Series musicales empieza a haber unas cuántas, pero no siempre han funcionado: en los años 90, para citar un caso muy olvidado, aquel loable intento de fusionar policíaco y musical que era Golpe Rock se llevó el porrazo del siglo, y no hace tanto una comedia tan corrosiva como Galavant era cancelada después de dos temporadas. A pesar de todo, el género persiste y La extraordinaria playlist de Zoey demuestra que no está todo dicho. En este caso no es una cuestión de fondo, ya que su historia se ha explicado otras veces, sino de forma, porque su verdadero valor reside en cómo se aproxima a algunos temas recurrentes con un frescor que requiere, eso sí, de la predisposición del espectador a entrar en su juego. Se está diciendo y escribiendo mucho que este es un producto "feel good", de estos que te alegran un mal día. Y es cierto, pero reducirlo sólo a eso sería un poco injusto, porque tras su apariencia de serie ligera llena de canciones populares y diálogos ocurrentes hay una reflexión nada superficial sobre el amor y la pérdida en tiempo de virtualidad.

'La extraordinaria playlist de Zoey' HBO

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La extraordinaria playlist de Zoey empieza cuando su protagonista, que trabaja para una empresa informática, se hace un TACO para asegurarse de que no hay rastro de la enfermedad degenerativa que sufre su padre. Durante la visita se produce un terremoto y Zoe sufre una extraña experiencia en el interior de la máquina. No tarda en darse cuenta de las consecuencias: los pensamientos del resto de personas se le visualizan en forma de números musicales. El superpoder tiene ventajas, como poder comunicarse con su padre, pero también unos cuantos inconvenientes, como descubrir que su mejor amigo está enamorado de ella. Formada por 12 episodios de 40 minutos y estrenada en HBO, La extraordinaria playlist de Zoey tiene uno de sus principales alicientes en la capacidad de bascular entre drama y comedia sin descompensar en exceso ni una cosa ni la otra. A pesar de adentrarse en terrenos propicios a la ligereza consigue extraer una cierta verdad de sus discursos.

Sí, es una serie que transmite buen rollo y pretende construir un universo en lo que querrías quedarte a vivir, pero también te refleja a situaciones duras y emotivas que cualquier otra serie del género habría rehuido para no incomodar a su público natural. Un par de ejemplos: todo el que tiene que ver con el padre de Zoey, tratado con delicadeza y resuelto con una inesperada contención dramática; y la descripción de los secundarios, que nunca aparecen como simples comparsas y se consigue dotar de un alma propia a pesar del peso de la apuesta formal. Todo es gracias a los guiones, bien estructurados, a la espléndida ejecución de los números musicales (hay alguna excepción, pero las coreografías resultan eficaces y a menudo hilarantes) y a Jane Levy, maravillosa actriz que ya había despuntado a No respiras. En estos tiempos tan intensos, por lo que hace pasa en el mundo real pero también por como se analiza la ficción, se agradece encontrarse una serie que reivindica el término medio.