"La unanimidad mata". No lo digo yo, sino Alexandre Plana. Para que un libro sea importante hace falta que genere fricciones, que enfade. Josep Pla lo consiguió con su biografía sobre Francesc Cambó, tres volúmenes que le costaron la enemistad de gran parte del catalanismo progresista de antes de la guerra. A Pla se le acusó de "traidor", de "vendido", palabras que pueden parecer duras, pero testimonian la existencia, en aquellos tiempos, de un sistema literario vivo, donde las cosas se llamaban por su nombre y donde la posición de los escritores tenía un peso real. Biografiar al líder de la Lliga no era un simple ejercicio académico, sino una afirmación política que, como tal, exponía a su autor a ataques tan graves como el que recibió por parte de Amadeu Hurtado, quien llegó a tildar la obra de "lastimosa".
Los tiempos han cambiado, Catalunya también. Para darse cuenta de ello solo hay que leer las reseñas que se han escrito sobre Un cor furtiu, la biografía que el filólogo Xavier Pla ha dedicado a Josep Pla el año en que se celebra el cuadragésimotercer aniversario de su muerte. Quien lo haga se dará cuenta de que la aparición de este libro, pretendidamente importante, no ha molestado a nadie. Más allá de Enric Vila, todos los que han hablado en público lo han hecho en términos laudatorios, utilizando adjetivos como "extraordinario", "riguroso" o "definitivo", palabras que quedan bonitas y que es bien probable que Destino utilice para decorar futuras ediciones del texto; palabras que, sin embargo, no sirven para advertir al público sobre el contenido de las 1.500 páginas que conforman este "esperadísimo" volumen.
Nadie quiere criticar a Xavier Pla, por una parte, porque nadie sabe más que él sobre el rey de nuestros prosistas y, de la otra, porque nuestro luteranismo incipiente nos impide atacar a alguien que ha dedicado diez años de su vida a escribir una biografía. "El trabajo bien hecho no tiene fronteras", se nos ha dicho, y nosotros hemos aceptado que dedicar mucho tiempo a un producto garantiza, necesariamente, su calidad. El problema (y creo que es un problema importante) es que una biografía necesita algo más que horas y horas de trabajo. El mismo Pla (Xavier) nos lo explica al principio del libro, diciéndonos que "una vida no cabe en una sola biografía" y que la del autor de El Quaderno Gris es "una madeja de la cual se podrían estirar tantos hilos como modelos de biografía hay".
El problema (y creo que es un problema importante) es que una biografía necesita algo más que horas y horas de trabajo
¿Pero de qué hilo cuelga Un cor furtiu? Quién no haya avanzado más allá de la primera parte, una especie de prólogo-introducción que lleva por título Lluny de mi, podría pensar que el objetivo del biógrafo es el de deconstruir a Josep Pla, hurgando en sus taras y describiéndolo como un hombre herido, afectado por una angustia existencial que lo condenaba a refugiarse en la literatura, única cosa que le gustaba de verdad. Pla, individuo perpetuamente incómodo, aficionado a vestirse con la ropa de los otros, se nos dibuja, también, como una persona desagradable, un erizo que hiere a todo el mundo que trata de acercarse, un narcisista obsesionado con su imagen, capaz de acabar con la paciencia de todos aquellos que intentaron biografiarlo, se llamaran Baltasar Porcel o Ventura Ametller.
La premisa, que recuerda a los ejercicios de patologización de la cultura catalana realizados por Jordi Amat en sus libros sobre Alfons Quintà y Gabriel Ferrater, podría ser criticada por aquellos que consideren que, a nuestra literatura, le sobran psicoanalistas, pero habría podido servir al biógrafo para escribir un volumen coherente y atractivo. El caso es que, superada la página 79, esta línea narrativa se desvanece, dejando paso a un millar y medio de páginas donde cuesta encontrar un hilo al cual aferrarse. Un cor furtiu se convierte, a partir de este momento, en una exposición de documentos que, a pesar de su interés, se nos presentan sin ningún tipo de jerarquía, como si el estado financiero de la familia Pla durante la primera mitad del siglo XX tuviera la misma importancia que el papel del escritor en las conspiraciones independentistas para asesinar a Alfonso XIII. Embriagado de academicismo o de fascinación por la figura biografiada, el autor nos ofrece una especie de enciclopedia cronológica dispuesta a explicarnos todo aquello que puede decirse, hoy en día, sobre el escritor de Palafrugell.
Cuando digo "todo" quiero decir "todo", porque se diría que no ha quedado nada al margen. De Pla (Josep) descubrimos los amores, los viajes, la trayectoria política, la construcción del estilo literario, la relación con la dictadura, con la República y con la monarquía, las inquietudes, los quebraderos de cabeza, las pasiones, los éxitos, los fracasos, las bromas adolescentes, los versos que llegó a escribir, las notas que sacó cuando cursaba el bachillerato en Girona, la impresión que le causó el primer contacto con el fascismo italiano y las veces que se llegó a reunir con Herman R. Ginsburg, empresario y agente de la Oficina de Servicios Estratégicos estadounidense durante la Segunda Guerra Mundial. Eso, que podría considerarse un mérito y que hará las delicias de todos los planianos de la catalana tierra, es, al mismo tiempo, el peor defecto de un libro en que las verdades importantes quedan soterradas por un exceso de información.
El amor por el rigor es perfectamente compatible con la voluntad para construir un discurso político
Si aceptamos, como se nos explica en cierto momento, que la Obra Completa de Pla es su respuesta al intento de Franco de destruir la lengua catalana, no nos queda otra opción que entender cualquier biografía en que se escriba sobre este autor como un acto de guerra, un tiro de artillería en una batalla para establecer una imagen definitiva de su figura. Alguien podrá pensar que exagero, pero me gustaría pensar que los biógrafos son alguna cosa más que notarios con habilidades poéticas. El amor por el rigor es perfectamente compatible con la voluntad para construir un discurso político. Solo así se explica que, partiendo de los mismos datos, los historiadores Andrew Roberts y Adam Zamoyski fueran capaces de escribir dos libros que extraían conclusiones diametralmente opuestas sobre la figura de Napoleón. Quizás Pla no es tan importante como el emperador corso y quizás no conquistó media Europa, pero con una biografía como esta nunca conseguiremos que salga del Principat.