El artista franco-argelino Kader Attia ganó en el 2017 el prestigioso premio Joan Miró, que incluía con la dotación la celebración de una exposición a la Fundació Joan Miró. Ahora, se ha presentado esta exposición, que se podrá ver en la Fundació del 15 de junio al 30 de septiembre. Las cicatrices recuerdan que nuestro pasado es real, en que se analiza la noción de reparación a partir de las cicatrices; el artista argumenta que la marca del pasado no se tiene que ocultar, sino que se tiene que poner de manifiesto. El montaje de Attia pone énfasis en la pervivencia de las heridas del pasado (el colonialismo, la esclavitud...), pero también incluye una obra visual nueva realizada en Barcelona.
Un pueblo que ha resultado herido no se cura por sí solo. Si no hacemos nada, la herida quedará en su subconsciente y perdurará durante generaciones.
La reparación imposible
La obra de Attia se centra en las heridas del pasado: del colonialismo, de la esclavitud, de la guerra civil... Está especialmente interessado en el concepto de reparación. Considera que, en la naturaleza, la reparación se produce de forma espontánea: te cortas y te sale una cicatriz y ya está. En el ámbito social eso es diferente, según él; afirma que después de muchos años pensando sobre el tema, "todavía estoy aprendiendo de eso". Afirma que un pueblo que ha resultado herido no se cura por sí mismo, y que si no hacemos nada, la herida quedará en su subconsciente y perdurará durante generaciones. Este artista incluso usa la terminología de "miembro fantasma", usada para las personas amputadas; argumenta que una sociedad que ha sido colonizada siente todavía su pasado, "el fantasma de la ruptura civilizacional". Por eso ha querido usar como a título de la exposición una cita del escritor Cormac McCarthy: "Las cicatrices nos recuerdan que nuestro pasado es real".
Aire precolonial en obras postcoloniales
Attia conoce bien el arte africano precolonial, tras haber hecho una estancia en el Congo cuando era joven. Las piezas de arte africano son su fuente de inspiración: usa en algunas de sus obras, y en algunas obras suyas se basa en la contundencia de las tallas congoleñas para hacer obras de una gran fuerza. Es el caso de J'accuse, quizás la instalación más contundente de la exposición, que incorpora una veintena de bustos de madera, con caras deformes, con todo el aire de una máscara africana, sobre bases de metal. Es una obra que quiere constituir una denuncia de los horrores de la guerra, en la línea de lo que hizo Abel Gance, en una película de 1918 que se proyecta en la sala donde se expone la obra de Attia.
Canto a la revuelta
Otra de las piezas icónicas de Las cicatrices nos recuerdan que nuestro pasado es real es una alegoría de la intifada, titulada: Intifada, los inacabables rizomas de la revolución, que quiere reflexionar sobre la resistencia a la opresión. Attia argumenta que cualquier ocupación genera una contrarreacción, y que las resistencias aparecerán una y otra vez. De esta forma, una de las salas se convierte en un campo de estructuras de hierro desde donde crecen tiradores de goma, de los que usan a los resistentes palestinos.
En un primer momento, en la entrada de la exposición, la Fundación Miró muestra una obra de Attia muy característica: Untitled (Couscous), una instalación realizada a partir de sémola... Pero quizás las piezas más emblemáticas de esta exposición son los espejos rotos y reparados, que reflejan una imagen del visitante herida, rota y reparada.
Buscar en las reservas de los museos
El artista franco-argelino ha trabajado con piezas etnográficas reparadas en su contexto de origen, que ha tenido que encontrar en las reservas del museo, porque normalmente se esconden a los visitantes (considerándolas obras "en mal estado"). Y ha podido constatar que generalmente las sociedades africanas y asiáticas, cuando reparaban un objeto, intentaban resaltar el proceso de reparación y no esconderlo. "Cuando muestro reparaciones, muestro heridas", apunta. Y ha afirmado que eso también pasaba a las sociedades europeas premodernas: "No es una cosa exótica". De hecho, el problema, para Attia, es que "la reparación es irreparable", y por ello lo mejor es que sea muy visible,
En Barcelona me impactaron las paredes con marcas de balas de la guerra civil
La marca catalana
Kader Attia pasó una temporada en Barcelona, el 1992-1993, poco después de los Juegos Olímpicos. Y se paseó por la ciudad con su cámara, y recuerda que le impactaron las paredes con marcas de balas de la guerra civil. Le ayudaron en su reflexión sobre las heridas del pasado. Afirma que su estancia en Barcelona contribuyó a pensar la relación entre pasado y presente. En la presentación de su exposición, ha querido destacar que el edificio de la propia Fundación Joan Miró, diseñado por Josep Maria Sert, discípulo de Le Corbusier, tiene una deuda de la cultura mozárabe. En esta exposición en Barcelona, Attia ha querido aportar algunas obras hechas realizadas expresamente para la ocasión, y ha destacado que ha querido hacer una, justamente, sobre la ciudad y sus movimientos sociales. Héroes heridos es una producción audiovisual que reflexiona sobre los movimientos sociales y la inmigración en Barcelona. "No sólo quiero que me expliquen sus historias, sino sobre todo que me hablen sobre sus proyectos", explica Attia.
El arte como compromiso
Marko Daniel, director de la Fundación Joan Miró, ha celebrado la exposición, destacando el trabajo minucioso de Attia. Ha afirmado que la exposición es un todo coherente, porque el artista, aunque reaprovecha obras anteriores, las ha rehecho y reorganizado para integrarlas en un todo. Elisa Durán, directora general adjunta de la Fundación Bancaria "la Caixa", impulsora del premio Joan Miró, ha glosat el compromiso social de Attia, y ha insistido en qué si bien Attia habla de heridas, también habla de reparación, de futuro, de comprensión... Attia ha querido dejar claro que su arte no sólo está anclado en el pasado, sino que se quiere proyectar en el futuro. Y ha aprovechado el acto para denunciar la situación que sufren inmigrantes y refugiados: "Los migrantes son una gran oportunidad para el fascismo", explica Kader Attia, quien argumenta que los políticos sin escrúpulos los usan para sacar rendimientos electorales: "Los políticos han diabolizado un fenómeno que ha existido siempre".