casadevall se confunden en su vida errante. Vivieron en las mismas ciudades, escribieron a los mismos diarios, leyeron los mismos autores y tuvieron los mismos amigos, como Julio Camba o Eugeni Xammar.
La confusión ha producido que a lo largo de los años, se hayan atribuido libros y artículos del murciano al catalán, y al revés. Incluso, últimamente, se ha vuelto a exhumar unos artículos de carácter internacional publicados en el semanario falangista Llega como prueba irrefutable del vínculo de Josep Pla con la Falange de antes de la guerra, que en realidad habría escrito su homónimo murciano. Unas confusiones que empezaron en los años veinte, cuando nuestro Pla empezó su carrera, y que no se acabarían hasta la muerte de Pla Cárceles, el año 1956. Incluso en una ocasión, Arriba ilustró una reseña de Dionisio Ridruejo sobre la obra de Josep Pla, con un retrato del de Cartagena, hecho que motivó una airada protesta del prosista catalán.
Un Pla nacido en Cartagena y de la generación del 98
Aunque que las afinidades entre los dos hicieron que tuvieran una biografía paralela, sólo coincidieron una vez, en casa suiza del financiero Joan March. Pla viajaba a menudo al país, para escribir artículos, visitar amigos exiliados o ir a llevar dinero a sus bancos. El otro Pla, Pla Cárceles, vivía en Ginebra desde que había empezado a trabajar a la Sociedad de Naciones, el año 1922, sustituyendo precisamente en Xammar.
Gaziel, en su libro Seny, treball i llibertat, dedicado a la Confederación Helvética, hace un paseo lleno de nostalgia por el mundo de ayer, por la antigua sede de la organización internacional, y evoca su primera visita en un edificio en obras: "Me acompañaba amablemente, a visitar lo que ya había, un funcionario español, malagueño pienso, que se llamaba José Pla, como mi querido amigo y gran escritor ampurdanés, y también era más o menos periodista; pero firmaba sus artículos con un segundo apellido, Cárceles, que lo diferenciaba perfectamente. Era (después lo traté bastante, hasta que durante la Segunda Guerra Mundial lo perderdería de vista) el hombre más acogedor y bien educado del mundo, modelo de funcionarios exquisitos como lo tenían que ser los de una institución internacional".
El profesor Xavier Pla Barbero pudo encontrar, entre otros, la correspondencia de Gaziel con Pla Cárceles en el fondo personal del periodista depositado en el archivo de la Sociedad de Naciones, y firma un prólogo del libro del otro Pla, Así fue mí Londres lleno. Recuerdos de uno del "98", que acaba de publicar la editorial Renacimiento.
El prólogo de Pla Barbero –sin vínculos familiares ni con el uno, ni con el otro, ni tampoco con un tercer Josep Pla, falangista ampurdanés con quien los dos fueron, a la vez, confundidos–, se puede leer como un cuento sobre dos personajes que se confundieron toda la vida. El escritor Salvador de Madariaga, dejó |testimonio de este tipo de choque de identidades en uno de sus libros, donde escribía: "El José Pla catalán, nórdico para el murciano, es y fue siempre expresivo, mercurial, ágil; el murciano, meridional para el catalán, era pausado y hasta, a veces, pesado, cuidadoso, amigo de andar paso a paso por el camino dialéctico. Parece como si, para completar el contraste, el Pla catalán sabe a maravilla ocultar lo serio bajo la sonrisa, mientras que a los ojos azueles del Pla murciano asomaba a veces una chispa de broma o intención".
El mundo de ayer de un funcionario de la Sociedad de Naciones
El profesor de la UdG topó con la figura de Pla Cárceles siguiendo la pista del epistolario de Eugeni Xammar, que publicó en el volumen Cartas de un polemista. Precisamente Xammar conoció Pla Cárceles en Londres, ciudad en la cual está dedicado el volumen de recuerdos recién publicado –quedan dos más, inéditos–, en torno a un grupo de periodistas españoles establecidos en la capital británica. La amistad entre los dos lo llevó a ficharlo como colaborador de Iberia, de la cual fue jefe de redacción, y a ser escogido como sustituto del catalán en la SdN. A sus memorias Sesenta años de ir por el mundo, Xammar recuerda cómo aquel "ultraliberal de Londres" acabó convertido en un "franquista de toda la vida", con quien rompió toda relación.
Antes, sin embargo, el periodista internacional y oficial de la Marina que conoció a Churchill y Mussolini, había publicado La misión internacional de la raza hispánica, un libro influit para|por Ramiro de Maeztu otro de los miembros del grupo de Londres, que había transitado sin detenerse del liberalismo al nacionalismo español. Después de leer el libro, Gaziel le confesaba: "Un separatista catalán es algo absurdo; pero se explica immediatamente cuando alguien conoce a un centralista castellano".
Testigo lejano de la guerra civil desde Ginebra, donde asistió al derrumbe del mundo civilizado que había engendrado aquella organización internacional surgida de las cenizas de la Primera Guerra Mundial, el viejo funcionario vivió en primera persona la llegada de las obras de arte del Prado a la ciudad de Ginebra y su retorno a Madrid, en una Europa que empezaba los primeros compases de la Segunda Guerra Mundial. Un nuevo conflicto que lo pilló en plena jubilación, dedicado a la redacción de sus recuerdos de toda una vida como periodista en las bambalinas diplomáticas, entre Londres y Ginebra. Toda una vida, sin embargo, sin un protagonismo destacado, siempre en la sombra del periodista catalán con quien siempre fue confundido.