El motivo de la pelea fue Lo que el viento se llevó. El año, el 1969, el mismo en que Armstrong pisó la superficie lunar y dos antes del día más importante de la vida de Fernando Atienza: el día del Watusi. El escenario, el Paralelo: la avenida que corta la pendiente de la montaña y refuerza el gradiente con la civilización. Es aquí donde tiene lugar la callejera e improvisada eliminatoria, a hostia limpia, entre las decenas de adolescentes precariamente disfrazadas de Escarlata O’Hara, antes de llegar al concurso radiofónico de aspirantes provinciales al papel. Dos jóvenes barraquistas de Montjuic han comenzado la salvaje pelea: la hija del perista Tomás, la Dora, y la hija de Celso, un gánster de barrio, la Julia, que más adelante morirá, presuntamente, a manos del Watusi.

La prodigiosa actriz Raquel Ferri borda el relato de la Dora del Tomás en la expeditiva adaptación teatral dirigida por Iván Morales

Es difícil imaginar lugar más idóneo para llevar a escena el hilarante episodio recogido en Los juegos feroces (primer volumen del tríptico novelesco de Francisco Casavella, El día del Watusi), que la sala Paral·lel 62, a las puertas de la cual bien podrían haberse atizado las Escarlatas arrabaleras. La prodigiosa actriz Raquel Ferri borda el relato en primera persona de la Dora en la expeditiva adaptación teatral,dirigida por Iván Morales, que programó el Grec viernes y sábado. Lo mismo hará, inopinadamente, con el papel del Supermán, el musculado chulopiscinas que confunde a los niños protagonistas, el mencionado Fernando y su lisiado amigo Pepito ‘el Yeyé’, con emisarios del Celso. Fabulosas también las interpretaciones de los diferentes papeles de Xavi Sáez y David Climent, en especial la versión transformista de la Francesa en el éxodo final de la obra.

Raquel Ferri borda su recreación de Dora

La representación de los personajes infantiles, la extrema dificultad de los cuales recayó en Enric Auquer y Àlex Monner, me chirrió algo más. No sé si por tratarse de adultos interpretando a niños con vis bufa (a ratos me recordó a El Chavo del 8, comedia mexicana de la cual, por otra parte, soy gran fan), si me parecieron poco creíbles como barraquista y gitano, respectivamente, o si fue ese impostado deje charnego. 

Brusa Cusí brilla Los juegos feroces

En cualquier caso son, sin duda, dos de los mejores actores de la escena actual y seguramente encontrarán menos obstáculos en la adaptación de los volúmenes siguientes (las tres obras juntas harán temporada al Lliure en primavera), cuando los protagonistas están más crecidos y romanizados. Completa el reparto la solventísima Bruna Cusí, que, al margen del musical, no tuvo demasiadas oportunidades de lucirse en esta primera entrega, pero seguro las tendrá cuando llegue la puesta de largo (incluso puedo imaginar sus futuros papeles).

La adaptación festiva y musical de Los juegos feroces, en formato tablao-funk, que propone Iván Morales es una forma efectiva de captar la épica oral y la literatura heroica de los bajos fondos que nos legó Casavella

Quizás debo admitir que los tres libros que integran El día del Watusi son, sin lugar a dudas, la obra que este cronista más ha releído, manoseado, subrayado, fusilado, memorizado, recomendado, prestado, reclamado de vuelta y forzado a leer a sus parejas y amistades que se precien de serlo (a menudo mediante coacciones). Dejando de lado a Marsé y Vázquez Montalbán,  loconsidero el texto en castellano más importante de nuestra historia reciente. Y como talibán casavelliano que soy, las dos adaptaciones cinematográficas quede él se han hecho hasta la fecha; El idioma imposible, de Rodrigo Rodero, y El triunfo, de Mireia Ros me han parecido una deposición catedralicia.

Por eso, la noticia de una ansiada adaptación teatral (que me llegó hace un par de años de boca de Martí Sales, ilustre watusiano y colaborador en la dramaturgia de la presente obra) me dividió entre la emoción por ver y escuchar sobre un escenario las ditirámbicas leyendas del Watusi contadas por Pepito el Yeyé, y un recelo purista e injustificable; porque, evidentemente, es inevitable mutilar partes del texto y transformarlo para adaptarlo al medio teatral. Confieso que ayer eché de menos a alguno de mis personajes predilectos (el Topoyiyo), además de pilares estructurales del libro (el Informe) y me sorprendieron algunos cambios de la historia original. A pesar de ello, la adaptación festiva y musical de Los juegos feroces, en formato tablao-funk, que Iván Morales propone —teniendo en cuenta, además, que se trata solo de un anticipo— es una forma efectiva de captar la épica oral y la literatura heroica de los bajos fondos que nos legó Casavella. Apta (i recomendable) hasta para los fans más integristas.