Yasmina Khadra conoce bien el terrorismo yihadista. Mientras escribía sus primeras novelas con este seudónimo, Mohammed Moulessehoul (nacido en 1955 en el Sáhara argelino), era oficial del ejército argelino, en los duros tiempos del terrorismo del Grupo Islámico Armado (GIA). Su Trilogía de Argel, iniciada con la celebrada Morituri explicaba con una visión cruda aquellos años de plomo. En su última novela, Khalil (ed. Alianza), Khadra se pone en la piel de uno de los terroristas suicidas que sobrevivió a los atentados de París del 13 de noviembre de 2015, los que tuvieron lugar en el Bataclan y en el Estade de France.
Un baño de realidad
Khadra escribe una novela, pero con numerosos elementos tomados de la realidad. El narrador de Khalil es un chico belga de origen norteafricano, pero con problemas de integración, como muchos de los terroristas implicados en los atentados de París. Tras un rápido proceso de radicalización, acaba decidido a inmolarse en los atentados, como lo hicieron algunos jóvenes de condición similar aquel 13 de noviembre. Y como uno de los implicados en el último momento le falla el chaleco explosivo que llevaba para cometer el atentado. Khadra se esforzará en describir el barrio de origen del terrorista, los problemas familiares de su entorno, los círculos donde se radicaliza, el ambiente de aquella noche de París... Un escenario real y unos hechos reales que sirven para construir una trama de ficción, que gira en torno a una pregunta terrible: "¿Y después qué?". El terrorista suicida está dispuesto a acabar con su vida, pero falla. Y la vida continúa. ¿Qué hará a partir de este momento?
Retorno al barrio
Khalil, el protagonista, a partir del atentado tendrá que emprender una alocada huida, acosado por la policía de Francia, de Bélgica y de medio mundo. Pero él tratará de restablecer el contacto con los círculos terroristas para hacer un nuevo atentado y para inmolarse, esta vez sí, provocando el mayor número de víctimas posible. En su búsqueda de un refugio seguro, Khalil retornará al único lugar que conoce bien, su barrio lleno de inmigrantes: Molenbeek. Y es a través de este retorno a los orígenes que el lector conocerá el entorno de un terrorista islamista: su vida familiar, sus amigos, su cadí, su emir... Por una parte, al lector se le introduce en la diversidad de la comunidad de origen norteafricano en Europa, con buena parte de sus miembros que deploran el terrorismo. Pero Khadra también intenta analizar qué lleva a un joven con poco futuro a acabar con su vida llevándose por delante a quién encuentre en su camino. El Khadra de Khalil en ningún momento justifica los atentados, pero sí que explora, no sin un punto de simpatía, la vida de los jóvenes marginales que acaban militando en los grupos yihadistas.
La carrera
La novela Khalil es la historia de una huida, pero también la de una carrera en que el terrorista intenta volver a prepararse para atentar, y en la que la policía va estrechando el círculo tendrá que recibir el apoyo de la red yihadista, pero ante el cerco policial recurrirá también a parientes, amigos y conocidos que no saben nada de su implicación en los atentados de París. La incógnita sobre como acabará Khalil es el motor de una trama más angustiante que trepitante.
Khadra: el maestro árabe de la novela negra
Yasmina Khadra es el maestro indiscutible de la novela negra norteafricana. Mohammed Moulessehoul publicó su primera novela en 1984. Escribió seis novelas sin mucho éxito con su nombre real. En 1989, en pleno conflicto entre el ejército y las fuerzas islamistas del Frente Islámico de Salvación (FIS) y el Grupo Islámico Armado (GIA), decidió empezar a escribir sobre este tema, pero adoptó un seudónimo, con el fin de evitar la censura. Escogió Yasmina Khadra, un nombre femenino basado en los apellidos de su esposa. Será con este seudónimo que publicará Morituri, una novela negra protagonizada por lo que será su gran protagonista: el comisario Llob, que le dará una gran fama. En 2000, tras dejar el ejército con la graduación de comandante, dio a conocer su verdadera identidad, y fue muy criticado por usar un seudónimo de mujer. Abandonó Argelia y vivió en México y en Francia, para después volver a Argelia. En los últimos años, la trama de sus novelas han escapado al marco argelino y se han desarrollado por otras partes: Somalia, Kabul, Bagdad, Libia e incluso la Habana... En 2013 quiso presentarse a las elecciones presidenciales argelinas, pero no consiguió reunir las firmas necesarias.
Pluma madura
Khadra alcanzó su máximo prestigio con las novelas negras del comisario Llob, que sumaron un gran éxito de ventas con el elogio unánime de la crítica (aunque algunos después le reprocharon que se hiciera pasar por mujer, y lo acusaron de usar un seudónimo femenino para tener más ventas y para ganarse las simpatías de los críticos). Las obras del ciclo argelino del comisario Llob eran de una terrible contundencia: denunciaban las barbaridades de los "barbudos", pero también dejaban clara la violencia del ejército, la corrupción del gobierno, el autoritarismo del Frente de Liberación Nacional, la mitificación de la historia nacional... Y descubrían al lector un mundo fascinante, el de una Argelia al mismo tiempo abierta al mundo y por otro terriblemente reaccionaria. Khalil y las últimas obras de Khadra no tienen la contundencia ni la originalidad de aquellas novelas negras. Y a pesar de todo, Khadra sigue fascinando, porque es un autor con un lenguaje ligero y preciso, y con un estilo fresco y directo. En el caso de Khalil, además, tiene el acierto de escoger una temática impactante, que atrae de inmediato. Khalil es una obra inquietante que nos interroga sobre los márgenes de la sociedad occidental, donde se incuban nuestros monstruos. Los seguidores de Khadra probablemente se sentirán fascinados por ella. Pero los que todavía no conozcan al autor argelino, harían bien al empezar su aproximación con Morituri.