"5 de julio de 1964. Día embadurnado, muy caluroso. Después de comer aparece Permanyer, una señora valenciana y Porcel, de Mallorca. Vamos a Pals, a Cap sa Sal y Tamariu, para ver Riba, que no encontramos. Retorno a casa a las siete". De esta manera registra Josep Pla el primer encuentro con Baltasar Porcel, aquel escritor de Andratx llamado a ser un nombre de referencia a las letras catalanas. El encuentro, anotado telegráficamente por Pla, a la larga tendrá consecuencias para los dos escritores, el viejo y el joven. Sin embargo, de momento, quien paga los platos rotos es Lluís Permanyer, el facilitador del encuentro, que es despedido, junto con su mujer, por el editor Vergés, que entrev en el interés de Porcel por conocer al escritor de Llofriu una estratagema editorial. Y es que entonces el mallorquín ya trabajaba por Planeta y, precisamente, quería proponer a Pla la redacción de una guía de Barcelona.
Como relata Sergio Vila-Sanjuán a El joven Porcel (Ediciones 62/Destino), el escritor mallorquín llegó con veintitrés años a Barcelona en 1960, huyendo asqueado y rebelándose contra el ambiente provinciano y pequeñoburgués de la isla, y, como un personaje de Balzac, consiguió desafiar la ciudad y triunfar. Acogido por Joan Triadú, incluso en su casa, Porcel se integra rápidamente en los ambientes de la resistencia catalanista y es testigo del momento fundacional que son los Hechos del Palau y el posterior consejo de guerra contra Jordi Pujol. Aquel Pujol que Porcel ve condenar, muchos años después será uno de los poderosos con quienes mantendrá una relación estrecha. Otro será Juan Carlos I.
Llorenç Villalonga, el primer maestro
Pero Porcel no viene de antiguo linaje aristocrático, ni su familia tiene un palacio en Palma. Sus orígenes están en un Andratx que convertirá en un territorio mítico, donde nace en plena guerra civil el año 1937, en una familia vinculada al mar y con un pie al contrabando, negocio clave del pueblo. Trasplantado a Palma, no encaja ni aprovecha para estudiar, e incluso pasa una etapa de fervor religioso adolescente, integrándose en Acción Católica y en los "cursillos de Cristiandad". Lector y escritor precoz, el año 1956 conoce el escritor y psiquiatra Llorenç Villalonga, que preside una tertulia en el café Riskal, y que se convierte en su primer mentor. "Yo lo veía como todo lo que yo no era: rico, refinado, irónico, que se movía bien en sociedad, y supongo que a él le pasaba al revés un poco lo mismo. Estaba bastante obsesionado conmigo, me retrató en diversas de sus novelas y se comportaba de una manera entre paternal y alguna cosa que no era la homosexualidad, pero que a veces lo parecía" confesaría al autor de la biografía.
Esta ambigua relación se puede observar en el personaje de Flo la Vigne, protagonista de El ángel rebelde, en el cual el autor de Bearn retrata a su joven amigo y protegido, y en la correspondencia entre Villalonga y Odín, el seudónimo con que Porcel firmaba los artículos en Diario de Mallorca. Unas cartas que permiten descubrir a otra persona clave en la ascensión intelectual y personal de Porcel, la escritora Concha Alós, con el de Andratx vivirá un amor prohibido –ella, mayor que él y con la ambición de devenir escritora, era casada con el subdirector del diario donde trabajaba él– que será la causa final de su decisión de abandonar Mallorca, y con quién convivirá en Vallvidrera mientras empieza a despuntar con Solnegre o La luna y lo Cala Llamp, convoyado por la amistad con los críticos más influyentes, tanto Triadú como Joaquim Moles y Josep Maria Castellet.
Pla, admiración y alejamiento
Desde Barcelona, Porcel impulsará la publicación de Bearn por parte del Club de los Novelistas, en un vodevil editorial que tiene a Joan Sales, Núria Folch i Villalonga los personajes principales, pero en pocos años la relación entre el discípulo y la figura paterna que representa el autor maduro se irá deteriorando, por varios motivos. Sin embargo, cuando la relación con Villalonga se enfríe, Porcel habrá encontrado a otro padre literario, otra figura tutelar y protectora. Y no una pequeña, sino el prosista más destacado e influyente del siglo XX en catalán, que según Vila-Sanjuán había tenido noticia de Porcel ya el año 1958, cuando le habían hablado de la joven prometida unos conocidos comunes de Mallorca. Después del primer encuentro, Porcel iniciará con Pla su serie de entrevistas a personalidades catalanes publicadas en Serra d'Or, una especie de canon del catalanismo. Si Serra d'Or era la cabecera del antifranquismo catalanista, Porcel hacía entrar un sospechoso o uno proscrito por la puerta de honor. En agradecimiento, Pla lo hará entrar a Destino y le aconseja: "Por favor, no rompa ningún plato con el pseudo-marxismo que la juventud aspira a exhalar". "Lo importante, en el mundo intelectual, es mantener un liberalismo total, abierta y volteriano.[...] Es el trámite que tenemos que pasar. Después, ya veremos, Manténgase con Vergés en este tono y tendrá carta blanca".
De aquella estrecha relación con Pla surgirá el proyecto de escribir un libro sobre el autor de El cuaderno gris. Quizás, como insinúa al biógrafo, movido por el entusiasmo y la admiración y con la voluntad de quedar bien con su nuevo protector, en una maniobra que jas'havia vivido en el caso de Villalonga y que, en este caso, también quedará inconclusa. De hecho, El joven Porcel incorpora el índice de El mundo de Josep Pla, que es como se tendría que haber titulado este volumen ilustrado y articulado en forma de conversaciones con el escritor, que justo entonces empieza a publicar la Obra Completa de Destino. "El libro que tengo que hacer con Usted, El mundo de J.P. [...] será una afirmación anti-barroca, anti-tópicas, anti-yeso" asegura Porcel.
Pla y Porcel pasan largas veladas, cenando, charlando, bebiendo, pero a pesar de la admiración sincera del veterano, más bien tacaño, y el apoyo y consejos que está dispuesto a ofrecerle, la relación también se irá enfriando. Será Terenci Moix quien ganará el primer Premio Josep Pla el año 1968, aunque el escritor había impulsado a su joven amigo a presentarse con aquella vieja prometida en forma biográfica. El 68, sin embargo, Porcel ya tiene el rumbo puesto hacia el Oriente Próximo, en un final de la gran década de ascensión literaria que recorre el ensayo biográfico de Vila-Sanjuán, que lo acabará de consagrar. El año 1970 ganaría el Pla con Difunts sota els ametllers en flor.
Los viajes, el coqueteo con el anarquismo y la fascinación por la Xina de Mao, pero también la decrepitud y la vejez del de Llofriu, enfriarán mucho una relación que se romperá con el final de la dictadura, cuando Vergés venda Destino a Jordi Pujol y Porcel, al antiguo discípulo amado, pase a dirigir el semanario. Es entonces cuando un Pla carpetovetónico y atemorizado por la confusión de que podía ocurrirse a la muerte de Franco, escribía unos artículos de alabanza de la dictadura de Portugal, país que conocía bien a través de su hermano Pere, que acabaron la paciencia de Porcel. Una reacción enfurecida que, no obstante, el autor de El cor del senglar acabó reconociendo diez años antes de morir que había sido un auténtico error.