Kate Raworth es una economista que ha trabajado durante muchos años en proyectos de desarrollo. Durante un tiempo estuvo colaborando con Oxfam, y antes lo había hecho con Naciones Unidas. Es la autora de un texto sobre los modelos de crecimiento que ha dado mucho que hablar: Economía rosquilla (lo ha publicado hace poco, en castellano, Paidós). En este libro expone un gráfico, en forma de rosquilla, para reflejar el equilibrio del planeta y la situación de sus habitantes. La situación ideal sería una forma de rosquilla perfecta, pero cuando los habitantes tienen carencias en sus necesidades se llena la parte interior del círculo, como un buñuelo, y por el contrario, cuando se abusa de los recursos se superan los límites exteriores de la rosquilla, que toma formas caprichosas. Raworth ha visitado Barcelona para participar en una jornada sobre Fixing the Future: Adventures in en better tomorrow en el CCCB, donde compartirá mesa con otros nueve pensadores de diferentes disciplinas, que debatirán sobre cómo garantizar la supervivencia de la humanidad y apostar por un futuro mejor.
La rosquilla es el selfie de la humanidad para el siglo XXI
Usted afirma que la humanidad está en peligro, por una parte por la presión ejercida por la humanidad sobre el planeta y por otra, por la desigualdad extrema...
Son dos riesgos que nosotros arrastramos porque la combinación entre desigualdad y presiones sobre el medio ambiente podría llevarnos a puntos de inflexión que nunca antes se han cruzado. El dibujo que yo creé en 2009, la rosquilla, es el selfie de la humanidad para el siglo XXI. El anillo exterior son los límites del planeta y los círculos interiores el nivel de cubrimiento de las necesidades de la población. Los economistas del siglo pasado nunca vieron este selfie, porque se pensaban que sus teorías podrían servir para hacer frente a los retos del siglo XXI.
Hay a quien afirma que la desigualdad no importa mientras haya crecimiento...
Sí, la gente dice muchas cosas... En los años cincuenta del siglo pasado se decía que si te preocupaban las desigualdades, que no intentaras redistribuir los recursos, porque ya lo haría el crecimiento. Pero el trabajo de Piketty demostró que esta es una ley falsa. El crecimiento no iguala la cosas de forma automática. Hay estudios del Fondo Monetario Internacional que demuestran que la desigualdad, en sí misma, hace que el crecimiento vaya más lento. No hay freno a la desigualdad cuando el retorno del crecimiento sólo va a parar al 1% de la población, los más ricos. Eso les da la posibilidad de influir en el proceso político en favor de sus empresas y de sus intereses, y eso tiende a agravar la desigualdad. En 2017 el PIB creció, a nivel mundial, un 3%, pero el 82% de la riqueza adicional fue a este 1% de la gente. Este no puede ser el tipo de economía global que puede llevar a un futuro próspero.
Hemos ido mucho más allá de los límites del planeta
En su esquema, la sociedad equilibrada tendría forma de rosquilla. ¿Evolucionamos hacia esta forma o en sentido contrario?
En los últimos 60 o 70 años ha habido mucho progreso en reducir las carencias, al dar forma de rosquilla en el interior. Con el tiempo, el problema interior de las carencias se ha ido reducido, pero hemos ido mucho más allá de los límites del planeta: hemos desbordado el círculo exterior del rosquilla.
¿Y aquí, cómo estamos?
Hace unas semanas se creó una página web que dibuja rosquillas de 151 Estados. Por desgracia, sólo ofrece la de España, y no la de Catalunya. La idea en este caso es que para ir bien todo tendría que estar en azul en el centro. En 2015, sin embargo, según las fechas disponibles, se detectaban fuertes problemas de ocupación y había algunos déficits democráticos, pocos. Pero por otra parte, el Estado español ha sobrepasado todos los límites planetarios y necesita volver a equilibrar este círculo exterior, como buena parte de los países de renta alta. La rosquilla de España es un dibujo en que las necesidades básicas están cubiertas, pero en que se demuestra que se ha ejercido una gran presión sobre el planeta. En cambio Sri Lanka no ha sobrepasado ningún límite ecológico de presión sobre el planeta pero le falta mucho para cubrir las necesidades básicas de sus habitantes...
Entonces... ¿quién está bien?
En esta web se han hecho 151 gráficos de 151 países, pero no se ha encontrado ninguno con que cubra las necesidades internas de sus habitantes respetando los límites del planeta. Para mí, eso no es ninguna sorpresa, porque de hecho no hay ningún país que lo haya intentado. Todos han tratado de resolver los problemas de la gente sin fijarse en la salud del Planeta. Ahora nos hemos dado cuenta de que tenemos que hacer las dos cosas al mismo tiempo. Si queremos tener buenas cosechas, necesitamos un clima estable, que llueva... Si queremos pesca, necesitamos buenos océanos... Si queremos salud, necesitamos capa de ozono... La economía del siglo XXI no puede ignorar este hecho.
El crecimiento económico como objetivo único no es suficiente
¿Porque cree que su teoría ha tenido tanto éxito?
Por dos motivos, básicamente: creo que hay necesidad de nuevas ideas. Muchas personas son conscientes de que el marco económico neoliberal que ha dominado la política durante los últimos cuarenta años ha llevado a una Europa en que nadie puede dejar de ver que hay una gran desigualdad y donde es evidente el peligro del cambio climático. Por otra parte, el crecimiento económico como objetivo único no es suficiente. La crisis financiera demostró que había muchos defectos en el sistema económico dominante. A partir de aquel episodio, muchas personas se hicieron muchas preguntas sobre las teorías que se enseñan a las universidad y que no resolvían el problema que se estaba viviendo.
¿No habrá tenido éxito por la imagen de la rosquilla?
Espero que no. Pero esta imagen es muy poderosa para configurar la forma en que pensamos. Cuándo creé la rosquilla, en 2012, fue publicado primero por Oxfam en un paper, y enseguida surgieron muchos debates; la respuesta fue enorme. Mucha gente decía que siempre había pensado en el desarrollo sostenible en estos términos, pero que nunca había visto un gráfico que permitiera visualizarlo. Y el dibujo generó más debates, con nuevas ideas.
Su dibujo ha llegado a mucha gente que no tiene especial formación en economía...
Intento, siempre, ser muy accesible para el público. Tengo dos hijos pequeños y cuando esperaba que mis hijos salieran de clase, comenté con los otros padres de la escuela que escribía un libro sobre economía. Todos se asustaron, diciendo que no entenderían nada porque les habían ido mal las matemáticas en bachillerato... Pero yo intento no asustar a la gente. Los únicos números que salen en mis libros son los de las páginas. Intento que todo el mundo entienda lo que escribo. Acompaño el texto con diagramas muy sencillos... Me siento muy satisfecha cuando la gente me dice que ha leído un libro de economía y lo ha entendido.
Necesitamos una nueva generación de economistas que se encarguen de gestionar el bienestar de nuestra casa planetaria
¿Cree que los economistas tendrían que ponerse más al servicio del conocimiento de la gente?
Tenemos que volver a la raíz de la palabra economía: el arte de gestionar el hogar. Tenemos que volver a este significado original y aplicarlo a nivel de nuestro hogar planetario. Necesitamos una nueva generación de economistas que se encarguen de gestionar el bienestar de nuestra casa planetaria. Y por eso, la economía del XXI es una aventura extraordinaria.
Muchos economistas, sociólogos, politólogos y científicos alertan sobre los riesgos de nuestro modelo, pero no parece que haya cambios radicales en las políticas que se aplican...
Creo que hay una gran necesidad de nuevas ideas, incluso para los gobiernos. Yo escribí este libro para los estudiantes: es el libro que me habría gustado tener cuando empecé a interesarme en el tema. Pero me ha sorprendido el alto número de políticos de diferentes países e ideologías que han citado mi libro o que me han contactado: de Nueva Zelanda, de Holanda de Gran Bretaña...
Los políticos están atrapados... Son adictos a un PIB que crezca eternamente
Pero después no hacen nada para cambiar las políticas económicas...
Entre los políticos se siente la necesidad de crear una nueva historia. Pero están atrapados, porque la economía, hoy, depende estructuralmente de que haya un crecimiento infinito. Somos adictos, desde un punto de vista económico y social, a un PIB que crezca eternamente. Eso empieza en el sector financiero, porque los mercados financieros están diseñados para obtener un retorno máximo, y eso lleva a un crecimiento infinito de lo que reciben a los accionistas. Y ningún gobierno quiere perder su posición en la foto del G-20. Si sus economías no crecen bastante, serán sustituidos en el G-20 por otro, quizá un país emergente. Por otra parte, todos los gobiernos quieren tener más dinero de los impuestos sin subir los impuestos... Quieren tener más recursos para pagar mejores pensiones... Y eso lo quieren hacer mediante el crecimiento del PIB. Todas las políticas del gobierno dependen del PIB. Y para los políticos es muy difícil cambiar las dinámicas a largo plazo, porque las elecciones se hacen a corto término y quieren que al cabo de cuatro años los vuelvan a votar.
Si los políticos no transforman a la sociedad, ¿quien lo hará?
No espero que la transformación la hagan los políticos. Confío en que el cambio empezará a través de los ciudadanos y los colectivos, que mediante empresas, proyectos y comunidades locales, mostrarán que hay formas de gestionar una economía local para que sea más distributiva y para que funcione siguiendo los ciclos del mundo en que vivimos y de la naturaleza. Y cuando estos ejemplos sean visibles, los políticos se sentirán seguros a la hora de hablar de estas alternativas. Y las aplicarán a otros ámbitos.
Oxfam tendría que haber tenido unos estándares morales más elevados
Usted ha pasado por Oxfam, ¿qué opinión le merece la situación por la que está atravesandola organización, con todos los escándalos que van surgiendo?
Trabajé en OXFAM durante 10 años. Dejé mi trabajo en la ONU para pasar a Oxfam, donde cobraba un 60% menos. En Oxfam me encontré a gente muy cualificada y preparada, y yo estoy muy orgullosa de haber estado en esta 'organización. Los escándalos los protagonizaron hombres que yo no conocía. La gente de la organización estaba escandalizada por lo que pasó. Yo misma estaba decepcionada por cómo Oxfam gestionó el caso y por cómo los hombres implicados pasaron a trabajar a otras organizaciones. No es un problema que sólo tenga Oxfam, o que tengan las entidades humanitarias. Yo invitaría a las empresas, a las universidades y a otras entidades que expliquen qué tipo de escándalos ha habido en estas organizaciones y cómo las han gestionado. A pesar de todo, Oxfam debería haber tenido unos estándares morales más elevados, y creo que están trabajando para que eso no vuelva a pasar nunca más.