Contra la desmemoria y el olvido. Y contra la lectura simplista de la realidad y aquello que esta esconde. Así está escrita L’atzar i les ombre, la trilogía del escritor Julià de Jòdar (Badalona 1942), que retrata la Badalona obrera de posguerra durante las dos primeras décadas del franquismo. Diecisiete años después de la publicación de El metall impur, la última de las piezas de la tríada, la editorial Comanegra la reedita entera en un solo volumen, cumpliendo así la voluntad inicial del autor: que las tres novelas fueran publicadas como un solo libro. Juntas, L’àngel de la segona mort (1997), El trànsit de les fades (2001) y El metall impur (2005) forman una tentativa monumental y profunda de explicar la vida de la clase obrera que creció en la periferia de Barcelona, en el barrio del Pou de Badalona. Formado, en gran parte, por los derrotados de la Guerra Civil que se afanaron por progresar en los grises años del franquismo, componen una sinfonía de vidas de barrio con voluntad "universal", que recorre las más de 800 páginas de la obra, bajo la atenta mirada del Pont del Petroli.
De Jòdar, que fue diputado de la CUP durante unos meses entre el 2015 y en el 2016, ha revelado recientemente que está escribiendo una continuación de la trilogía, que se titulará La casa tapiada y que verá la luz próximamente. Explica que cubrirá el periodo de 1962 en 1977 y que, además, llegará hasta octubre del 2017 a través de un juego narrativo. Hablamos con el autor de la memoria de los barrios, de la inmigración de los años 50 y 60 y de la ficción sobre el Procés.
¿Qué te ha llevado a revisar la trilogía y a ponerla toda en un solo volumen?
La trilogía ya estaba concebida inicialmente como un mismo volumen de tres libros. La idea siempre fue esta. Lo que pasa es que como se estaba produciendo uno por uno y con unos intervalos, salieron separados. Era una idea que teníamos con Jaume Vallcorba y Quaderns Crema y ahora he conseguido poder hacer el proyecto inicial.
Cuando salió L’àngel de la segona mort lo hizo con la etiqueta que era el primer libro de la literatura catalana que hablaba de la inmigración.
Es mucho más que eso (río). Primero, estamos hablando de un barrio de mezcla, donde hay catalanes y gente llegada de fuera. Segundo, hay tenderos, trabajadores y una gran mezcla de clase social. Tercero, porque el libro está escrito en catalán. No uso la doble lengua. Me parecía que la lengua literaria de aquí es el catalán y se acabó lo que se daba. Y cuarto, porque hay argumentos de novela de intriga o policíaca. A lo largo de la trilogía hay tres muertos y se tiene que averiguar qué ha pasado, aunque no sabemos si aquello que nos han explicado es verdad o mentira. Reducirlo a un tema de inmigración, como titular para vender ya funcionaba, pero se quedó como si yo hubiera hecho una novela al estilo de Paco Candel.
La lengua literaria de aquí es el catalán y se ha acabó lo que se daba
Sí que es verdad, sin embargo, que daba protagonismo a la clase obrera de la periferia, que no dejaba de ser una temática original entonces en la literatura catalana.
Había gente que ya lo había tocado. Benguerel sobre el Poblenou o Vallmitjana en Barcelona. De la periferia, sobre Badalona y el Besòs sí que es la primera. De hecho, se puede decir que del Pont del Petroli no había hablado nadie dentro de la literatura catalana. Y más en concreto del puente viejo, porque el último es nuevo, de hace cuarenta años. Desde este punto de vista, sí que podemos decir que hay una primera iniciativa de este tipo en que tienen voz gente popular de clase trabajadora en barrios que se llaman de periferia, o de la periferia de la periferia, como era el Pou de Badalona.
¿Qué has encontrado en este mundo de periferias?
Yo estaba, yo salgo de allí. Hay un intento deliberado o una necesidad de expresarte a través del mundo que has vivido, eso nos pasa a todos los escritores. Los libros también son una lucha contra el olvido y la desmemoria. Aquellos barrios tenían una vida enorme, habían sido zonas de organizaciones sindicales anarquistas y de la FAI y donde mucha gente acabó destruida por la guerra, el exilio o a la prisión. Ahora pasas y es una barrio muerto de jubilados y de gente que ha venido de fuera y que no tienen ni idea de lo que pasaba allí. Por lo tanto, también es un intento de rescatar y de dar vida literaria a aquello que la historia se ha comido.
Los libros también son una lucha contra el olvido y la desmemoria
¿La historia se lo ha comido porque ha sido una realidad poco representada, porque ha tenido poco espacio en la ficción?
Por muchas razones. La clase obrera fue derrotada por la guerra y por lo tanto ya no pudo constituirse en enemiga de la orden existente. Los que quedaron derrotados bastante trabajo tuvieron con sobrevivir con la represión y la persecución que había. En este sentido, es víctima de la represión y la dictadura. En segundo lugar, es víctima de lo que podríamos denominar el desorden de las ciudades durante el franquismo. La parte del centro de la ciudad tiene escasa vinculación con estos barrios, que en realidad son vistos como peligrosos. Y tercera porque el centro de la ciudad es un centro administrativo y burocrático, de clases medias cultas pero a la clase obrera no la conocen. La desaparición de las fábricas no representa para ellos ningún trauma. Es como si la ciudad no se las hubiera hecho suyas y su desaparición sociológica, historia y familiar se hubiera olvidado. La paradoja es que ahora tiene mucha más supervivencia la Badalona romana de hace dos mil años que la Badalona real y viva de la gente que la hizo en el siglo XX.
El problema es el olvido, pues.
En mi barrio el problema real es que no se pudo transmitir la verdad oculta de lo que había pasado durante la guerra. Por ejemplo, yo supe muchos años más tarde que mi padre había sido de las juventudes libertarias de la CNT durante la República. Y también que había hecho la guerra en Madrid cuando tenía veinte años, a defendiendo la ciudad.
En mi barrio el problema real es que no se pudo transmitir la verdad oculta de lo que había pasado durante la guerra
L’atzar i les ombres retrata siempre esta vida local, marcada por la presencia del pasado.
La novela está llena de gente inquieta por el pasado que interviene sobre el presente e interrogándose sobre lo que nos pasará en el futuro. Es una novela de barrio, de vidas concretas pero que lo trasciende. No son gente cerrada en un localismo de carácter costumbrista, eso no me interesa nada. La novela está hecha pensando en seres universales que viven en un barrio. O al revés, gente de un barrio que tiene sentimientos como cualquiera, como la señora del Eixample de Barcelona. Tienen emociones, exigencias, deseos, represiones y luchas.
También es muy interesante el proceso de contacto de esta clase hija de inmigrantes de toda España con el catalán, tal como aparece a la novela.
En este ámbito concreto era un proceso mucho más natural porque la gente que llegó de fuera al Gorg, lo hicieron incluso antes de la República, para trabajar en las fábricas. Mi madre era de Cartagena y mi padre era almeriense. Y se catalanizaron con naturalidad porque aquí la mayoría hablaba catalán. Las amigas íntimas de mi madre no sabían hablar castellano. Con gente llegada de fuera hablaban catalán no por razones ideológicas sino porque era su lengua. En mi barrio yo no viví ni vi ningún conflicto de lengua nunca. Y la gente que llegó a los 50 y 60 el tema de la lengua no lo consideraron nunca un problema.
En mi barrio yo no viví ni vi ningún conflicto de lengua nunca
Pero ahora parece que este proceso orgánico de contacto con la lengua se ha roto o que tiene muchas más capas.
Antes había una persecución y represión de la legua que hacía que solo hubiera una capa encima: el castellano. El catalán era una lengua tendente en la folklorización en el sentido más literal de la palabra, como lengua literaria y de cultura no existía. Después, como cuando llega la democracia recupera territorio y tiene una voz oficial y literatura y medios de comunicación, lo subvierte todo. Esta subversión el Estado no la puede tolerar fácilmente. Hay una tolerancia con el idioma porque sin concesiones de mala gana de este tipo, la Transición no se hubiera podido hacer, pero con el paso del tiempo evidentemente eso ha ido cambiando. La tercera capa es que políticamente hablando, no hemos triunfado con el Procés a ganar políticamente todo el terreno que habíamos abierto durante el franquismo, la transición e incluso el pujolismo. Llegará otro momento, estoy seguro.
Hemos sabido recientemente que estás escribiendo una continuación de la trilogía, una cuarta novela.
Sí, me he propuesto coger al personaje de Gabriel Caballero cuando acaba la trilogía el año 62 y llevarlo hasta el 77. Quiero reconstruir su historia a través de la voz de un periodista cultural que quiere hacer su biografía, una biografía humana y cultural, a través de la gente que lo conoció. Dentro de esta historia quería hacer que sus familiares encontraran en un cajón una novela suya inédita que iba desde unos hechos del 77 hasta el primero de octubre del 2017.
¿Entrarás a novelar los hechos de octubre del 2017?
En esta novela no lo hago. No me atrevo a hacerlo porque necesitaría respirar tanto como la trilogía. Mis novelas no son maniqueas y esta tampoco podría serlo. Tendría que desarrollar un conjunto amplio de personajes con contenido y vida específicos para dotarlos de sentido histórico, moral y personal. Si empiezo a decir que unos nos han traicionado y que hay un pueblo inocente y bondadoso y gente engañada en el otro lado... A mí eso no me interesa. Puedo estar de acuerdo en ciertas líneas pero me podría preguntar directamente: ¿cómo es que este pueblo movilizado de dos millones de personas no crea sus propios líderes y una nueva organización auténticamente potente y se enfrenta no ya al estado sino también a los partidos independentistas?
¿Necesitamos reescribir lo que pasó, como ha hecho por ejemplo Francesc Serés a La mentida més bonica? ¿Puede aportar alguna cosa?
Lo que necesitamos son buenos análisis políticos, sinceros, descarnados y brutales, si hace falta; aceptar la realidad histórica, que se ha perdido una gran oportunidad, y ver en qué se ha fallado. Puede haber razones de trasfondo histórico, razones antropológicas o de carácter, como catalanes, de por qué hemos admitido determinadas cosas, si nos hemos movilizado tanto y no hemos sabido organizarnos para ir más allá. O crear un movimiento que arrasara con todo lo que habíamos recibido en estos 40 años de autonomismo. Volvemos a estar en el autonomismo, vergonzante, camuflado pero es así. Eso no se explica fácilmente. Y este análisis está por hacer.