Libro "maldito", libro "negro", libro olvidado. Libro inencontrable (incluso en Todocolección). Libro de encargo rechazado por el mismo autor, la Historia de la Segunda República Española de Josep Pla, editada en cuatro volúmenes en 1940 por Destino, sigue siendo uno de los tabúes de la obra planiana. El hallazgo del primer manuscrito escrito por el prosista de Palafrugell permite descubrir que la obra fue concebida inicialmente en catalán y permite confirmar que fue una obra concebida e ideada por Francesc Cambó durante la guerra, como herramienta de propaganda antirrepublicana, y no a la inmediata posguerra, como legitimación del nuevo régimen. Al mismo tiempo, el recorrido del manuscrito de la Historia de la Segunda República Española, editado ahora por Destino con prólogo de Maria Josepa Gallofré y editado por Xavier Pla, permite trazar el fracaso de un imposible franquismo escrito en catalán.
Pla, de espía a pluma propagandista
"Yo no sé los resultados que Pla pueda dar en materia de espionaje; pero soy más bien escéptico. En cambio, Pla es una primera figura literaria en nuestra casa. Actuando conmigo, cerca de los grupos literarios y periodísticos en París, podría hacer mella, por su espíritu cáustico y su gracia literaria. También podría publicar alguna cosa en grandes revistas y hebdomadarios. En fin, sería un intelectual de marca, catalán, que se manifestaría ostensiblemente al lado de Burgos". Con esta carta de Joan Estelrich en Cambó, el activista cultural mallorquín propulsaba al escritor Josep Pla hacia el meollo de la maquinaria mediática y propagandística del catalanismo conservador, que haciendo bandera de su antirrepublicanismo en el extranjero trataba de legitimar internacionalmente al bando rebelde tratando de asegurar una futura buena posición cuándo Franco ganara la guerra. La ingenuidad de alguien como Cambó que había escrito Las dictaduras y tenía un gran interés por las cuestiones internacionales –en aquel momento marcadas por el dominio totalitario– sobre qué podía representar para Catalunya y el catalanismo la victoria de Franco, los militares sublevados y la Falange con el apoyo de la Alemania nazi y la Italia fascista, todavía sorprende.
Político profesional que supo crear una enorme fortuna a rebufo de la Gran Guerra, financiero, mecenas (adquirió una gran colección de arte e impulsó Bernat Metge, entre otros), Cambó lideró el catalanismo conservador desde la muerte de Prat de la Riba y carreteó la cartera de ministro en dos ocasiones durante la Restauración. A finales de la dictadura de Primo de Rivera –que lo había pillado fuera del país, navegando con su yate Catalònia- se afanó por salvar la monarquía con un partido centrista constitucional mientras luchaba contra un cáncer de garganta. La República había llegado a Barcelona con el grito de "¡Viva Macià, muera Cambó!" y cuando estalló la guerra civil se puso enseguida al lado del bando sublevado utilizando para su propósito un grupo de intelectuales y periodistas refugiados en Francia o Italia, como Ramon d'Abadal, Gaziel o el mismo Josep Pla, que desde finales de los años veinte, cuando había roto con La Publicitat y Acción Catalana, había estado a su servicio. Todos ellos escribirían a destajo panfletos y artículos, firmados o no, antirrepublicanos y de propaganda profranquista, como el proyecto de libro que repasó Jordi Amat en El proceso, elaborado por los dos primeros y firmado por el futuro ministro franquista Eduard Aunós.
La génesis de un libro de encargo
Pla, que justo antes del estallido de la guerra había cerrado una etapa como corresponsal político en Madrid de La Veu de Catalunya, había huido de Catalunya y durante los primeros meses había vivido en Marsella, donde había llevado a cabo las famosas tareas de espionaje, a menudo magnificadas como si fuera un James Bond con boina y seguramente poco más que charlas con marineros del puerto marsellés. Después de la propuesta de Estelrich a Cambó, y de un encuentro entre el patrón y el empleado, a principios de 1938 Josep Pla empezó a trabajar en lo que debía ser un análisis crítico del reciente pasado republicano, de cariz panfletario y polémico, dirigido al lector extranjero.
Pla la escribió en Italia, enviando a Cambó lo que iba escribiendo a través de su pareja, Adi Enberg, estrechamente vinculada profesionalmente al mecenas, la cual comentaba, corregía y anotaba los capítulos. Pla escribía en los cafés de Roma sobre unos acontecimientos que había conocido de primera mano como periodista destinado a Madrid –en el año 33 había publicado Madrid. El advenimiento de la República y había escrito centenares de crónicas que servían de base al texto– y, entre aventuras italianas que recorre al detalle Xavier Pla, el proyecto de una monografía relativamente condensada en forma de ensayo sobre el periodo inmediatamente anterior al golpe de estado se le escapó de las manos. Cambó vió enseguida que aunque el texto tenía "la vivacidad y la frescura" planianos, corría el riesgo de convertirse en un texto excesivamente minucioso que ocuparía varios volúmenes en un negocio previsiblemente ruinoso. Además de las reticencias sobre la forma de trabajar de Pla –no especialmente entusiasta con las correcciones de su amo–, los vínculos de este con Joan March, viejo enemigo de Cambó y rival a la hora de financiar los rebeldes, y los nuevos escenarios de la guerra civil, donde se iban asentando las bases ideológicas y propagandísticas del nuevo régimen, hicieron que el político catalán rescindiera el encargo.
El fracaso de una apuesta del catalanismo conservador
Cambó ya tenía entonces la vista puesta en el nuevo escenario que se abriría con la victoria franquista y donde él creía que sería posible editar un diario en catalán, reanudar las ediciones en esta lengua y volver a una cierta vida política catalanista bajo el liderazgo de su partido. Pronto descubrió que ni las octavillas escritas en catalán que tenía preparadas Dionisio Ridruejo para tirar en Barcelona el 26 de enero del 39 eran aceptadas en un régimen que proscribía la lengua y la cultura catalanas, señaladas como culpables de llevar el germen del separatismo. Lo único que podía conceder el nuevo régimen a los viejos catalanistas que habían jugado la carta de Franco era recuperar los negocios y hacer dinero y algunos cargos individuales –la mano derecha de Cambó, Joan Ventosa y Calvell acabaría siendo procurador en Cortes y algunos pronois espabilados, concejales o alcaldes– pero ningún tipo de hegemonía ni poder político.
El Vichy catalán se sustentaría sobre una nueva generación, la de los jóvenes catalanes de Burgos, como Ignasi Agustí, joven promesa literaria y antiguo militante de la Liga, que había fundado Destino, y que sería el responsable de la edición de la Historia de la Segunda República, que tal como se vanagloriaba en carta al censor, había chapuceado a conciencia recortando cualquier tentación catalanista y podando el carácter subjetivo el manuscrito encargado por Cambó, que consideró que Enberg y Pla le habían robado.
El mejor resumen de todo es que el año 1940, como señala Xavier Pla, lo que debía ser un libro de guerra escrito en catalán se convirtió en un libro de posguerra escrito en castellano, la lengua de los ganadores de la guerra y la única en que se podría publicar hasta bien entrados los cuarenta, cuando se autorizaron las reediciones de preguerra de libros inofensivos (libros piadosos o de cocina, de bibliófilo o en grafía prefabriana). Pla la acabó con la ayuda de las páginas del Diario de Sesiones de las Corts republicanas que se llevó de la biblioteca del Ateneo, y a pesar de los esfuerzos publicitarios y políticos por sortear la escasez de papel, la Historia de la Segunda República Española no fue el éxito de ventas esperado en una ciudad depauperada y vencida. Después de la operación fallida de dirigir La Vanguardia, enemistad con Cambó, separado de su compañera y con unos medios de subsistencia inciertos, Josep Pla empezaba una nueva etapa vital y literaria y, de cara adelante, prefería olvidar toda esta historia de la Història (o Historia) de la II República.